Pablo Gonzalez

Navidad: Sinónimo de Consumismo


La Navidad, considerada por muchos como una época que invita al derroche de amor, compasión y otros sentimientos, es en realidad un periodo de frenesí consumista en el que millones de ingenuos o incautos no hacen sino engordar aún más los bolsillos de aquellos que si son bendecidos por el espíritu capitalista navideño: los industriales y los comerciantes.

El mundo cristiano vive de lleno otro periodo navideño, para muchos el más esperado del año por representar el tiempo en que aparentemente habría nacido Jesús, y por ser una oportunidad propicia para estrechar vínculos familiares y para el florecimiento de sentimientos sublimes como el amor, la compasión, la solidaridad, la comprensión, entre otros. 

Por tal razón se cree que esta época es ideal para la reconciliación, al menos momentánea, de la humanidad, aún por encima de las notables diferencias culturales entre los pueblos que conviven en la Madre Tierra. 

Claro que esto no trasciende el plano utópico, considerando las grandes desigualdades e injusticias asociadas a un capitalismo global que sólo ofrece “felicidad” a unas minorías. 

De manera que el amor, la paz, la reconciliación, la hermandad y otros valores supuestamente contenidos en el espíritu navideño, no son más que una especie de ‘slogan’ que ha preparado mentalmente a las masas para el gran frenesí consumista de los últimos días del año.

Es así como la Navidad dista de ser un periodo de reflexión, reencuentro y solidaridad; se trata en realidad de una de las épocas del año en que el consumo aumenta de forma considerable, siendo los industriales y comerciantes los únicos verdaderamente bendecidos por el espíritu capitalista navideño. 

En otras palabras, la Navidad ha sido moldeada de tal manera por los medios de comunicación masivos y por los grandes intereses económicos, que las mayorías han llegado a creer que comprando desaforadamente alimentos, ropa, artículos de lujo, y diversos productos destinados para los tradicionales regalos, reviven la esencia de un periodo cuyo mensaje originario es precisamente contrario al frenesí de la compra-venta. 

Téngase en cuenta que ese personaje llamado Jesús Cristo, asumiendo su existencia como hombre y no como resultado de una Creación Divina, no predicaba el enriquecimiento material sino el desarrollo espiritual, proceso que sólo podría ser llevado a cabo mediante el ejercicio del amor, de la compasión, del perdón, de la unión, de la misericordia, de la humildad, entre otras virtudes.

 ¡Qué diferencia entre este mensaje cristiano y el consumismo del mundo occidental católico¡.

A tal punto ha llegado el consumismo navideño en los pueblos cristianos, que incluso en Estados Unidos, principal potencia capitalista del planeta (con todo y la crisis actual), hace tiempo que algunos vienen levantado sus voces de protesta por lo que consideran una desviación extrema del espíritu navideño original.

 Se trata de individuos que han logrado burlar la gigantesca manipulación mediático-comercial, preocupados por una sociedad que oculta numerosos problemas por medio de la pleitesía que millones de seres ignorantes o incautos rinden a una serie de productos industriales y comerciales, a menudo inútiles. 

Advierten que al pueblo estadounidense le ha sido implantada la concepción de que la felicidad sólo puede alcanzarse con el consumo; mientras más dinero se gaste en mercancías, alimentos y distintos servicios, más se acerca una persona al reino capitalista de los cielos y a la eternidad material. 

En este orden de ideas, es pertinente recordar un artículo de la periodista estadounidense Amy Goodman, publicado en el 2007, y que se titula “¿Qué compraría Jesús?”, en el que además de hacer algunas críticas personales al consumismo navideño, hace referencia a un documental del mismo nombre, en el que un predicador callejero junto a su coro recorren el país norteño denunciando los excesos de la cultura consumista. 


A continuación una parte de este escrito:

Viernes Negro”, Black Friday, es el nombre que los vendedores minoristas han puesto al día siguiente al Día de Acción de Gracias en su intento de hacer que Navidad sea sinónimo de ir de compras. 

El Viernes Negro se espera que los estadounidenses acudan en manada a los centros comerciales, ansiosos de los descuentos, armados con sus tarjetas de crédito. 

Los analistas empresariales llenan el espacio radial con predicciones sobre cómo se comportará el caprichoso comprador, y sobre en qué medida el precio de la gasolina y la crisis de las hipotecas de alto riesgo afectarán las compras en estas fiestas. 

Al Viernes Negro le sigue el “Cyber-Lunes”, Cyber Monday, un nombre acuñado por la industria minorista para dar bombo a las compras por Internet. Escuchando los informativos de negocios, uno podría concluir que no sólo el futuro de la economía de EE.UU., sino el de la propia humanidad, depende de las masivas y frenéticas compras de las fiestas navideñas. 

El Reverendo Billy es el predicador callejero interpretado por Bill Talen, un activista anticonsumismo de Nueva York que es el protagonista del nuevo largometraje documental que llega a los cines esta semana: “What Would Jesus Buy?” (¿Qué compraría Jesús?). 

En la película, Talen y su sorprendente Coro de Góspel Stop Shopping (Basta ya de comprar) recorre el país en dos autobuses que funcionan con biodiésel, celebrando falsos conciertos públicos de góspel que denuncian el “Comprapocalipsis” -”Shopocalypse”-, nuestra flagrante cultura consumista impulsada por el crédito y las empresas, y su dependencia de trabajos en condiciones de explotación en otros países y de trabajos mal pagos en Estados Unidos; mientras tanto, destaca la importancia de las economías locales, de ciudades pequeñas y pueblos, la fuerza y el valor que supone el comprar artículos de comercio justo, y la importancia de ser feliz con menos. 

Después añadiría: “Nos sentaremos y derrotaremos los bulbosos pies amarillos del logotipo comercial más famoso del mundo, el que ha decidido robar la imaginación de nuestros niños y niñas durante 80 años, el demonio, Mickey Mouse”.

La verdad es que Jesús no compraría nada, sino que sentiría una gran indignación al percatarse que su mensaje de humildad, amor y compasión ha sido desvirtuado en favor de un aberrante frenesí de consumo, donde se derrocha de todo menos de aquellos sentimientos que sí valen la pena. 

Ahora bien, tanto en América Latina como en Europa y algunas partes de Oceanía, África y Asia, el ímpetu de la compra-venta representa al espíritu navideño con una magnitud parecida a la de Estados Unidos.

 En este sentido los capitalistas del país norteamericano han sido responsables, en gran parte, de la progresiva similitud de la Navidad latinoamericana, por ejemplo, con la temporada navideña estadounidense, en la que se rinde culto a Santa Claus, se gastan exorbitantes sumas de dinero en todo tipo de implementos y artefactos escasamente provechosos, y se consumen golosinas y “exquisiteces” ricas en grasas saturadas, azúcares refinadas y aditivos artificiales, y por tanto perjudiciales para la salud humana. 

A decir verdad el consumismo navideño que agobia a sociedades como las latinoamericanas, es un claro ejemplo de la nefasta huella del american way of life incrustado en la psique de buena parte de nuestros pueblos.

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