VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

Nicaragua: Enrique (Yico) Sánchez


Ramón Enrique Sánchez Arana, más conocido como Yico, es hijo de Gilberto Sánchez Bermúdez y Margarita Arana Jiménez. Nace en Jinotepe el 19 de mayo de 1935, de una familia acomodada. Se dedica a la compra, desarrollo y engorde de ganado para su venta. Manejaba unas cien cabezas de ganado. Además, era productor de otros rubros. También trabajaba como asesor para la formación de fincas ganaderas.
Trabajó con Fernando Sequeira y Eduardo Chamorro Coronel en la formación de la finca “San Marino”, en Boaco. Recuerda con agradecimiento que en 1975, cuando cayó preso, sus socios le mantuvieron su salario durante un año.

Se casó con Yolanda Silva Zúniga, para entonces viuda de Orlando Castellón, un piloto de la Fuerza Aérea (FAN). Al casarse, ella tenía cuatro hijos, dos varones: Orlando “Chu” Castellón Silva, de tres años y Rafael, de cuatro; y dos niñas: María Yolanda y Vilma. Las niñas quedaron en manos de sus tías paternas. Yico y Yolanda procrearon además tres hijos: Oscar, Johana y Fidel.


Según relata él mismo, se crió en una familia en la que su padre era liberal, aunque aclara: “Nunca fue empleado público”.

Su convicción anti-somocista

Trinidad: ¿De dónde vino tu convicción anti-somocista?

Yico: Nace de ver muchas injusticias que habían. En la elección de Argüello con Aguado, me llegaron a sonsacar para que fuera a votar, cuando apenas tenía trece años, porque era alto y parecía de más edad. Yo vi que esas cosas no eran buenas para el pueblo.

También me impactaron los sucesos del 4 de abril de 1954, cuando tenía 19 años. Andaba dando una vuelta en bicicleta en Diriamba con mi amigo Víctor Vindell, y estando allí por donde fue el Diriamba Bar, vimos entrar una caravana de vehículos que suponíamos venían del lado del mar, en los que llevaban a varias personas presas, amarradas, y en medio distinguí a Adolfo Báez Bone, a Pablo Leal y a otros que no recuerdo. Yo los conocía porque mi papá era muy amigo de los Cruz y Liliam Cruz, (por cierto tía del Comandante Luis Carrión Cruz) era la esposa de Báez Bone.

Nuestra sorpresa fue que al día siguiente salió un comunicado de la Guarda diciendo que ellos habían muerto en combate. Nosotros vimos que los habían llevado presos hacia Las Esquinas, que estaban vivos. Entonces vi la gran atrocidad, la clase de gobierno que teníamos en Nicaragua, y eso me llevó a la convicción de luchar contra ese régimen.

En 1956 me impactó mucho la muerte de Rigoberto López Pérez, el poeta que ajustició a Somoza... ver la decisión de un hombre preparado, jovencito, de dar su vida, y luego, ya no digamos, la inmolación de todos esos grandes hombres, que se daba en Nicaragua. Después, la lucha de los muchachos que morían combatiendo a la Guardia, como Leonel Rugama, Casimiro Sotelo, toda esa muchachada preparada, jovencitas que dieron su vida por un sueño de ver una Nicaragua libre diferente a la del somocismo.

Participación el 11 de Noviembre

Trinidad: ¿Cómo te involucras en el Movimiento 11 de Noviembre?

Yico: Ese movimiento fue específicamente de jóvenes conservadores. Se realizarían ataques simultáneos en otras ciudades del país, pero al final solo ocurrieron en estas dos. Yo supe que “venía algo” porque el día anterior mi amigo Salvador Bermúdez, de Santa Teresa, me estuvo insinuando que se iba a dar algo. Me preguntó si yo participaría si se diera algo en Jinotepe, a lo que le dije que sí, que si era un movimiento bien planeado contra el somocismo, yo podía participar.

Al final no me informó nada concreto, por eso al darse los ataques yo me integré de inmediato. Hice muchas tareas, andábamos en un jeep que por cierto era del gringo, el papá de Helen Hall. Cuando una parte del grupo se fue a atacar Diriamba, me dejaron en Jinotepe. Cuando entró la Guardia Nacional (GN), me dediqué a buscar a los combatientes para que se retiraran. El 22 de noviembre me tuve que entregar junto a mi hermano Alfredo Sánchez. Pasamos diez meses presos. Luego formamos el “Movimiento 11 de Noviembre” que tuvo presencia en distintas partes del país.

Estos ataques fracasaron porque no hubo todos los aportes que se esperaba de otros departamentos, y solo se dio en Carazo, pero al mismo tiempo fue un gran triunfo, porque fue la primera gran derrota de la Guardia Nacional frente a un pueblo que se quería sacudir una tiranía.

Fue un ejemplo que sirvió de mucho al pueblo nicaragüense, porque vio que la Guardia no era invencible, que se podía derrotar. Esa es una de las grandes lecciones que produjo el golpe del 11 de noviembre y que salió del pueblo jinotepino. Hubo participación masiva, se llegó a los Cuarteles y allí se arrasó con todas las armas, se distribuyeron como se pudo, y la gente con aquella sed de lucha.

La verdad es que solo el golpe no basta, porque si no hay un trabajo previo, el pueblo no reacciona como lo hizo en Jinotepe. Esa creencia de que dando un golpe de esa clase, como la toma de un Cuartel, vas a tener todo el apoyo de un pueblo, no se corresponde a la realidad que ha habido en Nicaragua”.

Conservador anti-somocista

Como anti-somocista, Yico pensó que los conservadores podrían hacer el cambio y se involucró en la lucha electoral de 1966-1967 que encabezaba Fernando Agüero Rocha. Narra un suceso ocurrido durante esas elecciones, que también lo marcó: el asesinato en Jinotepe de Carmen Ruiz Rodríguez, conocido como “Cameta”, uno de los participantes de los ataques del 11 de noviembre.

Fue asesinado el domingo 18 de noviembre de 1966, en un cantón (mesa electoral) cuando se efectuaba la inscripción de ciudadanos, pues en febrero del año siguiente se efectuarían las elecciones donde Agüero iba de candidato frente a Anastasio Somoza Debayle.

Yico: Andaba con Carmen Ruiz, un muchacho joven con grandes dotes, sano, revolucionario. Estábamos protegiendo unos cantones, entonces llegó “Pedro Chiva”, un esbirro somocista miembro de la Asociación de Militares Retirados, Obreros y Campesinos Somocistas (AMROCS), y le pegó por detrás con un verduguillo a Ruiz, perforándole un pulmón. Corrimos para llevarlo a un hospital y salvarle la vida, a ver cómo le conteníamos la hemorragia y a tipificar gente para darle sangre. Todo el día fue de lucha, había más de veinte personas, la mayoría del “11 de Noviembre”, dando su sangre para tratar de salvarle la vida a este hombre.

