Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Catalunya: ¿Qué se ha hecho mal?


Soy optimista porque he visto cambiar la gente a mi alrededor, y una vez has probado la libertad, no vuelves a dentro del armario si no te obligan. Y con todas las prudencias, ahora no pueden obligarnos como antes. La corriente de fondo es a favor nuestro. Comprometámonos a él y trabajémoslo.

El Govern parece haber renunciado a hacer efectiva la declaración de independencia. No había nada preparado, en parte porque desde el día 1 por la tarde hasta el día 27 por la mañana, la conversación de los que han comandado todo esto fue sobre si ir o no ir a elecciones, en lugar de preparar lo que se podía hacer para asegurar la máxima efectividad de la declaración de independencia.

Tampoco hay ninguna de las estructuras de estado que se nos habían prometido en varias contiendas electorales. Las estructuras de estado, es decir, como concepto, no necesitaban 5 años para ser llevadas a cabo. Había que, eso sí, tener preparada la parte legislativa, como la ley del referéndum y de transitoriedad, y los decretos que se derivan.

 Esta es quizás la parte más desarrollada, que el Govern y el Parlament han renunciado a activar por el momento, y cada vez es más difícil y más simbólico. Todo lo hacemos en el momento más débil. Y había también tener una cierta seguridad material y psicológica, que se darían órdenes a funcionarios claves, en particular los Mossos.

Ya dije días antes del 27-S que el único argumento legítimo para no declarar la independencia era “no podemos”. Pero que era un argumento que había que hacerlo explícito, por el bien del país, e implicaba que los que se habían presentado como responsables de hacerlo posible no podían continuar ocupando los puestos de mando.

¿Por qué no había nada preparado? Hasta horas antes del referéndum del 1 de octubre, el marco general con que gran parte del liderazgo trabajaba era que el Estado se impondría y no podríamos ir a votar. De hecho, a lo largo de todo el verano y hasta mediados de septiembre, la tesis más repetida (a mí, personalmente) era que Rajoy aplicaría el 155 antes del referéndum y se convocarían elecciones inmediatamente. En ese momento ya pensé que esta era básicamente una idea que surgía de las entrañas de la política catalana y que había quien intentaba venderla a Madrid.

Esto explica por qué el referéndum se hizo con un zapato y una alpargata. Básicamente, se hizo con tres cosas: las urnas, el censo universal y las infraestructuras (puestos de votación y centro de datos). Estas cosas se hicieron en formato de guerrilla, de tal manera que casi nadie sabía el todo de la ecuación y, los que creían que podía salir bien, confiando en la gente. Esta fue la clave. La gente no fue processista, la gente defendió las urnas porque allí residía su libertad: y lo hicimos con los cuerpos y el peso de la historia, al igual que el Estado respondió a él, y fracasó en ella , con los cuerpos de seguridad y el peso de la historia.

Si quieres que algo pase, creas las condiciones para hacerla posible. Y Rajoy ha alimentado la represión y el castigo como marco operativo

Nuestro mando no se esperaba que el referéndum saliera tan bien, sobre todo ante la policía. Y el mismo día 1 por la tarde ya se empezó a discutir, como he dicho, si había que ir a elecciones. Los tres argumentos más poderosos para ir eran que no había nada preparado, que con el referendo el soberanismo había ampliado el círculo para incluir parte de la izquierda federalista (y que con una DI se reducía, mientras que con unas elecciones se consolidaba), y que habría muertos y el presidente y el Govern serían responsables.

Estos argumentos, conjuntamente con una visión de las relaciones internacionales que me parece vacía de historia, llevaron a la suspensión del día 10. Hacía días que se pensaba una fórmula suspensiva, como ya expliqué, para dar tiempo a prepararse, para aparecer como los dialogantes en la escena internacional, y para tratar de forzar al Estado a negociar. De todas las versiones posibles, la fórmula que se eligió era la más débil, al igual que con la preparación del referéndum. La versión más débil que dejara todas las puertas abiertas y el máximo margen de maniobra al Gobierno de la Generalitat.

