Al haber fracasado hasta ahora todas las tentativas de golpe de Estado contra el gobierno constitucional y legítimo de Venezuela, desde la auto proclamación en una plaza pública del presidente bufo Guaidó, la bravuconada de introducir supuesta "ayuda humanitaria" a Venezuela desde la frontera con Colombia; luego del artero ataque contra las plantas e instalaciones del sistema eléctrico del país, pasando por las ineficaces "sanciones" imperialistas del gobierno de Trump, y el evidente desinflamiento de la oposición de la ultraderecha, nuevamente EEUU baraja la posibilidad de la intervención externa utilizando a alguno de sus peones latinoamericanos.
Le tocó su turno al presidente fascista de Brasil, Jair Bolsonaro, quien hizo declaraciones públicas de invadir a Venezuela sin reparar en las causas por las cuales desencadenar tal acción. En este tenor el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, realizó una gira por Latinoamérica para intentar organizar esa agresión contando con, además de Brasil, los gobiernos de derecha de Chile, Perú, Paraguay y Colombia.
En un franco acto de provocación el susodicho secretario de Estado terminó su agresiva gira en Cúcuta, Colombia (14 de abril de 2019), justamente desde donde intentaron introducir la famosa "ayuda humanitaria" en la provocación montada el 23 de febrero de 2019 que, como quedó demostrado, consistía en artefactos bélicos y útiles para el ejercicio de la violencia y, significativamente, un día después, a instancias del gobierno de Washington organizó la reunión del Cártel de Lima en Santiago de Chile para tratar la "cuestión de Venezuela", irónicamente por los gobiernos de la derecha, como el colombiano, argentino y brasileño, que experimentan profundas crisis económicas, sociales, ambientales, institucionales y de derechos humanos en sus respectivos países.
Es evidente que el objetivo estratégico de esta acción coordinada imperialista es formar, al estilo de las agresiones en Medio Oriente, una "coalición" de ejércitos oligárquicos y fuerzas mercenarias subordinados, comandados por el imperialismo norteamericano para invadir Venezuela, deponer al gobierno e instaurar, vía golpe militar, un gobierno títere que le entregue a EEUU el poder político, el control territorial del país y de sus recursos naturales.
Esta sería una de las condiciones favorables para que un imperialismo en decadencia secular como EEUU pudiera enfrentar, con algún éxito estratégico la emergencia y competencia de nuevas potencias (como Rusia y China) que, en el ámbito multilateral, le disputan, con grandes avances, la hegemonía o supremacía en el plano mundial. La primera, principalmente en el campo político y geo-militar, y la segunda, en el económico, particularmente con el desarrollo e impulso del proyecto transcontinental de la Ruta de la Seda.
Pero a escala de largo plazo lo que ha posibilitado esta situación es la tradicional dependencia histórico-estrutural de Venezuela, como la de otros países latinoamericanos, que ata el cúmulo de agresiones imperialistas desde el triunfo de la Revolución Bolivariana y la instauración de la V República que sepultó a la carcomida IV Republica de la oligarquía terrateniente y que hoy la ultraderecha y el gobierno norteamericano pretenden reinstalar.
Entendiendo la dependencia como:
"...una relación de subordinación entre naciones formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de producción de las naciones subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia. El fruto de la dependencia no puede ser por ende sino más dependencia, y su liquidación supone necesariamente la supresión de las relaciones de producción que ella involucra" (Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia, ERA, México, 1973, p.18).
En el contexto de esta definición si no hubiera dependencia (al igual que en otros países) sería muy difícil entender el despojo de 114,000 millones de dólares, según fuentes oficiales, qué habría sufrido Venezuela entre 2014 y 2019 por las acciones de bloqueo y de rapiña de EEUU y que, en otras circunstancias, invertiría en su propio desarrollo para contrarrestar la dependencia y el atraso.
Así, la dependencia es una condición estructural, nunca coyuntural, que solo se supera mediante la superación del propio capitalismo en tanto modo de producción, de explotación y superexplotación del trabajo fundado en la propiedad privada y la apropiación también privada de los medios de producción y de las mercancías.
En el caso particular de Venezuela, esta condición se ha traducido en la fuerte dependencia del país de la producción y exportación de hidrocarburos que genera la mayor fuente de divisas del presupuesto público y que, de alguna manera, ha vulnerado a la economía nacional, particularmente debido a la caída histórica de los precios de los combustibles, que han mermado los presupuestos públicos y posibilitado que el imperialismo y la derecha aprovechen esta situación para acelerar y profundizar el boicot y la guerra económica que posibilite la caída del gobierno.