Quiero relatar una anécdota. El Director de ese hospital era hermano de uno de los que manejaba el vehículo en el que trasladaban a los prisioneros del 4 de abril. Era el doctor Rodolfo González, de Diriamba, y nos quiso sacar del hospital argumentando que estábamos haciendo bulla. Vea –le digo yo– el que va a salir es usted, porque aquí estamos tratando de salvar una vida y usted viene a entorpecer nuestra labor. Él andaba una pistola en la cintura y lo primero que hice fue agarrarlo de la faja, le saqué el arma y a empellones lo expulsé hasta la calle. Después tuve que huir, porque sabía que el somocismo iba a actuar inmediatamente en contra mía.

Carmen Ruiz murió, pues no le pudimos contener la hemorragia, y al día siguiente, en su entierro, desplegamos las sábanas bañadas en sangre, que eran como banderas de lucha que el pueblo jinotepino presenció para que despertara contra el somocismo que era tan oprobioso y asesino.

Después de la muerte de Carmen, iba a venir Somoza. En Diriamba hicimos una papeleta en la imprenta de Paquito Alemán, que decía: “Somoza, los que vamos a morir por la patria, te saludan”, firmada por “Movimiento 11 de Noviembre”.

Cuando andábamos pegando las papeletas nos persiguió la GN en la ciudad. El Comandante departamental, Róger Bermúdez, nos dice que no salgamos de nuestras casas. Yo estaba en la acera de mi casa y veo que viene un AMROCS a apuñalarme, como a Carmen Ruiz. Agarré la tranca de un portón de mi casa y se la quebré en la cabeza.

Participación de Yico en la marcha del 22 de enero de 1967

Sobre los sucesos del 22 de enero de 1967, Yico tiene su propia versión, que resulta interesante contrastar. Él narró estos hechos así:

Yico: Después de los ataques a los Cuarteles de Jinotepe y Diriamba, organizamos en Jinotepe –y después en varias partes del país– el “Movimiento 11 de Noviembre”. Se dio una participación muy grande en Jinotepe, Diriamba, Masaya, Granada y León. En León participábamos con los estudiantes y muy especialmente con la gente del “Movimiento 23 de Julio”, pues ya había ocurrido la masacre de esa fecha. Estábamos organizando a toda esta gente con la idea de una lucha armada contra el somocismo.

El 11 de Noviembre tenía pláticas con la Unión Nacional Opositora (UNO), donde participaba Agüero, Pedro Joaquín Chamorro y toda esa camarilla de llamados opositores de ese tiempo. Nosotros teníamos un enlace con ellos, era Herty Lewites, quien nos comunicaba todas las cosas.

Herty nos informaba que en tal parte había unas armas, que había que ir a buscarlas. Nos traía planos de un lugar donde posiblemente había armas embuzonadas…, y así anduvimos en varios fracasos, siguiendo esas informaciones.

Cuando se llega el día 22 de enero, nos dirigimos hacia Managua con la gente que estaba organizada. Uno de nuestros dirigentes en Carazo era Orlando Matus, llamado cariñosamente “Cascarilla”, porque era bien flaquito, y nos representaba y manejaba el diálogo con Herty Lewites. Muchos llegamos a la casa de Fernando Agüero, allí quisimos platicar con él, pero no pudimos hacerlo directamente. Herty nos reunió y nos dijo que íbamos a ir a una manifestación así, así, así, y nos dieron unas banderas con varillas de hierro forradas con papelillos.

Después salimos hacia la manifestación, y se nos dijo que cuando Agüero diera su discurso, iba a mencionar algunas cosas, que estuviéramos alertas, porque allí iba a dar ciertas claves acerca de dónde estaban las armas y cosas así.

Salimos encabezando la manifestación, pero después les dije a los compañeros del “11 de Noviembre” que nos quedáramos atrás. Los llamé y les dije: Creo que esto una cosa muy diferente a la que planificamos y por la que venimos. Esta es una manifestación que no le veo lógica. Llamamos a Herty a quien expresamos nuestras inquietudes.

Después llegó Herty y nos dijo estas palabras: –Sí, tenés razón, la manifestación no es conforme con lo que se ha platicado. Esta es una manifestación pacífica, tenemos permiso hasta las cinco de la tarde que nos dio la Guardia Nacional, pero a las cinco de la tarde nadie se va a mover de la manifestación–. Y entonces le digo yo: –¿Y qué es lo que se busca con esto, esta es una manifestación tipo Gandhi pues?– –Bueno –me dice– más o menos vamos por allí, pero lo que esperamos es que cuando la Guardia nos diga que nos retiremos, nadie se va a retirar, y lo que se espera es que la Guardia dispare y mate a unas trescientas o cuatrocientas personas y ya con esto vamos a ir después a elecciones supervigiladas, van a venir las Naciones Unidas, va a venir la OEA, viene el mundo entero y nos van a dar garantías de unas elecciones completamente libres en Nicaragua, y como la oposición es muy fuerte, las ganamos de lleno–. Ése era el famoso plan que hicieron los famosos dirigentes de los partidos políticos.

Le pregunté a Herty Lewites de dónde iban a salir esos muertos, a lo que él me contestó que eso no se sabía, que nosotros, la gente organizada, teníamos que andar viendo que la gente no se moviera de la manifestación, y que íbamos a andar de cabeza a la cola haciendo esa labor.

Les dije que nosotros no estábamos apoyando esos planes, y que era mejor que nos fuéramos de ahí, pero como éramos gente organizada, la propuesta se sometió a votación con gente de León, de Masaya, Granada y Carazo, y llegamos al acuerdo de quedarnos pasara lo que pasara.

Recuerdo que como a las cinco de la tarde llegaron gentes que nos dijeron que en el Distrito Nacional se estaban concentrando los famosos AMROCS, para venir a reprimirnos.

Los que estábamos en la organización pensamos que en la noche nos podían cortar las luces, nos podían meter a toda esa gente, nos podrían asesinar y ni cuenta nos íbamos a dar, entonces empezamos a dar instrucciones para que todos los vehículos que había en las calles, que andaban con gente en la manifestación, se pusieran en las esquinas, tres vehículos en cada esquina, uno al centro, uno a un lado y otro al otro lado, a un lado y otro de las calles, porque a la hora de un apagón, íbamos a encender las luces y nos íbamos a tratar de proteger detrás ellos.