Esto dio cierto aire, pero también dio todo el margen de reacción en el Estado, que se puso a operar en todos los frentes: el político, con el discurso del miedo; el judicial, con la detención de Sánchez y Cuixart, y el internacional, deslegitimando el referéndum y la banda catalana en general. Cada día la Generalitat era más débil, las órdenes tenían menos posibilidad de ser obedecidas, había menos predisposición psicológica a dar instrucciones, el miedo se esparcía por la población y la clase política, y el Estado vio que no tenía ninguna necesidad de intercambiar 155 por elecciones, que es el pacto que ofreció Puigdemont, o que le hicieron creer que Moncloa aceptaría, por los canales abiertos con Urkullu, Mas y Santi Vila.

Pero Moncloa dijo que no, jueves por la mañana. En Madrid se dice que Rajoy quería, pero que el partido, el aznarismo y la Zarzuela le dijeron que ni hablar. Tal vez sea cierto, pero tiendo a desconfiar de los relatos que dicen que el rey es bueno y la corte mala. Si quieres que algo pase, creas las condiciones para hacerla posible. Y Rajoy ha alimentado la represión y el castigo como marco operativo.

El jueves por la mañana el presidente informó al grupo parlamentario que no había ninguna mediación, que no tenía el control de los Mossos y que tampoco había un crédito concedido para operar. Es en este momento que algunos parlamentarios del PDeCAT, como el alcalde de la Seu de Urgell, Albert Batalla, o Jordi Cuminal, sottogoverno de la presidencia de Mas, anunciaron que plegaban de diputados y rompían el carné del partido. Algunos consejeros se opusieron, con el argumento de que la represión sería igual, y que valía la pena protegerse institucional y socialmente.

Puigdemont compró el marco que dice que la represión del Estado es su responsabilidad y que, por tanto, debe operar de tal forma que no la provoque

Pero cuando se supo que el 155 se aplicaría igualmente, con elecciones o sin, y que la persecución judicial no se detendría, el presidente y el entorno del mando decidieron que esta decisión la tenía que tomar el Parlament, y no un hombre solo. Es una decisión acertada, y tiene un pero. La razón por la que Puigdemont no quiere tomar la decisión solo es, en mi opinión, que preveía una represión dura contra el pueblo, que podía llevar que hubiera enfrentamientos violentos y muertes. Puigdemont compró el marco que dice que la represión del Estado es su responsabilidad y que, por tanto, debe operar de tal forma que no la provoque, o al menos, que no pese sobre su conciencia.

La perversidad de este argumento es tal que no tiene fin. La represión tiene muchas caras, algunas más sutiles, que acortan y arruinan vidas, como sabemos todos. Y la necesidad de evitarlo a toda costa aboca, al final, a la sumisión total. Es muy peligroso infantilizar estos marcos represivos, a la larga lo empeoran todo. Sobre estas premisas no se puede construir ninguna comunidad política ni ninguna libertad, con una excepción: que lo hagas explícito y dejes que la gente sepa qué es lo que hay y pueda elegir.

Pero una vez has decidido ir a una declaración de independencia, a pesar de la liturgia triste con que se hizo, tienes que ir con todo lo que tienes.

Desde el aparato simbólico (arriar la bandera española), el legislativo (convocar el Parlament inmediatamente para aprobar los famosos decretos que se dice que hay preparados y establecer la ilegalidad de la aplicación del 155 en España), el ejecutivo (todos los despachos o en el Palau), emitir órdenes e instrucciones para hacer efectivo lo que es tu poder (publicar la declaración en el DOGC, incluido), el internacional (contactar cancillerías formalmente para informar de la nueva situación), y el municipal (tienes 700 alcaldes dispuestos a hacer que en muchas zonas del país no tengas ningún problema y te puedas centrar en las partes críticas) y sobre todo, el social.

Cientos de miles de personas estaban dispuestas a defender la república con actitud de resistencia pacífica. La organización de muchos CDR es operativa y magnífica, y son muchas las ideas que estaban listas, al menos en parte. Rodear la sede del Govern y del Parlament, marchas lentas para bloquear los desplazamientos policiales, miles de tractores auto-organizados para bloquear infraestructuras, complicidades sindicales, huelga general indefinida y un discurso de liderazgo inequívoco mientras se ponen en marcha las primeras medidas. ¿Que no todos los mossos te obedecen? Cierto. Pero ni es necesario que los pongas a todos en esta tesitura, ni es necesario que los envíes a enfrentarse a la Guardia Civil. Esto y mucho más era ir con todo.

