Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Nicaragua: La insurrección de los niños en Matagalpa



Isabel Castillo y Marcos Largaespada 

Isabel Castillo, conocida como “Venancia”, nació en Matagalpa en 1962. Se incorpora a la Asociación de Estudiantes de Secundaria y al Frente Estudiantil Revolucionario en 1977, hasta que la expulsan del Instituto Nacional Eliseo Picado. Se integra de lleno a la organización barrial y a las tareas conspirativas en el Frente Sandinista de Liberación Nacional. 

Participa en Matagalpa en la insurrección de los niños y jóvenes en agosto de 1978 y en la insurrección de septiembre 78 en Estelí. En 1979 participa en Managua, y en las tomas de Jinotepe y Granada. Después del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, quedó en las estructuras partidarias y de masas, y a la fecha es dirigente del Comité Nacional Feminista. 

** 

Marcos Largaespada Prado nació el 20 de noviembre de 1957. Se integra formalmente al FSLN en 1974, y trabaja en la organización estudiantil y en los barrios. En 1977 forma parte del Comité Regional clandestino del Frente en Matagalpa, bajo la responsabilidad de Crescencio Rosales y como tal participa en la insurrección de los niños y jóvenes. 

Dirige un grupo de matagalpinos en la insurrección de Estelí y luego se integra a la Columna General Pedro Altamirano. Trasladado a Managua en 1979, Marcos Largaespada forma parte de las estructuras militares de la Tendencia Guerra Popular Prolongada y participa en la resistencia en los barrios orientales, en el repliegue táctico a Masaya, y en las tomas de Jinotepe y Granada. En los años ochenta queda en el Ejército Popular Sandinista y participa activamente en las tareas de la defensa. En los años noventa pasa a retiro con el grado de Mayor. 

Matagalpa, cabecera de un departamento principalmente montañoso, vio tempranamente la incorporación de sus mejores jóvenes a las luchas revolucionarias, desde antes de la fundación del FSLN. Ahí nacieron Julio Alonso Leclaire, Carlos Fonseca, Tomás Borge, Doris Tijerino y tantos jóvenes llenos de inquietudes y desafíos. Obreros y campesinos, organizados inicialmente en el Sindicato de Oficios Varios, impulsado por el Partido Socialista Nicaragüense, pasan a las estructuras guerrilleras y viven flujos y reflujos del movimiento, surcados por las olas de represión sangrienta de la Guardia. Los jóvenes estudiantes de la ciudad, tempranamente se rebelaron por reivindicaciones sociales y políticas. 

A finales de los años setenta, esos largos períodos de trabajo tuvieron sus frutos en la organización de barrios, en los colegios y en las unidades militares que se estructuran para la insurrección. En 1976 se organizan la AES y el FER en Matagalpa. Sus tres primeros integrantes fueron Fanor Rodríguez, Arnoldo Moreno y Felipe Sáenz. Erick Blandón los atendía al principio, por el FER de Managua1. 

Con dos de los principales protagonistas, conversamos sobre la insurrección de agosto del 1978. La gran ausente de este reencuentro es Sadie Rivas, la intrépida adolescente que nunca perdió su cara de niña. Por cosas del destino, su participación en nuestro programa se había pospuesto en dos ocasiones. Pero para la tercera, fue la muerte la que impidió su presencia. Un accidente automovilístico en el tramo de Managua a Darío acabó con su preciosa vida, tres días antes de la fecha prevista para nuestro encuentro en esta radioemisora. 

Mónica: Marcos, quisiéramos que nos contaras ¿cómo entraste al Frente Sandinista? 

Marcos: Inicié mis contactos desde los años 1973 y 1974 en la montaña, en la finca de mi tío Alberto Prado. Él, su esposa y toda la familia de su esposa, Pepe Rivas y familia, así como los Castro, colaboraban con la guerrilla en la zona de Guabule, que era donde operaba el Comandante Víctor Tirado López. Mi tío ya había caído preso en una ocasión. 

Con mi tío, halábamos la comida para la guerrilla. Me acuerdo que se paraba en una quebrada, empezaba a bajar comida y me decía: – ¡Ayudame!, y dejábamos la comida a la orilla del río. Y yo le decía: –Y, ¿por qué bota la comida usted? Entonces él me decía: –Ahí dejala, ahí dejala. 

Mi tío también movilizaba a Tirado López, y en muchas oportunidades miré al comandante vestido como negociante de chanchos, todo sucio y con unos lazos colgados. 

Y yo preguntaba: – ¿Quién es ese señor? Es un señor que compra chanchos –me decía mi tío. Incluso los paraba la Guardia, pero tenía amistad con ellos, les daba reales a los guardias, y ahí iba Tirado López al lado de él. ¿Quién se iba a imaginar que ese hombre sucio que iba allí todo mal vestido, sería un comandante de la revolución? 

