Los seres humanos muchas veces vemos únicamente lo que queremos ver o nunca más allá de nuestras narices.
Lo hacemos por miopía intelectual o porque le ponemos más atención a los decires que a lo que realmente es y está frente a nosotros para que lo apreciemos.
Somos dados a lo superficial creemos más en el ropaje exterior que en los valores íntimos de las personas por lo que de la misma manera terminamos juzgando las apariencias y no lo que realmente es y eso a la postre tiene costos altísimos para los propósitos, para las personas o para una nación.
Conozco gente, terca y obtusa hasta los tuétanos, que pueden tener frente a sus ojos un monumento a la prosperidad del tamaño del Monte Evert y lo que terminan viendo es únicamente la piedra inaugural de la obra y lo hacen por no conferir al autor el mérito que merece porque el egoísmo, la envidia o el odio se convierte en una venda para los ojos.
Si usted llama a uno de esos fatólogos y frente a él pone una hoja blanca con un punto negro en el centro tenga la seguridad que el centro de su atención será el punto negro.
Ese ciego jamás se percatará que hay un inmenso blanco alrededor del punto negro de la misma manera que si usted lo pone a ver un árbol en el bosque solo se quedará viendo el árbol, pero no el bosque y eso exactamente es lo mismo que pasa en la vida de algunas personas, que tienen una hoja en blanco entera para ver y aprovechar, pero se centran en el punto negro de la hoja o en el árbol del bosque.
Lo más curioso es que son tan ciegos, tan viscerales, que no se quieren dar cuenta que con actitudes como esas lo que hacen es ganar opiniones adversas porque el sentido común termina imponiendo desde la sabiduría más básica que quien se deja arrastrar por el pesimista, por la fatología está condenado a terminar aislado e ignorado porque nunca la necedad fue buena concejera y por el contrario repugna por el grado de idiotez y estupidez con que terminan identificados los que llaman negro a lo blanco, malo a lo bueno, odio al amor, violencia a la paz y muerte a la vida.
Aquí hay gentes que se prestaron, por ambiciones estrictamente de poder, a destruir al país.
Antes del 18 de abril pasado sostenían y con mucha fuerza que lo que había alrededor del punto negro era una inmensa hoja blanca y te floreaban el inmenso bosque en medio del cual se perdía el árbol, pero de la noche a la mañana se quedaron viendo el punto negro que el Tío Sam les pintó en la hoja y desde entonces se quedaron viendo la mancha, pretendiendo que quienes la queremos borrar, hagamos lo mismo que ellos.
Para los que creemos en la existencia de un Padre Celestial la vida es un regalo de Dios, nos la dio con cariño y amor y por eso muchos tenemos sobrados motivos para festejar porque pudimos evitar que el odio nos destruyera totalmente el país, porque fuimos más los amigos que nos apoyamos y nos mantuvimos firmes que aquellos que nunca lo fueron y condicionaron su supuesta amistad a que pensáramos igual que ellos y que hasta afectó a la familia misma, los que nos alegramos por el empleo que nos da el sustento porque hay quienes salen a la calle buscándolo pero rogando no encontrarlo, los que creemos que los milagros suceden diariamente y en consecuencia nos resistimos a mirar el punto negro, que puede ser el problema de salud que nos afecta, la falta de dinero, la difícil relación con un familiar, la decepción con un amigo o desde el prisma político lidiar con los necios, porque al final los optimistas queremos ser parte de la solución no del problema.
Los puntos negros son mínimos en comparación con todo lo que diariamente obtenemos, pero la fatalidad nos los quiere incrustar en la mente, en todo momento.
Saquen su atención de los puntos negros, aprovechen cada bendición, cada momento que el Creador nos da, tranquilícense y sean felices porque Nicaragua va a salir adelante como lo hizo en etapas de la historia que fueron mucho más difíciles que la actual coyuntura.
No escuchemos los cantos desafinados de aquellos que quieren atraernos a su propia maldición porque las cosas no les salieron como pensaban y por esas mismas razones se les ha ocurrido que debemos lanzarnos junto con ellos al abismo de sus desgracias cuando la verdad es que ya nos desgraciaron la prosperidad que traía el país.
Ahora nos corresponde a usted, a mí, a todos, no parar nuestro andar hacia adelante con la seguridad que hemos de remontar una gran montaña que podrá ser muy empinada pero jamás será más grande que la voluntad de lograrlo.
Aquellos a los que nos corre el nacionalismo por las venas estamos más que claros que somos nosotros los pilotos del país y no los que quieren ponerlo en las manos de un extranjero o de un sirviente nacional del imperio para que lo conduzca.
Nuestro coche se llama Nicaragua y este auto no es para quienes son el punto negro en la hoja.
La historia está llena de hombres que estuvieron peleando por sus ideas, y que después de fracasos temporales, obtuvieron el éxito.
Los nicaragüenses lo hemos demostrado una y otra vez y aunque la meta por ahora nos resulte distante vamos a salir adelante dando vuelta a la página del odio porque ese camino solo pueden andarlo aquellos que en su desesperación siguen cometiendo errores, siguen sabiéndose ignorados y apartados por un pueblo que ha sido sumamente sabio para no ponerse al mismo nivel de sus victimarios.
La sensación de esta libertad que vivimos frente a la esclavitud que el miedo nos quiso imponer, el asumir el control del volante de nuestra vida como nación, nos ha dado una seguridad y energía interior que no tiene precio y que se transformó en derrota para los que solo saben ver el punto negro.
Para un militar, su orgullo son las heridas de guerra. Para el hombre de negocios, es platicar de sus fracasos, antes de alcanzar la cima y por esas mismas razones construir la patria grande que soñó Rubén será salir de la fosa profunda a la que la miseria humana nos lanzó.
Pasado el tiempo, aunque las derrotas temporales nos hayan causado dolor, cuando sean cosa del pasado, nos divertirá recordarlas y dará más valor por el éxito alcanzado porque los que lloraran serán aquellos que nunca pudieron ver el inmenso blanco que había alrededor del punto negro.
Apártate de ese mal nicaragüense que quiere asesinar tus esperanzas y no lo escuches y menos permitas que dirija el coche de tu vida, a una velocidad diferente a la que tú lo haces porque su maldad querrá estrellarte por placer.
No te reprimas, no tengas miedo de compartir lo que es tu verdad si su propósito tiene raíces en el bien. En tu camino siempre estarán los muros, los alacranes, los bichos y las ponzoñas que querrán dañarte. Cuando encuentres esos insectos no te detengas, sigue adelante, no se te ocurra volverlos a ver, ignóralos y pásales encima porque su intención siempre será hacer que pierdas el tiempo, que te metas al círculo de sus vanas discusiones, para robarte el ímpetu y las energías.
Cuando esos bichos, esos puchos, esos pigmeos mentales, esa charbasca, esos desadaptados, descerebrados se te lancen encima tírales una bendición, ponles la mejor sonrisa, demuéstrales el poder de tu optimismo y los veraz echando espuma por la boca, esos Dráculas verán en tu reacción un crucifijo e impotentemente retrocederán porque no pudieron ni podrán, porque el odio se alimenta de violencia y de sangre y si a ellos les quitamos ese combustible, los veremos consumidos por el fuego de la luz que acaba con la oscuridad.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA
Por: Moisés Absalón Pastora.
http://www.redvolucion.net/2019/02/12/absalon-pastora-el-punto-negro/