En el marco de un encuentro tuvimos la posibilidad de tener una breve charla con el embajador de Venezuela en Chile, Arévalo Méndez, aquí no se trata de apoyar o no a un gobierno y repetir como loros lo que muchos quisieran escuchar, por lo tanto llevaremos a ustedes a leer lo que dijo una persona que vive en carne propia y sabe de lo que habla.
El diplomático, que es un académico muy formado, nos contó allí su visión de la situación venezolana.
De todas las cosas que dijo, hubo una en particular que rompió con algunos de los esquemas, lo cual nos hizo pensar y lo queremos compartir.
A partir de nuestras preguntas nos dijo que los intentos golpistas en Venezuela no tenían que ver únicamente con el petróleo (veníamos de las “guarimbas” de 2014 y todavía faltaban las de 2017).
Que había muchas más razones.
Se preguntó retóricamente ¿cuánto vale en precio de mercado Telesur? por ejemplo.
Y yo agrego ¿cuánto valdrá políticamente para las grandes corporaciones mediáticas silenciar esa voz disidente?
Además, explicaba el embajador que la banca venezolana está mayoritariamente en manos del Estado, al igual que los servicios de luz, gas y agua.
Así como las empresas siderúrgicas y del aluminio. Es decir: todo un oasis virgen para la voracidad privatista de las grandes corporaciones multinacionales que controlan esos sectores.
En ese momento nos dijo que PDVSA tendría un valor en activos por 2 billones de dólares.
Una de las primeras acciones que la prensa le atribuyó al autoproclamado Guaidó es que iba a renovar la directiva de la empresa “Citgo Petroleum”, filial de PDVSA en Estados Unidos y “uno de los principales activos de la industria fuera de las fronteras”.
Además, sostenían que ya tiene programado sancionar una nueva “Ley Nacional de Hidrocarburos” que establece términos “fiscales y contractuales FLEXIBLES” [1] (no sé si les suena este término).
Antes de Chávez, PDVSA se comandaba desde una computadora central que estaba en Miami. Cambiar esa situación le costó sabotajes, lock out y un golpe de Estado que duró 47 horas (también promovido desde EEUU).
Seguramente, una de las primeras cosas que sucederá si triunfa el “restablecimiento democrático” comandado por Trump, será volver a poner en funcionamiento ese comando de Miami.
El diplomático nos contó además que Aznar y el Rey de España se habían enojado con Chávez cuando éste había decidido sacar a las pesqueras comerciales del Caribe Venezolano (mayoritariamente españolas), que estaban devastando los recursos.
Había beneficiado, en cambio, a los pescadores artesanales, y recuperado la soberanía ictícola del país.
Como si fuera poco, en Venezuela está prohibida la siembra con transgénicos.
Es muy triste que Bayer-Monsanto, Dupont, Novartis, que se cuentan entre las corporaciones más poderosas del planeta, no pueden hacer florecer los frutos podridos del agro negocio, por culpa de la feroz “dictadura”.
Por otro lado, la República Bolivariana no le compra más armas ni pertrechos militares a EEUU o Francia, como solía hacer.
En cambio las adquiere en Rusia y China.
El Complejo Industrial Militar gobierna Norteamérica desde la salida de la 2º guerra mundial, como lo advirtió el mismo presidente Dwight Eisenhower, al terminar su mandato en 1961.
Ni comercial, ni geopolíticamente pueden estar contentos los amos y señores de la guerra con esta situación.
Finalmente, Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo comprobadas del mundo, mientras que Estados Unidos es el principal consumidor de ese recurso…
Como verán, las grandes corporaciones pueden llegar a tener mucho por ganar, flexibilizar, privatizar, saquear…
Por eso nos ¿En serio les preocupa la democracia?
¿En serio están diciendo que la democracia va a “retornar” a Venezuela de la mano del racista, misógino, rey mundial de la intolerancia y apologeta de la supremacía blanca?
El que cerró por dos meses el gobierno porque no le aprueban su muro medieval, donde encarcelan niñas y niños migrantes ¿Esa bestia, junto al pinochetista Piñera, el Pro-cesista Macri, y el fascista de Bolsonaro son los paladines de la democracia?
Permítanos que ríamos un poco… o llore.
Ya pasó el siglo XX y los primeros años del XXI.
No hace falta ser historiador para saber lo que ha sucedido después de cada intervención yanqui.
Tampoco hace falta ser constitucionalista para darse cuenta que un presidente no se nombra por twitter (¡desde EEUU!) ni se juramenta en un palco callejero.
Ni un politólogo para saber que la democracia en la Casa Blanca se mide según cuán cerca del suelo estén las rodillas de un gobierno.
Una ecuación muy simple: mientras más postrado a sus intereses, más demócrata.
Después de la crisis global de 2008 se ha iniciado una ofensiva brutal sobre nuestros pueblos.
En julio de 2008 los yanquis rehabilitaron la Cuarta Flota (responsable de operaciones en el Caribe, América Central y del Sur), mientras que se ha ampliado la presencia de bases militares: los informes sostienen que ya habría 76 bases militares de EE.UU. y la OTAN.
Desde entonces se han producido varios episodios que atentan contra la democracia.
En 2009 los yanquis propiciaron un golpe de Estado en Honduras, en 2012 hubo un golpe parlamentario contra el presidente Lugo en Paraguay, en 2015 la derecha logró destituir a Dilma a través de “impechment” y el año pasado encarcelaron a Lula, para que no pueda presentarse a elecciones.
Facilitando el ascenso de Bolsonaro. Por mencionar los episodios más significativos.
Se trata de esfuerzos brutales que buscan destruir la soberanía de los países latinoamericanos y que pretenden profundizar el saqueo: por las “buenas”, con ayuda de los medios y el poder judicial… o por las malas.
Por eso nadie en Nuestra América puede ser imparcial ante lo que está sucediendo.
Discutir sobre el gobierno de Maduro no es el eje del debate.
Sus problemas y contradicciones (que las hay y son grandes) las deberá resolver el pueblo venezolano.
El tema central hoy es la paz, la estabilidad, la democracia (en serio), la soberanía y la autodeterminación.
Frente a la injerencia, la colonia y el saqueo.
¡Fuera yanquis de América Latina!