Luego, en la ciudad, me recluta Julio Pérez, en 1976-1977. Posteriormente, me asignaron al trabajo estudiantil. 

Mónica: ¡Ah!, Julio Pérez. Yo lo conocí en 1976, cuando comencé a llegar a Matagalpa; era correo de muchísima confianza, de una estructura súper selecta. Ahora vamos a conocer sobre Isabel Castillo “Venancia”. 

Isabel: Mi incorporación a la lucha fue como a los quince años. Empecé con el movimiento estudiantil en el Instituto Eliseo Picado, donde estudió Carlos Fonseca. Toda esa historia pasada, revolucionaria, fue como un incentivo para nosotros como jóvenes. 

Recuerdo cuando llegué al Instituto a primer año, había un revuelo que no entendía. Un grupo de muchachos de los últimos años hizo un mitin, y varios de ellos hablaron de la justicia y de la dictadura. Tenía catorce años y con ese mitin pude entender un poco lo que pasaba. A partir de ahí, me incorporo directamente a la AES, que era la organización de secundaria estudiantil, y luego al FER, y después a una célula del Frente Sandinista; o sea, fui escalón por escalón. 

Mónica: Y rápidamente, ¿verdad? No había mucho tiempo que perder. 

Isabel: Exacto, no había mucho tiempo que perder. Pero, además, vivíamos en una ciudad particular, donde había toda una historia, un movimiento revolucionario en la montaña que se sentía en los comentarios de la gente, en los muertos que aparecían, la Guardia que llevaba gente a los campos de concentración en Waslala, en la montaña. Todo eso era parte de nuestro entorno cotidiano. 

También una ciudad de contrastes. Una burguesía empoderada por la prosperidad del café, se sentía una división de clases terrible, que yo la sentía por mi propia extracción de clase pobre. Había dos cementerios, uno de los pobres y uno de los ricos y de los extranjeros, todas esas familias, de alemanes, gringos, e ingleses que llegaron con el boom del café. 

Obviamente, existían todas unas condiciones que, como jóvenes, como generación de ese momento, nos tocó vivir y tomamos la responsabilidad histórica de hacer los cambios de todo lo que era injusticia y represión de la dictadura. 

Mónica: ¿Quién te reclutó de manera específica? 

Isabel: Fijate que yo no me acuerdo quién me reclutó, porque era tan alborotada, que yo me fui metiendo. Mis compañeros eran Chepe González y Antonieta Gutiérrez, del Instituto; y Sadie Rivas, del Colegio San José. A ella la recuerdo con sus blue jeans, que los usábamos campana en aquel entonces, con su huelga de hambre, que fue una de la manifestaciones públicas que hizo protestando contra el aislamiento de Tomás Borge y Marcio Jáenz. 

Mónica: He estudiado las cronologías y he estado indagando en el Instituto de Historia sobre la insurrección de 1978 en Matagalpa. No hay muchos detalles. Aparece enredada con las insurrecciones de septiembre, pero realmente esta insurrección fue en agosto y tiene sus propias particularidades y dinámica. La jornada insurreccional de septiembre fue planificada y decidida por el mando; la de Matagalpa tiene un fuerte sesgo de espontaneidad e improvisación. Es muy importante que ustedes den todos los detalles, porque nos va a permitir completar la pintura general de la Revolución y de sus luchas. 

Marcos: Es importante hacer un poco de historia de Matagalpa. Los indígenas matagalpinos libraron batallas memorables en contra del colonialismo español, eran valientes y aguerridos. Incluso cuando el General José Dolores Estrada combatió contra William Walker en San Jacinto, ahí había indígenas y otros pobladores de Matagalpa combatiendo con el General Estrada. 

Estas jornadas han pasado desapercibidas, igual pasó con agosto de 1978. Es cierto que el 22 de agosto se da el asalto al Palacio Nacional y que había una gran efervescencia, pero creo que la insurrección es la síntesis del trabajo de los años anteriores por parte del FSLN. 

Cuando le enseñás al estudiante que él puede cambiar junto con el pueblo, los destinos de este país; cuando le enseñás al pueblo, que organizado es más fuerte; y luego enseñás a hacer bombas de contacto, a manejar fusiles, a manejar armas; cuando el pueblo empieza a perderle el miedo a la Guardia, yo creo que allí nace esta insurrección y la derrota del somocismo. 

La insurrección de agosto realmente fue un acto espontáneo, pero esto a la vez es relativo, porque el Frente ya venía preparando las condiciones para eso. En los últimos meses, todos los días hablábamos de prepararnos para la insurrección. 

Mónica: ¿De qué manera se venía preparando? ¿Cuáles eran las tareas y las misiones, las actividades principales que realizaban? 

