Indudablemente estoy feliz. Como millones de ciudadanos de este planeta brinco de alegría, me pellizcan y no siento porque celebro muy enfiestado la caída del más ruin, vulgar, prepotente, ordinario y perverso emperador que ha pasado por la Casa Blanca, Donald Trump.
Para mí es una extraordinaria noticia que haya perdido esta bestia llamada Donald Trump, pero igualmente es mala porque ganó Joe Biden porque en lo medular, aunque sea otro el inquilino de la Casa Blanca, lo que jamás cambia es la política imperial que distingue a Estados Unidos y que ofensivamente en estos últimos cuatro años se convirtió en un riesgo mayúsculo para la paz del mundo por la arrogancia de un tipo loco y absoluto que demencialmente depravado tuvo éxito únicamente en terminar de ensuciar la imagen horrenda que de por sí ya tenía la política invasiva e interventora contra el mundo.
Para el planeta Donald Trump fue percibido como un payaso de alta realeza por su condición de magnate y por vestir inmerecidamente el ropaje de presidente de los Estados Unidos, al final un bufón desagradable que llegó al poder sin ser político para despertar el instinto anárquico y anti sistémico del racismo, del predominio de los arios, del poder para los ricos conferido desde una nueva propuesta fascista donde el populacho solo tuvo cabida en la medida que el jefe de la oficina oval hizo de su desgobierno un “Reality Show” donde cualquier estupidez se ordenaba o ventilaba desde los “célebres” tuitazos de quien nunca fue serio en sus altas responsabilidades, pero sí un amargado que solo fue capaz de cautivar a los ignorantes de una sociedad que en su resentimiento tiene encapsulado un odio contra la cosmetizada y cuestionada “democracia” norteamericana a la que hoy se suma el legado nefasto del emperador saliente que la deja más dividida, más enfrentada y volátil porque a partir de la oficialización de la derrota del “Pelo de Mai” cualquier cosa puede pasar en un imperio decadente devastado moral, social y económicamente.
Los nicaragüenses y hablo de la inmensa mayoría de los nicaragüenses definitivamente estamos de fiesta por el resultado de las elecciones en el decadente imperio porque más allá de que Donald se va y Daniel se queda, sobrevivimos con dignidad, con orgullo, aferrados a la santidad de nuestro nacionalismo, porque vencimos a una ofensiva, a una embestida criminal y perversa que no pudo contra nuestra democracia, la democracia que se hace sentir con nuestros propios olores y sabores.
Mientras los que sí amamos a este país porque nos debemos a la bandera azul y blanca y no a la de las barras y las estrellas gozamos con los berrinches de Donald Trump que quiere construir un muro que rodee la Casa Blanca para que no lo saquen de ella, otros, que antes lloraban como plañideras quejándose de una “dictadura” que les permitió de todo, ahora sí lo van a hacer a moco tendido porque están pensando en que se acabaron las mesadas, que la buena vida llegó a su fin, que ahora sentirán en carne propia que la calle está dura y que más que nunca sabrán lo que significa el desprecio de todo un pueblo.
Por supuesto que todos esos que eran los payasos del circo de Donald Trump, a quien antes describían como la mamacita de Tarzán, ya están próximos a negarlo y tengan la plena seguridad que ya hay quienes lo consideran menos que la Chita y uno de esos es aquel animal ártico que se ufanaba de ser su jefe de campaña aquí y que pinguinísticamente aparecía en su caramanchel cibernético con una gorra de la campaña republicana jurando con sus aletas que el terror para el mundo se prolongaría por cuatro años más y menos mal que para el mundo eso no será así.
Mi satisfacción personal, aunque no me equivoco si pienso que ese es el estado emocional de la mayoría en Nicaragua no termina con la derrota de esta bestia, sino que ahora voy a comerme en un plato frío esa escena de comenzar a ver cómo la estupidez se lo harta vivo y reacciona como ya lo está haciendo mostrándose como un enfermo al que hay que meter en una camisa de fuerza porque si con el poder político actuaba como un loco, sin él lo está haciendo como un desahuciado mental al que se debe meter y amarrado en cuatro paredes mientras le viene lo peor.
Donald Trump se churreteó en lo poco que a lo mejor se podía recuperar de esa falsa democracia norteamericana y fracasa en su intento reeleccionista porque su propia soberbia tejió su derrota.
Donald Trump vive hoy más que nunca una inmensa soledad que tampoco le es ajena porque el equipo que nunca dejó de conformar siempre fue dejando espacios a su alrededor porque todos los que llegaron a conocerlo en persona no lo aguantaron y terminaron renunciando.