En esa misión andábamos cuando pasó un helicóptero, y yo estaba como a unas tres cuadras de la cabeza, organizando esto de los vehículos, cuando de las filas de la manifestación algunos salieron con pistolitas disparando tiros al aire, los que contestó la Guardia masacrando a la gente. No te puedo decir la cantidad de muertos, porque yo solo veía caer gente y caer gente, yo sé que había mucha gente de Jinotepe, de Santa Teresa, de todo el departamento de Carazo.

Fueron muchos los muertos. Me acuerdo que venía caminando en el centro de la calle de sur a norte, cuando llegamos a una esquina donde estaba Juan Parodi, hermano de Silvio, quien había sido asesinado por la Guardia unos días antes. Parodi dijo que en un carrito negro había armas. Corrimos varios a buscar las armas, destapamos la valijera del carro y sacaron de allí una subametralladora UZI, unas poquitas armas que las agarró Juan Parodi y otra gente, y después unos rifles 22 de un tiro y un pilón de botellas que decían que eran bombas molotov, pero en realidad solo eran botellas de gasolina. La gente las lanzaba a las calles y levantaban una gran llama y ¡pum! se apagaban, porque no llevaban aceite ni nada, solo gasolina.

En esa trayectoria llegamos al Gran Hotel, donde nos dijeron que ahí había una gente americana que andaba armada y que podíamos conseguir esas armas. Nos metimos al Gran Hotel, pero las armas eran de cacería, de turistas que venían a cazar palomas creo que al Mombacho.

Nosotros andábamos armas cortas, nos metimos a los cuartos de esos cazadores y se recuperaron escopetas de tirar palomas y agarramos a los americanos como rehenes.

La Guardia disparando, disparando al Gran Hotel, ya de noche. Salió mucha gente herida, gente campesina que tenía gran amor a aquella lucha y andaba sus pistolitas y salía a unos callejoncitos, adentro del Gran Hotel, ¡bang!, ¡bang! le disparaban a la Guardia, y se metían. La Guardia les contestaba con ametralladoras, los tiros rebotaban, así tuvimos una gran cantidad de heridos, por esas imprudencias o esa forma de lucha tan dispareja.

Recuerdo que en una esquina donde fue la barbería del Gran Hotel, en esa esquina baja, allí se armó un grupo de gente con unos cuatro o cinco rifles Gárand, y algunos rifles 22, y allí estaba un compañero que se llamaba René Saldaña, a quien le entró en el ano una bala que había rebotado en las paredes. Ese hombre gritaba y todo, corrimos a sacarlo y lo fuimos a poner a un lugar donde estuviera protegido, y unos trataron de buscar cómo trasladarlo en una ambulancia.

Serían como las ocho, siempre había esa pequeña disparadera, cuando me fui caminando y me metí a una pieza donde yo sabía que estaban Agüero y toda su dirigencia. Me acuerdo que Pedro Joaquín Chamorro le dice: “Hombré Fernando, esto ha estado mucho mejor de lo planificado. Esto ha sido más grande de lo planeado. Tengo informaciones –dice– de que ya en Managua hay gente que se tomó o intentó tomarse la Defensa y que en Jinotepe el Cuartel ya fue atacado por “El 11 de Noviembre” y muy seguro ya se lo tomaron”.

Cuando oigo eso, les digo: “Qué mala información tienen. ¿Cómo es posible que estén diciendo esas cosas, cuando toda la gente del “11 de Noviembre” está metida en esta ratonera que nos planificaron? ¿Cómo es posible que estén diciendo esas barbaridades, que esto es un gran éxito? Yo me retiré después de que les dije esas cosas, porque teníamos que seguir controlando a los rehenes, y ya iba avanzando la noche.

Después esos rehenes nos sirvieron para plantear que si la Guardia no dejaba de disparar, íbamos a ponerlos de modo que quedaran expuestos a sus disparos. Poco tiempo después se apareció una persona de la embajada Americana, junto a un militar de la Guardia Nacional, a querer parlamentar por los rehenes con quienes estábamos metidos allí.

En esas pláticas que tuvimos con esos señores, llegamos a un acuerdo: que amaneciendo, íbamos a entregar a la gente, pero con la condición de que nos pusieran buses que nos trasladaran a nuestros respectivos departamentos, sin ninguna represalia, sin que fuéramos a ser objeto de vejámenes.

Entonces aceptaron, y quedamos en ese acuerdo. Recuerdo que como a las cinco de la mañana, en la parte baja de la entrada del Gran Hotel, había un murito, como una tarima, al que se subió Pedro Joaquín Chamorro y dio un breve discurso, donde en síntesis decía que nos regresáramos con la frente muy en alto, que se había conseguido una gran victoria, y que eso se iba a reflejar muy pronto en unas elecciones libres y supervigiladas que iban a haber en Nicaragua. Ese era el modo de pensar de los partidos políticos y de la dirigencia nacional en esa época.

Julio Hernández: se le cumplió a la oposición de ese momento el cálculo de trescientos o cuatrocientos muertos que iba a poner el pueblo. Lo que les falló fue que habría elecciones libre supervigiladas y esto va a reafirmar posteriormente que la única opción que le quedaba al pueblo nicaragüense era el naciente Frente Sandinista.

Yico: Eso lo calcularon muy bien, porque, según he oído, fueron como trescientos cuarenta los muertos. Lo que vino después fue “El Triunvirato” y se les terminó ahí nomás con el terremoto, que fue donde Somoza se fortaleció de nuevo, botó al triunvirato y se erigió como único jefe.

Esto deja al desnudo que en Nicaragua la oposición a Somoza nunca fue oposición, sino una búsqueda de prebendas y de arreglos políticos para que los dirigentes quedaran muy bien montados.

Recuerdo los famosos pactos con los conservadores, y entre ellos, al principal pactista de Jinotepe y el principal zancudo jinotepino que teníamos en esa época: el doctor Julio César Avilés, padre del actual Jefe del Ejército. Recuerdo una anécdota, porque yo creía que Julio César era mi amigo, hasta que tiempo después descubrí que era todo lo contrario.