Marcos: Nosotros empezamos a estructurar escuadras en la ciudad y a preparar a chavalos del FER y a hacer células clandestinas; a hacer un trabajo conspirativo, preparando al pueblo, a la gente, para una guerra. Lo que sucedió es que en ese momento fue tanta la euforia, la efervescencia, que la gente no se pudo controlar, y tuvimos que ponernos a la cabeza de las masas, del pueblo. Pero, realmente eso ya estaba contemplado, nosotros íbamos hacia allí. Los estudiantes emboscábamos a los BECAT con bombas de contacto, nos volábamos bala con la Guardia en Matagalpa. 

Isabel: Pero también había un movimiento estudiantil fuerte, que daba la cara pública y que había venido desarrollando un trabajo organizativo, de protesta, que se confrontaba sin ambigüedades. Porque la misma situación de represión nos creaba la disyuntiva: o te escondías o luchabas. 

Habíamos desarrollado todo un movimiento estudiantil en el norte, que surgió desde Matagalpa como huelgas locales que llegaron a ser nacionales, a nivel de secundaria.

 Huelgas que tenían que ver no solamente con reivindicaciones estudiantiles, sino también con demandas en el ámbito político: hablábamos de derechos humanos, de cese a la represión, de abajo la dictadura. Por todas estas actividades, en 1977 casi treinta estudiantes fuimos expulsados de todo el sistema educativo nacional. O sea, nos condenaron a no estudiar para siempre. Entonces, toda esa gente nos metimos a trabajar a tiempo completo con el Frente Sandinista, incluso en tareas clandestinas 

Mónica: ¿Vos fuiste expulsada sin ninguna posibilidad de estudiar en ningún colegio? 

Isabel: Sí, fuimos expulsados veinticinco compañeros del Instituto y de otros colegios por la huelga que habíamos desarrollado, y que además la habíamos ganado en toda la negociación que hicimos, porque fue una huelga pacífica, en 1977. Comenzó a nivel local, como Instituto, pero se solidarizaron todos los otros colegios de Matagalpa y del norte, de Estelí, Boaco... 

Mónica: ¿Y cuáles eran las banderas, las reivindicaciones? 

Isabel: Demandábamos la expulsión de varios profesores y supervisores, que eran guardias. Los habían trasladado para controlar a los estudiantes, fortaleciendo el sistema de represión que había en el Instituto. También queríamos participación estudiantil dentro del centro. 

Eso generaba y mantenía en efervescencia a la juventud de Matagalpa, y efectivamente, como dice Marcos, ya estaban todas las condiciones. Había escuadras, mucha gente preparada para la guerra que se avecinaba. En estas circunstancias, la Guardia mata a un compañero nuestro que estudiaba en la noche y que era parte de la AES, aparece muerto. 

Marcos: Se llamaba Alberto Chavarría. Pero insisto en que una de las cosas que tuvieron que ver con la insurrección de Matagalpa, analizándolo detenidamente veinte años después, es que logramos involucrar a la población en el trabajo conspirativo. Porque en la insurrección de agosto, no solamente andaban los estudiantes, también obreros. El pueblo nos daba comida, información, las casas para dormir. No fue una actividad meramente estudiantil, sino de toda la población, y por eso es que agosto no es solamente de los estudiantes, es una efeméride de Matagalpa. 

Mónica: En la biografía breve que me envió Sadie Rivas, decía que parte de las tareas que ella asumió cuando se metió al Frente, fue trabajar en los barrios. Y en sus biografías, Walter Mendoza y Margine Gutiérrez relatan que iban al barrio La Chispa, incluso hicieron un periodiquito, creo que se llamaba Los de arriba2, elaborado en mimeógrafo, donde abordaban los problemas del agua, trabajaban el tema de las casas de cartón que habían ahí. Es la estrategia de vinculación entre el trabajo estudiantil y el trabajo en las barriadas, que es fundamental para el desarrollo de esa alianza o de ese vínculo entre estudiantes revolucionarios y sectores populares. 

Marcos: Quiero poner un ejemplo del trabajo que hacíamos en los barrios. Crescencio Rosales, Felipe Sáenz, Chepe González y yo, éramos los del Comité Regional de allí de Matagalpa, para esas fechas. Entonces le digo al responsable: –Crescencio fijate que en el barrio El Chorizo, la gente tiene las casas pero no dónde hacer las letrinas. Sin embargo, ahí pegado está un solar grande, yo digo que lo podemos tomar, ¿qué decís vos? Entonces me dice Crescencio: –Miralo bien, con calma, porque eso va a significar represión de la Guardia… Miralo, pues, y te metés a ese rollo. Toda esa gente que vivía ahí era obrera y algunos de ellos eran militantes del PSN, que se unieron conmigo y un día amanecimos tomándonos ese pedazo del barrio. 