La gente celebraba, pero nadie pensó que fuera necesario defender nada porque no había nada concreto a defender

Pero en los discursos de las escaleras del Parlament, ante los alcaldes, ya se vio que este no era el tono ni el objetivo. La gente celebraba, pero nadie pensó que fuera necesario defender nada porque no había nada concreto a defender: ¿donde estaba el presidente? ¿que hacía el Gobierno? ¿por qué estaba la bandera del Reino de España ondeando en el Palau de la Generalitat de la República catalana recién declarada? La gente, claro, se fue a casa. Y los consejeros también, tras una breve reunión. Algunos ya empezaron a pensar cómo trepar hacia el “exilio”; temporal o no, no lo sabemos. Las reuniones del fin de semana no han sido mejores.

El discurso del sábado del presidente Puigdemont alimentó este marco: parecía escrito por un penalista, para evitar que el Estado tuviera más argumentos para encarcelar-lo. Aparte de la indignidad que supone actuar así cuando tienes dos personas injustamente secuestradas en Soto del Real, es inútil: el Estado te empurará siempre (siempre que le convenga). Creer que se pueden modular las palabras para evitarlo es creer que puedes canjear 155 por elecciones, o que puedes negociar con el Estado algo que a ellos no les convenga. Es un marco que nos ha llevado a fracaso tras fracaso y que es el corazón de lo que está pasando.

Pero Rajoy también tenía sus problemas. El primero es que la represión del día 1 de octubre le ha supuesto un coste internacional que no es despreciable y el segundo es que la represión del día 1 de octubre no funcionó. Grabaros a fuego las imágenes de los lugares donde la policía tuvo que irse. No pudieron frenarlo, y un ridículo así no lo puede aguantar políticamente sin caer en la humillación total y definitiva.

La única alternativa era escalar la violencia, esto es: hacer que el ejército tomara el control, y, o bien ordenarles que todo fuera teatro o bien arriesgarse a violencia de verdad, no de balas de goma sino de balas de metal. Un 155 duro durante 6 meses es un riesgo muy alto de asumir.

La otra posibilidad era convocar elecciones y aplicar el 155 en versión administrativa y ver si así desangra el Gobierno, divides el soberanismo, y ganas unas elecciones que legitimen todo lo que quieres hacer en Cataluña pero que tienes muy complicado de hacer sin caer en el anarquía y el ridículo internacional. Los mensajes públicos y privados de la comunidad internacional indicaban que este era un camino más aceptable. Por eso digo que las elecciones del 21 de diciembre explican tanto la fortaleza de Rajoy (puede hacerlo) y su debilidad (necesita hacerlo).

El problema del escenario actual es que el Govern está en retirada y entregando las instituciones en el Estado, lo que nos hace cada vez más débiles

He escrito que soy partidario de ir, a estas elecciones, porque no sacas nada de boicotearlas, especialmente con un gobierno que no está dispuesto a tratar de hacer efectiva la declaración con todo lo que tenía a su alcance. Y que había que hacerlo convocando el Parlamento contra el 155 y protegiendo las instituciones. No me parecía ni me parece una contradicción porque las urnas son las urnas, y en la medida que son el campo de juego, es tu campo de juego, aunque sean unas elecciones coloniales. Los partidos parece que están entrando, en este marco, y por tanto, ahora los peligros son otros: ¿elecciones para hacer qué?

El problema del escenario actual es que el Govern está en retirada y entregando las instituciones en el Estado, lo que nos hace cada vez más débiles, incluso si ganamos y una nueva guardia toma el mando. El escenario de elecciones no es malo porque nuestra fuerza es la gente, y todo combate en las urnas es un combate pacífico que nos hace más fuertes y hace flotar la verdad. Tienes que emplear todos los instrumentos que tienes para hacer frente, sobre todo los que te son favorables por las razones correctas.

Ahora bien, las elecciones no pueden ser una manera de hacer lo mismo y entrar en el bucle infinito. Es decir: no por tener un gobierno que es más independentista en los discursos que en los hechos, que hace creer a la gente que está preparado cuando no lo está, y que cuando toma una decisión, la improvisa y no está dispuesto a poner toda la fuerza al servicio de la decisión. Es tarea nuestra que el discurso lacrimógeno y folklórico no conduzca hacia el bucle. Este Govern y este mando han sido capaces de hacer que haya un referéndum, sí, aunque por los pelos, pero no son capaces de hacer efectiva la declaración y, además, están quemados.