Así lo reconoció el presidente Nicolás Maduro en su discurso dado en los Actos por el Día de la Dignidad Nacional y el 10º Aniversario de la Milicia Nacional Bolivariana donde, entre otras cosas, informó que sus efectivos habían rebasado los 2 millones de efectivos y se planteaba la meta de llegar a los 3 millones para diciembre del presente año.
En esta oportunidad enfatizó el hecho de que la dependencia era una situación que habría que superar mediante el desarrollo de las actividades productivas y agropecuarias dentro del país (una especie de sustitución de importaciones) con el objetivo de dejar de depender de la economía de los EEUU, de dólar y de los demás países desarrollados.
Reconociendo las experiencias productivas de los comuneros, de los pequeños y medianos productores que, de alguna manera, están garantizando y produciendo los alimentos necesarios para el pueblo para contrarrestar y salir de la guerra económica, se debe garantizar la autosuficiencia en semillas, en fertilizantes e insumos para que Venezuela tome un rumbo acelerado y creciente de producción y satisfacción de las necesidades alimentarias del país.
Afirmó que Venezuela tiene toda la fuerza política, militar, constitucional, moral, espiritual, tecnológica y científica; todas las condiciones para aprovechar las embestidas del imperialismo y lograr niveles superiores de liberación, de independencia.
Caracterizó el momento que vive Venezuela de agresiones, de guerra eléctrica, de guerra económica, como un momento superior de liberación de las fuerzas productivas, de liberación de Venezuela de todas las amarras y dependencias del imperialismo y de sus aliados en el mundo: liberación-desconexión del imperio del dólar, del sistema económico imperialista, de todos los procesos dependientes, en lo cultural, en lo educativo y en todos los procesos productivos (véase: https://www.youtube.com/watch?v=euAv3Lo2XC8&feature=youtu.be).
De alguna manera colocó la problemática esencial que toda revolución presenta en su tránsito de una economía y sociedad capitalista a otra socialista, en un mundo donde el hegemón está constituido por el sistema capitalista-imperialista en crisis y decadencia secular comandado por EEUU.
En la consecución de este objetivo estratégico, y en el marco de este convulso y contradictorio mundo termonuclear y de barbarie humana y social, se viene dando algunos pasos que, si de verdad se quiere avanzar en la superación de la dependencia y del capitalismo, se tendrán que profundizar y extender como proyecto histórico.
Así, por ejemplo, en el marco de la Sesión Plenaria de la XIV Comisión Intergubernamental de Alto Nivel Rusia-Venezuela (CIAN) el 5 de abril de 2019 el gobierno bolivariano suscribió 11 nuevos acuerdos bilaterales de importancia trascendental con Rusia en las áreas de petróleo, finanzas, agricultura, comercio, cultura, educación y ciencias y tecnología, según dio a conocer el vicepresidente sectorial de Planificación y Ministro de Planificación, Ricardo Menéndez.
Además, durante la plenaria se acordaron proyectos de inversión por el orden de los 3,200 millones de euros en el sector agrícola, según la Vicepresidencia Económica.
Así como Cuba, después del triunfo de la revolución en 1959 y en los años subsecuentes, particularmente, en el periodo de la Guerra Fría, sobrevivió a las agresiones y ataques de EEUU gracias a la presencia y apoyo de la entonces Unión Soviética, hoy, el imperialismo norteamericano , si bien desencadenando una ola de agresiones y ataques contra la economía y el gobierno de Venezuela, experimenta una especie de "détente" gracias al apoyo de Rusia y de China a la nación sudamericana -- por lo pronto y principalmente en el ámbito económico, tecnológico, científico, político y diplomático -- como potencias ascendentes en disputa con EEUU por la hegemonía-supremacía en el contexto internacional e histórico.
Sin embargo, el proceso socialista, que presupone la superación total del capitalismo en tanto modo de producción, de distribución, de intercambio, de consumo y como instrumento de explotación y superexplotación del trabajo para producir valor y plusvalía, es una empresa que compete a los trabajadores, al proletariado y al pueblo organizados y que, en el caso de Venezuela, incorpore el bolivarianismo y el nacionalismo con un profundo contenido internacional y latinoamericano.
Es obvio que ya se están dando pasos firmes en esta dirección y que las circunstancias actuales de la compleja y convulsa coyuntura internacional, regional y nacional, no hace más que profundizar y, de algún modo, radicalizar, ya que, de lo contrario, permaneciendo en un status indefinido y ambiguo entre capitalismo y socialismo -- como parece ser la situación actual -- más tarde que temprano el gobierno y el proceso revolucionario pudieran ser revertidos y derrocados por cualquier vía por el imperialismo y sus secuaces de la ultraderecha que acechan el momento preciso para procesar el asalto final del poder.
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