En ocasión de un famoso pacto anterior al llamado “Kupia Kumi”, me topé en el parque de Jinotepe con Julio Avilés y con un cuñado mío, Iván Zúñiga, y me dice Iván: –Hombré, me quieren dar a conocer el pacto que están haciendo. –Hombré –le digo yo, por favor no me platiques de esas cosas que no quiero saber de esas componendas políticas, a mí ni me mencionés esas cosas. Entonces me dice Julio: –Yo voy a llegar a tu casa, y te voy a contar todo lo que estamos haciendo para que veás que no estamos traicionando al pueblo con lo que estamos haciendo. Ve Julio –le digo, no llegués, porque nos hemos tratado como amigos y yo hice un juramento, que la primera persona que llegara a mi casa a querer ensuciar mi vida participando en pactos y componendas con Somoza, yo le daría con una tranca de 2x4 que manejo en un portón, así es que mejor no llegués.

Eso me confirmó muchas cosas después. Nosotros andábamos luchando por unos ideales y él siempre andaba luchando por su propio bienestar.

Su ingreso al FSLN

Trinidad: ¿Cómo te vinculás con el FSLN?

Yico: En este punto de mi vida, llego a la convicción de que la única alternativa era el Frente Sandinista. Tanto me motivaron los sacrificios y las muertes de tantos jóvenes y de tanta gente valiosa, que cada vez que daban una noticia de esas, yo sentía un estremecimiento muy grande. Y pensaba ¿cómo hacer para participar en el Frente Sandinista? Esto ocurrió a principios de los años 70. Yo buscaba contactos, pero era difícil hacerlo sin que fueras traicionado, sin que te fueran a denunciar por andar buscando una participación en esas luchas que eran tan difíciles, porque la muerte esperaba a todo el que militaba en el Frente Sandinista.

Recuerdo que tenía pláticas con mucha gente del Partido Socialista, de la Juventud Socialista, de gente revolucionaria, entre ellos recuerdo a Aristides Rojas, un muchacho que siempre andaba metido en los movimientos. Con él comencé a colaborar.

De esos primeros contactos tengo viva una anécdota con Aristides y un muchacho llamado Alejandro Gutiérrez Nos dirigíamos al lado de El Naranjo, a buscar la casa de unos colaboradores donde íbamos a poner una escuela de entrenamiento militar. Yo andaba en un Toyota rojo, y empezando la bajada de El Caimito, se nos fueron los breques. Era una bajada mala y era en invierno, llegamos hasta el plan del río. Sin breques, ya no pudimos seguir hasta donde nos dirigíamos. Esas cosas las hacía, buscar contactos, pero sin meterme de lleno en el Frente Sandinista.

Y recuerdo otra anécdota: un amigo ganadero que se llamaba Jorge Fernández, no hacía mucho tiempo me había vendido una pistola 9 milímetros, Smith & Weston. Mi mejor vaca lechera le di por esa arma. Pues resulta que este Alejandro Gutiérrez me la pidió, porque supuestamente se iba a ir a la montaña, y yo se la di con tres cargadores llenos de tiros. No sé si se fue, o qué fin tuvo, pero esa pistola me hizo falta después cuando tuve un encuentro mortal con Román Acevedo1.

Yo daba alguna pequeña ayuda económica a Aristides Rojas, y prestaba mi vehículo. Para entonces el hijo de mi esposa –que yo crié como un hijo–, Orlando Castellón Silva, ya participaba con Ricardo Morales y otros, y habían estado en mi finca, se reunían ahí, andaban en mi vehículo, yo sabía de toda su participación, pero yo aún no participaba de lleno.

Orlando estaba participando en la toma de la Catedral de Managua, y cuando se oyó aquí el estruendo del terremoto, me fui a buscarlo, a ver qué pasó. Cuando iba bajando, empecé a ver los incendios. Iba caminando como podía hasta que llego a la catedral, porque sabía que ahí estaban los muchachos. Sí–me dicen–, aquí estuvieron sacando muertos del Plaza, un night club que se había caído. A la orilla del lago los localicé, ahí andaba Fernando Cardenal. Saqué heridos, los llevé donde ellos me dijeron, y después me vine con Orlando y otros muchachos del movimiento cristiano de Carazo.

Yico: Después de la muerte de Ricardo Morales, en Carazo apareció Mauricio Duarte a reconstruir el trabajo. Llegó a mi casa y me le ofrecí varias veces para hacer ciertos movimientos.

Orlando Castellón, me dijo: No papá, no se meta usted en esto, déjeme a mí, déjeme a mí, porque él sabía el peligro que representaba, y como yo era el jefe de la casa, pues entonces él me protegía en el sentido de que yo no me involucrara mucho con la gente del Frente Sandinista.

Pero era casi imposible que yo no llegara a eso, porque era eso lo que yo buscaba y quería, pertenecer y participar. Entonces Mauricio me plantea usar mi casa como su casa de seguridad y yo le digo que sí, con todo gusto, y empezamos a trabajar más de cerca, porque mi casa era visitada en esa época por la compañera Arlen Siú, por Pedro Arauz Palacios, que siempre andaba en una moto, y después llegaba Eduardo Contreras, y ya empezamos a planificar y a hacer las escuelas en mi finca El Panamá.

Para eso hicimos varios cambios en la finca: primero, fue traer gente de otras partes para que sirvieran de mandador o de trabajador con las vaquitas lecheras que habían allí. Era gente de confianza del Frente Sandinista, porque ahí iban a hacerse cosas muy delicadas, y así empezamos las escuelas militares. Si no recuerdo mal, serían unas trece escuelas. Participaron muchos, pero nos instruían no ver a las personas y entre menos se supiera era mejor; entonces yo vi pasar gente y vi pasar gente pero no las reconocía, hasta que con el tiempo vine sabiendo quiénes eran.

Yico: Empezamos a hacer crecer al Frente Sandinista, porque éste había quedado prácticamente aniquilado después de tanta represión. Es la época de acumulación de fuerzas. En esa etapa había métodos de trabajo muy serios, unas formas de investigación muy serias con las personas que querían participar, para darles entrada y darles tareas. Hacíamos investigaciones muy minuciosas, los hacíamos llenar una ficha que contenía, por ejemplo: quién era, de dónde venía, quiénes eran sus padres, quiénes eran sus amistades, qué preparación tenía en los colegios o en las universidades, etcétera. 

Les decíamos que nos dieran nombres de gente que ellos supieran que podían participar en el Frente Sandinista, entonces nos daban dos, tres o cuatro nombres y a esos nombres los íbamos tomando muy en cuenta, llevábamos más o menos un fichero con los nombres, como futura gente que podía participar, y ya cuando a una persona nos la mentaban dos o tres veces, buscábamos quién era el más amigo de ella que estuviera en nuestra organización y le decíamos que le hablara para ver cómo respondía, y si aceptaba, irle dando pequeñas tareas, irlo conociendo. Así fuimos haciendo y así fuimos creciendo, paso a paso, pero con mucha firmeza, sólo reclutando gente que tuviera convicción. Nosotros teníamos gran cuidado de que no fuera una persona traidora.