El Frente nace en Matagalpa también con vocación de barrio, de clase obrera, con una vinculación muy estrecha con ellos, si bien es cierto que los estudiantes fueron el motor. Por las características propias del obrero, cumplían otras funciones; eran casas de seguridad, por ejemplo. Pero siempre hubo en el casco urbano de Matagalpa una vinculación con el obrero, con el trabajador; e insisto que, en la insurrección de agosto, allí estaban los resultados de ese trabajo, si no, no hubiera sido posible la participación obrera, y sin ellos, nosotros no hubiéramos estado ni un día. 

Isabel: Claro, no puede haber resistencia si no hay toda una retaguardia que te apoya, te cuida, hace la posta con vos. La insurrección y la resistencia sólo fueron posibles precisamente por todo ese apoyo. Además, no teníamos armas, teníamos pistolitas y unas escopetas. Y esa insurrección es histórica porque precisamente las pistolitas se enfrentaron con tanquetas; porque llegaron tanquetas y aviones a bombardear y atacar esa insurrección que, prácticamente, le llamaron la insurrección de los niños, porque estábamos allí en las barricadas niños y niñas de catorce o quince años, por supuesto, con todo el apoyo de la población. 

Mónica: Quisiera recordar el tendido clandestino en las distintas etapas de la lucha en Matagalpa. En esa época estaba ya Crescencio, pero en ese tendido clandestino habíamos estado distintos compañeros. Antes estuvo René Núñez Téllez, hasta su captura en diciembre de 1974. Cuando atendí Matagalpa entre 1976 y 1977, el responsable directo era Mario González, quien se va en abril de 1977 al exterior. Cuando llegué, Mario, cuyo seudónimo era “Erick”, había realizado unos operativos de propaganda que habían impactado en Matagalpa. Se subieron al cerro El Apante y pintaron con cal un gran rótulo que decía FSLN. Eso fue un gran impacto en la población. Felipe Escobar estuvo a cargo del trabajo, cuando caigo presa, y luego nombran a Crescencio Rosales, quien venía con fogueo de dos años en la montaña. 

“Venancia”, ¿qué fue propiamente lo que hicieron? ¿Cuántos días estuvieron en la calle y cómo fueron los combates, las bajas de uno y otro lado? 

Isabel: Aproximadamente estuvimos cuatro días y los sentí como una eternidad, toda una vida. Es una cosa que nunca la olvidás. En esos días nos reuníamos mucho con Crescencio. A mí ya me habían dado mi arma, al igual que a toda la célula. Crescencio decía que sentía que eso iba a explotar y nos decía: –Cuidadito, porque tenemos que esperar; porque supuestamente íbamos a coordinar la insurrección, pues eso se estaba platicado con Estelí y León. 

Pero realmente ya era como aquella chimbomba que estaba inflada a punto de explotar con cualquier cosa. Cada noche había manifestaciones, mítines, y a veces ni siquiera estábamos allí. Era la gente sola entonces. Teníamos que salir en carrera a ponernos a la cabeza. A veces estábamos todo el Comité Central reunido y la manifestación pasaba en la calle, ¡ideay! No sabemos qué pasó ni sabemos de dónde surgió. Era una cosa incontrolable el nivel de efervescencia política de la gente. Entonces, la mañana en que apareció el cadáver de este compañero que había sido asesinado, Alberto Chavarría, me levanté y fui a ver qué pasaba. Venía un montón de gente con el compañero en los brazos, y la gente enfurecida no se detenía y empezaron a hacer las barricadas. Lo que hicimos muchos de nosotros fue meternos también con la gente. 

No teníamos un plano de la ciudad para decir aquí va a haber una barricada y aquí otra. Fue una cosa tan espontánea, que no se podía detener. Y yo entendí, por fin, toda aquella teoría de cómo se desarrollan las condiciones de un pueblo y cómo es la insurrección. 

La efervescencia explota allí, toda la rabia contenida; allí pude entender realmente ese tipo de fenómeno. 

Marcos: Las trincheras no las hicimos por primera vez ese día, ya antes habíamos hecho trincheras, ya la gente sabía hacer esas cosas. Cuando se da la muerte de Alberto es el 28, estamos en paro; el golpe del Palacio había sido el 22 y se van el 25, después de un triunfo completo. 

Cuando la gente se lanza a las calles y hacen algunas barricadas, de una forma desesperada empiezan a recuperar pistolas, fusiles, escopetas, en las casas particulares, a los cuidadores. No había otra que meterse con ellos y dirigir el movimiento. Entonces hacemos las trincheras, salimos armados y nos tomamos prácticamente toda Matagalpa: El Centro, Guanuca, Palo Alto. Toda Matagalpa estaba tomada, todas las entradas, o sea, Matagalpa estaba alzada en armas. 

