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Guatemala: Jacobo Arbenz, ¿cómo olvidarlo?


* Hace 64 años, Arbenz en Centroamérica avizoró la urgencia de abrir el camino hacia un mercado interno. Arbenz había sido “absolutamente sincero con los industriales, comerciantes, banqueros”, esperaba equivocadamente la “colaboración patriótica de los capitalistas” y éstos se aliaron con la CIA y el imperialismo lo derrocó.

Como recordarán en la historia, el 15 de marzo de 1951 Jacobo Árbenz Guzmán fue proclamado presidente de Guatemala luego de haber ganado las elecciones realizadas en noviembre de 1950.

Recordamos que la repudiable OEA, instrumento de crímenes y colonización creada en 1948 para consolidar la democracia del garrote con que derrocaron a Jacobo Arbenz Guzmán en 1954, está siendo resucitada para repetir las bochornosas funciones ya conocidas a lo largo de 68 años ligadas al Pentágono y la CIA, a la Junta Interamericana de Defensa, las Maniobras Navales conjuntas, a la USAID, NED y la CIA, tentáculos del imperialismo que funcionan 24 horas en cada uno de nuestros países latinoamericanos y, según sus intereses geoestratégicos, en el resto del mundo.

Árbenz recibió la Presidencia de manos del primer gobernante de la época revolucionaria, Juan José Arévalo Bermejo.

El mandato presidencial de Arbenz, que debía terminar el 15 de marzo de 1957, duró tres años, tres meses y doce días.

Su mandato terminó de forma abrupta, empujado por lo que se consideró una conspiración extranjera en su contra.

La toma de posesión del coronel Arbenz se llevó a cabo en el Estadio Revolución, hoy conocido como Doroteo Guamuch. En su discurso se refirió a su antecesor, el doctor Juan José Arévalo, de quien dijo que era un gran pensador, patriota y un ciudadano incorruptible.

En mi libro “Testimonio” digo:

Basta ya de esa “democracia”, del drama de las bananeras retratado de cuerpo entero en las obras de los costarricenses Joaquín García Monje, Carmen Lyra (Bananos y hombres) y Carlos Luis Fallas (“Mamita Yunai”), de los guatemaltecos Miguel Ángel Asturias (“Viento Fuerte”, “Los ojos de los enterrados”, “El Papa verde”, del nicaragüense Emilio Quintana (“Bananos”), en “Las venas abiertas de América Latina” del escritor uruguayo Eduardo Galeano y en la tragedia del indio ecuatoriano narrada cruda y descarnadamente en “Huasipungo” por el novelista ecuatoriano Jorge Icaza, entre otros.

No fue casual la primera revolución obrera de América Latina en Bolivia en 1952, el movimiento antiimperialista dirigido por Jacobo Arbenz en Guatemala, asfixiado por los tentáculos de la CIA en 1954; en Cuba, la primera revolución socialista triunfante en el continente, el interesantísimo fenómeno de la Unidad Popular en Chile y la Revolución Popular Sandinista en nuestro suelo en 1979.

Los paladines de los “derechos humanos” quieren imponernos su moral basada en la tiranía imperial del fracaso del “libre mercado”.
Ya nuestros trabajadores han vivido el horrible infierno de las bananeras, donde imperó una realidad brutal e ignominiosa implantada por la United Fruit Company desde 1911 con el apoyo de marionetas de EEUU como Estrada Cabrera (1898-1920), Jorge Ubico (1931-1944) y Castillo Armas usado descaradamente por la CIA para el sanguinario derrocamiento de Jacobo Arbenz (1954) para citar ejemplos de las tiranías militares que ha sufrido Guatemala, Maximiliano Hernández Martínez (1931-1944) que asesinó a Farabundo Martí y aplastó con terror inverosímil la “insurrección del 32” entre otras dictaduras militares de la “dolorosa y sangrienta historia” de El Salvador, Tiburcio Carias Andino (1932-1949) en Honduras hasta llegar al golpismo fascista (2009) para implantar al gobierno títere actual, la dictadura sanguinaria de Somoza durante 45 años en Nicaragua derribada en 1979, de Rafael Iglesias y Ricardo Jiménez entre otros representantes de la “democracia” de Costa Rica que fueron fantoches de la United Fruit Company, y las modernas Chiquita Brands, Dole Food, Dole Chemical, Standart Fruit, Del Monte, Shell Oil Company que introdujeron el Nemagón, el Fumazone, el DBCP y otros pesticidas de la “docena maldita” bajo los gobiernos de los países centroamericanos presididos por capataces al servicio de las transnacionales, gobiernos corruptos gestados y manejados desde Washington a través de los tentáculos de la CIA camuflada en la OEA y los organismos prestamistas internacionales del imperio.