Ese fue el gran trabajo al que nos dedicamos y eso lo hacía con Mauricio Duarte y Eduardo. Nosotros analizábamos entre los tres, nos reuníamos, pasábamos horas analizando y viendo y después se pasaban los nombres a otra clase de organización, donde a esa gente la mandaban a hacer ciertos entrenamientos, les daban ciertos trabajos, ciertas participaciones, para irlos conociendo más. Entonces ese trabajo de hormigas que fuimos haciendo, fue dando grandes y grandes resultados. Íbamos creciendo.

Las escuelas en la finca El Panamá

La Dirección Nacional que conocí eran Eduardo Contreras, Pedro Arauz Palacios y Tomás Borge Martínez, quien era uno de los instructores de las escuelas que se impartieron en la finca El Panamá. Fueron de diferentes niveles. Empezamos con el disfraz de los cursillos cristianos, en los que participaban Luis Carrión Cruz y otros dirigentes, como el padre José Antonio Sanjinés. Por cierto, en mi finca dio la primera comunión mi hija Johana, con ese padre Sanjinés. Se hicieron escuelas elementales para combatientes, y después pasaron a otros niveles. Conocí a todos esos luchadores, toda esa gente que dio su vida y que la dieron sin pensar en un futuro para ellos, sino que era un futuro que se soñaba para el bienestar del pueblo.

Recuerdo las pláticas que teníamos con Eduardo, Pedro Arauz y Mauricio Duarte. Les preguntaba cómo íbamos a hacer para darle a todo un pueblo esa vida tan buena que pensábamos, entonces Eduardo decía que había que educar al pueblo, que con la educación, con la preparación del pueblo se conseguiría. Eduardo era un genio para conocer de todo, tenía una cabeza grande.

Nos habían formado en la mística, debíamos tener gran preparación y no fallar en nada. Teníamos que ser ejemplo en las ciudades, especialmente los cuadros abiertos, es decir, los no clandestinos, porque yo era un cuadro abierto del Frente Sandinista, no porque supiera la gente que yo era del Frente, sino por mi trayectoria de lucha contra el somocismo desde el “Movimiento 11 de Noviembre”. Por eso teníamos tanto cuidado en el trabajo con el Frente Sandinista, y a esos compañeros nosotros los protegíamos como se protege a un niño en su casa.

¡Teníamos aquella puntualidad! No podíamos atrasarnos ni un minuto al ir a traer a la gente a León, Chinandega, Boaco, a todas partes donde nos movilizábamos trayendo a quienes iban a participar en las escuelas. Teníamos que manejar sincronizados los relojes para estar en el lugar con puntualidad, fuera la distancia que fuera, porque en eso estaba la vida de los compañeros y la de uno. Para poderte enfrentar a los guardias, teníamos que superarlos y ser más cuidadosos, y así nos formamos y nos forjamos y tratamos de forjar a todos los militantes en las escuelas que se hicieron en la finca.

Vinieron de la universidad, por ejemplo, Hugo Torres y Agustín Lara quienes estuvieron unos dos meses allí, como en una casa de refugio. También estuvieron Joaquín Cuadra Lacayo y Omar Halleslevens, quienes fueron jefes del Ejército de Nicaragua. Allí pasó también, pero por otras cuestiones, René Núñez Téllez, hoy Presidente de la Asamblea Nacional.

Una vez llevé a una señora que vino de Costa Rica, que era monja, y me dice –Necesito que me le lleve esto al compañero…, no recuerdo el seudónimo de Eduardo Contreras. Me acuerdo de una repostería que traía de Costa Rica, de la que sacamos un tubito en el que venía metido un papel tan fino…, yo lo llevé a Eduardo, que estaba en la finca que queda a cuatro kilómetros de aquí de mi casa, y se lo entregué como a las seis de la tarde. Lo que más me sorprendió fue que sacó aquel papel y comenzó a extenderlo y era grande, un papel que era una cosa finísima y aquella letra finísima y se puso a leerlo en la oscuridad de las seis y pico de la tarde en el monte, lo leyó y lo leyó, y después me dice: –Espérese que tiene que llevar respuesta. Leyó aquel papel que era como leer un periódico, y esperé la respuesta. Escribió en un papel y yo lo entregué aquí a la compañera.

Este compañero tenía una gran preparación y ¡cómo asimilaba! Era una maravilla y tenía una sangre fría impresionante. Cuando estábamos en una de esas escuelas, yo me había traído unas armas a mi casa. Eran tan poquitas que se ocupaban en una parte y en otra, así era la limitación.

Eduardo vino a mi casa y salió con unas tres armas en unos sacos de bramante. Se veía que pesaba aquel saco. Tenía que caminar como unas cinco cuadras, buscando el vehículo. Pero como a las doscientas varas de la casa miré que se topó con una patrulla de la Guardia y yo dije: ¡va a haber un problema aquí! Pero Eduardo pasó al lado de los guardias con aquella sangre fría. Me sorprendió la forma en que él iba caminando, con su arma en la mano y todo aquel saco pesado…, y aquel hombre pasó como que no era nada, no existía nada y no sospecharon completamente nada.

Él tenía una gran seguridad para actuar en todo lo que hacía. Eduardo Contreras era un hombre con una gran preparación, que había estado en Europa, en Alemania, hablaba varios idiomas, y así era la Dirección Nacional del tiempo que nosotros conocimos, esa Dirección grandiosa de esos hombres que su vida no valía nada más que para el objetivo de su lucha. En honor de esos hombres que murieron, que dieron todo y que hoy son tan olvidados que nadie los menciona, en nombre de esas cosas es que estamos nosotros recabando estas historias para que sean conocidas tal y como se originaron verdaderamente aquí en Carazo.

Trinidad: Con tanta actividad en la finca, ¿nunca los descubrieron?

Yico: Tomábamos medidas de seguridad, como tener personal de confianza, pero yo hacía todo normal, incluso mantenía relaciones con la Guardia de manera que nunca sospecharon.

Había una casa en la finca que tenía varios apartamentos. Cuando ya iba cerca de la finca, pitaba para que no hubiera nadie a la vista. Yo visitaba la finca cinco o seis veces al día, como era negociante ganadero, traía ganado de Managua, y lo vendía allí en la finca, ahí le entregaba a otros ganaderos. La finca era muy visitada, y eso era parte de su cobertura.

