Esta semana, siguiendo el conflicto catalán por los medios españoles, me enteré de un montón de cosas que no se pueden hacer en una democracia. Menos mal que en esta “dictadura bananera” uno puede ver tele de países civilizados, y así aprender qué se puede y qué no se puede hacer en una democracia verdadera.
Fíjense que lo primero que no se puede hacer es convocar a referendos que no salgan en la Constitución, no se puede y punto.
Tampoco se puede hacer propaganda de ese evento ilegal en los medios porque te llega la policía y se acaba la rochelita.
Hacer un referendo así es un golpe de Estado, según el Gobierno español.
¡Mira tú!
Tampoco se puede increpar, tocar, empujar o lanzar objetos a la policía, mira tú.
Hacerlo supone un grave delito que se paga con cárcel…
Y pensar que en Catalunya nadie les ha lanzado morteros ni puputovs.
No se puede, bajo ningún concepto, usar a menores de edad en las protestas, ni que sean ellos mismos los que salgan de su colegio a manifestar.
¡No, no y no! En una democracia verdadera, los menores de edad son sagrados.
Y eso que en Catalunya nadie les paga a los niños pobres para que fabriquen molotovs, ¿te imaginas semejante barbaridad?
No se puede –¡no, señor!– bloquear las vías públicas.
¿Qué desorden es ese?
Y miren que los catalanes no bloquean las calles secuestrando autobuses y camiones y quemándolos en medio de la vía.
En una democracia verdadera como la española, los alcaldes son responsables de lo que ocurra en sus municipios y los que han promovido actividades ilegales en ellos, como el referendo catalán ese, ya han sido presentados ante el juez para que sigan con la guachafita.
Y que no vayan a salir con el cuentico de que son presos políticos, no, que los presos políticos están aquí, en Venezuela, donde los alcaldes opositores hicieron todo lo que está prohibidísimo en España, una feroz violencia añadida que dejó un reguero de muertos y heridos, pero es que, claro, aquí lo hicieron, no para poder ser catalanes, sino para derrocar al presidente que, aunque fue electo por la mayoría de nosotros, es un dictador, según nos explican desde el Gobierno español.
Veremos si los catalanes terminan votando, peligrosamente, o si sus voces son apagadas a la fuerza, como se hace en las democracias verdaderas.