Extractos del artículo "Suecia está en guerra" publicado por la analista Judith Bergman en las páginas de la web del Gatestone Institute.
En 2018, Suecia experimentó una cifra récord de disparos mortales, 306 en total.
Cuarenta y cinco personas fueron asesinadas y otras 135 heridas en todo el país, y la mayoría de las muertes se produjo en la región del sur, donde se encuentra Malmö.
En marzo, el Centro Forense Nacional de Suecia calculó que, desde 2012, el número de tiroteos en el país clasificados como asesinatos o intentos de asesinato habían aumentado casi un 100%.
El Centro también descubrió que el arma más común en los disparos fue el rifle de asalto Kalashnikov.
"Es una de las armas más fabricadas en el mundo y se usa en muchas guerras", dijo el jefe de equipo del Centro, Mikael Högfors. "Cuando ya no se necesitan... se meten de contrabando en Suecia".
Según la policía, en los seis primeros meses de 2018, uno de cada dos disparos tuvieron lugar en un "área vulnerable", también llamadas "zonas de exclusión".
En 2017, un informe de la policía sueca, "Utsatta områden 2017" ("Áreas Vulnerables 2017"), reveló que hay 61 áreas como estas en Suecia.
Abarcan 200 redes criminales, compuestas por una cifra estimada de 5.000 delincuentes. La mayoría de sus habitantes son inmigrantes no occidentales y sus descendientes.
La policía escribió en el informe de 2017 que los conflictos étnicos globales se están reproduciendo en las áreas vulnerables:
... el poder judicial [sueco] y el resto de la sociedad [sueca] no entienden estos conflictos ni tienen respuestas sobre cómo resolverlos.
La policía, por lo tanto, necesita tener un mejor conocimiento del mundo y comprender los sucesos para poder interpretar lo que está pasando en esas áreas.
La presencia de los retornados, simpatizantes de organizaciones terroristas como el Estado Islámico, Al Qaeda y Al Shabab, y los representantes de las mezquitas de orientación salafista, contribuyen a las tensiones entre estos grupos y otros residentes de las zonas vulnerables.
Desde el verano de 2014, cuando se proclamó un califato en Siria e Irak, han aumentado los choques sectarios, en especial entre los suníes, los chiíes, los cristianos levantinos y los nacionalistas de origen kurdo" (p. 13).
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En 2019, el ritmo de los disparos se mantuvo alto. En Malmö —una ciudad de más de 300.000 habitantes, de los cuales un tercio es "nacido en el extranjero", según las estadísticas municipales—, un hombre de 25 años murió por disparos delante de una oficina de servicios sociales el 10 de junio, y el mismo día, en la Estación Central de Malmö, un policía disparó a un hombre que llevaba una bomba en su bolsa y al parecer se había comportado de manera amenazante.
Esa noche, dos hombres fueron disparados en la zona de Lorensborg, de Malmö.
Más tarde, esa misma noche, dos explosiones conmocionaron a la ciudad.
A causa del aumento de la cifra de disparos, los funcionarios municipales están al parecer tan incómodos en su trabajo en la ciudad que el Ayuntamiento de Malmö ha emitido unas directrices sobre cómo los empleados municipales —en especial los que trabajan en asistencia a domicilio, rehabilitación y alojamiento temporal— pueden proteger su seguridad en la ciudad cuando van a trabajar.
Bajo el encabezado: "Seguridad personal: pistas y consejos para evitar verse en situaciones indeseadas", el Ayuntamiento aconseja a sus empleados: "Planifica tu itinerario, conoce tu zona [...] intenta minimizar el tiempo desde que aparcas tu bicicleta/coche hasta que entras [en el destino]".
También: "Antes de salir de un edificio, echa una ojeada a tu alrededor y evita verte en una situación indeseada [...] mantente alejado de personas que sean consideradas potencialmente amenazantes o peligrosas y aumenta la distancia si no hay otras personas cerca".
Un funcionario municipal, que recibió las directrices, acusó al Ayuntamiento de hipocresía: "A los medios, el Ayuntamiento dice siempre que todo está bien, aunque no lo esté. Después mandan este tipo de correo electrónico a sus empleados".
Las directrices sobre seguridad del gobierno municipal parecen apropiadas para una zona en guerra civil, como lo fue Beirut, en vez de la antaño pacífica ciudad de Malmö.
Beirut también viene a la cabeza en la ciudad sueca de Linköping, donde a principios de junio una explosión arrasó un edificio de viviendas, hasta el punto de que parecía haber sido atacado en una guerra.
Milagrosamente, nadie murió en la explosión, pero 20 personas resultaron heridas. La policía sospecha que el incidente tiene que ver con las bandas de delincuentes.
Unas semanas más tarde, dos hombres fueron disparados en el distrito de Skäggetorp en Linköping, que está en la lista de la policía de "áreas vulnerables" o "zonas de exclusión".
Después de eso, el 30 de junio, en nuevos incidentes relacionados con bandas criminales, se produjeron tres tiroteos en tres suburbios distintos de Estocolmo. Dos personas, de las cuales una había recibido un disparo en la cabeza, murieron.
Uno de los hombres asesinados, un rapero llamado Rozh Shamal, había sido condenado anteriormente por asalto, robo y otros delitos relacionados con las drogas, entre otras cosas.
Este año, sólo en Estocolmo, once personas han muerto por disparos, la misma cifra que en todo 2018. Este año, en Suecia, más de 20 personas han muerto hasta ahora por disparos.