Me acuerdo de una vez que invité al General Róger Bermúdez “Suavecito” que tenía una finca cerca de la mía. Lo llevé para que viera unas pequeñas chancheras en improvisadas instalaciones. Estaban ahí combatientes del Frente y sin embargo, fuimos a la chanchera, estuvimos platicando, vimos todo con este militar somocista. Nosotros nos conocíamos en los establos, en las cosas de ganado. La gente del Frente estaba metida en un cuarto y no salían a nada.

Cuando fuimos a la finca, el General fue sólo conmigo en mi vehículo, platicando amigablemente, pero después del golpe de la casa de Chema Castillo, me echaron preso, por supuesto, y a él le entró la duda.

Platicando después del triunfo con este General Róger Bermúdez, me dice: –Hombre, sacame de una duda, cuando me llevaste a tu finca, ¿esos “tigres” estaban ahí? –Hombre sí, allí estaban. – ¡Qué barbaridad la tuya!, ¿cómo hiciste esa barbaridad de llevarme? –Pues eso era parte del trabajo –le digo, entre más público visitara la finca más seguro era–. Entonces esa era la forma en que nosotros trabajábamos.

Esa es parte de la mística con que trabajábamos. Hacíamos trabajo entre los guardias. Teníamos algunos amigos guardias. Por ejemplo, ese Sargento Salguera que murió en Nandaime cuando la Guardia llega a la casa donde estaban Juan José Quezada y los otros. Lo descubren y lo matan. Yo sé que allí no muere Ricardo Morales, había sido capturado la noche antes, saliendo de una casa, por no andar documentos y cosas así. Después de la muerte de Salguera, sacan a Ricardo y a Óscar Turcios, que estaban presos, los van a matar a La Montañita, y los presentan como muertos en combate. Dicen que iban huyendo y que mueren en combate, pero eso era falso. Fueron asesinados. Yo era amigo de Salguera, porque ambos éramos galleros, además él me vendía armas y tiros, pero sin saber hacia dónde iban.

Ese era el modo de actuar de la Guardia Nacional (GN), que era lo más oprobioso y lo más asesino que ha habido. Aunque a la gente después se le olvidan las cosas malas que se dieron, ¿por qué?, tal vez nosotros no hicimos las cosas de la mejor manera. Entonces empezaban a sacar bondades del somocismo, y ya las cosas tan malas del somocismo, ya en cierta época eran más bien vistas como cosas muy buenas. Y se olvidan porque no conocieron al somocismo.

Lo digo porque ayer estaba leyendo un periódico donde sale el partido somocista de la mano del partido de Daniel Ortega. No el Partido Liberal, estoy hablando del verdadero partido somocista. Me sorprende, porque cuando triunfó la Revolución Sandinista, se prohibió todo lo relacionado al somocismo, sin embargo, al Estado entró a trabajar gente que le hizo mucho daño a la Revolución.

A la Revolución Sandinista prácticamente la botó el somocismo, porque se metió a trabajar de lleno en las filas del Frente Sandinista, y como era gente sin moral, sin ningún valor, ni podían reclamar nada al gobierno sandinista. Esa gente tuvo gran acogida en el Frente porque eran los “somosandinistas”, porque eran los “sí señor”, para todo. Se prestaban para hacer las tareas y entre más daño para el pueblo, más se prestaban y eso le hizo un gran perjuicio al Frente Sandinista.

En aquellos tiempos nosotros pensábamos y actuábamos con una mística diferente. Quiero contarles otra pequeña anécdota. Me recordaba que efectivamente aquí en mi finca también estuvo Víctor Tirado López. En una reunión5 donde participaban compañeros de la montaña que están discutiendo cuestiones ideológicas y las separaciones, llego yo a la finca, entonces me sale el compañero que conocíamos como el dirigente “El Canoso”, de la zona del norte, después me di cuenta que era Tirado, me llama y me dice: “Compañero aquí están estos cuatrocientos pesos –algo así, no recuerdo muy bien cuánto era–, –necesitamos que se haga un favor, aquí está este radio pequeñito porque hay un campesino que lo estimamos mucho en la montaña y se ha enamorado de él, entonces queremos comprarle uno nuevo pero que sea igual, vaya a buscárselo”.

Me vengo a Jinotepe y voy a buscar a las diferentes tiendas que vendían cosas y no lo hallé. Paso por donde Armando Siú, papá de Arlen Siú quien tenía un negocio, y le digo, –don Armando, necesito comprar un radio, pero que sea muy parecido a éste, entonces dice don Armando a su esposa: – ¡Oye Rubia, aquí está mi radito que se me perdió! Y eso me pone a mí rojo, blanco, verde, no sé ni de qué color, entonces me pregunta don Armando: –Y ¿cómo llegó a tu poder esto? Entonces le hago un cuento… que yo no acostumbro comprar nada en la calle, pero pasó alguien y me ofreció el radio y se lo compré.

Entonces vuelvo a la finca y le digo a “El Canoso” que vengo sin el radio viejo y sin el nuevo. Entonces me dice Tirado López: – ¡Ay! compañero, se nos olvidó decirle que no fuera a la casa de Armando Siú, porque la Arlen es quien lo había entregado. Entonces yo quedo donde Armando Siú, como “un tope”,6como un comprador de cosas robadas y no se me quitó aquella espinita.

Cuando salgo de la cárcel, ya la Arlen está muerta, y me fui donde don Armando Siú y le digo: don Armando, vengo a aclararle que aquel radito que usted me lo quitó, como que yo lo había comprado, pues yo le dije que lo había comprado a uno de la calle, ese radio lo había dado la Arlen. –Sí, sí, yo sé, yo conocía que ella daba muchas cosas, me dijo. Pero sí, yo tenía esa espina clavada y le digo: –Por eso vengo a decirle que no soy “tope”, sino que su hija lo había pasado a la organización”.

El asalto a la casa de Chema Castillo y la dolorosa división.

Enrique Sánchez, Yico, supo que se preparara un golpe, y le dijeron que después del mismo, se desataría una ofensiva. Se decepcionó cuando la ofensiva no se produjo, y en cambio se sufrió una terrible división que él considera responsable de la muerte de grandes dirigentes sandinistas.

Yico: A Mauricio Duarte yo le decía “El bachiller”, –El Bachi– y a Eduardo Contreras, no recuerdo con qué seudónimo se comunicaba conmigo, pero yo era un hombre inquieto y le hacía preguntas. Le interrogaba que cómo íbamos y me decía que íbamos avanzando a pasos agigantados. Allá una vez le pregunto y cómo vamos, hombré –me dice, tenemos la convicción de que podemos empezar a enfrentarnos a la Guardia, empezar a darle golpes y que podíamos llegar a derrotarla, pero aunque teníamos la gran necesidad de empezar a combatir a la Guardia, no se hacía mientras no sacáramos los presos que estaban en La Modelo, porque en represalia, a esos presos los iban a matar.

