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La Segunda Guerra Mundial no fue una “guerra justa”


Fragmentos extraídos del libro War is Never Just, La guerra nunca es justa, del mismo autor

A menudo suele decirse que la Segunda Guerra Mundial fue la “Guerra Buena”, en contraste con la Guerra de Vietnam de EE.UU. Aquella guerra ha estado tan presente desde entonces en la industria del entretenimiento de Estados Unidos y del mundo occidental, que en muchas ocasiones “buena” significa algo más que “justa”.

  La ganadora del concurso de belleza “Miss Italia” celebrado a comienzos de año se metió en un buen lío cuando dijo que le hubiera gustado vivir la Segunda Guerra Mundial. Aunque estuviera bromeando, está claro que no es la única que lo piensa. Muchos desearían formar parte de algo que se ha calificado de noble, heroico y emocionante. En caso de que lleguen a toparse con una máquina del tiempo, les recomiendo que lean las declaraciones de algunos veteranos y supervivientes de dicha conflagración antes de que se decidan a acudir a la fiesta (1). En este artículo, en todo caso, voy a examinar únicamente la pretensión de que la Segunda Guerra Mundial fue moralmente justa.

No importa cuántos años dediques a escribir libros, conceder entrevistas, publicar columnas y participar en actos públicos; es prácticamente imposible abandonar uno de estos actos sin que alguien te espere a la puerta para preguntar: “¿Y qué hay de la Guerra Buena?”. La creencia de que hubo una guerra justa hace 75 años es en gran parte responsable de que los ciudadanos estadounidenses toleren el derroche de un billón de dólares al año por si acaso hay otra guerra buena el año que viene (2), aunque haya habido docenas de guerras los últimos setenta años que nada han tenido de buenas. 

Si no existieran abundantes y arraigados mitos sobre la Segunda Guerra Mundial, la propaganda actual contra China, Rusia, Siria o Irak haría reír a la mayor parte de la gente como me hace reír a mí. Y, por supuesto, el dinero generado por las leyendas de la Guerra Buena sirve para empezar más guerras malas en lugar de prevenirlas. He analizado extensamente este asunto en libros y artículos, especialmente en War Is A Lie (La guerra es una mentira) (3), pero aquí voy a resumir algunos puntos clave que deberían, al menos, sembrar las semillas de la duda en la mente de la mayor parte de los estadounidenses, que considera que la Segunda Guerra fue una guerra justa.

Estas son las 12 principales razones por las que creo que la Segunda Guerra Mundial no fue buena ni justa.

1. La Segunda Guerra Mundial no podría haberse producido sin la Primera, sin la estúpida manera de iniciar la Primera Guerra Mundial y la aún más estúpida manera de concluirla, lo que provocó que muchos predijeran de inmediato que habría una segunda; o si Wall Street no hubiera financiado durante décadas a la Alemania nazi (preferible a los comunistas); o si no hubiera habido una carrera armamentística y no se hubieran tomado numerosas malas decisiones que no necesitamos repetir en el futuro.

2. El gobierno estadounidense no fue alcanzado por un ataque sorpresa. El presidente Franklin Roosevelt había prometido a Churchill que EE.UU. haría todo lo posible por provocar un ataque de Japón. Roosevelt sabía que iba a producirse ese ataque, e hizo un borrador de declaración de guerra contra Alemania y Japón la misma noche de Pearl Harbour. Pero antes de eso ya había construido bases militares en Estados Unidos y en múltiples océanos, cambiado armas por bases a los británicos, empezado el borrador, creado una lista de todos los japoneses-estadounidenses del país, proporcionado planes, monitores y pilotos a China, impuesto duras sanciones a Japón y advertido al ejército de que se avecinaba una guerra con Japón. Advirtió a sus más próximos asesores de que esperaba un ataque el 1 de diciembre, seis días antes del efectivo. Tras la reunión celebrada en la Casa Blanca el 25 de noviembre de 1941, el Secretario de la Guerra Henry Stimson escribió en su diario: “El presidente dijo que los japoneses son famosos por lanzar ataques sin previo aviso y que podríamos recibir uno el próximo lunes, por ejemplo”.

3. La guerra no fue humanitaria y ni siquiera se promocionó así hasta después de su final. No hubo carteles pidiendo a los ciudadanos que ayudaran al Tío Sam a salvar a los judíos. La Guarda Costera persiguió a un barco de judíos alemanes que buscaban refugio y los alejó de Miami. Estados Unidos y otras naciones se negaron a aceptar refugiados judíos y la mayor parte del público respaldaba esa postura.

 Los grupos pacifistas que pidieron al primer ministro Winston Churchill y a su secretario de exteriores que fletaran naves para sacar a judíos de Alemania recibieron por respuesta que, aunque Hitler pudiera estar de acuerdo, la operación sería muy complicada y exigiría el uso de demasiados barcos. 

