San Jorge vence al dragón en esta escultura realizada con fragmentos de los misiles nucleares soviéticos SS-20 y de los misiles atómicos estadounidenses Pershing.
La crisis de los mal llamados “euromisiles” nucleares estadounidenses, que marcó la política europea a finales de los años 1970, parece a punto de repetirse. Es lo que el Pentágono está preparando, sin importar quién sea el próximo inquilino de la Casa Blanca.
Hace 5 años, cuando publicamos un artículo titulado «¿Regresan los misiles a Comiso?» [1], todo el espectro político ignoró aquella hipótesis y algún que otro supuesto experto la descartó calificándola de «alarmista».
Hoy resulta, desgraciadamente, que aquella alarma tenía razones de ser.
Hace algunos días, el 6 de noviembre, la empresa [estadounidense] Lockheed Martin –la misma que fabrica los aviones de combate F-35– firmó con las fuerzas armadas de Estados Unidos un primer contrato de 340 millones de dólares para la producción de misiles de alcance intermedio, incluso capaces de portar ojivas nucleares, con vista a su posterior despliegue en Europa.
Esa categoría de misiles (se trata de misiles lanzados desde tierra y con alcance de entre 500 y 5 500 kilómetros) había sido prohibida por el Tratado INF, firmado en 1987 por los presidentes Reagan y Gorbatchov, lo cual determinó el desmantelamiento de los misiles balísticos nucleares Pershing 2 que Estados Unidos había desplegado en Alemania occidental, de los misiles nucleares del tipo crucero Tomahawk, igualmente desplegados por Estados Unidos en Bélgica y en los Países Bajos, y de los misiles balísticos SS-20 que la URSS había desplegado, en respuesta, en su propio territorio.
Pero en 2014, la administración Obama acusaba a Rusia –sin presentar pruebas– de haber realizado ensayos con un misil crucero de la categoría prohibida en el Tratado INF. Posteriormente, en 2015, la administración Obama anunciaba: «ante la violación del Tratado INF por parte de Rusia, Estados Unidos está considerando el despliegue en Europa de misiles lanzados desde tierra».
La administración Obama pasó después el relevo a la administración Trump, que –en 2019– sacó a Estados Unidos del Tratado INF, acusando a Rusia [nuevamente sin aportar pruebas] de haberlo «violado deliberadamente».
Después de la realización de ensayos con varios misiles, el Pentágono encargó a Lockheed Martin la concepción de un misil crucero derivado del Tomahawk y de un misil balístico derivado del SM-6 de Raytheon. Según el contrato, ambos misiles deben estar operativos en 2023 –o sea, en 2 años– con vista a su despliegue en Europa.
Es particularmente importante tener en mente el aspecto geográfico de la cuestión: un misil balístico nuclear estadounidense de alcance intermedio lanzado desde Europa puede alcanzar Moscú en cuestión de minutos, mientras que un misil similar lanzado desde Rusia puede alcanzar las capitales europeas, pero no Washington.
Si invertimos la situación, es como si Rusia desplegara misiles nucleares de alcance intermedio en México.
También hay que tener en mente que el misil balístico SM-6 –según precisa Raytheon– funciona como «3 misiles en uno» ya que puede ser utilizado como misil antiaéreo, como misil antimisiles y también como misil de ataque. Eso implica que el misil nuclear derivado del «SM-6» podrá ser utilizado desde los navíos e instalaciones terrestres del llamado «escudo antimisiles» de Estados Unidos en Europa, cuyas rampas de lanzamiento –precisa Lockheed Martin– pueden utilizar «misiles para todas las misiones».
En una declaración emitida el 26 de octubre de 2020, el presidente [ruso Vladimir] Putin reafirma la validez del Tratado INF y califica de «grave error» que Estados Unidos se retire de ese tratado. Putin ratificó además el compromiso de Rusia a no desplegar misiles análogos [a los misiles estadounidenses] mientras Estados Unidos no despliegue los suyos cerca de las fronteras rusas.
Putin propone además a los países de la OTAN «una moratoria recíproca» y «medidas recíprocas de verificación», o sea inspecciones en las instalaciones de misiles de los diferentes actores.
Pero la OTAN ha ignorado esas proposiciones rusas, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, incluso reafirmó –el 10 de noviembre– que «en un mundo tan inseguro, las armas nucleares siguen desempeñando un papel vital en la preservación de la paz».
Europa está en peligro de verse en la primera línea de un enfrentamiento nuclear análogo –o quizás todavía más peligroso– que el que marcó la guerra fría. Pero los gobiernos y los parlamentos europeos no se dan por enterados. Parecen estar demasiado ocupados con el coronavirus, así que nadie habla de los cohetes nucleares.
Sin embargo, la Unión Europea, que cuenta entre sus 27 miembros 21 países miembros de la OTAN, rechazó en 2018 el proyecto de resolución que Rusia presentó en la ONU sobre la «Preservación y Respeto del Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio». Al rechazarlo, la Unión Europea daba luz verde al nuevo proyecto de instalación de misiles nucleares estadounidenses en suelo europeo.
¿Cambiará algo que sea Joe Biden quien llegue a la Casa Blanca? ¿O, después de haber visto al demócrata Obama iniciar la nueva confrontación nuclear con Rusia, después de haber visto al republicano Trump agravarla renunciando al Tratado INF, veremos al demócrata Biden (ex vicepresidente de Obama) firmar la instalación de los nuevos misiles nucleares de Estados Unidos en Europa?
Fuente
Traducido al español por Red Voltaire, a partir de la versión al francés de Marie-Age Patrizio
https://www.voltairenet.org/article211707.html