"Esta tendencia es inaceptable", dijo Mats Löfving, jefe del departamento operativo de la policía nacional (Noa). "En muchos casos, se utilizaron armas automáticas militares.
Estamos viendo una reducción en los heridos por violencia con armas de fuego, pero el número de muertos no baja".
El 1 de julio, el jefe de la Policía Nacional, Anders Thornberg, dijo que la situación es "extraordinariamente grave". Afirmó, no obstante, que la policía no ha perdido el control de las bandas y que la principal tarea es parar el aumento de la cifra de jóvenes delincuentes.
"Por cada joven que disparan, hay entre 10 o 15 preparados para unirse",dijo. Sin embargo, sólo unos días después, añadió que los suecos tendrán que acostumbrarse a los disparos en el futuro cercano:
"Creemos que esto [los disparos y la extrema violencia] podrían continuar cinco o diez años en las áreas especialmente vulnerables", dijo Thornberg. "También tiene que ver con las drogas. Las drogas están consolidadas en la sociedad, y la gente corriente las compra. Hay un mercado por el que las bandas van a seguir peleándose".
Ulf Kristersson, líder del partido de la oposición, Moderaterna, dijo que la situación era "extrema para un país que no está en guerra".
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El escritor sueco Björn Ranelid discrepó. "Suecia está en guerra y los responsables son los políticos", escribió en Expressen:
Durante cinco noches seguidas se ha prendido fuego a los coches en la ciudad universitaria de Lund. Esos actos dementes se han producido en cientos de ocasiones en varios lugares de Suecia durante los últimos quince años.
Desde 1955 hasta 1985, no se quemó ni un solo coche en Malmö, Gotemburgo, Estocolmo o Lund. [...] Cuando una socióloga de la Universidad de Malmö explica los delitos [como una consecuencia de que] los jóvenes estén frustrados [...] está diciendo cosas sin sentido [...].
Repite las cosas que podría haber dicho un loro. Ninguno de esos delincuentes se está muriendo de hambre o no puede acceder a agua potable.
Tienen un techo sobre sus cabezas y se les ha ofrecido colegio gratuito durante nueve o doce años. No viven en casas dilapidadas.
Todos ellos [...] han tenido unos materiales en casa de una calidad superior que los varios miles de niños y jóvenes que crecieron en Ellstorp, en Malmö, donde yo vivía con mis padres y dos hermanos, en 47 metros cuadrados con dos habitaciones y una cocina, desde 1949 a 1966".
Ranelid concluía:
Se le llama educación, y esto es lo que les falta a miles de chicos y chicas en los hogares suecos de hoy. No tiene que ver con el dinero ni con cuál sea el lugar del mundo donde hayas nacido. No tiene nada que ver con la política o la ideología. Se trata de la ética, la moral y la convivencia entre las personas.
Los coches incendiados, frecuentes y generalizados, son sólo uno de los nuevos aspectos de la vida en la antes idílica ciudad de Lund.
En enero, Sadeq Nadir, un llamado "menor sin acompañante" de Afganistán, quiso matar a varias personas de la ciudad embistiendo contra ellas con un coche robado.
Aunque dijo que se había convertido al cristianismo, el material que se encontró en su apartamento demostró que quería librar la yihad y convertirse en mártir. Le dijo a la policía que su intención había sido matar.
El suceso se clasificó al principio como intento de crimen terrorista, pero después se cambió a la acusación de diez intentos de asesinato.
Aunque Sadeq ha admitido que su intención era matar, el juzgado de distrito sueco no consideró que Sadeq pudiese ser condenado ni por terrorismo ni por intento de asesinato.
El tribunal alegó que no había conducido "lo suficientemente rápido" para causar un riesgo de muerte concreto.
Asimismo, a pesar de que se descubrió que Sadeq había escrito textos sobre la yihad y el martirio y afirmaba que estaba actuando por Alá, el tribunal no consideró que hubiese actuado por ningún motivo de terrorismo religioso. Fue condenado sólo por causar un peligro para los demás y amenazarlos.
(...)
El 2 de julio, el Gobierno presentó una serie de propuestas para combatir la violencia armada, incluidas unas sanciones más duras por posesión de explosivos y nuevas competencias para los funcionarios de aduanas para que puedan bloquear paquetes de los que sospechen que contienen armas o explosivos.
Según la oposición, las propuestas han llegado demasiado tarde. "Esto se podría haber hecho hace un año, también. Nunca ha habido tantos disparos en Suecia.
Creo que para la mayoría de la gente es obvio que el Gobierno no ha hecho lo suficiente", dijo Johan Forssell, del partido de la oposición, Moderaterna.
Sin ir más lejos, el 6 de julio, el Día Nacional de Suecia, el primer ministro, Stefan Löfven, aunque reconoció que Suecia "sigue teniendo graves problemas sociales", declaró: "Pocas cosas estaban mejor antes en Suecia":
Pero, aunque podamos pensar en los viejos tiempos como unos tiempos idílicos cabañas rojas y prados verdes, pocas cosas estaban mejor antes.
En la celebración de una fiesta nacional, creo que deberíamos celebrar justo eso, lo mucho que hemos logrado como país. Hemos construido un país fuerte, donde cuidamos unos de otros.
Donde la sociedad asume la responsabilidad y no se deja a nadie abandonado.
Lamentablemente, es probable que muchos suecos se sientan terriblemente solos en un país que parece cada vez más una zona de guerra.
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