Estados Unidos no participó en ninguna iniciativa diplomática o militar para salvar a las víctimas de los campos de concentración, ni concedió un visado de entrada a Anne Frank. Aunque este punto no tiene nada que ver con justificar la Segunda Guerra Mundial como una “guerra Justa”, resulta tan fundamental para la mitología estadounidense que voy a citar aquí un fragmento de Nicholson Baker que resulta muy ilustrativo:

“Anthony Eden, secretario de asuntos exteriores británico encargado por Churchill para manejar el tema de los refugiados, trató fríamente a una importante delegación, afirmando que cualquier iniciativa diplomática para conseguir que Hitler liberara a los judíos era `una fantasía imposible´. En un viaje a Estados Unidos, Eden confesó ingenuamente a Cordell Hull, el secretario de estado, que la verdadera dificultad de interesarse por los judíos era que `Hitler bien podría aceptar la propuesta, y sencillamente no hay suficientes barcos y medios de transporte en el mundo para llevarla a cabo´. 

Churchill estaba de acuerdo. `Aunque obtuviéramos permiso para evacuar a los judíos –escribió en respuesta a una carta suplicatoria– solo su transporte plantea un problema de difícil solución´ ¿No tenían suficientes barcos y medios de transporte? 

Dos años antes los británicos habían evacuado cerca de 340.000 tropas de las playas de Dunkerque en solo nueve días. La Fuerza Aérea de Estados Unidos poseía muchos miles de aviones nuevos. Durante un breve armisticio los aliados podrían haber aerotransportado un gran número de refugiados lejos de la esfera germana” (4).

Quizás se relacione con la “rectitud de intención” el hecho de que al lado “bueno” de la guerra sencillamente no le importe un comino lo que se pone como ejemplo central de la maldad del lado “malo” de la guerra.

4. La guerra no fue defensiva. Roosevelt mintió cuando dijo que obraba en su poder un mapa con los planes nazis para repartirse Sudamérica y eliminar la religión, que los navíos de EE.UU. (que ayudaban de forma encubierta a los aviones de combate británicos) eran atacados sin motivo por los nazis, que Alemania era una amenaza para Estados Unidos (5).

 Puede aducirse que EE.UU. necesitaba entrar en guerra en Europa para ayudar a otras naciones, que habían entrado a su vez para ayudar a otras naciones, pero también podría argumentarse que Estado Unidos intensificó el bombardeo a objetivos civiles, prolongó la guerra e infligió más daño del que se habría producido si no hubiera intervenido, hubiera trabajado desde la diplomacia o invertido en una estrategia de no violencia. Afirmar que el imperio nazi podría haberse extendido hasta llegar a ocupar Estados Unidos es extremadamente inverosímil y no está corroborado por anteriores o posteriores ejemplos de otras guerras.

5. Ahora sabemos de forma mucho más generalizada y con muchos más datos que la resistencia no violenta a la ocupación y la injusticia tiene más probabilidades de tener éxito –y que es más probable que ese éxito dure– que la resistencia violenta. Con ese conocimiento podemos juzgar retrospectivamente el sorprendente éxito de acciones no violentas contra los nazis que no estaban bien organizadas o construidas aparte de su éxito inicial (6).

6- La Guerra Buena no fue buena para las tropas. Carentes de un entrenamiento moderno y un condicionamiento psicológico que preparase a los soldados para participar en el acto antinatural de matar, alrededor del 80% de las tropas estadounidenses y de otros países beligerantes en la Segunda Guerra Mundial no dispararon armas contra “el enemigo” (7). 

El hecho de que los veteranos de esa guerra recibieran un trato mejor del recibido anteriormente (o posteriormente) por otros soldados, fue consecuencia de la presión creada por el Bonus Army (8) tras la guerra anterior. 

Que los veteranos tuvieran derecho a universidad y sanidad gratuita y a pensiones no fue debido a los méritos de la guerra o en cierta medida al resultado de esta. Si no hubiera habido guerra, todo el mundo podría haber tenido matrículas gratuitas por muchos años. Si en la actualidad ofreciéramos educación gratuita a todo el mundo, harían falta mucho más que historias hollywoodienses de la Segunda Guerra para que la gente acudiera en masa a los centros de reclutamiento militar.

7. Durante la guerra, el número de personas muertas fuera de los campos de concentración alemanes fue muy superior al de los muertos en estas instalaciones del horror. La mayor parte de las muertes fueron civiles. La escala de muertos, heridos y destrucción convierte a la Segunda Guerra Mundial en la peor catástrofe que la humanidad se ha infligido a sí misma en un breve espacio de tiempo. Imaginamos que los aliados se “oponían” de algún modo a las muertes que se produjeron en los campos. Pero eso no justifica aplicar un remedio que fue peor que la enfermedad.

8. La escalada de la guerra que llevó a la destrucción absoluta de ciudades y al aniquilamiento de poblaciones y que culminó en un bombardeo nuclear completamente indefendible, apartó a la Segunda Guerra Mundial del ámbito de los proyectos justificables a ojos de muchos que habían defendido, y con razón, su inicio. La exigencia de rendición incondicional y el intento de provocar el máximo de muerte y sufrimiento hicieron mucho daño y dejaron un legado nefasto y premonitorio.

