El 22 de diciembre de 1992, un pequeño grupo de familiares de desaparecidos y víctimas de la dictadura de Alfredo Stroessner —que perduró 35 años en Paraguay— encabezados por Martín Almada, pedagogo y abogado, y el joven juez Agustín Fernández, llegó sorpresivamente ante una sede policial del barrio de Lambaré en Asunción, la capital paraguaya, y en nombre de la justicia ingresaron al lugar. Adentro encontraron varias toneladas de papeles.
Eran los archivos de la dictadura, la historia del horror escrita día a día por los victimarios.
El hecho intentó ser ignorado por la gran prensa del mundo pero el extraordinario descubrimiento no pudo ser finalmente ocultado. Almada, víctima de la dictadura strossnista, había logrado testimonios y evidencias suficientes para seguir las pistas que llevaron hacia esa sede policial en Lambaré.
Además de la saga de informes, de los partes de la trágica rutina de la represión, de los testimonios de espionajes y transcripciones de los interrogatorios bajo torturas, en esos archivos se encontraron varios documentos que permitieron comenzar a reconstruir la historia secreta de una criminal acción de contrainsurgencia, que bajo el nombre de Operación Cóndor, dejó centenares de víctimas en la región