Para paliar las luchas de liberación nacional y frenar el ascenso de la lucha de clases, las burguesías nacionales recurrieron a sucias maniobras manifestadas en “reformas agrarias” que quedaron en sus manos como ocurrió con los adefesios de reformas agrarias de la Alianza para el Progreso dirigidas desde Washington, o antes, las reformas agrarias en Brasil, Perú y Paraguay que terminaron en una “integración reaccionaria del campesinado a los regímenes existentes”.

Lo contrario ocurrió con el movimiento reformista agrario en la revolución inconclusa de México en 1910 (Madero, Emiliano Zapata, Carranza y Pancho Villa), la Reforma Agraria en Bolivia en revolución de 1952, la Reforma Agraria en Guatemala con revolución de Arbenz (1952-1954), la Reforma Agraria en la Revolución Cubana 1959 y la Reforma Agraria en Nicaragua con la Revolución Popular Sandinista 1979.
Cuando hablamos de la revolución democrático-burguesa guatemalteca que encabezó Jacobo Arbenz Guzmán (1950-1954 -una revolución de características democrático burguesas) no debemos olvidar que fue derribada por la CIA y el Imperialismo norteamericano utilizando a la OEA (el eterno “Ministerio de colonias yanquis”) y a la contrarrevolución armada comandada por el ex militar Carlos Castillo Armas y el ejército guatemalteco, con el pretexto de intervención comunista internacional.

Hace 60 años (1951), Jacobo Arbenz Presidente de Guatemala (1950-1954) derrocado por el imperialismo en 1954, decía en su discurso la urgente necesidad de una Reforma Agraria. “Para alcanzar nuestros fines debemos entonces llegar a producir en la mayor proporción posible los alimentos, la ropa, los materiales de construcción, los artículos domésticos y los medicamentos que consume la gran mayoría de la población.

“Pero no queremos quedarnos ahí; ambicionamos patrióticamente llegar a producir también la mayor cantidad posible de los artículos que actualmente importamos y a sentar las bases de una producción futura de combustible, energía eléctrica, productos metalúrgicos y herramientas”.

“Mentiras de toda laya, amenazas y chantajes y hasta la expresión soez y mentecata, se vertieron sobre nuestro país y su gobierno, haciendo blanco especial de aquel ataque ininterrumpido y cobarde sobre la personalidad descollante del Doctor Arévalo•.

Al mismo tiempo se trató de corromper la conciencia de muchos guatemaltecos, civiles o militares, para que se sumaran a la conspiración antidemocrática que se tejió para derrumbar a un gobierno, cuyo único delito consistía en propiciar una política que les diera pan y libertad a las grandes masas y protegiera los interés nacionales contra los voraces financieros del exterior y los que reciben las migajas de esas riquezas en el interior.

Pero la acción y la opinión popular no se equivocaron. No se equivocaron ni se corrompieron tampoco los miembros democráticos y revolucionarios del Ejército. El binomio Pueblo y Ejército fue el principal factor que impidió que la acción derivada de la propaganda antidemocrática se consumara a través de los innumerables complots de aquella conspiración tendiente a instaurar otra vez en nuestro país un régimen de opresión e incondicionalmente servil a los intereses extraños a nuestra nacionalidad”.

“Un gran porvenir se abre para la actividad fabril y mercantil; los negocios y las manufacturas crecerán en la medida en que se vaya ampliando el mercado interno”.

Hace 63 años, Arbenz en Centroamérica avizoró la urgencia de abrir el camino hacia un mercado interno. Arbenz había sido “absolutamente sincero con los industriales, comerciantes, banqueros”, esperaba equivocadamente la “colaboración patriótica de los capitalistas” y éstos se aliaron con la CIA y el imperialismo lo derrocó.

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