Este no es otro artículo aburrido de tantos que abundan en páginas web venezolanas y extranjeras sobre Antonio Ledezma. Darle espíritu de héroe se ha convertido en un reto para analistas y periodistas opositores.
Se les compadece.
Ya sabemos bastante del tipo: vendería a su madre y abuela por escalar hacia una posición de poder (así sea para consagrarse como alcalde vitalicio de cualquier municipio sin importancia), y que si por él fuera desde hace rato Caracas estuviera ardiendo bajo el fuego de las bombas de la OTAN.
Como eterno caletero de maletines de dirigentes adecos, Ledezma nunca se destacó por su carisma, oratoria y mucho menos por su simpatía.
En esos términos compite codo a codo con la seducción que genera un helado de mondongo o Mariano Rajoy en medio de un fogoso discurso contra los independentistas catalanes.
Su risueño encuentro luego de que Ledezma escapara de su arresto domiciliario, fue un retrato fiel a la oligrofenia política que cada vez gana mayores franjas en el mundo político global, desde Río Bravo hasta la Patagonia.
Para los viejos de Caracas, Ledezma es recordado por las decenas de veces que arremetió con la ballena de su alcaldía contra los reclamos de pensiones y pasivos no cancelados.
Quizás para algunas doñas encopetadas de El Cafetal o La Florida, sea recordado como aquel dirigente que pudo ser el relevo de CAP, ya que aquello de llevarle el maletín quizás representaba la sucesión de su liderazgo (y de los contratos públicos).
La decepción fue en ese caso más desagradable que su sonrisa: terminó siendo un aborto político que mezclaba a Claudio Fermín, Henry Ramos Allup e Ismael García. Para la política hay que tener personalidad, y Ledezma bastante que adolece de ello.
Para los jóvenes opositores de clase media alta, Ledezma es visto desde dos ópticas: o como un viejo verde (no puede competir con Juan Andrés Mejía en el mercado de carajitas escuálidas del Este) o como un adeco alcohólico que genera repulsión entre chamos que usan lentes de pasta, pantalones tubitos y son fans de La Vida Boheme, ávidos a la espera de que vuelvan pronto para que los llenen de pintura de caucho en Plaza Altamira.
Cosas de la cultura juvenil decente, esa que sí sabe cómo sacar a Venezuela adelante, que nunca entenderé.
La dirigencia antichavista creyendo que se la estaba comiendo cometió un error garrafal este año: le dio tanto peso a hacer política en el extranjero que se subordinó a cualquiera que le alzara la voz desde el exilio.
El exilio se convirtió en un negocio (no es que antes no lo fuera, sólo que en 2017 agarró más publicidad), y como todo en el antichavismo se mueve por plata, quien se ubicara como colector de billetes en la alcabala Madrid-Bogotá-Miami se convierte en jefe inmediato.
Hablar fuerte desde afuera (preferiblemente con piso en el eje antes mencionado), prometer invasiones y sanciones contra Maduro, poner cara de malote y de que sí van en serio, es para el antichavismo una muestra de liderazgo al que todos deben arrodillarse. Y Ledezma no peló esa oportunidad.
La especulación sobre quién ganaba y quién perdía más con la fuga de Ledezma quedó resuelta días después de que se conociera la noticia: se sumó al movimiento "Soy Venezuela" de María Corina Machado, generando rencillas y enfrentamientos por Twitter entre sus más conspicuos patrocinantes y quienes desde Primero Justicia y otros partidos no quieren seguirle la línea a un ex alcalde repudiado, sin carisma y sin liderazgo.
Primero Justicia tomó venganza y a través del Consejo Municipal del cascarón vacío de la Alcaldía Metropolitana derrocó a la sucesora de Ledezma en el cargo.
Ledezma "refrescó" el exilio venezolano quitándose del medio a quienes usaron ese frente como una caja chica y espacio de promoción.
Los enfrentamientos en Twitter, más que seguir evidenciando la crisis existencial de la dirigencia opositora, narran el dolor de quienes ya no verán caer los centavos en sus cuentas.
Otros más fanáticos, critican a María Corina Machado por aceptar a un tipejo con "ideas socialistas" en su club político de millonarios blancos neoliberales antiadecos.
Qué bajo cayó la hija prístina de los Amos del Valle para recibir con abrazos a un tipo con las características como Ledezma.
Ledezma supo compensar muy bien su falta de simpatía y carisma para mantenerse vivo en la política. Gracias a lo aprendido en la Cuarta República, se volvió un maestro en crear nóminas paralelas, en adjudicar contratos a sus amigos y familiares (saliendo ileso) y en ganar elecciones a realazo limpio.
Un arribista estructural que encontró como método de supervivencia ser usado y desechado por quien le diera un año más de vida en política. Un condón abusado por todos. Y él está contento con eso.
Y es Ledezma, más allá de acusaciones morales, quien representa la decadencia mejor elaborada de la historia cuartorrepublicana.
Y él también está contento con eso.
Valdría la pena preguntarnos entonces: qué otro personaje sería más útil para un conjunto de lobbys extranjeros que expresan también, a su modo, la misma decadencia.
Por qué celebrar la llegada de un tipo que genera menos afinidad y atracción que un viaje a la playa con la suegra.
Ledezma es la síntesis entre el tipo que sabe manejar y distribuir recursos para la conspiración; ahora esa habilidad se probará a nivel internacional, y quien está dispuesto a asumir cualquier agenda que lo coloque en la palestra, aunque sea por milésimas de segundo.
Por ahora Ledezma logró montar su kiosco en el exilio y arrebatar una tajada importante de lo que se enviaba a Julio Borges y compañía.
Y como el plan -de siempre- consiste en generar violencia en las calles de Venezuela, más hace falta un tipo que sepa mover el dinero bajo cuerdas que un muñeco de torta con el que Emmanuel Macron y Angela Merkel se pelean por tomarse una foto.
http://misionverdad.com/opinión/antonio-ledezma-monta-su-propia-taguara-en-el-exilio-para-jefear-a-la-oposicion