9. Se supone que la muerte de un inmenso número de personas es justificable si la lleva a cabo el lado “bueno” de una guerra, pero no si lo hace el “malo”, pero la distinción entre ambos lados es más una ilusión que una realidad. Estados Unidos poseía un largo historial como Estado de apartheid. Las tradicional opresión estadounidense a los afroamericanos y la práctica del genocidio contra los nativos americanos, y posteriormente el internamiento de japoneses-estadounidenses dio lugar a programas específicos que sirvieron de inspiración a los nazis alemanes. 

Entre ellos se encuentran los campos para población nativa y los programas de eugenesia y experimentación humana que existieron antes, durante y después de la guerra. Uno de estos programas incluyó la propagación de la sífilis a personas de Guatemala, coincidente con la celebración de los juicios de Núremberg (9). 

El ejército estadounidense contrató a cientos de altos oficiales nazis al acabar la guerra que no tuvieron problemas de integración (10). Estados Unidos aspiraba ampliar su imperio mundial, antes de la guerra, durante la misma y desde entonces. Los neonazis alemanes de hoy en día, que tienen prohibido ondear la bandera nazi, en ocasiones enarbolan en su lugar de la los Estados Confederados de América.

10. El lado “bueno” de la “guerra buena”, el país que contabilizó más muertes tanto de enemigos como propias dentro del lado victorioso fue la comunista Unión Soviética. Eso no quiere decir que la guerra fuera un triunfo del comunismo, pero enturbia las historias de Washington y Hollywood sobre el “triunfo de la democracia” (11).

11. La Segunda Guerra Mundial no ha terminado todavía. Las personas ordinarias de Estados Unidos no tuvieron que tributar por el trabajo hasta la Segunda Guerra Mundial y siguen haciéndolo, aunque se suponía una medida temporal (12). Las bases construidas durante la guerra siguen abiertas. Las tropas estadounidenses nunca abandonaron Alemania ni Japón (13). Todavía hay más de 100.000 bombas de EE.UU. y Reino Unido en suelo alemán, todavía cargadas de muerte (14).

12. Retroceder 75 años hasta un mundo sin armas nucleares, un mundo colonial con estructuras, leyes y hábitos completamente diferentes, para justificar la mayor partida de gastos del presupuesto de Estados Unidos todos y cada uno de los años transcurridos desde entonces es una extraña proeza de autoengaño que no se ha intentado para justificar ninguna otra empresa menor. Incluso en el caso de que estuviera equivocado en todas las razones expuestas hasta aquí, de la 1 a la 11, aún habría que explicar cómo es posible que algo que ocurrió en los años 40 justifique el derroche de un billón de dólares de 2017 en financiar la guerra, que podrían haberse gastado alimentando, curando, vistiendo y proporcionando abrigo a millones de personas así como a proteger el medio ambiente de la Tierra.

Notas:

[1] Studs Terkel, The Good War: An Oral History of World War II (The New Press: 1997).

[2] Chris Hellman, TomDispatch, “$1.2 Trillion for National Security,” March 1, 2011, http://www.tomdispatch.com/blog/175361

[3] David Swanson, War Is A Lie, Second Edition (Charlottesville: Just World Books, 2016).

[4] War No More: Three Centuries of American Antiwar and Peace Writing, editado por Lawrence Rosendwald.

[5] David Swanson, War Is A Lie, Second Edition (Charlottesville: Just World Books, 2016).

[6] Libro y película: A Force More Powerful, http://aforcemorepowerful.org

[7] Dave Grossman, On Killing: The Psychological Cost of Learning to Kill in War and Society (Back Bay Books: 1996).

[8] Se llamó el “Bonus Army” a la concentración de más de 40.000 veteranos de la Primera Guerra Mundial y sus familias que se congregaron en Washington el verano de 1932 para reivindicar el pago en efectivo de sus “bonos de veteranos”, títulos del Tesoro adjudicados a los soldados de EE.UU. que lucharon en la Gran Guerra (N.deT.)

[9] Donald G. McNeil Jr., The New York Times, “U.S. Apologizes for Syphilis Tests in Guatemala,” 1 de octubre, 2010, http://www.nytimes.com/2010/10/02/health/research/02infect.html

[10] Annie Jacobsen, Operation Paperclip: The Secret Intelligence Program that Brought Nazi Scientists to America (Little, Brown and Company, 2014).

[11] Oliver Stone y Peter Kuznick, The Untold History of the United States (Gallery Books, 2013).

[12] Steven A. Bank, Kirk J. Stark, and Joseph J. Thorndike, War and Taxes (Urban Institute Press, 2008).

[13] RootsAction.org, “Move Away from Nonstop War. Close the Ramstein Air Base,” http://act.rootsaction.org/p/dia/action3/common/public/?action_KEY=12254

[14] David Swanson, “The United States Just Bombed Germany,” http://davidswanson.org/node/5134

David Swanson es un activista contra la guerra, blogero y autor estadounidense. Reside en Virginia y es director ejecutivo de World Beyond War.


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