Cuando la gente se juega 30 años de prisión todas las decisiones son comprensibles. Incluso ir al extranjero a protegerse o proteger el poder simbólico de la institución, y a continuar con la estrategia de pringar a tantos poderes europeos como sea posible, para que del caos salga alguna negociación. Pero esto no quiere decir que sea una estrategia ganadora o que no sea nuestro deber fiscalizarla, incluso asumiendo el hecho de que tenemos que hacer lo posible para protegerlos.

Que arriesguen 30 años de prisión o de exilio no es algo menor: es una salvajada. Sobre todo para los que han llegado los últimos al Gobierno, los consejeros de julio, los que entraron para hacer el referéndum sin información sobre lo que se había hecho y sobre lo que realmente se estaba dispuesto a hacer. Estos son las víctimas de una gran irresponsabilidad, y se han jugado con la mejor fe disponible más de lo que se ha jugado nadie. Nuestra prioridad ahora sólo puede ser protegerlos como metáfora de proteger el país.

Por ello, si el Govern quiere hacer un servicio al país, además de resistir, podría hacer uso de su autoridad para asegurarse de que quien sea que se presente a las elecciones no vaya a hacer folklore, a aprovecharse del dolor que ellos y sus familias (y los Jordis y sus familias), a fin de crear un estado de ánimo que permita colar el mismo de siempre. Se juegan muchos años en prisión y es mejor que tengamos un Parlament dispuesto a defenderlos de verdad, y no a canjearlos en un mercado de cinismos y cálculos que siempre salen mal.

El problema es estructural y tiene que ver con una cultura política basada en la sumisión, que genera monstruos y seca la imaginación

Como enderezar esta situación no es una pregunta fácil, y no creo que nadie tenga las respuestas del todo. Mi instinto dice que tenemos que ir a ganar las elecciones del 21-D con toda la fuerza de la que seamos capaces, pero el problema de fondo no se puede ignorar.

Necesitamos más dosis de verdad y menos dosis de astucia. Que del mismo modo que ha habido una revolución cultural en los corazones de los catalanes, que han aprendido a perder el miedo y a hacerse responsable de sus actos, y que es eso y no otra cosa lo que vimos el día 1 de octubre, esta misma revolución debe llegar a nuestra praxis política, los instrumentos discursivos y ejecutivos que utilizamos para justificar nuestras acciones y hacernos responsables de nuestros actos.

Y eso ahora mismo significa un cambio de guardia, sí. Quiere decir apostar por una nueva generación de políticos que deje claro qué quiere hacer hasta el detalle. Vamos a lista unitaria o listas separadas, es exigible dejarnos de “secretos” y de sobreentendidos, y detallar con claridad qué quieres hacer y desde qué valores lo defensas. Nuestro debate público no es suficiente ni para resistir España ni para hacer efectiva la independencia. Existe la gente, y por eso tenemos que ir a ganarles también en sus elecciones coloniales, pero hasta ahora no hemos tenido un gobierno a la altura de lo que la gente estaba dispuesta a hacer para ser libre.

Pero no quiero simplificar: un cambio de guardia no es el problema de fondo. El problema es estructural y tiene que ver con una cultura política basada en la sumisión, que genera monstruos y seca la imaginación. Y de eso estamos todos infectados, con las excepciones que haga falta, pero que son excepciones que han sido arrinconadas en la marginalidad durante años o que las fuerzas fácticas del país tratarán de hacer pasar por locas.

Pero no hacer frente a nuestra propia cultura política es condenar a los perseguidos,pero además es dejarlos tirados, y por muchos errores que se hayan cometido, no sólo no hay otra dignidad que la de protegerlos, también la de crear las condiciones para poderlos rescatarlos, incluidos los Jordis y el Govern entero. Justamente por eso no podemos aceptar cualquier cosa, y debemos exigir a los políticos que o se retiran o que hablen claro sobre qué podemos hacer y cómo.

Lo más importante es que limpiemos el discurso político de dobles sentidos y podamos todos ver más claro, que también es una manera de ser libres. Soy optimista porque he visto cambiar la gente a mi alrededor, y una vez has probado la libertad, no vuelves a dentro del armario si no te obligan. Y con todas las prudencias, ahora no pueden obligarnos como antes. La corriente de fondo es a favor nuestro. Comprometámonos a él y trabajémoslo.

