El fallecimiento de George H.W. Bush ha dominado el cubrimiento de las noticias estadounidenses durante días; sin embargo se le prestó poca atención a un hecho decisivo de su primer año de presidencia: la invasión a Panamá.
El 19 de diciembre de 1989, Bush mandó decenas de miles de soldados a Panamá, presumiblemente para hacer cumplir una orden de detención contra el líder de ese país, Manuel Noriega, por tráfico de drogas.
El general Noriega había sido un aliado cercano de Washington y estaba en la nómina de la CIA.
En un discurso que se difundió por televisión, Bush adujo que la invasión era necesaria para defender la democracia en Panamá.
Durante el ataque, Estados Unidos desató una fuerza de 24 mil soldados equipados con armamentos altamente sofisticados y aviones contra un ejército cuya fuerza era menor a la del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York.
Se estima que tres mil panameños murieron en el ataque.
Durante el ataque, Estados Unidos desató una fuerza de 24 mil soldados equipados con armamentos altamente sofisticados y aviones contra un ejército cuya fuerza era menor a la del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York.
Se estima que tres mil panameños murieron en el ataque.
Para saber más de este tema, hablamos con Greg Grandin sobre el impacto a largo plazo de la invasión a Panamá.
Grandin es un reconocido escritor y profesor de historia latinoamericana en la Universidad de Nueva York.
Grandin es un reconocido escritor y profesor de historia latinoamericana en la Universidad de Nueva York.
Transcripción
Esta transcripción es un borrador que puede estar sujeto a cambios.
JUAN GONZÁLEZ: Comenzamos el programa de hoy analizando el legado de George H.W. Bush, el 41º presidente de Estados Unidos, quien falleció el viernes a la edad de 94 años. Su cuerpo yace en el Capitolio. El funeral será realizado el miércoles en la Catedral Nacional de Washington. Los expresidentes Barack Obama, Bill Clinton, Jimmy Carter y George W. Bush, el hijo de Bush, asistirán al servicio, al igual que el presidente Donald Trump, quien no fue invitado a hablar. Un segundo funeral se llevará a cabo el jueves en Houston, donde George H.W. Bush será enterrado.
AMY GOODMAN: A pesar de que la muerte del expresidente Bush ha sido el tema principal de las noticias durante días, se ha prestado poca atención a un evento clave del primer año de su mandato: la invasión de Panamá. El 19 de diciembre de 1989 Bush envió decenas de miles de soldados a Panamá, aparentemente para ejecutar una orden de arresto contra el líder del país, Manuel Noriega, por cargos de narcotráfico. El general Noriega había sido un aliado cercano a Washington y estuvo en la nómina de la CIA. En un discurso televisivo emitido a nivel nacional, Bush afirmó que la invasión era necesaria para defender la democracia en Panamá.
GEORGE H.W. BUSH: Anoche ordené a las fuerzas militares de Estados Unidos que se dirijan a Panamá. Ningún presidente toma una decisión como esta a la ligera. Esta mañana, quiero decirles lo que hice y por qué lo hice. Durante casi dos años, Estados Unidos y naciones de América Latina y del Caribe han trabajado juntos para resolver la crisis en Panamá. Los objetivos de Estados Unidos han sido salvaguardar las vidas de los estadounidenses, defender la democracia en Panamá, combatir el narcotráfico y proteger la integridad del Tratado del Canal de Panamá.
JUAN GONZÁLEZ: Durante el ataque, Estados Unidos desplegó una fuerza de 24 mil soldados equipados con armamentos altamente sofisticados y aviación militar contra un ejército con menos efectivos que el Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York. Se estima que tres mil panameños murieron en el ataque. Pero la guerra fue altamente suavizada por los medios estadounidenses. A continuación vamos a ver parte del trailer del documental ganador de un Oscar: “El engaño de Panamá”.
GEORGE H.W. BUSH: Hace un año, los panameños vivían con miedo, bajo el dominio de un dictador. Hoy, la democracia ha sido restaurada. Panamá es libre.
