Dijeron que lo había acuchillado un puestero, que lo había levantado una familia en el sur, que había viajado a Chile, que Gendarmería no portaba armas. ¿Por qué les vamos a creer ahora?
El pasado 17 de octubre un país se mantuvo en vela luego de conocerse el hallazgo de un cuerpo en el Río Chubut. Durante días, Sergio Maldonado, su compañera, Andrea Antico y la abogada Verónica Heredia permanecieron junto al mismo: querían evitar posibles manipulaciones.
A lo largo de casi tres meses, la familia de Santiago y todos aquellos que peleaban por su aparición fueron testigos de las constantes operaciones del gobierno y sus medios afines para encubrir la verdad. Antico lo resumió en una conferencia de prensa ese mismo martes: “no confiamos en nadie”.
El día viernes se confirmó la identidad del cuerpo. “Reconocimos los tatuajes, estamos convencidos de que es Santiago”, planteó su hermano e inmediatamente afirmó: “esto no quita que la responsable es Gendarmería”.
Miente, miente, que algo encubrirás
Por la noche del viernes, con pocas y muy pensadas palabras, el juez Gustavo Lleral afirmó ante los periodistas que “no hubo lesiones en el cuerpo”.
Un informe sesgado y apresurado, que no detallaba causales de muerte.
Los medios hegemónicos se aferraron a sus palabras y buscaron dar un aire tranquilizador al gobierno en medio de una importante crisis política, cuando falta sólo un día para las elecciones.
Algunos como Clarín fueron más allá y plantearon conclusiones e hipótesis sin ningún tipo de fuente oficial.
Nada nuevo bajo el sol. A lo largo de 82 días, han querido instalar pistas falsas.
Por eso gran parte de la sociedad sabe que, a partir de ahora, nada de lo que digan es creíble.
Recapitulamos las mentiras más rebuscadas e insostenibles con las que pretendieron desviar la opinión pública.
1) No estuvo, lo acuchillaron en julio, lo vieron en otro lado, está en otra provincia, cambió de país, se escondió
Nada resume la implicancia directa del gobierno en la causa como sus cambiantes estrategias para frenar la investigación de la desaparición forzada y sus responsables.
“No hay indicios que Santiago haya estado en el lugar de los hechos”, fue una de las primeras declaraciones de Patricia Bullrich sobre el tema.
También poniendo en duda la presencia del joven en la represión de Gendarmería a la Pu Lof el 1 de agosto, surgió el cuento del “puestero”.
El relato era el siguiente: Evaristo Jones habría apuñalado a un integrante de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) el 21 de julio, que luego había muerto.
En otras palabras, al tiempo que victimizaban a los terratenientes y fuerzas represivas, criminalizaban a Santiago.
Esta versión cayó rápidamente. No sólo el propio puestero negaba la historia sino que los análisis arrojaron que la sangre del facón no era de Santiago.
Como denunció la familia, el 9 de agosto (es decir, dos semanas antes de aceptarse la carátula de “desaparición forzada”) el gobierno buscó cambiar el foco e informó una recompensa de medio millón de pesos para quienes brindaran datos sobre el paradero del joven.
A lo largo de la (no) investigación se barajaron otras hipótesis: que “estaba Chile” (lo cual Carrió volvió a plantear hace sólo una semana), que había “pasado a la clandestinidad”, que estaba simultáneamente en distintas provincias de Argentina como Entre Ríos o San Luis.
Todavía recordamos el tour mediático realizado por una pareja que afirmaba haber levantado a Santiago en la ruta el 22 de agosto: “Estaba parado en el medio de la banquina, haciendo señas. Nos preguntó si lo podíamos llevar”, repetía la mujer.
2) La Gendarmería como carmelita descalza, el fantasma Noceti, los corchazos de Echazú y las pruebas que no aparecieron
“No saben la que les espera”, les habían advertido los gendarmes a jóvenes mapuches que estuvieron detenidos en Bariloche entre el lunes 31 de julio y el miércoles 2 de agosto.
Hacia la madrugada de este miércoles, luego de la aparición del cuerpo en río, se conoció la última foto de Santiago.
Ésta había sido tomada el 1° de agosto y en ella lleva la campera de color celeste que coincide con la descripción brindada por uno de los testigos claves de la causa, Matías Santana.
Una demostración a todas las luces de que el gobierno siempre supo que Santiago había estado allí.
No es la única prueba que la fuerza manipuló u ocultó. Los vehículos utilizados por Gendarmería durante el operativo fueron lavados y los precintos de seguridad, violentados. Esto fue denunciado por el Defensor Público Oficial.
Además, Gendarmería no declaró haber usado vehículos del tipo Unimog durante el operativo, pero videos y grabaciones mostraron que estuvieron allí durante la represión en el Lof de Cushamen.
