Escritos de Manuel José Arce
El presidente dijo que ya no se permite llevar a los indios planilleros en camiones de transporte de ganado.
Muy rara vez he visto la noticia de que vuelque un camión cargado de vacas o marranos o toretes. Sin embargo, a cada rato mueren centenares de indios planilleros cuando los camiones se estrellan al fondo de un barranco.
Hace años, me acuerdo, por la Costa, entre Escuintla y Mazatenango, un camionero, a lo largo del viaje, fue tirando al camino los cadáveres de los pobres indios planilleros asfixiados por el escape bajo la lona del camión.
El presidente dijo que ya no se permite, etc., etc. Para que un presidente diera esa orden, ha muerto (a lo largo de años y añales, desde que llegaron al país los primeros camiones) camionadas, camionadas y muchas camionadas más de indios planilleros. Igual en tiempo de buenos precios como de malos precios.
Pero ahora resulta que sin esos indios que llegan con sus familias desde el altiplano (que llegan con los hijos y la mujer y el chucho; que vienen a veces a morirse intoxicados por los insecticidas, picados de culebras y de zancudos; que llegan a dejar la sal de su sudor, y a veces hasta la cal de sus huesos, en la Costa, por un jornal de nada) sucede, digo, que sin esos indios no se puede levantar la cosecha.
La cosecha que, al irse al extranjero, se transforma en “divisas”, se cambia por platales. Platales que sirven para hacer más platales y para “garantizarles el mañana” a los hijos…
Y por supuesto que no hablo de los hijos de los planilleros. Para comprar los nuevos carros, las botellas de Chivas Regal, los viajes (en avión, por supuesto, y a Miami y Europa, por supuesto: ni modo que en camión de ganado y al barranco camino de la Costa).
El presidente dijo… Y no fue Fidel Castro, ni Breznev, ni el difunto Mao: fue el presidente Laugerud, por quien votaron esos mismos finqueros que ahora reconocen que el trabajo del indio planillero es necesario para sus fortunas, que sin esas manos toda la economía del país se hunde.
Que es necesario el indio planillero, pero vivo, trabajando, produciendo, sudando dura sangre en duro clima. Yo no sé cuánto vale una camioneta más o menos, segura, más o menos humana.
Yo no sé cuánto produce una camionetada de indios planilleros.
Se me ocurre pensar que si están vivos producen mucho más que si están muertos -con la mujer, los hijos y hasta el chucho- al fondo de un barranco y entre los hierros retorcidos de un camión que ya ni para llevar ganado está bueno.
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