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La cabalización de la fe cristiana como síntesis de una operación histórica de bandera falsa


“Hace años, me di cuenta de que se había sembrado desinformación sobre la Cábala, se sembró deliberadamente la ilusión de una fisura entre el talmudismo y el cabalismo, utilizando la figura de Moisés Maimónides para pretender que estos dos ‘pilares’ de apoyo del Tercer Templo son enemigos entre sí.

 Sin embargo, busqué simpatías cabalistas ocultas en los textos de Maimónides, y encontré evidencia clara de la doctrina cabalística.” — Dr. Michael Hoffman, Judaísmo al Descubierto.

“La famosa escena de las fuerzas israelitas marchando con el Arca de la Alianza en torno a la ciudad amurallada y provocando el derrumbamiento de los poderosos muros de Jericó al son de las trompetas de guerra fue, por decirlo de alguna manera, un espejismo romántico de los narradores del siglo VII a.C.” — Dr. Israel Finkelstein y Dr. Neil Asher Silberman en La Biblia desenterrada, 2001.

El 17 de agosto de 2020, en un mitin de campaña en Oshkosh, Wisconsin, el presidente Donald Trump dijo que su decisión de trasladar la embajada de los Estados Unidos a Jerusalén desde Tel Aviv se hizo en gran medida “para complacer a los cristianos evangélicos, que incluso se han mostrado más entusiastas por ello que los propios judíos”.

 Esta declaración le ha parecido diplomática a algunos, y a otros contradictoria o hasta cínica. Lo cierto es que, como veremos a continuación, la declaración de Trump sintetiza lo que el periodista cristiano Rich Wiles advirtió hace tiempo como la existencia de una “alianza siniestra entre evangelistas estadounidenses y magos cabalistas israelíes (que) está judaizando la fe cristiana, y lo que es peor: la está cabalizando.” Este artículo esboza algunas de las claves para responder a la pregunta sobre el origen y naturaleza de esta alianza.

El 17 de agosto de 2020, en un mitin de campaña en Oshkosh, Wisconsin, el presidente Donald Trump explicó así su decisión de reconocer a Jerusalén como la capital del Estado de Israel:

“Trasladamos la capital de Israel a Jerusalén… Lo hicimos por los evangélicos. ¿Y saben qué es lo más asombroso de eso? Que los evangélicos están más entusiasmados por ello que los judíos. Es increíble. Pero lo hicimos. Lo hicimos. Y los Altos del Golán… no olviden los Altos del Golán”. (Donald Trump, Oshkosh, Wisconsin, 17 de agosto de 2020. Fuente: The Jerusalem Post)

En otro mensaje de cara a las elecciones israelíes de 2013, Trump se expresó así del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu:

“Soy un fan de Israel… Ustedes tienen un gran primer ministro. No hay nadie como Benjamín Netanyahu. Es un ganador… voten por él, es un gran tipo.”

Ya como presidente de los Estados Unidos, Donald Trump dijo a la comunidad judía que no ayudaría a nadie más que a Israel:

“Tengo una hija judía. Esto no estaba en mis planes, pero estoy muy contento de que haya sucedido”, dijo Trump en el evento, celebrado en Manhattan. Sobre Israel, dijo, “Amamos a Israel. Lucharemos por Israel al 100 por ciento, al 1.000 por ciento. Estará allí para siempre”. (Fuente: The Times of Israel)

Una de las acciones más recientes de Donald Trump a favor de Israel, fue la de firmar una orden ejecutiva para sancionar a miembros de la Corte Penal Internacional que investiga a Israel por crímenes de guerra que implican, entre otros, a su amigo Benjamín Netanyahu.

Muchos se preguntan por qué Donald Trump apoya tanto a Israel si se supone que está luchando contra el Estado Profundo, cuya nación-testaferro es precisamente el Estado de Israel, entre otras.

La razón es que hay dos facciones pro-israelíes que actualmente se enfrentan por el control de la Casa Blanca, al menos en el libreto geopolítico. El Dr. Alfredo Jalife se ha referido al conflicto entre estas facciones como un “pelito entre dos mafias cupulares de los Estados Unidos”.

A nivel criptopolítico, estos dos grupos de élite son herederos de un conflicto histórico de larga data entre talmudistas (que hoy representan el “nuevo dinero”) y cabalistas en alianza con el Vaticano (que representan el “viejo dinero”). Pero según algunos historiadores, este conflicto es ilusorio y estratégico. Es decir, que en realidad estos dos grupos fingen estar en lucha para dividir a Occidente en dos bandos e inducir y beneficiarse del orden a través del caos o la guerra de dualidades.