Empezaron los combates, la Guardia comenzó a desplegarse. Los combates más fuertes fueron en la Calle Central, donde estábamos nosotros con Ernesto Cabrera “Cabrerita”, Sadie Rivas, Pancho López y otros compañeros. 

La Guardia luchaba por desalojarnos de las dos vías centrales. Allí se da también la masacre del Hotel Soza. Después que la Guardia nos desaloja, se toma el Hotel Soza y mata casi a una familia completa, a un ingeniero, a unos niños, creo que a una señora. En ese combate prácticamente estábamos cercados varios compañeros, pero logramos salir y le hicimos como ocho bajas a la Guardia. Nosotros los vimos. 

Una de las cosas impresionantes es que nosotros éramos unos chavalos, pero ése no era el problema, sino que éramos inexpertos desde el punto de vista militar. Nos enfrentábamos a treinta varas con la Guardia con pistolas, con escopetas, y ellos estaban con fusiles de guerra y nos podían disparar de largo; entonces nosotros, en medio de nuestra inexperiencia, los dejábamos acercarse, y hasta que estuvieran cerca, les volábamos balas. ¡Era pura temeridad! 

Isabel: Prácticamente los emboscábamos. 

Mónica: Joaquín González, informó que otros participantes de la insurrección fueron Aníbal Rodríguez, Ulises Siles “La Vaca Chota”, Cabrerita, Efraín Castillo “Payín” “Pata de Palo”, y la Chilo, una compañera a la que le decíamos “La Caballona”. 

Marcos: Yo estuve con un compañero de apellido Zeledón, y le decía: –Nosotros estamos aquí abajo. Vos te subís sobre el tejado con una escopeta y para abajo les das. ¡Sí, así combatíamos! Entonces era una forma temeraria de atacar a la Guardia, en medio de nuestro desconocimiento. En ese combate le hicimos ocho bajas, más o menos unas cuarenta bajas vistas, de la Guardia, en esos cuatro días. Más no pude ver porque no podía estar en toda la ciudad. Visitaba más que todo Guanuca, Palo Alto, la Calle Central, el sector del Cementerio. La Guardia entró con todos los fierros, con armamento pesado, con ametralladoras, con tanques, con tanquetas y con aviación. 

Mónica: ¿Cómo hicieron con las tanquetas? 

Isabel: Destruimos una tanqueta, en el parque de abajo quedó, ¿recordás? 

Marcos: No era propiamente una tanqueta, creo que eso era lo que ahora le podemos llamar un transportador blindado; es parecido a una tanqueta pero tenía llantas de hule. Una tanqueta era difícil destruirla con los medios que teníamos, pero ese vehículo lo averiamos y hasta allí nomás llegó. 

Isabel: Estalló como bomba de contacto. 

Mónica: ¿Cómo se dio el repliegue, la retirada? 

Marcos: Una vez que nosotros estamos instalados, en el segundo día, hablo con Sadie y con Ernesto, que era a los que tenía más cerca. Crescencio me mandaba la información de lo que íbamos a hacer. Él me mandó a regañar fuertemente por eso, me responsabilizó y me dijo que me iba a pasar la cuenta. En esos días me reunía con Sadie y Cabrerita y les decía: –Mirá, hermanito, la cosa está así, así, así, ¿cómo la ven ustedes? Los tres teníamos una vinculación más estrecha allí, porque los otros compañeros estaban regados en las cuadras, atendiendo a la gente. Así tomábamos algunas decisiones. 

Entonces, cuando llevamos dos días, les decía: –Miren, hermanitos, aquí no hay municiones, hay que prepararse para irnos. ¿Cómo nos vamos a ir? ¿Cómo vamos a dejar a la gente? –me dice la Sadie. Siempre la Sadie con ese gran corazón. Ella pensando que si nos íbamos, la gente iba a quedar desprotegida. Bueno –le digo, la verdad es que aquí hay que ser sensatos, tenemos que irnos. Ernesto también decía: –No, no nos podemos ir porque a la gente la van a reprimir. Me costó convencerlos. El último día, ellos estaban de acuerdo, y les dije: –Bueno, nos vamos a las cuatro, y avisen de la cuestión porque esto no aguanta más; váyanse ustedes adelante. Nos salimos por Apante, me quedé atrás viendo la salida. 

Isabel: Nos dijeron: –Allí va a estar una escuadra guerrillera esperando. Y ¡no había nadie! 