El Govern sembla haver renunciat a fer efectiva la declaració d’independència. No hi havia res preparat, en part perquè des del dia 1 a la tarda fins al dia 27 al matí, la conversa dels que han comandat tot això va ser sobre si anar o no anar a eleccions, en lloc de preparar el que es podia fer per assegurar la màxima efectivitat de la declaració d’independència.

Tampoc no hi ha cap de les estructures d’estat que se’ns havien promès en diverses conteses electorals. Les estructures d’estat, val a dir, com a concepte, no necessitaven 5 anys per ser dutes a terme. Calia, això sí, tenir preparada la part legislativa, com la llei del referèndum i de transitorietat, i els decrets que se’n deriven. Aquesta potser és la part més desenvolupada, que el Govern i el Parlament han renunciat a activar de moment, i cada cop és més difícil i més simbòlic. Tot ho fem en el moment més feble. I calia també tenir una certa seguretat material i psicològica, que es donarien ordres a funcionaris claus, en particular els Mossos.

Ja vaig dir dies abans del 27-S que l’únic argument legítim per no declarar la independència era “no podem”. Però que era un argument que calia fer-lo explícit, pel bé del país, i implicava que els que s’havien presentat com a responsables de fer-ho possible no podien continuar ocupant els llocs de comandament.

Per què no hi havia res preparat? Fins hores abans del referèndum de l’1 d’octubre, el marc general amb què gran part del lideratge treballava era que l’Estat s’imposaria i no podríem anar a votar. De fet, al llarg de tot l’estiu i fins a mitjans de setembre, la tesi més repetida (a mi, personalment) era que Rajoy aplicaria el 155 abans del referèndum i es convocarien eleccions immediatament. En aquell moment ja vaig pensar que aquesta era bàsicament una idea que sorgia de les entranyes de la política catalana i que hi havia qui mirava de vendre-la a Madrid.

Això explica per què el referèndum es va fer amb una sabata i una espardenya. Bàsicament, es va fer amb tres coses: les urnes, el cens universal i les infraestructures (llocs de votació i centre de dades). Aquestes coses es van fer en format de guerrilla, de tal manera que gairebé ningú no sabia el tot de l’equació i, els que creien que podia sortir bé, confiant en la gent. Aquesta va ser la clau. La gent no va ser processista, la gent va defensar les urnes perquè allí hi residia la seva llibertat: i ho vam fer amb els cossos i el pes de la història, igual que l’Estat va respondre-hi, i va fracassar-hi, amb els cossos de seguretat i el pes de la història.

Si vols que una cosa passi, crees les condicions per fer-la possible. I Rajoy ha alimentat la repressió i el càstig com a marc operatiu

El nostre comandament no s’esperava que el referèndum sortís tan bé, sobretot davant de la policia. I el mateix dia 1 a la tarda ja es va començar a discutir, com he dit, si calia anar a eleccions. Els tres arguments més poderosos per anar-hi eren que no hi havia res preparat, que amb el referèndum el sobiranisme havia ampliat el cercle per incloure-hi part de l’esquerra federalista (i que amb una DI es reduïa, mentre que amb unes eleccions es consolidava), i que hi hauria morts i el president i el Govern en serien responsables.

Aquests arguments, conjuntament amb una visió de les relacions internacionals que em sembla buida d’història, van dur a la suspensió del dia 10. Feia dies que es rumiava una fórmula suspensiva, com ja vaig explicar, per donar temps a preparar-se, per aparèixer com els dialogants en l’escena internacional, i per mirar de forçar l’Estat a negociar. De totes les versions possibles, la fórmula que es va triar era la més feble, igual que amb la preparació del referèndum. La versió més feble que deixés totes les portes obertes i el màxim marge de maniobra al Govern de la Generalitat.

Això va donar cert aire, però també va donar tot el marge de reacció a l’Estat, que es va posar a operar en tots els fronts: el polític, amb el discurs de la por; el judicial, amb la detenció de Sànchez i Cuixart, i l’internacional, deslegitimant el referèndum i la banda catalana en general. Cada dia la Generalitat era més feble, les ordres tenien menys possibilitat de ser obeïdes, hi havia menys predisposició psicològica a donar instruccions, la por s’escampava per la població i la classe política, i l’Estat va veure que no tenia cap necessitat d’intercanviar 155 per eleccions, que és el pacte que va oferir Puigdemont, o que li van fer creure que Moncloa acceptaria, pels canals oberts amb Urkullu, Mas i Santi Vila.