Trump todavía tiene el mérito de no haber desatado una guerra nuclear, y aún luce mucho más patriota que los globalistas talmudistas del Proyecto Nueva Babilonia con sede en Wall Street y Silicon Valley. 

Pero eso no significa que los cabalistas y los evangelistas que respaldan a Donald Trump sean unos santos y que no estén coludidos hasta cierto grado con los talmudistas para asegurarse de montar el “reality show” que está agendado en las profecías cabalistas y las escrituras bíblicas.

Por ejemplo, resulta difícil dejar pasar desapercibida la bizarra alianza religiosa que existe entre líderes de la iglesia evangélica estadounidense y los satanistas místicos israelíes, también conocidos como “magos” cabalistas. Ambos grupos dicen que el nombre de Trump está identificado en la profecía bíblica en relación a la llegada del mesías a través de la numerología.

Según múltiples fuentes, uno de sus grandes objetivos es la construcción de un Tercer Templo en Jerusalén. Pero esta alianza entre cabalistas israelíes y evangelistas estadounidenses no es tan “rara” como argumentan los medios de comunicación cristianos, pues de acuerdo a al menos una investigación científica contundente que aún no ha sido refutada, fueron judíos-egipcios en el Egipto Ptolemaico quienes mandaron escribir los evangelios del Nuevo Testamento a sacerdotes del culto de Serapis, basándose en cuentos populares egipcios.

Además, cuando se habla de un conflicto oculto entre el judaísmo y el Vaticano como el principal enfrentamiento vigente de civilizaciones bíblicas a lo largo de los últimos 2000 años, también hay que subrayar que el judaísmo no es una entidad homogénea sino que se compone de distintas facciones, como también advierte el analista Daniel Estulin:

“George Soros es parte del proyecto Nueva Babilonia Finintern-Wall Street de los Rockefeller (fariseos talmudistas) con sede en Nueva York, mientras que el proyecto Nueva Jerusalén con sede en Londres está a cargo de cabalistas jásidas y los Rothschild (en alianza con los Windsor). El tercer grupo judío son los sionistas ligados al Vaticano”.

La familia Rothschild, diseminada por toda Europa a través de alianzas matrimoniales estratégicas, es el vínculo entre el imperio británico de la Nueva Jerusalén (Londres) y el Vaticano jesuita, es decir, dos facciones de la nobleza negra de origen veneciano que supuestamente se separaron en el siglo XVI (el mismo siglo en el que se fundó la Compañía de Jesús) y que están en conflicto entre sí. Sobre esta bifurcación, escribe Símbolo Abierto:

“En el siglo XVI surgieron dos facciones en la “Serenissima Repubblica” de Venecia. El Giovani o Nuevo Partido Veneciano, que quería desarrollar Inglaterra y los Países Bajos como potencias marítimas basadas en el modelo veneciano, y el Vecchi, Partido Viejo Veneciano, que quería seguir basado en el Mediterráneo.”

Souto Alves retrató la bifurcación entre estas facciones en base a su postura con Roma:

“Mientras que los saduceos, que controlaban el Sanedrín, pasaban por colaboracionistas con el poder extranjero romano a ojos del resto de judíos, los fariseos se declaraban enemigos de Roma.” (Souto Alves, ¿Quiénes eran los fariseos?)

Sin embargo, el historiador revisionista Dr. Michael Hoffman afirma que esta bifurcación es estratégicamente ilusoria

Por un lado, afirma, fue en el 1er Concilio Vaticano que se cumplieron los mandatos ocultos para la sumisión a un papa masónico ‘infalible.’ 

De este modo se instauró la ‘Magia y la Cábala’ papal renacentista

En su libro “La iglesia renacentista oculta de Roma” (The Occult Renaissance Church of Rome), el doctor Hoffman explica que el Concilio Vaticano II y los Papas Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco son simplemente las manifestaciones públicas posmodernas de la Revelación del Método de la teología del infierno previamente oculta, que comenzó a gobernar Roma después de 1450.