JOSÉ DE JESÚS MARTÍNEZ: Se dice que invadimos Panamá por Manuel Noriega. No sé cómo los estadounidenses pueden ser tan estúpidos como para creer en eso. Quiero decir, ¿cómo puedes ser tan estúpido?
MICHAEL PARENTI: El papel que cumplieron los principales medios de comunicación en la cobertura de Panamá fue el de una colaboración total con el Gobierno [estadounidense]. No hubo una perspectiva crítica. No hubo ni una reflexión, ni una duda.
PETE WILLIAMS: Lamentamos no haber podido utilizar a los medios de comunicación con mayor eficacia.
CHARLES RANGEL: Usted pensaría, por los clips de video que se vieron, que todo esto era como una celebración de carnaval, que las personas en Panamá estaban saltando de alegría.
VALERIE VAN ISLER: Se centraron en Noriega, y pasaron por alto lo que le estaba pasando al pueblo panameño, pasaron por alto los cuerpos en la calle, pasaron por alto la cantidad de muertos.
CHARLES RANGEL: Lo cierto es que ni siquiera sabemos a cuantos panameños hemos matado.
PETER KORNBLUH: Panamá es otro ejemplo de esta idea de destruir un país para salvarlo. Y Estados Unidos ha ejercido esta doctrina de “el poder otorga el derecho” entre los países más pequeños del tercer mundo para invadir estos países, conseguir lo que quiere y luego dejar que la gente que vive allí se pudra.
ROBERT KNIGHT: La invasión prepara el escenario para las guerras del siglo XXI.
AMY GOODMAN: Ese era el tráiler del documental ganador de un Oscar “El engaño de Panamá”, dirigido por Barbara Trent. El mes pasado, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos pidió a Washington que pague reparaciones a Panamá por lo que fue ampliamente visto como una invasión ilegal. Para más información sobre el legado de George H.W. Bush y el impacto a largo plazo de la invasión de Panamá, nos acompaña aquí en Nueva York Greg Grandin, reconocido escritor y profesor de Historia Latinoamericana en la Universidad de Nueva York. Su próximo libro se titula “El fin del mito: De la frontera al muro fronterizo en la mente de Estados Unidos”. Sus libros anteriores incluyen: “La sombra de Kissinger: El largo alcance de las medidas del estadista más polémico de EEUU”. y “El taller del imperio: América Latina, Estados Unidos y el ascenso del nuevo imperialismo”. Su última pieza para The Nation se titula “George H.W. Bush: un ícono de la élite WASP —y la brutal represión estadounidense en el Tercer Mundo”. Profesor Grandin, bienvenido de nuevo a Democracy Now! Háblenos de la invasión a Panamá.
GREG GRANDIN: Bueno, tuvo muchas consecuencias, fue el mayor despliegue de tropas estadounidenses desde la guerra de Vietnam y se hizo a modo de espectáculo. Esto fue pensado para revertir lo que Bush denomino, claramente, el síndrome de Vietnam. Fue un punto de inflexión en el derecho internacional ya que derrocó la doctrina de la soberanía, que había sido la piedra angular del sistema internacional desde al menos las décadas de 1930 o 1940. Esta doctrina indica que los países no pueden invadir o intervenir en la política de otro país sin consentimiento multilateral. La Organización de Estados Americanos condenó la invasión. La ONU no apoyó la invasión. Se llevó a cabo, como dijo George H.W. Bush, en nombre de la democracia, lo cual es otro motivo importante y significativo. Y ocurrió apenas un par de semanas después de la caída del muro de Berlín. Estados Unidos había justificado sus intervenciones anteriores ya sea en nombre del anticomunismo o por la seguridad nacional o la seguridad del hemisferio. Esta invasión fue un retorno a un cierto tipo de moralismo para justificar el militarismo norteamericano. Y por todos estos motivos, preparó el escenario para las guerras que llegarían después: el cambio en la doctrina legal, la forma de ejecución, de carácter espectacular con conmoción y asombro, el envío de 30.000 soldados dentro de Panamá, y siendo cubierto por los medios. Solo piénsalo. Solo compáralo con el bombardeo secreto de Kissinger a Camboya durante años. Eso tenía que hacerse de forma no oficial porque los ciudadanos de Estados Unidos se oponía a la guerra, en su mayor parte. Entonces, la invasión fue un verdadero punto de inflexión en la aceptación pública de la guerra y en la capacidad del poder ejecutivo para justificar y librar una guerra. Entonces, tuvo numerosas consecuencias, y nos llevó directamente a la catástrofe en la que estamos hoy.
