Pablo Gonzalez

Cuba, Venezuela y el movimiento correcto


Donald Trump pretende denigrar la obra de amor de los 600 000 cubanos que han prestado servicios médicos en más de 160 países en los últimos 55 años, bajo el estandarte de la Revolución.

Nuestros médicos trabajan sin descanso y a menudo sus condiciones de vida están por debajo de lo «normal» en algunos países. En esa noble acción, que Donald Trump con su ojo de águila, ve esclavitud, nuestra mirada amorosa distingue compromiso con el paciente altamente necesitado.

Una verdad –para variar en el menú conocido–, hay que reconocerle a Donald Trump en su más reciente perorata contra Cuba: nuestros médicos trabajan sin descanso y a menudo sus condiciones de vida están por debajo de lo «normal» en algunos países. Lo que pasa –y ahí está el detalle, como diría Cantinflas– es que lo que él toma como vergüenza es un honor solidario y donde su ojo de águila ve esclavitud, nuestra mirada amorosa distingue compromiso con el paciente altamente necesitado. Porque, escrito sea de paso, quien se ha ocupado con tenebrosa eficiencia de que las condiciones en Venezuela, para nuestros médicos y para su pueblo, sean todo lo «anormales» posibles es nada menos que el régimen de la Casa Blanca.

La génesis de este ataque, servido a la carta a la gusanera de cuello blanco instalada en el Gobierno estadounidense –la que mejor sabe halar los hilos de la contrarrevolución doméstica y domesticada que actúa en retablos de Cuba y de toda América Latina–, es la ambición re/presidencial del millonario que un día tocó la flauta y se sentó en esa silla tan discordante con sus anchas posaderas.

Trump quiere mandar también del 2021 en adelante y, para iniciar con buen pie su campaña, nada mejor que pedirle un lustrado de zapato a esa parte del electorado floridano que, por cualquier promesa de ataque a su patria de origen, le regalaría el voto al mismísimo Belcebú en persona. Entonces, hace muy poco inició su campaña, justo en Orlando, y agitó el viejo fantasma de la amenaza comunista con la declarada esperanza de mejorar su desempeño en urnas si es ayudado por esta minoría tan urgida de mimos presidenciales. 

¿Qué tiene ello que ver con la diatriba contra el manejo de nuestras misiones internacionalistas? Todo, porque la rebaja en categoría que hizo el Departamento de Estado –nadie sabe a pedido de quién– sobre el «no enfrentamiento» del Gobierno cubano a la trata de personas es otra llave Bolton, otro destornillador Abrams u otra pinza Pompeo para ajustar la maquinaria de sanciones de asfixia a un país pequeño que en cualquier urna, lo mismo en la onu que en el pecho de los pueblos, lo noquea de modo inapelable.

El imperialismo lo ha dicho y repetido y sí es matraca de él: La Habana no hace nada frente a las denuncias de trabajos forzados en las misiones médicas cubanas en el extranjero. «Los observadores señalan que el Gobierno no informa a los participantes sobre los términos de sus contratos, lo que los hace más vulnerables al trabajo forzoso», dice.

Con esa terminología oficinesca han torcido los derechos, nublado los valores y manipulado por siglos la historia de este mundo tan deformado a su imagen y semejanza. En su jerga del mal, totalmente analfabeta para asumir los términos de la solidaridad, no cabe entender que Cuba, tras formar las brigadas con hombres y mujeres dispuestos voluntariamente, les brinda en una frase –¡que tanto recuerda aquella de Martí a Gómez al ofrecerle el mando de la guerra!– el protocolo más detallado de toda la misión: van a salvar vidas ajenas, aun cuando la suya pudiera peligrar.

Es cierto, siempre hay un puñado de desertores que subastan su abandono en lo que puedan, pero decenas de miles siguen respondiendo, porque el socialismo que Trump fustigó en Florida está vigoroso en la Isla que tanta urticaria le provoca. Es cierto también –y esto lo apunta alguien que ha vivido al lado de ellos por más de año y medio– que una vez cumplido su término, muchísimos colaboradores desearían una prórroga.

Un día tendremos que hacer un informe para exponer, con toda contundencia, que EE.UU. es responsable ante el mundo de trata de gobiernos: los explota, los divide, los engaña, los manipula, los estafa, los enfrenta entre hermanos y siempre los traiciona, con un costo lacerante para sus pueblos. Todo, como en el viejo Oeste, por un puñado de dinero. Por cierto, el Departamento de Estado es la principal herramienta de semejante esclavitud.

Si los 600 000 cubanos que han prestado servicios médicos en más de 160 países en los últimos 55 años bajo el estandarte de la Revolución hubieran sido esclavos: ¿dónde está la obra más preparada, transformadora, noble y sensible que cabría esperarse del capital humano masivamente formado bajo el tintineo de monedas del capitalismo? ¿Qué misiones civiles más libres, capaces y calificadas ha llevado el Departamento de Estado a los países que la Casa Blanca subdesarrolló a punta de pistola en las décadas de solidaridad de esta Isla pequeña y punzante como espinilla en el senil acné del capitalismo?

¿Redactarán ese informe las ONG del mundo? No lo creo: ellas, que tanto dinero hacen a costa de valores postizos, no van a reconocer que Cuba tiene hoy, en más de 60 países de América Latina, África, Asia, Oceanía y hasta Europa a los esclavos más libres –y liberadores– que haya conocido la Historia moderna. Claro, ya se sabe que, salvo para Hollywood, a Washington no le agradan mucho los Espartaco.

Los amanuenses del imperio están más ocupados en quitarle por la fuerza el apoyo de Cuba a Venezuela –es verdad que esencial, ¿cuándo el respaldo de un hermano no lo es?– para hacer caer un proyecto de bien que, en relación con el nuestro, tiene otro pecado capital: llevarse a cabo en un país de inmensos recursos naturales.

El hombre que ha hecho del cinismo su baza política no tiene reparos en proclamar que Cuba debe cambiar su comportamiento sobre Venezuela ni conoce el rubor para apelar al chantaje en cualquier esfera.

Luego de que en diciembre la dirección de las Grandes Ligas de Béisbol llegara a un acuerdo con La Habana que habría permitido a peloteros cubanos integrar equipos de la mlb sin tener que abandonar su país, y de que la Casa Blanca lo bloqueara antes del primer lanzamiento, ahora nos enteramos de que el Gobierno de Trump estaría dispuesto a revisar esta negativa siempre y cuando la mlb consiga que Cuba reduzca su «cooperación de larga data» con el régimen de Nicolás Maduro. ¡Eso sí es juego sucio!

¿No alienta Trump a las mafias de tráfico que convirtieron peloteros en canoístas, nadadores y probables carnadas de tiburones? ¿Quién explota y especula con fines políticos?

El presidente que encalló la entrada de cruceros a la Isla, el que impuso una lista de sitios y servicios al que los viajeros estadounidenses deben ceñirse en tierras cubanas, el que convirtió a calenturientos grillos en celo en temibles agentes de la seguridad, nos muestra a un tiempo revólver y billetera: «Con el movimiento correcto, a Cuba le podría ir muy bien, podríamos hacer una apertura», dijo hace poco a la cadena Fox Business. 

¡Pobre millonario… tanta chequera y no sabe que el movimiento correcto lo hizo, hace 60 años, Fidel Castro Ruz!

http://www.granma.cu/mundo/2019-06-24/cuba-venezuela-y-el-movimiento-correcto-24-06-2019-23-06-43

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