Però Moncloa va dir que no, dijous al matí. A Madrid es diu que Rajoy volia, però que el partit, l’aznarisme i la Zarzuela li van dir que ni parlar-ne. Potser és cert, però tendeixo a desconfiar dels relats que diuen que el rei és bo i la cort dolenta. Si vols que una cosa passi, crees les condicions per fer-la possible. I Rajoy ha alimentat la repressió i el càstig com a marc operatiu.

El dijous al matí el president va informar el grup parlamentari que no hi havia cap mediació, que no tenia el control dels Mossos i que tampoc no hi havia un crèdit concedit per operar. És en aquest moment que alguns parlamentaris del PDeCAT, com l’alcalde de la Seu d’Urgell, Albert Batalla, o Jordi Cuminal, sottogoverno de la presidència de Mas, van anunciar que plegaven de diputats i trencaven el carnet del partit. Alguns consellers van oposar-s’hi, amb l’argument que la repressió hi seria igualment, i que valia la pena protegir-se institucionalment i social.

Puigdemont va comprar el marc que diu que la repressió de l’Estat és la seva responsabilitat i que, per tant, ha d’operar de tal manera que no la provoqui

Però quan es va saber que el 155 s’aplicaria igualment, amb eleccions o sense, i que la persecució judicial no s’aturaria, el president i l’entorn del comandament van decidir que aquesta decisió l’havia de prendre el Parlament, i no pas un home sol. És una decisió encertada, i té un però. La raó per la qual Puigdemont no vol prendre la decisió sol és, al meu entendre, que preveia una repressió dura contra el poble, que podia dur que hi hagués enfrontaments violents i morts. Puigdemont va comprar el marc que diu que la repressió de l’Estat és la seva responsabilitat i que, per tant, ha d’operar de tal manera que no la provoqui, o almenys, que no pesi sobre la seva consciència.

La perversitat d’aquest argument és que no té fi. La repressió té moltes cares, algunes més subtils, que escurcen i arruïnen vides, com sabem tots. I la necessitat d’evitar-ho a tota costa porta, al final, a la submissió total. És molt perillós infantilitzar aquests marcs repressius, a la llarga ho empitjoren tot. Sobre aquestes premisses no es pot construir cap comunitat política ni cap llibertat, amb una excepció: que ho facis explícit i deixis que la gent sàpiga quin pa s’hi dona i pugui triar.

Però un cop has decidit anar a una declaració d’independència, malgrat la litúrgia trista amb què es va fer, hi has d’anar amb tot el que tens.

Des de l’aparell simbòlic (arriar la bandera espanyola), el legislatiu (convocar el Parlament immediatament per aprovar els famosos decrets que es diu que hi ha preparats i establir la il·legalitat de l’aplicació del 155 a Catalunya), l’executiu (tothom als despatxos o al Palau), emetre ordres i instruccions per fer efectiu allò que és al teu poder (publicar la declaració al DOGC, inclòs), l’internacional (contactar cancelleries formalment per informar de la nova situació), i el municipal (tens 700 alcaldes disposats a fer que en moltes zones del país no tinguis cap problema i et puguis centrar en les parts crítiques) i sobretot, el social.

Centenars de milers de persones estaven disposades a defensar la república amb actitud de resistència pacífica. L’organització de molts CDR és operativa i magnífica, i són moltes les idees que estaven llestes, almenys en part. Envoltar la seu del Govern i del Parlament, marxes lentes per bloquejar els desplaçaments policials, milers de tractors auto-organitzats per bloquejar infraestructures, complicitats sindicals, vaga general indefinida i un discurs de lideratge inequívoc mentre es posen en marxa les primeres mesures. 

Que no tots els mossos t’obeiran? Cert. Però ni cal que els posis tots en aquesta tessitura, ni cal que els enviïs a enfrontar-se a la Guàrdia Civil. Això i molt més era anar-hi amb tot.

