Abril de 1985. Un campo de refugiados pakistaní es testigo de una masacre después de que los presos soviéticos que defendían el Gobierno socialista de Afganistán se rebelaran. Treinta años después, aún suena el eco de la tragedia sobrevenida.
Durante la guerra de Afganistán, los muyahidines, o los fundamentalistas musulmanes que querían acabar con el gobierno socialista legítimo de Afganistán, contaron con la ayuda de Pakistán.
Así, en el campo de refugiados de Badaber, situado cerca de la ciudad fronteriza de Peshawar, se encontraba el lugar donde ocurrió una tragedia que aún está por aclarar.
En ese campo, que contaba con tutela y ayuda internacional, instructores pakistaníes daban formación militar a los muyahidines o dushmanes.
Pero también había una sección secreta (desconocida por los organismos de ayuda humanitaria internacional) para rehenes afganos y soviéticos que pasaron años allí.
No hay datos exactos, ya que, de hecho, la existencia de estos presos se mantenía en secreto por el gobierno Pakistaní, y en Moscú no se tenía noticia de ellos.
No obstante, se barajan cifras de unos 40 presos afganos y unos 12 o 14 rusos.
Estos últimos eran designados shuraví por los afganos, voz proveniente del persa.
Los shuravíes eran sometidos a un trato infrahumano: alimentación deficiente y escasa, torturas de todo tipo... y también a maltrato psicológico: desde que llegaban al campo, los muyahidines daban a los rusos nombres musulmanes, no les permitían hablar en ruso y se dedicaban a convertirlos al islam, para que acabaran sumándose a sus filas.
El levantamiento
Escapar del campo de Badaber era misión imposible debido a su vigilancia constante y armada y a los muros infranqueables de hasta ocho metros de altura.
No obstante, el 26 de abril de 1985, cuando la mayoría de los pakistaníes y los muyahidines que estaban a cargo de los presos soviéticos se retiraron a la oración de la tarde, los rusos dieron el paso e intentaron, sin éxito, emprender la huida.
Si bien no consiguieron escapar, sí pudieron noquear a algunos guardas y hacerse con el arsenal del que disponían.
Esto suscitó una crisis en el bando muyahidín, que de pronto no tenía forma de atajar la situación y volver a someter a los presos rusos.
Ante esto se pronunció Burhanuddin Rabbani, el dirigente de la facción fundamentalista islámica Jamiati Islami y, por tanto, un feroz oponente del gobierno socialista de Afganistán.
Con el poder que le otorgaba el estar al frente de uno de los grupos muyahidines más poderosos, ordenó cortar el problema de raíz utilizando artillería y aviación.
Los resultados no se hicieron esperar: una lluvia de minas, granadas y cañonazos lo destruyó todo, incluido el depósito de armas, y convirtió el lugar en un amasijo de metralla, polvo y cadáveres humanos.
30 años después...
Poco a poco la verdad fue saliendo a la luz: la sociedad rusa supo finalmente sobre el levantamiento de Badaber tras la caída de la URSS, aunque se sigue sin saber qué fue de los soldados y demás personal militar que se encontraba en el lugar.
Por su parte, Pakistán admitió le existencia de la base, pero sin reconocer que allí se encontraran militares soviéticos.
"Nuestro objetivo es volver a enterrar los restos en nuestra tierra natal.
Se ha denunciado la desaparición de unos 450 soldados del limitado contingente de tropas soviéticas en Afganistán.
Estamos seguros de que algunos de ellos se mantuvieron en Badaber", comenta el presidente de la organización Ofitseri Rossii (Oficiales de Rusia, en español) y Héroe de la Federación de Rusia, Serguéi Lipovói, quien lamenta la falta de voluntad de Pakistán de colaborar en el proceso.
Según los servicios de inteligencia soviéticos, fueron varios cientos los muyahidines que atacaron a los presos rusos, a lo que estos respondieron acabando con más de 100 combatientes y varias decenas de instructores militares.
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