Gaitán, que nació en Ocotal en 1904, es, probablemente, el único hombre vivo en el país que conoció al general Augusto C. Sandino, el héroe nacional antimperialista creador del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional,Gaitán, es un hombre de cuatro dientes —como él mismo se describe— y plática, además de fluida, lúcida. ( Este reportaje se realizo el 2015, Gatitan fallece en Enero 18, 2016 a los 112 años)
Cuenta que conoció a Sandino en la mina de oro de San Albino. Sandino era mecánico y Gaitán mozo, aprendiz de telegrafista, “un chapiollo”, dice este señor que sobrevive en la antigua estación de tren de Sabana Grande, una vieja casona de paredes altas que se la ha comido el tiempo y el polvo.
Con Gaitán vive su última esposa, Nora Campos, a la que conoció cuando él frisaba los 50 años y ella rondaba los 18.
El cuarto anexo en el que están Héctor padre e hijo, con Nora, parece el último vagón de un tren inmerso en el presente desde el cual se abre una puerta trasera que permite ver el pasado añorado.
Con más de cincuenta años de casados, 10 hijos -él tiene seis más de sus matrimonios anteriores-, una treintena de nietos y unos cuantos bisnietos, Gaitán dice que Nora es su “ángel”, su “reina”, la persona que lo quiere y lo cuida.
Es también la mayor escucha de sus historias sobre Sandino, a quien conoció cuando era muy joven en las montañas segovianas.“Sandino fue despedido porque el americano que estaba ahí no le caía bien.
Y él quería irse de allí”, detalla el telegrafista segoviano, quien recuerda que más tarde, cuando Sandino empezó a pelear contra los yanquis y se enmontañó, le prohibía a sus “soldados que fumaran de noche porque los gringos, mejor dicho los marinos podían mirar las brasas de los puros que estaban fumando”.
Por su oficio, Gaitán tuvo alguna cercanía con la esposa de Sandino, Blanca Aráuz, y sus hermanos que también eran telegrafistas.
Su papá, don José Antonio, les había enseñado. “Ella era guapísima… era de espíritu guerrillero también, pero no entró a la guerrilla”, explica el telegrafista, quien llegó a cubrir a Blanca Aráuz el día que se casó con Sandino, aquel mítico 18 de mayo evocado en una de las canciones de Luis Enrique Mejía Godoy.
“Llegaron los soldados y tiraron unos balazos como señal de alegría, con mucho miedo porque empezaban a llegar los americanos”, recuerda Gaitán, quien más que a Sandino estuvo ligado al general Miguel Ángel Ortez, general de brigada del ejército de Sandino.
De Ortez recuerda que era “un tipo”, alto, elegante, de una familia de San Fernando que tenía una hacienda que se llamaba El Arrayán, la que abandonó para unirse al pequeño ejército de Sandino.
En el álbum de Gaitán hay una fotografía en la que aparece muy joven, con un arma en el cinto.
Es una pistola calibre .45 que le regaló Ortez. Dice que se la dio a cambio de la carabina que lleva en uno de los hombros, sobre los que soportaba el peso del telégrafo.
Ocupaban el aparato para interceptar los mensajes en clave de Morse que se enviaban los marines . Era una manera de espiar su movimiento.
Dice que cuando se los hallaba, se hacía pasar por guardalínea. En esos tiempos de insurgencia, el telégrafo también cumplió otros menesteres: ayudó a los intercambios amorosos entre Blanca Aráuz y el general de Hombres Libres.
Uno de los episodios más dolorosos para Gaitán fue la muerte del general Ortez en Palacagüina, a manos de un francotirador situado en un torreón, y también el milagro que ocurrió con un telegrafista hermano de Blanca Aráuz, que sobrevivió a las armas de los marinos.
Por todo lo que recuerda a sus casi 112 años, la memoria de Héctor Gaitán, telegrafista, extrabajador del ferrocarril y habitante de la vieja estación de tren en Sabana Grande, es una mina para cualquier historiador.