JUAN GONZÁLEZ: Y, Greg, en términos de la importancia histórica, recordemos que antes hubo otra invasión, una más pequeña, cuando Bush era vicepresidente y Ronald Reagan presidente, en Granada.
GREG GRANDIN: Sí.
JUAN GONZÁLEZ: Granada, que es un país de menos de 100.000 personas.
GREG GRANDIN: Correcto.
JUAN GONZÁLEZ: Pero lo de Panamá fue en realidad contra una nación más sustancial. Panamá en ese momento tenía una población de alrededor de 2.4 millones de personas. Y también, creo, tuvo un impacto en el modo en que los medios cubrirían la guerra. Recuerdo que hubo un gran alboroto en la prensa de Estados Unidos porque inicialmente el Gobierno no estaba permitiendo a ningún medio cubrir la guerra.
GREG GRANDIN: Sí.
JUAN GONZÁLEZ: Luego, después de muchos reclamos, se acordó enviar un avión de reporteros el segundo día de la invasión. Yo estaba informando para el Daily News en aquel entonces y estuve en ese vuelo. Nos retuvieron. La prensa en realidad fue retenida por los militares, en una de las bases militares, hasta que varios de nosotros protestamos y pudimos salir a cubrir libremente. Tuvimos que escapar de la base militar estadounidense para poder realmente cubrir la guerra. Pero la mayoría de la prensa trató a esa invasión ilegal, como usted la llama, como un esfuerzo por liberar a Panamá.
GREG GRANDIN: Sí. Bueno, parte del remedio para superar el síndrome de Vietnam era averiguar cómo controlar a la prensa. Hubo un análisis de que la prensa había trabajado por fuera del control oficial en Vietnam, que había logrado sus fuentes independientes, que no había escuchado al Pentágono, y que había analizado críticamente la guerra. Hubo toda una generación, toda una cohorte, de periodistas de investigación, como Sy Hersh y Michael Herr, que dio sus primeros pasos en Vietnam, y estos periodistas fueron críticos de la política exterior de Estados Unidos. Ese era un problema que necesitaba ser resuelto. Y Panamá les permitió probar diferentes formas de lograrlo. Usted los experimentó directamente cuando cubrió Panamá. Entonces, el Gobierno mejoró en eso hasta que llegó la primera Guerra del Golfo y la segunda Guerra del Golfo, en las cuales la prensa fue controlada a través de una cobertura empotrada en las tropas y todo eso.
AMY GOODMAN: Juan, explique cómo era estar en ese avión. ¿Y quién lo estaba reteniendo en la base militar?
JUAN GONZÁLEZ: Bueno, en realidad lo que ocurrió, lo que necesitamos entender es que Panamá ya estaba ocupada por Estados Unidos cuando llegamos. Había varias bases militares en la Zona del Canal, porque esa zona aún no había sido devuelta a Panamá. Así que el ejército estadounidense ya estaba allí. Entonces, una vez que el avión de la prensa aterrizó en el segundo día de la invasión, el 20 de diciembre, básicamente nos mantuvieron en la base. Y traían prisioneros de guerra ante la prensa para que los entrevistáramos. Eran personas que ellos habían capturado, detenidos los llamaban ellos. Pero no permitían que la prensa saliese a cubrir los ataques a la ciudad de Panamá. Y hubo casi como una rebelión por parte de los reporteros que decían: “No, tenemos que salir y ver qué está pasando”. Así que finalmente permitieron que algunas personas salieran en autobuses, todos conducidos por los militares, con escoltas militares. Y luego un puñado de nosotros logró escapar de los autobuses. Exigimos que nos dejaran salir e ir a la ciudad para que pudiéramos realmente cubrir lo que estaba pasando.