La gent celebrava, però ningú no va pensar que calgués defensar res perquè no hi havia res concret a defensar

Però en els discursos de les escales del Parlament, davant dels alcaldes, ja es va veure que aquest no era el to ni l’objectiu. La gent celebrava, però ningú no va pensar que calgués defensar res perquè no hi havia res concret a defensar: on era el president? què feia el Govern? per què hi havia la bandera del Regne d’Espanya onejant al Palau de la Generalitat de la República catalana acabada de declarada? La gent, esclar, se’n va anar a casa. I els consellers també, després d’una breu reunió. Alguns ja van començar a pensar com enfilar cap a l’”exili”; temporal o no, no ho sabem. Les reunions del cap de setmana no han estat pas millors.

El discurs de dissabte del president Puigdemont va alimentar aquest marc: semblava escrit per un penalista, per evitar que l’Estat tingués més arguments per engarjolar-lo. A banda de la indignitat que suposa actuar així quan tens dues persones injustament segrestades a Soto del Real, és inútil: l’Estat t’empurarà sempre (sempre que li convingui). Creure que es poden modular les paraules per evitar-ho és creure que pots bescanviar 155 per eleccions, o que pots negociar amb l’Estat alguna cosa que a ells no els convingui. És un marc que ens ha dut a fracàs rere fracàs i que és al cor del que està passant.

Però Rajoy també tenia els seus problemes. El primer és que la repressió del dia 1 d’octubre li ha suposat un cost internacional que no és menyspreable i el segon és que la repressió del dia 1 d’octubre no va funcionar. Graveu-vos a foc les imatges dels llocs on la policia va haver de marxar. No van poder frenar-ho, i un ridícul així no el pot aguantar políticament sense caure en la humiliació total i definitiva.

L’única alternativa era escalar la violència, això és: fer que l’exèrcit prengués el control, i, o bé ordenar-los que tot fos teatre o bé arriscar-se a violència de veritat, no de bales de goma sinó de bales de metall. Un 155 dur durant 6 mesos és un risc molt alt d’assumir.

L’altra possibilitat era convocar eleccions i aplicar el 155 en versió administrativa i aviam si així dessagnes el Govern, divideixes el sobiranisme, i guanyes unes eleccions que legitimin tot el que vols fer a Catalunya però que tens molt complicat de fer sense caure en l’anarquia i el ridícul internacional. Els missatges públics i privats de la comunitat internacional indicaven que aquest era un camí més acceptable. Per això dic que les eleccions del 21 de desembre expliquen tant la fortalesa de Rajoy (pot fer-ho) i la seva feblesa (necessita fer-ho).

El problema de l’escenari actual és que el Govern està en retirada i entregant les institucions a l’Estat, cosa que ens fa cada cop més febles

He escrit que soc partidari d’anar-hi, a aquestes eleccions, perquè no en treus res de boicotejar-les, especialment amb un govern que no està disposat a mirar de fer efectiva la declaració amb tot el que tenia al seu abast. I que calia fer-ho convocant el Parlament contra el 155 i protegint les institucions. No em semblava ni em sembla una contradicció perquè les urnes són les urnes, i en la mesura que són el camp de joc, és el teu camp de joc, encara que siguin unes eleccions colonials. Els partits sembla que hi estan entrant, en aquest marc, i per tant, ara els perills són uns altres: eleccions per fer què?

El problema de l’escenari actual és que el Govern està en retirada i entregant les institucions a l’Estat, cosa que ens fa cada cop més febles, fins i tot si guanyem i una nova guàrdia pren el comandament. L’escenari d’eleccions no és dolent perquè la nostra força és la gent, i tot combat a les urnes és un combat pacífic que ens fa més forts i fa surar la veritat. Has d’emprar tots els instruments que tens per plantar cara, sobretot els que et són favorables per les raons correctes.

Ara bé, les eleccions no poden ser una manera de fer el mateix i entrar en el bucle infinit. És a dir: no per tenir un govern que és més independentista en els discursos que en els fets, que fa creure la gent que està preparat quan no ho està, i que quan pren una decisió, la improvisa i no està disposat a posar tota la força al servei de la decisió. És feina nostra que el discurs lacrimogen i folklòric no meni cap al bucle. Aquest Govern i aquest comandament han estat capaços de fer que hi hagi un referèndum, sí, tot i que pels pèls, però no són capaços de fer efectiva la declaració i, a més, estan cremats.