Había planes de sacar a los presos políticos por medio de infiltración que ya había en la Guardia Nacional, o por medio de secuestros y hacer intercambio. En uno de esos planes, me dijeron que a los presos los llevarían a mi finca cuando los liberaran. Íbamos a llevarlos por muchos caminos, pero teníamos que llegar a la finca El Panamá. Allí teníamos un lugar muy apropiado en una cantera cavada a mano, donde yo iba a poner unos barriles con agua y alimentos. Nadie tenía que saber esto, hasta que ya tuviéramos la gente que tuviera la convicción y que estuviera involucrada en serio en el Frente Sandinista. En esos proyectos recorrimos caminos de Masaya, de La Modelo, por diferentes rutas y diferentes planes, para llegar hacia la finca. Por cualquier dirección íbamos a llegar allí.

Yo tenía alguna idea entonces de cuándo se va a dar el golpe donde Chema Castillo. Tenía unas armas que usaba para mi defensa, eran una escopeta 12 y una pistola tipo Magnum 38.7 Eduardo se apareció una noche, en los últimos días de diciembre, y me dice que le de mis armas, porque las va a ocupar, y bien ocupadas, me dice, porque vamos a hacer una acción para sacar a los presos, y vamos a sacar riales y a armarnos para empezar a dar la lucha en vivo en contra del somocismo. Él tenía gran seguridad en lo que iban a hacer, y era gente preparada. Estas armas sí tuvieron un excelente uso, no como las que le había dado a Alejandro Gutiérrez.

En ese tiempo mi esposa Yolanda iba a comprarles treinta o cuarenta libras de carne y otros víveres. Se le entregaban a Leonel Espinoza, quien venía a llevar esas encomiendas que hacían, porque eran para la gente que se estaba preparando para ese golpe allá en El Crucero

Cuando se dio el golpe de la casa de Chema Castillo, yo entiendo que Eduardo entró con la escopeta que le di, al frente de ese comando. El golpe fue tan exitoso y tan maravilloso, que despertó en Nicaragua entera una euforia de optimismo, de confianza en el triunfo de la Revolución, porque de estar enterrado como estaba, el Frente Sandinista da un salto, sale con semejante golpe y las proclamas. Después de estar muerto, acabado, como decían, sale con la gran fuerza y se dispara, y el mundo entero queda sorprendido y admirado de su proeza.

Me sorprendo después de que no se sigan los planes de los que me hablaba Eduardo, que dándose ese golpe, sacándose a los presos, haciendo una recuperación de dinero fuerte, se iba a empezar a golpear, ya con suficientes armas, con un pueblo bien organizado, se iba a golpear en las ciudades y en las montañas e iba a derrotarse en muy poco tiempo a la Guardia somocista

Me sorprendió y me golpeó tanto, en el sentido de que no se dan las cosas que esperábamos y más bien empieza una represión de la GN: Se dejó a la Guardia tranquila, sin actuar, sin nada, y ésta coge gran fuerza para reprimir y asesinar al pueblo y empieza a matar y a matar gente; y después se deja completamente desprotegida la montaña.

Ya se hablaba muy fuerte de la división del Frente Sandinista, pero yo creía que se iba a superar rápido. La famosa división es el crimen más grande cometido en contra del pueblo nicaragüense por el Frente Sandinista. No culpo a ninguna persona, más que a un FSLN que lo quería tanto el pueblo, que luchó tanto el pueblo por su formación. El Frente Sandinista traiciona al pueblo con la división, porque eso permitió que la Guardia asesinara a tantos hombres y mujeres maravillosos que tenía el Frente, por su divisionismo y sus pecados de ambiciones.

Así cayeron Carlos Fonseca Amador, “La Gata” Munguía, Carlos Agüero Chavarría, Orlando Castellón Silva y otros, quienes dieron su vida sin esperar recompensa. Lo único que querían era que el pueblo nicaragüense lograra su liberación, y transformar todas sus grandes debilidades adquiridas con el somocismo.

Yo seguí siendo sandinista, no tuve que ser GPP, ni Tercerista, ni Proletario, yo me llamé siempre Enrique Sánchez, sandinista, y acogí, platiqué, luché y participé con el que fuera, sin pensar en divisiones. Por eso yo condeno esa división y la señalo como causa de muchos muertos.

No puedo olvidar que en los años ochenta, se apareció en mi casa Bayardo Arce Castaño, y me dijo que quería ir a la finca para recordar los tiempos cuando él estuvo ahí en entrenamiento. Platicando con él, me dice: “En esta finca fue destituido de su cargo Carlos Fonseca Amador”. Y ¿cómo es eso?, le pregunté, “Bueno, es que aquí se decidió, que si quería ser dirigente, tenía que estar en el país y luchar en el país”.

Verdad es que Carlos Fonseca fue obligado a entrar al país sin tomar en cuenta las grandes limitaciones que tenía, pues casi no veía. Además, que él era un tesoro que había que buscar cómo conservarlo, porque era lo primordial de la Revolución, porque era el hombre que planificó e hizo y formó al Frente Sandinista. ¿Cómo lo obligan a ir a buscar que se depusieran las diferencias que había en las tres tendencias, a buscar una unidad? Él iba a la montaña en busca de “Modesto”, pero llegar a donde estaba él era una cosa tan difícil porque estaba en las mayores profundidades de la montaña y tenía que recorrer mucho para poder llegar hasta allí. En esa marcha fue sorprendido y allí es donde lo matan.

Entonces me quedé asustado cuando Bayardo Arce me dijo que en la finca El Panamá había sido destituido en una reunión el Comandante Carlos Fonseca. Eso nos da una dimensión del gran daño que hizo la división al Frente Sandinista.

La cárcel y las torturas

Después de la muerte de Mauricio Duarte, se extendió la represión y capturaron a Yico Sánchez. Entonces pasaron a la clandestinidad los principales cuadros jóvenes del departamento. Le preguntamos a Yico si fue torturado y cómo fue que salió de la cárcel.