La mentira también se extiende al uso de armas: frente a una negación inicial, ya se comprobó que la Gendarmería entró incluso con pistolas 9 milímetros a la Pu Lof.
A principios de septiembre, la ministra de Seguridad -una de las funcionarias más cuestionadas- dijo ante el Senado que no iba “a tirar un gendarme por la ventana” y que a la fuerza “la necesitamos para los planes que tenemos” (sic).
En este marco se entiende la defensa al jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Noceti. El segundo de Bullrich orquestó la represión, estuvo allí durante y después del operativo, viajó hacia donde se llevaron al joven y luego reivindicó a el accionar de sus subordinados. Nunca fue citado a declarar.
El rol de la fuerza también se hace evidente en las conversaciones de Emmanuel Echazú, hoy uno de los imputados en la causa: “Ahí nos metemos en el terreno y les damos corchazos para que tengan”.
3) El verso del “terrorismo” mapuche, la supuesta renuencia a los rastrillajes y el maltrato a los testigos
Mientras los integrantes de las fuerzas represivas caminaban tranquilos, el ojo del gobierno y los medios se centró en los mapuches: “terroristas”, “encapuchados”, “financiados por milicias kurdas”, “violentos”.
“A los testigos que nosotros ya presentamos los han tratado muy mal. La misma fiscal que le tomó declaración a Matías Santana es la que en el allanamiento del 18 de septiembre a Pu Lof lo dejó 13 horas precintado y permitió que lo golpeen y lo arrastren por el piso”, respondieron desde la comunidad. Esto no frenó las difamaciones.
“Hay una organización inglesa que los financia”, aseveró Bullrich en TN. Aunque parezca obvio, cabe aclarar que no ha habido una sola prueba del respaldo de guerrillas kurdas o británicas a los habitantes de la Pu Lof ni comunidades aledañas.
Mientras tanto, los terratenientes ingleses (y de otras potencias imperialistas) son dueños de gran parte de la Patagonia y, en coalición con la Gendarmería y los gobiernos, atacan y explotan a los pueblos originarios.
La negativa de la comunidad a los rastrillajes es otra de las fantasías más extendidas. La posición de los habitantes es clara: “No nos hace ninguna gracia que sigan haciendo rastrillajes y peritajes sobre nuestra comunidad, que se siga poniendo la mirada en Pu Lof, porque es una forma de seguir desconfiando de la denuncia que hicimos desde un principio”. Sus reservas están fundamentadas: han sufrido una constante expoliación, que incluye arrestos, golpes, quema de casas y allanamientos violentos.
Pese a ello, las fuerzas han realizado distintos operativos en el territorio desde el 1° de agosto. El cuerpo de Santiago fue hallado en el marco del cuarto rastrillaje en la zona.
4) Las movilizaciones: tapando el sol con un dedo (y varios servicios)
El reclamo por aparición con vida de Santiago a lo largo de 78 días, generó una bronca extendida. Esta se tradujo en masivas movilizaciones.
El 1° de septiembre, a un mes de los hechos que involucraron la desaparición del joven, tomó lugar una de las convocatorias más masivas.
Hacia el final de la misma, que transcurrió de manera pasiva, se produjeron incidentes. La presencia de servicios de inteligencia y provocaciones oficiales fue evidente.
La jornada terminó con una brutal cacería policial, detenidos y una operación mediática para ocultar el reclamo. La familia lo mostró claramente con las capturas de pantalla presentes en su página oficial:
La realidad le ganó a las tapas. Decenas de miles de personas le habían mandado un mensaje claro al gobierno: no iban a dejar pasar la impunidad.
Las mentiras no pasarán. La lucha sigue.
El juez Lleral y los medios adictos buscan mostrar la muerte de Santiago como una imagen estática. Sin explicar la mecánica ni la causal, antes de verificar ninguna prueba, se aprestan a enviar saludos cínicos a la familia, lavarse de culpas y limpiar su imagen antes de las elecciones del domingo.
Aún hay muchos elementos sin respuesta.
No se esclareció qué pasó con la llamada que realizó Ariel Garzi al celular de Santiago, y que alguien atendió durante varios segundos. O por qué fueron lavadas las camionetas de Gendarmería, ni por qué no se ha peritado el teléfono de Noceti.
La verificación de las pruebas y muchos elementos extraídos durante la autopsia aún no han sido analizados. La ropa no fue examinada, no se ha comprobado que Santiago haya estado bajo el agua todo este tiempo ni cómo falleció.
Lo que no debemos olvidar jamás es que Santiago Maldonado perdió la vida mientras huía de uniformados armados, que defendían los intereses de terratenientes extranjeros; que acompañaba a los habitantes que reclaman su suelo; que estaba en la Pu Lof como había estado en otras luchas.
Lo que queda claro es que el Estado y la Gendarmería son responsables, y que sólo la movilización va a permitir que haya justicia.
Jazmín Ortiz