Quan la gent es juga 30 anys de presó totes les decisions són comprensibles. Fins i tot anar a l’estranger a protegir-se o a protegir el poder simbòlic de la institució, i a continuar amb l’estratègia d’emmerdar-hi tants poders europeus com sigui possible, per tal que del caos en surti alguna negociació. Però això no vol dir que sigui una estratègia guanyadora o que no sigui el nostre deure fiscalitzar-la, fins i tot assumint el fet que hem de fer el possible per protegir-los.

Que arrisquin 30 anys de presó o d’exili no és una cosa menor: és una salvatjada. Sobretot per als que han arribat els últims al Govern, els consellers del juliol, els que van entrar per fer el referèndum sense informació sobre el que s’havia fet i sobre el que realment s’estava disposat a fer. Aquests són les víctimes d’una gran irresponsabilitat, i s’hi han jugat amb la millor fe disponible més del que s’hi ha jugat ningú. La nostra prioritat ara només pot ser protegir-los com a metàfora de protegir el país.

Per això, si el Govern vol fer un servei al país, a banda de resistir, podria fer ús de la seva autoritat per assegurar-se que qui sigui que es presenti a les eleccions no hi vagi a fer folklore, a aprofitar-se del dolor que ells i les seves famílies (i els Jordis i les seves famílies), per tal de crear un estat d’ànim que permeti colar el mateix de sempre. S’hi juguen molts anys a la presó i val més que tinguem un Parlament disposat a defensar-los de veritat, i no a bescanviar-los en un mercat de cinismes i càlculs que sempre surten malament.

El problema és estructural i té a veure amb una cultura política basada en la submissió, que genera monstres i asseca la imaginació

Com redreçar aquesta situació no és una pregunta fàcil, i no crec que ningú tingui les respostes del tot. El meu instint diu que hem d’anar a guanyar les eleccions del 21-D amb tota la força de la que siguem capaços, però el problema de fons no es pot ignorar.

Necessitem més dosis de veritat i menys dosis d’astúcia. Que de la mateixa manera que hi ha hagut una revolució cultural als cors dels catalans, que han après a perdre la por i a fer-se responsable dels seus actes, i que és això i no una altra cosa el que vam veure el dia 1 d’octubre, aquesta mateixa revolució ha d’arribar a la nostra praxi política, als instruments discursius i executius que fem servir per justificar les nostres accions i fer-nos responsables dels nostres actes.

I això ara mateix vol dir un canvi de guàrdia, sí. Vol dir apostar per una nova generació de polítics que deixi clar què vol fer fins al detall. Anem a llista unitària o llistes separades, és exigible deixar-nos de “secrets” i de sobreentesos, i detallar amb claredat què vols fer i des de quins valors ho defenses. 

El nostre debat públic no és suficient ni per resistir Espanya ni per fer efectiva la independència. Hi ha la gent, i per això hem d’anar a guanyar-los també en les seves eleccions colonials, però fins ara no hem tingut un govern a l’altura del que la gent estava disposada a fer per ser lliure.

Però no vull simplificar: un canvi de guàrdia no és el problema de fons. 

El problema és estructural i té a veure amb una cultura política basada en la submissió, que genera monstres i asseca la imaginació. I d’això n’estem tots infectats, amb les excepcions que faci falta, però que són excepcions que han estat arraconades en la marginalitat durant anys o que les forces fàctiques del país miraran de fer passar per boges.

Però no plantar cara a la nostra pròpia cultural política és condemnar els perseguits a més persecució, és deixar-los tirats, i per molts errors que s’hagin comès, no només no hi ha altra dignitat que la de protegir-los, també la de crear les condicions per poder-los rescatar, inclosos els Jordis i el Govern sencer. Justament per això no podem acceptar qualsevol cosa, i hem d’exigir als polítics o que s’enretirin o que parlin clar sobre què podem fer i com.

El més important és que netegem el discurs polític de dobles sentits i puguem tots veure-hi més clar, que també és una manera de ser lliures. Sóc optimista perquè he vist canviar la gent al meu voltant, i un cop has tastat la llibertat, no tornes a dins l’armari si no t’hi obliguen. I amb totes les prudències, ara no poden obligar-nos com abans.

 El corrent de fons és a favor nostre. Comprometem-nos-hi i treballem-lo.

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