GREG GRANDIN: Sí, en Panamá, en 1989, y desde principios de los 80, Estados Unidos veía cómo una generación de reporteros había perfeccionado sus habilidades y análisis crítico en Vietnam aplicando todo eso en Centroamérica, como la cobertura del periodista Ray Bonner de El Mozote. Y por todo eso…
AMY GOODMAN: Ray Bonner, quien estaba escribiendo para The New York Times.
GREG GRANDIN: Correcto, él estaba escribiendo para The New York Times y fue reasignado porque tenía demasiada cercanía con la historia.
AMY GOODMAN: El Mozote fue una masacre en El Salvador.
GREG GRANDIN: La masacre en 1981 en El Salvador. Y también había formas en las que los periodistas estaban cultivando sus propias fuentes independientes. Eran demasiado autónomos. Eran demasiado críticos. Y todo eso tenía que ser controlado, y estos periodistas debían ser “recuperados” y restablecidos como un pilar para la seguridad nacional del estado, ya sea como porristas o simplemente como comentaristas y analistas no críticos de lo que estaba pasando.
JUAN GONZÁLEZ: ¿Y el hecho de que Manuel Noriega tenía una la relación previa con la CIA y George Bush, habiendo sido director de la CIA, era muy consciente del papel que jugaba Noriega?
GREG GRANDIN: Sí, él era nuestro hombre en Panamá. Fue un activo clave en Irán-Contra, e Irán-Contra no fue solo un escándalo sino una amplia política para cultivar aliados anticomunistas dentro de la región, ya sean narcotraficantes, ya sean dictadores, o cualquiera que pudiera ser usado para crear esta red de logística para apoyar a los contras y las fuerzas anticomunistas. Y Noriega era un aliado clave. Eso cambia en 1986, curiosamente. Sy Hersh publica una historia en The New York Times que detalla todas las conexiones de Noriega con el narcotráfico y su profunda participación en el narcotráfico. Entonces, él se convirtió en una carga pesada. Pero él no estaba primero en la agenda de expulsión de los últimos años de la presidencia de Reagan, o incluso en los primeros años del Gobierno de Bush. El Gobierno de Bush cayó de algún modo en la invasión de Panamá…
AMY GOODMAN: ¿Cómo?
GREG GRANDIN: Bueno, empujado de alguna manera a nivel local. Hubo movimientos sociales en Panamá a favor de la democracia que fueron reprimidos. Y puertas adentro en Estados Unidos había mucha presión política hacia la Casa Blanca para hacer algo, hacer lo que sea. Y Dick Cheney apareció en el programa de MacNeil/Lehrer y dijo: “No estamos en el negocio de la promoción de la democracia”. Dick Cheney siendo … No puedo recordar. ¿Qué era él en el Gobierno de Bush? Él era el secretario de defensa de Bush, ¿verdad?
AMY GOODMAN: Sí.
JUAN GONZÁLEZ: Secretario de Defensa, correcto.
GREG GRANDIN: Y él dijo: “No estamos en el negocio de la promoción de la democracia. Vamos a dejar que esto se resuelva solo”. Y fue criticado. Entonces, el Gobierno de Bush vio una oportunidad y todo se disparó de inmediato. Se pasó rápidamente del esfuerzo por detener el narcotráfico a la justificación de querer promover la democracia. Esa justificación ganó fuerza rápidamente en un par de días, hasta que Bush apareció en la televisión diciendo que esa era la razón por la que estábamos invadiendo Panamá.
AMY GOODMAN: Vamos a volver a esta discusión, y también se sumarán otros invitados. Greg Grandin, es un reconocido escritor y profesor de Historia Latinoamericana en la Universidad de Nueva York. Su próximo libro se titula: “El fin del mito: De la frontera al muro fronterizo en la mente de Estados Unidos”. Esto es Democracy Now! Volveremos en un minuto.
https://www.democracynow.org/es/2018/12/4/greg_grandin_george_hw_bushs_1989