El gobierno fascista ucraniano conduce a su país a la desintegración total. Acabarán siendo como Sudán del sur y no podrán echar la culpa ni a los rusos ni a los prorrusos del Donbás. Es difícil demostrar más torpeza e ineptitud que el gobierno de Ucrania.
En otra entrada ya hablamos de la ley que pretendían aprobar sobre la enseñanza de los idiomas maternos en la escuela que, con la excusa del ruso, ha levantado las iras de Rumanía, Hungría e incluso Bulgaria, cuyos idiomas también se hablan en Ucrania.
Lo que los fascistas ucranianos pretendían era prohibir el idioma ruso, pero no lo podían decir claramente, por lo que entraron a saco y atacaron a todas las minorías lingüísticas.
Los húngaros se lanzaron entonces a torpedear los esfuerzos de Ucrania para acercarse a la Unión Europea y, sobre todo, a la OTAN, que en diciembre tenía prevista una cumbre con el gobierno ucraniano, con tan mala fortuna que se requería unanimidad de los países miembros y Hungría ha impuesto su veto.
La OTAN no podrá celebrar una cumbre con Ucrania y no será por culpa de Rusia.
“Hungría no puede apoyar la aspiración de Ucrania a la integración y por ello ha impuesto el veto a la convocatoria de una cumbre Ucrania-OTAN en diciembre”, ha dicho el ministro de Asuntos Exteriores magiar, Peter Siyarto, en la página web oficial del Ministerio.
Ante esta situación, los fascistas empiezan a recular porque están empeñados en meter al país en la OTAN a costa de lo que sea. Es entonces cuando se quedan con el culo al aire: la ley no se aplicará a las minorías lingüísticas rumana, húngara y posiblemente tampoco a la búlgara. En otras palabras: sólo quieren agredir a los niños rusófonos.
Se pone así de manifiesto que la ley es una completa arbitrariedad, antes y ahora. No tiene nada que ver con la educación ni con la pedagogía sino con los intereses geopolíticos del gobierno, que utiliza a los niños como un puro instrumento.
El ruso puede ser marginado en Ucrania porque, a diferencia de Rumanía, Hungría y Bulgaria, Rusia no puede presionar a los ucranianos para defender su idioma.
Ucrania ya negocia con el gobierno de Varsovia un anexo a la ley para que el idioma polaco también quede fuera de la prohibición. Es posible que haga lo mismo con los demás países vecinos... siempre con la excepción de Rusia, a pesar de que el ruso en Ucrania está muy lejos de ser precisamente un idioma minoritario.
Kiev se enreda con sus propios calcetines. Interpuso una denuncia contra Rusia ante el Tribunal Internacional de Justicia porque Moscú discrimina a los tártaros de Crimea cuyos niños, sin embargo, se educan en su lengua materna gracias -precisamente- a que abandonaron Ucrania y se integraron en Rusia.
Suponemos que en Lugansk y Donetsk la población asiste atónita a este espectáculo y su voluntad de resistencia se habrá multiplicado ante los desmanes del gobierno ucraniano que, por cierto, demuestra otra vez más que para él los Acuerdos de Minsk, que obligan a federar el país, son papel mojado.
Si alguien aún vislumbraba una remota posibilidad de que el Donbás retornara al redil ucraniano, habrá visto esfumarse sus esperanzas. Más bien al contrario. Bogdan Bezpalko, que es miembro del Consejo interétnico en el Kremlin, ya ha dejado caer que Moscú podría reconocer a las Repúblicas Populares de Lugansk y Donetsk y firmar con ellas tratados de mutua asistencia militar.
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