Además, en Judaismo al Descubierto, el Dr. Hoffman escribe lo siguiente sobre la supuesta fisura entre talmudismo y cabalismo:

“Hace años, me di cuenta de que se había sembrado desinformación sobre la Cábala, la ilusión de una fisura entre el talmudismo y el cabalismo fue sembrada deliberadamente, utilizando la figura de Moisés Maimónides para pretender que estos dos ‘pilares’ de apoyo del Tercer Templo son enemigos. Sin embargo, en los textos de Maimónides busqué simpatías cabalistas ocultas, y encontré evidencia clara de la doctrina cabalística (…)

Aunque no estamos tratando con la raza ‘judía’ de la antigüedad, estamos tratando con un espíritu rabínico que funciona como una especie de organismo ideológico; un organismo que exhibe la capacidad de reinventarse en respuesta a la luz de la exposición como una de sus características más llamativas. Cuando un investigador informado documenta que el judaísmo es ‘A’, entonces se convierte en ‘B’. Cuando ‘B’ es comprendido por el público como una antítesis de la tesis del judaísmo ‘A’, entonces el judaísmo se transforma en la síntesis ‘C’, y así sucesivamente, en una metamorfosis histórica interminable y desconcertante que ha engañado y desgarrado generaciones. Por lo que he tratado de hacer añicos este juego recurrente de sombras.”

En la actualidad, dice Michael Hoffman, esta desorientación diabólica también es documentable:

“Como afirmé en una entrevista con The Saker, las Leyes de los Hijos de Noeh requieren la ejecución de cualquiera que participe en Avodah zara, es decir, la ‘adoración de ídolos’. El judaísmo ortodoxo declara a Jesucristo como un ídolo, y a los cristianos como adoradores de ídolos. Los asistentes a la Iglesia de derecha que siguen a Mike Pence, Mike Pompeo y Ben Shapiro cooperan en el suicidio del cristianismo. Adoran a sus posibles verdugos. Esta es la desorientación diabólica.”

Hace unos meses, Daniel Estulin sugirió que la alianza matrimonial entre la casa real británica cabalista (representada por el Príncipe Harry) y los talmudistas de Hollywood (representados por Meghan Markle) selló una alianza entre los proyectos Nueva Babilonia (Nueva York) y Nueva Jerusalén (City de Londres). 

¿Quizá por eso Donald Trump se ha visto obligado a hacer a un lado sus promesas de campaña con tal de salvar a Wall Street, en vez de restituir la Ley Glass-Steagal y decapitar al cártel bancario?

No es difícil darse cuenta que los cabalistas de Israel y de Londres, en alianza con el Vaticano jesuita, la nobleza negra y la vieja aristocracia europea, quieren construir el Tercer Templo y usan a Donald Trump para tal fin. Trump es —en parte— una creación política de los Rothschild, ellos lo rescataron de la bancarrota en el siglo XX a través de su agente Wilbur Ross —actual Secretario de Comercio de los Estados Unidos. 

Tampoco es difícil entender que la división dual separatista e irreconciliable entre cristianismo y judaísmo, es artificial a todas luces, pues el poder transmuta y converge en el marco conceptual de un juego de humo y espejos.

De ahí que periodistas cristianos como Rich Wiles, hablen de esta siniestra alianza entre evangelistas estadounidenses y magos cabalistas israelíes como una “asociación satánica” que usa la magia negra como política internacional y que “está judaizando la fe cristiana, y lo que es peor: la está cabalizando.”

Y por lo mismo, el rabino Yosef Berger habló de la “la victoria de Donald Trump como parte de un proceso divino mesiánico”, definido de acuerdo a la numerología cabalista. 

Es por eso que el Sanedrín le pidió a Vladimir Putin y Donald Trump que construyan juntos el Tercer Templo en Jerusalén, pues además hay señales místicas de “la nueva estrella que aparecerá en el cielo nocturno”, anunciando la profecía del Mesías de Balaam, y la profecía de Zacarías que asocia a Trump con las lunas de sangre, el Tercer Templo, y el rey aqueménida de Persia —Ciro el Grande— quien permitió el regreso a Jerusalén de las comunidades judías deportadas en la Antigua Babilonia.



El director del Centro Educativo Mikdash, Rabino Mordecahi Persoss, sostiene una moneda con la imagen del Presidente Donald Trump junto al Rey Ciro, para honrar su reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel.

 La moneda también tiene una inscripción de la Declaración Balfour, una manifestación formal pública del gobierno británico durante la Primera Guerra Mundial, para anunciar su apoyo al establecimiento de un «hogar nacional» para el pueblo judío en la región de Palestina. Jacob Rothschild ha afirmado públicamente que su clan fue uno de los principales impulsores de esta iniciativa. (Foto AP/Sebastian Scheiner)

Así, mientras cristianos y judíos comparan a Trump con el rey persa Ciro a través de la cábala y el misticismo, también llama la atención cómo estas predicciones se están plasmando en la agenda política occidental, particularmente al analizar la bizarra conexión entre Vladimir Putin, Donald Trump y la oligarquía jabadista internacional, como reporta un artículo publicado por el Washington Monthly.

