¿Puede una oposición ser considerada más responsable que el gobierno por los problemas económicos de un país?
Si esto se pregunta en la mayoría de las naciones, la respuesta será obvia. Incluso, es posible que traten al autor de la interrogante como si fuera idiota. “¡Claro que no –dirán-. El gobierno siempre será el principal responsable de lo que ocurra en la economía, pues es el que toma las decisiones”.
Pero esa respuesta es producto de politología clásica y sentido común, dos cuestiones que no funcionan mucho en Venezuela.
Preguntémonos algo: ¿Qué pasará cuando los efectos de las sanciones de Estados Unidos comiencen a sentirse en la carne de la gente (más de lo que ya se sienten los de la etapa previa de la guerra económica)?, ¿la población culpará al gobierno de Nicolás Maduro o a la oposición que ha clamado por tales medidas coercitivas?
La forma cómo ha de despejarse esa incógnita es crucial para el futuro político, si pensamos en el inminente proceso electoral regional, en los comicios municipales y, sobre todo, en que 2018 es de elecciones presidenciales.
Hasta ahora, si hemos de fiarnos en las encuestas, la oposición había tenido éxito en su objetivo de culpar al gobierno de las calamidades económicas que ha sufrido el país durante los últimos años. La denuncia de la guerra económica solo había calado en el sector más conscientemente chavista de la población, y la expresión más clara de eso fue la derrota sufrida por el chavismo en las elecciones parlamentarias de 2015.
Sin embargo, los acontecimientos políticos más importantes de 2017 parecen indicar que la tendencia está cambiando.
La locura de cuatro meses de violencia de ultraderecha puso a la oposición en una situación muy comprometida. Adicionalmente, la estrategia de no participar en la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, pero sí en los comicios regionales, ha generado confusión y frustración en las masas contrarrevolucionarias.
En ese contexto se producen las sanciones del gobierno de EEUU y la amenaza directa e inequívoca del presidente Donald Trump respecto a una posible acción militar contra Venezuela. En vista de que la élite contrarrevolucionaria había venido gestionando tales sanciones (y la intervención armada también, que nadie lo dude), su concreción coloca a las fuerzas opositoras en una posición inusual: la de ser considerada responsable (más que el gobierno) por los problemas de la población.
Anticipándose a ello, la dirigencia de la MUD (en un comunicado que ya ingresó a la antología del antinacionalismo) ha pretendido subrayar que todo lo que ocurra como consecuencia de las sanciones de Trump es culpa de Nicolás Maduro. Sin embargo, sostener esa tesis tal vez sea fácil con respecto al público internacional, sometido a la hegemónica prensa global, pero resultará cuesta arriba para el consumo interno, pues está más que claro que han sido figuras como Julio Borges, Luis Florido y otros por su estilo quienes han solicitado reiteradamente que se sancione y bloquee al país.
De eso hay numerosos testimonios en video y audio e, inclusive, documentos oficiales firmados. Es más, es un hecho notorio y comunicacional que esos y otros dirigentes han clamado también por acciones militares.
Aquí opera un principio más o menos universal: la explicación más sencilla es la más creíble. Ha sido por el efecto de ese principio que al gobierno le ha resultado tan difícil implantar la tesis de que los males económicos son provocados intencionalmente por factores de la economía privada, sectores políticos de derecha y factores del poder capitalista mundial. Era más fácil creer que todo era producto de la ineptitud y la corrupción del gobierno. Ahora, ese principio podría revertirse en contra de la oposición, toda vez que la explicación más sencilla para estas injustas y delictivas sanciones de Trump es que el gobierno gringo atendió las súplicas de Borges y su combo.
Si esto ocurre (ya sabemos que en Venezuela puede pasar lo más inesperado o todo lo contrario), estaríamos en presencia de otro verdadero autogol de la oposición y su padrino imperial. Veremos.
(Clodovaldo Hernández / clodoher@yahoo.com)