Este es un caso narrado en la Biblia que no muchos cristianos conocen, o que al menos parece que evitan mencionar, a pesar de que a los pastores y curas puede resultarles útil para presionar a sus seguidores a pagar su diezmo y entregar sus bienes como “ofrenda”.
El libro bíblico de ‘Hechos de los Apóstoles’ describe el ambiente de los primeros miembros de lo que posteriormente sería la iglesia cristiana.
Supuestamente después de muerto Jesús, durante la fiesta de Pentecostés, que corresponde originalmente a la celebración judaica de Shavuot o fiesta de las semanas, se habrían reunido en Jerusalén los supuestos discípulos directos del ya legendario personaje, y Pedro, asumiendo el liderazgo, predica su primer sermón ante miles de israelitas (como ellos) provenientes de distintos lugares, quienes deciden unírseles al escuchar la fantástica historia sobre un tal “Jesús el Nazareno”, quien había hecho “milagros, prodigios y señales”, y que había sido clavado en la cruz, pero “resucitado por Dios”, de lo cual ellos afirmaban haber sido testigos (Hechos 2: 14-36).
Nadie sabía quién era ese Jesús, ni se habían dado cuenta de que su muerte había provcado un temblor, que las rocas se habían partido y los sepulcros se habían abierto, y muchos cadáveres habían salido dirigiéndose precisamente a Jerusalén, “la santa ciudad” (Mateo 27: 51-53).
Tampoco se dieron cuenta que con la muerte de Jesús “hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena” (Marcos 15: 33), y que el velo del templo de Jesusalén se había rasgado “en dos, de arriba abajo” (Marcos 15: 38), y que “toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.” (Lucas 23: 48)
Aquellos miles de israelitas que seguramente habían visitado Jerusalén para aquella Pascua, y que ahora visitaban el templo para celebrar el Shavuot, no se habían dado cuenta de nada de eso, pero el discurso de Pedro había despertado en ellos interés en seguir a “los apóstoles” de Jesús para esperar juntos su supuesto regreso, según lo que habría prometido él, y deciden entonces formar una comunidad de creyentes en esa historia que comenzaba a divulgarse, para lo cual compartirían sus bienes.
Los nuevos miembros proceden entonces como requisito a vender los bienes que tenían para entregar la totalidad del dinero a “los apóstoles” o supuestos seguidores directos de Jesús, con la justificación de que era para ayudar a los miembros más necesitados (Hechos 4: 33-35).
Una joven pareja atrapada por el entusiasmo irracional del nuevo movimiento, los esposos Ananías y Safira, venden una propiedad o heredad que tenían, se entiende que un terreno, pero deciden entre ellos no entregar la totalidad del dinero a “los apóstoles”, sino dejar algo para su seguridad, para cubrir sus gastos de pareja, o quizás para pagar alguna deuda, no se sabe (Hechos 5: 1-2).
Pedro sin embargo, cuando recibe el dinero, se da cuenta del ocultamiento, probablemente porque alguien o algo delató a la pareja, aunque los cristianos consideran que fue ‘por revelación de Dios’, y al confrontar a Ananías y reprocharle implacablemente lo que hizo sin antes pedirle una explicación, el aspirante a miembro de la nueva secta sólo escuchó el reclamo e inmediatamente “cayó y expiró” (Hechos 5: 3-5).
Y según la Biblia, eso causó temor entre los que escucharon la reprimenda de Pedro, procediendo los jóvenes del grupo a levantar el cadáver, a envolverlo y sepultarlo (Hechos 5: 6).
No se aclara si sólo fue que escucharon a Pedro desde afuera de alguna habitación, o si había alguien más presente donde Ananías perdió tan misteriosamente la vida.
Obviamente en nuestros tiempos un caso así requeriría de la intervención de un médico forense, para determinar si esa muerte tan extraña y sospechosa fue por algún infarto u otra causa.
Tampoco resultaría normal que sepultaran el cadáver sin siquiera informarle a la esposa, quien unas tres horas después llegó también ante “los apóstoles”, sin saber nada (Hechos 5: 7).
Pedro entonces, más interesado en el dinero que en expresarle sus condolencias, simplemente le preguntó con toda frialdad si ellos habían vendido la propiedad en la cantidad que habían declarado, y ella respondió que sí, por lo que Pedro la amenazó: “He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti”, y Safira, igual que su amado esposo, instantáneamente “cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido.” (Hechos 5: 8-10).
Obsérvese que sólo Pedro supo cómo murió Safira, porque esta vez sí se explica que los jóvenes entraron al sitio hasta después y la encontraron muerta.
¿Fue realmente un asesinato cometido por “Dios” o por alguien que ya se sentía su representante?
Lo cierto es que un doble caso de infarto sería demasiada coincidencia.
Es una verdadera historia de terror y de muerte; pero lo peor es que actualmente es enseñada a los niños, a quienes se les dice que «Ananías y Safira murieron porque le mintieron a Dios e intentaron decepcionar a sus amigos.» Y se les pregunta: «¿Cuántos de ustedes han mentido? (Levante su mano.)» [1] Nadie les pregunta: “¿Matarían ustedes a alguien sólo porque les mintió?”, “¿Se le puede mentir a un Dios que lo sabe todo?”, “¿’Las ayudas a los más necesitados’ no deben ser voluntarias y no por miedo a perder la vida?, “¿No es víctima de extorsión aquel a quien le es quitada la vida por no pagar cierta suma de dinero?”
Por casos como éste y muchos otros, es que la Biblia no debería ser de libre acceso a los niños… Y tú cristiano, ¿sigues pensando que la Biblia es la más alta fuente de moralidad?
[Godless Freeman]