En una entrevista publicada el 27 de febrero de 2018, Robert David Steele —un ex-marine y ex-agente de la CIA nominado al Premio Nobel de la Paz en 2017— dijo que el yerno y consigliere de Donald Trump, Jared Kuschner, “es un jabadista homosexual que fue enviado para ligarse a Ivanka Trump y desposarla para hacerla hija de la tribu, del mismo modo en que enviaron a Mark Mezvinsky para desposar a Chelsea Clinton, pues el objetivo de ambas alianzas matrimoniales era asegurar la infiltración judía de la Casa Blanca.”

Por donde quiera que se le mire, Donald Trump parece ser la carta comodín (en inglés Trump significa comodín o “carta de triunfo”) que sintetiza las tesis y las antítesis de los proyectos globales occidentales, que compiten y se metamorfosean de mil y un colores con tal de conservar lo único que les permite seguir siendo élites: el poder en la sombra.

A este juego, Daniel Estulin lo llama “Política del Cielo”; y no se juega como el ajedrez, para ganar o perder, sino como el juego de cartas bridge, apostando a diferentes proyectos a la vez —para no quedar fuera del juego— y usando máscaras diversas; es el juego de humo y espejos, nutrido de dosis de ocultismo y de paradojas cuasi literarias, pues ambos son elementos necesarios para ganar tiempo y distraer al enemigo.

Esto no quiere decir que no haya grupos y centros de pensamiento positivos que con su influencia buscan usar a Donald Trump como una carta comodín para hacer el bien. Sí que los hay, y uno de ellos es el Movimiento LaRouche.

 Lo que promueve este movimiento es que la gente común debería sentarse en la mesa de juego y usar su creatividad, en vez de esperar a ser “salvados” por alguna de las facciones de la élite. La humanidad debería involucrarse más en el juego y exigir a sus líderes que trabajen para el bien común, sin idealizarles y sin convertirlos en ídolos. Sino todo lo contrario: obligándolos a hacer lo que les corresponde de acuerdo al interés común de toda la humanidad, y no en favor de la truculenta megalomanía de un puñado de psicópatas.

En cuanto a las mentiras históricas que siguen usando las elites para justificar el holocausto palestino y la presencia de Israel en Oriente Medio, arqueólogos de la Universidad de Tel Aviv afirman que Moisés no existió. Tampoco Abraham, Isaac, Jacob ni el resto los patriarcas antiguos. 

Pero esto de ninguna manera se considera una catástrofe o un disgusto para la nación de Israel. Pues la ciencia tenía que desvelar la verdad y completar la historia del pueblo. De este modo, ahora se sabe que los personajes históricos reales aparecieron sólo hasta tiempos del rey David, en el año 1000 a.C. 

Y los personajes anteriores al mencionado rey, que surgieron en el año 2100 a.C., fueron en su mayoría héroes nacionales falsos creados con el fin de dar cohesión a un pueblo totalmente dividido, tanto en geográficamente como en costumbres, como lo fue Israel y Judá.

Y no sólo eso, sino que tampoco hay evidencias sobre la existencia de israelitas antiguos en Egipto

Según la arqueología moderna, la situación de Canaán en la supuesta fecha de la conquista, entre 1230 y 1220 a.C. es totalmente distinta a la que las sagradas escrituras aluden, ya que la famosa ciudad de Jericó ni siquiera existía en el siglo XIII a.C. De este modo, son al menos cuatro argumentos estrictamente arqueológicos los que desmantelan la mentira sobre Moisés, la tabla de los Mandamientos y el éxodo judío:

(1) Tras 200 años de investigaciones en el terreno de la egiptología, no se encontró ninguna referencia escrita en Egipto que se refiera a los hebreos o al pueblo de Israel como un pueblo esclavo que después se liberó.

(2) Falsas Cronologías: La estela de Merneptah, la única mención que hay de un Israel antiguo, nos remite al año 1210 y no al 1430-1420 que es la fecha atribuida en el Antiguo Testamento para la gran epopeya de los hebreos, es decir que hay 200 años de diferencia entre una fecha y la otra.

(3) Falta de vestigios en las otras regiones. La arqueología tampoco encontró vestigio alguno de los hebreos ni en Gosén, ni en la Península del Sinaí y mucho menos en el monte Sinaí que le da el nombre a la península. Lo que significa que ningún dios le dio a ninguna persona una tabla de mandamientos escritos en piedra.

(4) Las motivaciones políticas de Judá en el siglo VII a.C., explican la necesidad de crear la mentira del éxodo de Moisés. Esto se explica por la situación de Judá en el siglo VII a.C., cuando el Rey Josías necesitaba reunir el reino del norte (Israel), con el reino del sur (Judá), de manera urgente para defenderse de sus enemigos.

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