Un sello distintivo de lo anterior es que la lista de colaboradores que le puso la renuncia y se la tiró en la cara es enorme y todos tan locos y anti sistémicos como él y los pocos que aún le acompañan es porque albergan en el ocaso alguna posibilidad negociada de que eso que les viene sea menos duro y con penas no tan largas porque estamos a las puertas de ser testigos de que por primera vez en la historia un ex presidente de los Estados Unidos termine en la cárcel y además viéndose tras las rejas con el imperio económico que amaso esfumado, acabado o confiscado.
Las investigaciones en torno a los escándalos que han ocurrido durante su gestión advierten, según expertos, que el aún mandatario puede enfrentar una compleja situación financiera personal, además de procesos penales, si como efectivamente será, sale o lo sacan del pelo de la Casa Blanca el próximo 20 de enero.
Los cargos que el loco de Donald Trump enfrentaría tienen que ver con fraude bancario, fraude de impuestos, lavado de dinero, fraude electoral", entre otros. Como si esto fuera poco, el vencido inquilino de la Casa Blanca enfrenta grandes riesgos financieros, incluyendo, según informes de los propios medios estadounidenses, una enorme deuda personal y dificultades con su imperio empresarial a tal grado que el The New York Times ha dicho que en los próximos cuatro años Trump tiene que pagar más de 300 millones de dólares en préstamos, en tiempos en que algunas de sus inversiones personales no pasan por el mejor momento y ahora derrotado en los comicios del pasado martes sus acreedores ya no serán flexibles a la hora de exigir el pago de esas obligaciones.
Hasta hoy la Casa Blanca actuó como una barrera frente a los problemas legales y financieros de su inquilino, pero a partir del 20 de enero de 2021 está situación cambia y mientras tanto los acreedores mutan a la condición de cocodrilos a la espera que los pellejos de Donald Trump sean lanzados al charco de los saurios.
Donald Trump en su desesperación y delirio de persecución asegura haber sido víctima de numerosas conspiraciones por parte de sus enemigos para acusarlo falsamente de haber cometido crímenes antes y durante su tiempo en el poder, negando como naturalmente lo hacen los delincuentes y de manera tajante, haber cometido cualquier falta.
El Pelo de Mai se jacta de haber salido airoso de las investigaciones que ha llevado a cabo el Departamento de Justicia en torno a los numerosos escándalos que han enmarcado su gestión, así como del juicio político que le realizó el Congreso a comienzos de este año. Pero todos esos procesos partían de la base de la inmunidad presidencial frente a los procesos penales.
En ese sentido el Departamento de Justicia dijo en repetidas ocasiones que un mandatario no puede ser procesado penalmente mientras ocupe el cargo, sin embargo todas las investigaciones hasta hoy realizadas serán la base de nuevos y formales procesos judiciales contra un tipejo que como este jamás tuvo la estatura presidencial que demanda una oficina como la oval.
Pero es que a Donald Trump el sillón de la Casa Blanca le quedó enormemente grande. Jamás tuvo la estatura de presidente pues se proyectó no como un mandatario sino como un pigmeo mental peligrosísimo para la humanidad.
Su más alta cobardía la mostró ante su propia esposa, Melania Trump, que no me extrañaría le pida el divorcio después de haberle aguantado tantas humillaciones y a la que siempre trató como una cosa, tanto el pelo de mai es la más alta expresión de la misoginia imperial que explica claramente el por qué ha sido acusado varias veces por abusos sexuales y violaciones hasta contra menores de edad y por qué en una de sus “célebres” frases dice que las mujeres le son solo objetos estéticamente agradables y por eso mismo fue capaz de ofender a Hillary Clipton cuando le dijo que si no era capaz de satisfacer a su esposo (Bill) como lo podría hacer con Estados Unidos cuando esta fue la candidata perdedora hace cuatro años aunque el voto popular le haya favorecido.
La cosa es simple no es lo mismo ser un magnate millonario, dueño de un emporio económico, que ser presidente de un país y por esa razón prensa norteamericana, a la que siempre mantuvo bajo amenaza, lo trató como un enano mental y en consecuencia los gobernantes serios del mundo lo miraban como poca cosa lo que equivalió a trapear el suelo con la pretendida imagen que de poderoso siempre ha querido para sí estados Unidos.
Los excesos de Donald Trump revolvieron el estómago hasta de las inteligencias más precarias del planeta. Si este tipejo hubiese sido reelecto hoy el mundo estaría más cerca de una tercera guerra mundial porque su fascismo y su andar ario lo tendrá que modelar próximamente desde la cárcel y ya no más desde la Casa Blanca que espera a partir del 20 de enero próximo a alguien menos peor que él.
Por: Moisés Absalón Pastora.