Marcos: Lo que acordamos era que Sadie se fuera adelante con Ernesto, que halaran a Chepe González que estaba por el lado del Cementerio, que se fueran adelante, y que yo iba detrás para que no se quedara nadie. Nos quedamos con la Alexa, pero en el último momento también la despaché, y me quedé con dos compañeros que están muertos, que son Neney y Cacho Lugo, hermano de la Alexa Lugo3. Así se dio la retirada. Una columna grande salimos a las cuatro de la tarde, con la idea de internarnos en la Cordillera de Apante, y desde allí comenzar a dispersarnos y volver a la ciudad. Realmente no había bases para hacer una guerrilla sostenible allí. 

Hay un dato importante que no se nos puede quedar fuera. Al segundo día, llega una comisión negociadora del Gobierno; entonces hablo con Sadie y le digo: –Mirá, yo creo que no es conveniente hablar con esta gente. No, no –me dice Sadie, hablemos. Que venga Monseñor, y empieza a argumentarme. No, porque podemos dar síntomas de debilidad –le digo. Al final, se formó una comisión y se habló con el Obispo Miguel Obando, y vino otra gente allí. Yo no quise entrar porque no miré muy conveniente hablar en ese momento. 

Isabel: Formé parte de esa comisión. Era del sentimiento, junto con Sadie, de que no nos podíamos ir. No porque quisiéramos inmolarnos allí; conocíamos el carácter asesino de la Guardia y cuáles serían las repercusiones posteriores sobre la población que nos había apoyado y que iba a quedarse. 

Por una de esas casualidades de la vida, yo estoy por la zona de Palo Alto, por donde se definió la casa donde se realizaría la negociación. Estábamos allí Cabrerita, el Gordo Sócrates y yo, que en ese momento éramos los líderes de ese lugar, porque no encontrábamos a los otros, o estaban en otro sector. Nos metimos a la negociación, por supuesto, sin estar autorizados. 

Una de las cosas que nos dijeron fue que nos rindiéramos toditos, que entregáramos las armas, que nos reconcentráramos en determinado lugar. 

Nosotros decíamos: –Somos de aquí de Matagalpa, somos estudiantes matagalpinos, aquí no hay fuerza guerrillera. O sea, queríamos explicar que era un pueblo que estaba ahí, no era que habían entrado los guerrilleros de allá y que habían hecho toda una insurrección. Explicábamos que había toda una justificación a la violencia. 

Y queríamos saber ¿por qué nos vamos a rendir? Si nosotros hacemos eso, si nos rendimos, habrá más violencia contra nosotros –les decíamos. Ya es hora que la violencia se acabe, hay demasiados asesinatos aquí por parte de la Guardia. Buscábamos garantizar que no reprimieran a la población y aprovechamos a los periodistas que llegaron, para denunciar que la Guardia venía asesinando a la gente y que el pueblo quedaba desamparado. 

Por supuesto que no hicimos ninguna negociación ni nos rendimos. Al día siguiente fue la retirada. 

Marcos: Después que se fue el Arzobispo de Managua, la ofensiva de la Guardia se hizo más fuerte. 

Isabel: Sí, ellos sentían que estábamos debilitados, y venían peinando sector por sector y matando a la gente que encontraban. 

Mónica: ¿Fue sigiloso ese repliegue, como el que se hizo aquí en Managua? ¿La Guardia fue sorprendida por la retirada? 

Marcos: No se lo esperaban, y se hace sigilosamente. Nos fuimos de noche, de las cuatro de la tarde empezamos a acercarnos al punto de partida, que es el barrio Palo Alto. Recojamos a la gente para Palo Alto –les digo, y de aquí nos vamos yendo sobre la parte alta, a caer al cerro Apante. Si la Guardia se hubiera percatado, nos habría salido adelante, porque realmente supimos enmascarar el movimiento de esa gran cantidad de gente que subió. 

Mónica: ¿Cómo cuánta gente se replegó? 

Marcos: Es un cálculo, porque no te puedo decir un número exacto, pero andaba entre ochocientas y un mil personas. 

Isabel: Como no me quería ir, me retiré como a las cinco. Salí con Alexa, Ileana y otra gente; sentimos las balas en los pies, porque ya la Guardia estaba por todos lados. La gran decepción mía es que nos habían dicho que por Apante, por un determinado sitio, nos replegáramos y que ahí iba a estar una escuadra guerrillera esperándonos. Cuando llegamos al sitio, esperamos toda la noche, esperamos el día siguiente, y nada. Y decíamos: – ¿Qué hacemos nosotros perdidos en este monte, además, para dónde agarrábamos? Mucha gente se quedó en Matagalpa en casas de seguridad, y otros nos tuvimos que ir, porque ya no podíamos regresar a la ciudad. Salimos hacia Estelí, caminando, sorteando a la Guardia. 

Mónica: ¿Entonces el repliegue fue en varios grupos o en bloques diferentes? 

Isabel: Sí, nosotros éramos diez compañeros. 

