TRISTE EXPERIENCIA
Invitados por el embajador nicaragüense Saul Arana, con quien habíamos construido una bonita amistad, viajamos a Panamá por tierra. Nos alojamos en la casa del embajador de Nicaragua, Antenor Ferrey, quien estaba ausente.
La noche anterior había sido una de zozobra. La televisión no paraba de hacer llamados a la "Operación Cutarra" que según nos explicó José Montañés, chofer de la embajada, era un llamado a los miembros de los Batallones de la Dignidad, grupos de milicianos partidarios del gobierno de Noriega, a estar alerta.
Un día antes, viajando a Colón, en la costa caribe, nos habíamos topado con una columna de vehículos blindados del ejército de USA.
Llamativo era que los soldados vestían atuendos de combate y camouflaje, con ramas y redes colgando de sus cascos de acero.
Todavía existían bases militares de USA en la otrora Zona del Canal. Esto aún después de que Torrijos y Carter negociaran la entrega del canal a manos panameñas.
Era evidente que la temida invasión se produciría.
El General Noriega , hombre fuerte de Panamá y a quien se acusaba de facilitar las cosas al narcotráfico, lo cierto es que jugaba a varias bandas.
Tanto mantenía estrechas relaciones con la CIA como mantenía buenas relaciones y favorecía el comercio con Cuba, afectando el bloqueo.
Con Nicaragua y con los gobiernos costarricenses era amistoso.
Se decía que tanto Monge como Arias habían recibido apoyo económico para sus campañas electorales.
Arana, con buen tino, resolvió adelantar el regreso a Costa Rica.
Salimos ese mismo 19 en la tarde.
Estando en Paso Canoas en la mañana del 20 de diciembre nos enteramos de pormenores de la invasión. Helicópteros artillados y aviones cazas, habían bombardeado El Chorrillo barrio populoso donde se encontraba un importante cuartel de la Guardia Nacional de Panamá.
Columnas de tanques convergían sobre la capital y todos los puntos estratégicos estaban sometidos a ataques o ya habían sido tomados por los invasores.
A pesar de que la resistencia fue escasa y desarticulada, los muertos, sobre todo entre la población civil serían muchos. Del General Noriega se ignoraba el paradero.
Se nos informó también que la casa del embajador Ferrey donde habíamos, hasta unas pocas horas antes, estado alojados, se encontraba sitiada por una media docena de tanques.
Lo mismo sucedía con la embajada cubana.
Con los días lo sucedido ganó claridad.
El gobierno de Bush había resuelto recuperar el control sobre Panamá deshaciéndose del impredecible Noriega.
El costo político de invadir un país soberano poco importaba.
La mayor parte de los gobiernos latinoamericanos serían complacientes como siempre habían sido.
Y Noriega acusado de narcotráfico y otros crímenes era indefendible.
El general, al cabo de varios días asilado en la Nunciatura Apostólica se entregó a los invasores dejando en el abandono a los que aún resistían.
Se decía, y había gráficas y testimonios, que los muertos serían miles.
El Chorrillo quedó arrasado.
Una vez más USA imponía a sangre y fuego su ley.
La OEA una vez más se mostró comprensiva y cómplice.
El actual gobierno panameño de Cortizo ha declarado el día 20 de diciembre como día de duelo nacional, y ha prometido atender a los familiares de las víctimas de aquellos luctuosos hechos.
Tuvieron que pasar 30 años para que esto fuera posible.
Tomado del FB de Sergio Erick Ardón Ramírez