Yico: “Como yo solo tengo un brazo útil, entonces me tenían esposado, colgado de una argolla en los portones de la casa presidencial, y parado, no me podía sentar. No sé cómo escamoteé un pañuelo, y ese pañuelo lo amarraba en la argolla, y ahí colgaba el brazo para que la esposa no me estrujara más, y así pasé varios días. Después pasé a las celdas de tortura. Ahí te ponían un aire acondicionado a todo meter, y uno sin ropa, era horroroso eso porque hacia un gran frío. Me tuvieron varios días como en ablandamiento, decían ellos. Me preguntaban mucho de Aristides, y me decían: qué sabés del coto hijo de tal… yo les decía, –No sé, es jinotepino y lo conozco como jinotepino–.

Cuando me sacaron a dar mi declaración, no quise hablar nada porque no sabía nada de nada, me acuerdo que habían llevado presas a varias personas del lado de Chinandega, entre ellos a Juan de Dios Torres, de la comunidad de “Tom Valle”, quien luego fue juzgado y condenado por una Corte Militar. Ahí cayó también un muchacho de apellido Espinales, a quien yo lo había sacado de la finca con una costilla quebrada.

Me preguntaban cosas que parecía que ellos sabían. Pero en un momento me dijeron que hiciera flexiones, pechadas, y yo no podía hacerlas por el problema de mi brazo, Ahí perdí la paciencia y les dije: – ¡Yo no hago eso, porque yo no soy payaso de ningún hijueputa!–.

Nosotros teníamos orientaciones de no perder la paciencia. Lo importante es no hablar nada, y nos ponían como el ejemplo más grande a Ricardo Morales, que nunca había hablado. Yo estuve varios meses en interrogación y nada. Y sabían, porque hablaban entre ellos para que yo oyera: –No, si este hijueputa sacó a aquel blanquito de su finca–. Se referían a este muchacho que yo había sacado, Samuel Espinales.

Me puse a pensar cuál iba a ser mi declaración, porque dije, éstos ya saben todo. Yo planee qué es lo que iba hablar y cómo iba hablar. Nosotros teníamos como escuela hablar lo que ya todo mundo sabía. Si teníamos que hablar era sobre gente que estuviera en la montaña, o que hubiera muerto. Voy a decir los que conozco. Entonces hice mi declaración basada en Orlando Castellón, quien ya estaba en la montaña, diciendo que yo no podía hablar cosas que mi hijo estaba haciendo, porque nunca iba a culpar a mi hijo. Esa declaración me llevó al final a salir.

Estuve preso como once meses. A mí me habían condenado y no iba a salir. Esto me lo contó el doctor Aquiles Centeno Pérez, el papá de la Yadira Centeno. Pero yo desde antes era muy amigo de Vergara, quien era el presidente de la Junta Militar que nos juzgaba. Otro hombre que se portó muy bien conmigo, fue el fiscal Oscar Merlo Murillo, originario de San Rafael del Sur. Cuando vio mi declaración, me dijo: –Si vos sabés algo de Orlando, buscá cómo avisarle para que no vaya a caer, porque si cae lo matan.

Cuando a mi esposa le dicen que yo no iba a salir, le fue a contar a Vergara, y éste le dijo que tenía una cita con Somoza y que iba a hablar por mí. Mi señora me contó que volvió muy alegre, diciendo: –Ya el General me dijo que sale. Dice Vergara que Somoza dijo que él había averiguado que Orlando era un muchacho que yo había criado como hijo mío, porque mi señora había sido casada con un aviador que era militar, y que yo no podía tener culpa por no hablar de cosas en donde estaba metido mi hijo. Somoza dijo: –Para mí, sáquenlo, no tiene culpa, hay que sacarlo. Así es que yo salí de la cárcel a principios de 1976, y seguí colaborando.

Al recrudecer la represión, Yico se vio obligado a asilarse. Después del asalto al Palacio Nacional (22 de agosto de 1978), le dijeron que lo andaban buscando y pudo constatar que había planes de asesinarlo. Se encontró en la Embajada de México a Ana Isabel Morales, quien para entonces era la responsable de Carazo por la Tendencia Guerra Popular Prolongada (GPP). En México, trabaja en los comités de solidaridad en Jalapa, Veracruz, y estando ahí se dio cuenta del triunfo de la Revolución y regresó a Nicaragua.

NOTAS

1 En 1973 Yico tuvo un pleito con otro ganadero llamado Román Acevedo., Recibió cinco balazos en el brazo izquierdo y uno en el antebrazo derecho. El brazo izquierdo quedó inutilizado. Un poco antes de esto, Yico había regalado su Smith & Wesson 9 mm, de gran poder, a Alejandro Gutiérrez Mayorga (Ernesto), quien se la pidió porque supuestamente iba para la montaña, cosa que no ocurrió. Yico recuerda con amargura que la pistola que andaba se le enconchó y no se pudo defender.

2 Tello es René Tejada y Silvestre es José Valdivia.

3 Las otras escuadras de los alrededores eran las de Víctor Tirado López, en Pancasán, El Bijao, La Tronca, La Castilla, El Bote y El Pájaro; la escuadra jefeada por Gabriel Chavarría Franco “Manuel” se mueve en Lisawé; la de Francisco Rivera “El Zorro”, Iyás, Dipina y El Naranjo y pegaba con la de “Casimiro”, en Sofana.

4En homenaje a uno de los más osados guerrilleros de la montaña que había caído el 9 de febrero en un ataque que la GN realiza al campamento central de la “Pablo Úbeda”.

5Se refiere a la reunión en la que discutieron sobre las instrucciones que del exterior mandaban Carlos Fonseca y Humberto Ortega, a través de Edgard Munguía, para la reorganización del mando en el país después de los asesinatos de Óscar Turcios y Ricardo Morales. Esa reunión fue en junio-julio de 1974 y participan Pedro Arauz, Eduardo Contreras, Henry Ruiz, Víctor Tirado López, Jacinto Hernández, Plutarco Hernández, Tomas Borge, Carlos Agüero y Bayardo Arce

6En el argot nica, tope es alguien que se especializa en comprar cosas robadas, a los delincuentes

7 Después de un pleito en el que casi pierde su brazo izquierdo, Carmen Rosales le dijo que se armara porque Román lo había perseguido. Por esta información, cuando venía para Jinotepe, pasó en Managua por una armería y compró una escopeta 12 de repetición y un revolver 38, tipo Magnum

8 Monseñor Guillermo Quintanilla fue primero maestro, luego se gradúa de abogado y finalmente se ordena como sacerdote en 1966.

9Doris María Morales Tijerino murió en accidente Aéreo de Cubana de Aviación el 19 de enero de 1985 a la edad de 9 años.

https://memoriasdelaluchasandinista.org/view_stories.php?id=85

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