Durante tres décadas fue un símbolo de poder en la política costarricense; ejerció la Presidencia en dos ocasiones y obtuvo un Premio Nobel de la paz, una distinción que ningún centroamericano había recibido hasta entonces.
Pero, de la noche a la mañana, una de las figuras más influyentes -aunque polémicas- de Costa Rica parece acorralada.
Dos denuncias penales por abusos sexuales en menos de una semana y otras cuatro acusaciones públicas de parte de mujeres profesionales que aseguran haber sufrido agresiones similares, han puesto a Oscar Arias en el centro de un escándalo de proporciones planetarias.
A esto se suma una acusación por prevaricato, impulsada por la Fiscalía, en relación con la firma de un decreto de interés nacional que en 2008 autorizó a la empresa canadiense Infinito Gold la explotación de una mina de oro en Crucitas, al norte del país, contrariando disposiciones previas que prohíben la explotación minera a cielo abierto.
Quizá sea prematuro sacar conclusiones definitivas, pero no tanto para intuir algunas consecuencias de este descalabro. Oscar Arias tendrá todo el derecho y todos los recursos para defenderse, pero aún en el caso de que lograra salir airoso de estos procesos penales, muy difícilmente saldrían ilesos su credibilidad y prestigio.
El edificio de influencias y control político que construyó a lo largo de su vida se está resquebrajando. En realidad, empezó a resquebrajarse hace algunos años, pero este parece ser un empujón brutal que acabará por derrumbarlo.
El vuelo del águila
En 2006, en plena campaña por su reelección, Arias rechazó un debate con su contendor Ottón Solís diciendo: “las águilas habitan en las cumbres y cometerían un gravísimo error si bajan al fango a pelear con los caracoles”.
La frase se hizo famosa no solo porque refleja la vanidad y prepotencia de un dios del Olimpo, que desde su altura observa a los demás como pequeñas criaturas rastreras, sino porque describe una manera anacrónica y cada vez menos funcional de ver y afrontar la política.
Pero en ese momento, Arias seguía en el pináculo de su carrera. Durante su primera administración (1986-1990) había propuesto un plan de paz para pacificar a Centroamérica, sacudida por las últimas convulsiones de la Guerra Fría. La propuesta tuvo un amplio apoyo en Europa y en algunas democracias latinoamericanas, como México, no así en las superpotencias: Estados Unidos y Rusia.
Sin embargo, el plan tuvo éxito y ello le valió el Premio Nobel en 1987.
Las fuerzas beligerantes en El Salvador, Nicaragua y más tarde Guatemala iniciaron negociaciones y firmaron la paz. De ahí en adelante, Arias se convertiría en una de las personalidades centroamericanas con más reconocimiento internacional.
Internamente, este logro le permitió prolongar su mandato más allá del periodo constitucional. Su opinión mantuvo un peso determinante en el Partido Liberación Nacional (PLN) y en todos los poderes públicos, en los que sus fichas empezaron a tomar posiciones: el Congreso, la Corte Suprema de Justicia y otros órganos del Estado. El “arismo” se extendió y consolidó de manera inapelable.
Esto le permitió volver a la presidencia en 2006, tras barrer con un “cañonazo a la constitución” (como lo definió su correligionario, el expresidente Luis Alberto Monge) el artículo que prohibía la reelección.
En este segundo periodo (2006-2010), Arias empeña todos sus recursos -incluido el chantaje político y la falsificación mediática- para lograr la aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, que enfrentaba un creciente rechazo de un amplio sector del electorado.
El instrumento comercial se aprueba en un referendo por estrecho margen, lo cual supuso para él un éxito parcial. Por una parte recibe el reconocimiento de diversos sectores, especialmente empresariales y políticos tradicionales, pero se gana la animadversión de una extensa porción de la ciudadanía, convencida de que el resultado había sido producto de un fraude técnico.
Al concluir su segundo mandato, Arias le da la bendición a su vicepresidenta, Laura Chinchilla, para ser postulada candidata por el PLN. Chinchilla consigue ser electa como la primera mujer presidenta de Costa Rica en 2010, pero este éxito quizá haya sido el principio del fin.
Contra los cálculos de su mentor, que esperaba seguir ejerciendo el poder real desde su casa en Rohrmoser, Chinchilla se planta y rechaza el intento de Arias de colocar a su hermano Rodrigo como ministro de la Presidencia. El divorcio político entre ambos es tajante y, aunque Arias aún conserva su red de influencias en el partido y el aparato del Estado, su capacidad de influir en las decisiones ejecutivas se debilita.
La victoria del Partido Acción Ciudadana en 2014, con el triunfo de Luis Guillermo Solís, pone fin a una larga historia de bipartidismo en Costa Rica.
En 2017, Arias hace un vaticinio: “Si el PLN no gana en el 2018, desaparece”. Efectivamente, El PLN perdió las elecciones y las perdió aparatosamente con el candidato que él mismo había colocado al frente de la contienda (Antonio Álvarez Desanti). De manera que la derrota de la agrupación es su propia derrota.
Este acontecimiento marca el ocaso del mito.
Aislamiento
Tras las denuncias de hostigamiento sexual, el Partido Liberación Nacional le ha pedido “la separación temporal” mientras se aclaran los hechos. Una forma piadosa de presentar la baja del que hasta ahora fue su miembro más prominente. Resulta obvio que El PLN teme contaminarse y lo deja solo con su problema.
Arias ya no tiene un aliado firme en la Fiscalía, como tuvo durante mucho tiempo, y probablemente haya perdido importantes fidelidades en el Poder Judicial, lo que presagia un proceso largo, complicado y desgastante para el exgobernante.
En un pasado no tan lejano, todavía hace algunas décadas, el hostigamiento sexual no tenía un aspecto tan deshonroso. A un hombre con tales conductas se le llamaba “mujeriego” y tal fama lo adornaba con un halo de masculinidad. A un líder político podía incluso mejorarle su reputación, porque hablaba de su hombría y, “en consecuencia”, de su capacidad para dirigir. Eran visiones de una sociedad rígidamente patriarcal.
Aún falta mucho para lograr una verdadera igualdad de género, pero la sociedad occidental moderna ha experimentado cambios significativos. El abuso sexual tiene ahora el aspecto terrible que durante mucho tiempo escondió tras la mitología machista, genera un rechazo social bastante generalizado y es penalizado con mucha más frecuencia.
Desde luego, Oscar Arias debe ser considerado inocente mientras no se logre probar su culpabilidad. Este es un principio que debe defenderse contra viento y marea, es esencial a una democracia y quien no lo defienda solo estará afilando un cuchillo para su propio pescuezo. En su momento, los tribunales decidirán.
Sin embargo, lo que resulta innegable es que este golpe de onda ha derribado al águila altiva y la ha puesto al nivel de los caracoles, que la observamos ahora un tanto incrédulos y muy asombrados.
http://www.informa-tico.com/8-02-2019/oscar-arias-aguila-caracol?fbclid=IwAR1ZaRpy3SR0vNOA6IqaYd0vHaqOvXCz5BgvrfrYLeyb0MhhfAFM5aJm3jY