Mónica: Lo que me parece claro es que el repliegue fue desordenado, y no propiamente una operación de retirada. ¿Qué pasó después? 

Marcos: Después de agosto de 1978, los matagalpinos nos dispersamos. Algunos se fueron para la Cordillera Apante, otros volvieron a sus casas, y otros se quedaron en el cercano poblado de San Ramón. Hubo quienes se fueron a León, Managua y Estelí, porque ya no nos podíamos quedar como unidades de combate. 

Cuando me quedo en la retaguardia de la retirada, de repente me doy cuenta que estamos solos, con Cacho Lugo y Naney. Ya no podemos retirarnos porque la Guardia había tendido un cerco y no lo podíamos pasar. Nos metimos a la casa de un señor, quien me prestó una ropa que me quedaba enorme. Dejé a Cacho y a Naney ahí, y yo me fui para donde un tío mío que vivía en las cercanías. Al día siguiente, nos sacaron mis tíos Tito y Marlene Prado, quien trabajaba con el Partido Liberal, y nos fuimos en una camioneta de ella. Como ella iba manejando y era amiga de la Guardia, pasé tranquilo hasta Estelí. 

Isabel: A mí me costó seis días llegar a Estelí. 

Marcos: Caí a Estelí y me contacté directamente con el Frente, con una compañera chelita llamada Miriam Corea. Ahí nomás me integré al Frente Sandinista y reventó la insurrección de septiembre. 

Fueron como quince días y nuevamente nos tocó volar tiros. Recogí a los matagalpinos y nos ubicamos donde la Beneranda Quiroz. Ahí estaban conmigo Isabel Castillo, Ileana Morazán, la Chilona, Alexa Lugo, Ajax González, “El Torito”. Los “Toritos” eran de apellido Gámez, de Estelí. Tenía un grupo como de treinta compañeros que combatimos en Estelí. Fue de una manera práctica, recogimos a la gente, yo soy el jefe y punto, y estábamos volando balas; después, en la retirada, nos juntamos con “El Zorro” y Julio Ramos. 

Mónica: Había unidad. 

Marcos: Era bonito y se trabajaba bien. “El Zorro” era un hombre que tenía un carisma increíble para unir voluntades; era un hombre muy maduro, muy compañero, con unos valores que pocas veces se miran. Entonces, había una unidad en la acción tremenda, un respeto entre los compañeros, entre Julio Ramos, “El Zorro” y Elías Noguera. Así que nos coordinamos y nos integramos a la guerrilla, a la Columna General Pedro Altamirano. Estuvimos como siete meses. 

Una cosa que quiero recordar es la siguiente. Se me aparece un día el Comandante Arce y me dice: –“Will”, ¿vos padecés de úlcera? No sé –le digo yo. –Es que nos llegó un informe de que no te podes ir a la montaña. Iba para la montaña, supuestamente. Yo dije, qué pijudo, voy para arriba. Entonces me dice: – ¡Ah!, es que nos mandaron un informe de que vos tenés úlcera. No me doy cuenta –le digo yo. Después, me di cuenta que me estaba probando. Que si yo le decía que sí… 

Mónica: Era que te querías rajar. 

Marcos: Sí, era la tranca. Entonces, al contrario, en vez de pasar para la Columna Pablo Úbeda, me llegó a traer Luis Enrique Figueroa; bajamos con Julio Ramos los dos, y caímos aquí a Managua, a una casa de seguridad. Me acuerdo de Luis Enrique Figueroa y lo estimo mucho, porque yo venía con los pies rajados de la montaña, y ese compañero compró una pomada y tenía la fraternidad de curarme los pies. 

Puestos aquí en Managua, me pasan a trabajar con usted, y participo en los combates en la insurrección, en el repliegue a Masaya, Granada y todo eso. 

Mónica: Cuando vino “Will” a Managua, nosotros estábamos organizando la estructura militar, las unidades de combate. Estuviste entrenando a compañeros en San Francisco Libre. Ahí había una escuela. Y después hicimos escuelas en la propia ciudad, porque ustedes habían recibido cierto entrenamiento en Estelí. 

Marcos: Por nada me matan aquí nomás en Linda Vista en una escuela, ¿no te acordás? Hacíamos escuela en una casa. Una compañera por nada me mata con una escopeta. Cuando yo te notifiqué, me dijiste: –Te llego a traer inmediatamente; y me llegaste a sacar, y desarmamos la escuela. 

Mónica: Sí, es que nosotros hacíamos escuelas aquí en las casas. Metíamos grupos de siete a diez compañeros. Recuerdo una casa que alquilamos en Altamira. Para poderles enseñar arrastre en medio del lodo, poníamos todo el día una manguera abierta en el jardín, al que le habíamos arrancado la grama. Levantábamos a los compañeros a las dos de la mañana y los hacíamos arrastrarse en ese lodazal, como parte del entrenamiento, simulando las condiciones más duras. 

Marcos: Mónica, te voy a recordar una anécdota. Yo monté una casa de seguridad frente a una cantina y vos me regañaste. Vos me regañaste y me dijiste: – ¡Cómo es posible que montés una casa de seguridad frente a una cantina, ahí viene la Guardia, nos van a quebrar, sos un irresponsable! Y yo te dije: –No, con mucha más razón, porque la Guardia no va a pensar que somos guerrilleros. Ahí montamos una escuela con el comandante Alí Vallecillo. Yo era el jefe de la escuela. 

Mónica: Había una disciplina consciente, no era una disciplina de borrego, porque él me convenció que era el mejor lugar, y ahí se quedó la escuela, y se entrenaron bastantes compañeros. 

Isabel: Después de Matagalpa, yo seguí esa misma ruta de “Will”. Habíamos oído que la insurrección de Estelí se avecinaba; pudimos llegar y buscar a gente que conocíamos. Nos fuimos por decisión propia. Ahí me encontré a toda la gente que había estado en la insurrección de Matagalpa, me encontré con Marcos; estuvimos en la guerrilla por casi ocho meses; luego me trasladan a Managua a la casa de seguridad donde estábamos con Mónica, ¿te acordás? 

Mónica: Tenía una casa de seguridad formada por Francis Araica y Ernesto, un compañero que murió dos días después del triunfo de la Revolución. Fue terrible. Ya habíamos ganado y se le fue la bala a un compañero y lo mató. 

Isabel: Usted me encomendó una misión en la mera insurrección de Managua. Ya habíamos pasado la casa de seguridad que teníamos en Santa Clara, al Comando Central de Managua, y usted me mandó a traer a unos compañeros que estaban en la Carretera Sur. Debía manejar un microbús, pasar por el Centro Cívico donde estaba toda la Guardia, y ¡yo ni siquiera podía manejar! 

Mónica: Esa era una gente que acababa de hacer una emboscada cerca de El Crucero y teníamos que retirarla. 

Isabel: Cuando llego, ahí estaba Marcos, ¡otra vez! Marcos con toda esa gente. 

Marcos: Ahí emboscamos a la Guardia y le hicimos varias bajas, éramos diez. 

Mónica: Por cierto que hicieron una labor no muy ambientalista, que digamos: se volaron unos grandes árboles para cruzarlos sobre la carretera y la Guardia cayó en la emboscada, porque se pararon donde vieron los árboles caídos, y ahí se dio esa emboscada. 

Marcos: Ahí aprendí a manejar motosierra. Estuve a cargo de ese sector que se llamaba la Media Luna. 

Mónica: ¡Cierto! Tuvimos una guerrillita ahí, en las faldas de El Crucero. Teníamos una escuela en medio de los cafetales, y ahí entrenábamos a campesinos. 

Marcos: Teníamos trabajo con el campesino. 

Isabel: Y ellos se tenían que integrar a la insurrección de Managua, en los barrios orientales. Cuando vengo con ellos, se me apagó el microbús en el semáforo del Centro Cívico; cuando quise arrancar, no pude. Y la Guardia enfrente y toda esta gente armada en el microbús. No sabía manejar, pero al hombre que le tocaba, no quiso ir, el hombre se echó para atrás, y ¡va la “Venancia” para allá! Yo me fui y así, cancaneando, trajimos a Marcos y su unidad. Estuvimos en toda la insurrección de Managua, en el repliegue, en la toma de Jinotepe, en la toma de Granada, bueno, hemos recorrido juntos muchas cosas. Me encanta estar con él aquí, otra vez compartiendo. 

Mónica: “Venancia” fue muy destacada en la lucha guerrillera aquí en Managua, estuvo bajo nuestra responsabilidad, y también en la toma de esos cuarteles, muy valiente, como la valentía de Sadie, era de la gente que iba siempre adelante. 

Isabel: Mi mensaje a esta generación es que vivan su momento histórico. No hay dos momentos históricos para la juventud, y éste es el momento de retomar un poco la historia de su pueblo, la historia de Nicaragua, que ha sido una historia de lucha, de resistencia, por reencontrar su propia cultura, sus propios valores. A las mujeres quiero decirles que tenemos un lugar en esa historia y tenemos mucho que aportar. 

Mónica: Y como hoy es 9 de octubre, vamos a despedirnos con una canción al Che y con esta hermosa frase de Frei Betto: “Desde donde estés Che, bendice a los que seguimos luchando por la causa por la que moriste”. 


Entrevistas de Monica Baltodano Marcenaro

Related Posts

Subscribe Our Newsletter