La situación de la población civil en Yemen tras más de dos años de guerra continúa suscita una inmensa inquietud en las organizaciones humanitarias.
La epidemia de cólera que desde finales de abril ha golpeado al menos a 30 000 personas según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se desarrolla de forma exponencial.
Frente a esta tragedia, quienes toman las decisiones políticas y militares a nivel local, regional e internacional prosiguen, obstinadamente, políticas tan criminales como contraproductivas.
En agosto de 2015, cinco meses después del comienzo de los bombardeos de la coalición dirigida por Arabia Saudita sobre las posiciones de los rebeldes hutíes, el responsable del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) describía la situación en Yemen como peor que la de Siria tras cinco años de guerra.
Anteriormente, la ONU había hecho sonar ya la voz de alarma, señalando una pre-hambruna y cifrando en el 70 % de los 28 millones de yemeníes las parte de la población civil con necesidad urgente de ayuda humanitaria.
Estos aterradores discursos continúan siendo defendidos por las ONG y ciertos medios que denuncian, con toda razón, una “guerra oculta” u “ocultada”. Pero, desgraciadamente, no han tenido el efecto que se suponía.
Las imágenes de mujeres raquíticas o de niños muertos de hambre han emocionado, es verdad, durante algunos segundos, pero no han tenido más consecuencias 1/.
Los llamamientos a la ayuda formulados por las ONG han quedado subfinanciados y la situación de los civiles se ha deteriorado objetivamente desde entonces.
Pero hay que reconocer que esta última no ha alcanzado, felizmente, el punto de ruptura anunciado y que todos temían.
Así que estamos aún a tiempo de actuar antes de ver cómo se embalan los contadores macabros.
Más de 10 000 muertos
Más allá de la urgencia humanitaria real, sin duda es importante comprender los resortes de una cierta capacidad de recuperación de la sociedad yemení y también admitir que los discursos se fundan generalmente en una comprensión muy parcial e incompleta de la situación.
El número de muertos es en primer lugar desconocido, pero ya es instrumentalizado por los partidarios de los hutíes así como por ciertas ONG que buscan financiación.
La imagen de un país pobre agredido por su vecino rico no agota la complejidad del conflicto, e imputar la crisis humanitaria solo a los bombardeos de la coalición árabe es engañoso.
La estadística de las muertes debidas a la guerra, publicada en todos los medios, permanece fija desde enero de 2017 en más de 10 000 según la ONU, tras haber estado congelada en 7 000 durante meses.Por su parte, el gobierno yemenita reconocido por la comunidad internacional cifra en 27 000 el número de heridos.
Cada campo señala los probables crímenes de guerra cometidos: el asedio de Taez, con el apoyo de francotiradores, organizado por los hutíes de un lado, y del otro, los bombardeos sauditas de objetivos civiles como el del funeral del 8 de octubre de 2017 en el cual encontraron la muerte 140 personas.
Estos recuentos no incluyen las víctimas inducidas por la guerra: civiles muertos debido a la ausencia de tratamiento por enfermedades crónicas o niños que mueren de una diarrea que en tiempo de paz habría sido fácilmente curada.
Así, la cifra actual de la ONU está sin duda groseramente subevaluada 2/
Durante el embargo, el comercio continúa
Sin embargo, aunque no hay que olvidar la amplitud de la crisis humanitaria yemenita y su potencial inmensamente destructor, el paralelo con Siria sigue siendo engañoso. Los daños materiales así como el número de víctimas no son comparables y no es injuriar a éstas el señalarlo.
Y esto no presagia en absoluto nada sobre el futuro ni un deterioro violento de la situación humanitaria. Así, frente al medio millón de muertos sirios, los yemeníes desaparecidos siguen siendo veinte veces menos numerosos.
El flujo de personas refugiadas, por otra parte, sigue siendo aún limitado; no solo porque las escapatorias exteriores son reducidas debido a la posición geográfica del país, sino también porque los frentes están relativamente localizados.
A pesar del embargo aéreo, marítimo y terrestre reivindicado por los sauditas y denunciado por los hutíes, y a pesar de la persistencia de los bombardeos, los flujos comerciales prosiguen.
Sanaa, sin embargo objetivo principal de la coalición, sigue siendo una ciudad muy animada 3/, los automovilistas tienen acceso al carburante, se sigue encontrando el qat -un ligero narcótico que se masca cotidianamente- y las tiendas tienen provisiones.
Incluso se ha abierto recientemente un nuevo centro comercial, uno de los mayores de la ciudad, y se han inaugurado nuevas líneas de autobuses entre Aden y la capital.
En un país mucho más pobre que Siria, conviene comprender cuales son o han sido los resortes para una capacidad de adaptación que ha permitido, hasta ahora, evitar el escenario catastrófico que algunos anunciaban desde los primeros meses de la guerra.
Frágiles redes de seguridad
El carácter aún mayoritariamente rural de la sociedad yemení ha podido en primer lugar constituir una red de seguridad. Si la cifra de 3 millones de desplazados internos señalada por la ONU es exacta, esas personas refugiadas han podido, en una gran parte, reintegrarse a las estructuras rurales, pues hay pocos campos (de personas refugiadas).
En las zonas rurales, estos civiles han podido a menudo ponerse al abrigo de los bombardeos, pero también aprovecharse para alimentarse de los cultivos de alimentos.
Además, las lluvias, más generosas que los años precedentes, han permitidoabsorber a estas poblaciones en las tierras altas que solo recientemente habían sido urbanizadas y que habían conservado tierras arables.
Los campos de refugiados siguen siendo, en efecto, poco numerosos.
Los casos de malnutrición más agudos se concentran no en los principales frentes, sino en las regiones escasamente agrícolas, en particular en el sur de la Tihama. La ofensiva de la coalición sobre el puerto de Hodeida controlada por los hutíes y que alimenta a Sanaa está anunciada desde febrero de 2017, pero sigue siendo retrasada.
Los beligerantes, a pesar de un desprecio cierto por los yemeníes, tienen claramente conciencia de que se trata de una palanca que ha permitido mantener la situación humanitaria bajo control.
Lo mismo ocurre para la capital hacia la que la ofensiva terrestre continúa siendo atrasada.
Una segunda fuente de resiliencia ha estado mucho tiempo ligada al mantenimiento de la independencia del Banco Central. Hasta finales de 2016 desde Sanaa, y por tanto con el asentimiento de los hutíes, éste ha continuado pagando los salarios del conjunto del funcionariado del territorio, evitando así un hundimiento del riyal 4/.
La estrategia del presidente Abd Rabbo Mansour Hadi, reconocido como legítimo por la comunidad internacional, intentando transferir el Banco Central de Sanaa a Aden ha roto una mecánica que ha permitido, sin duda preservar la vida de miles de familias. Movilizando en Aden funcionarios no experimentados y a pesar de las promesas de los Estados del Golfo de cubrir las necesidades del nuevo Banco Central, los salarios están siendo impagados con frecuencia, y las regiones del norte, partidarias de los hutíes, ignoradas 5/.
La desaparición de esta fuente de rentas regulares debilita innegablemente a la población civil y aumenta por tanto la crisis.
La implicación de las organizaciones humanitarias del Golfo constituye sin duda una palanca que, aunque difícil de medir, no puede ser descartada.
Su funcionamiento autónomo sin una corrdinación real con las ONG y las instituciones de la ONU más experimentadas así como su posicionamiento “embedded” (incrustadas) en los ejércitos, sin duda, hace de ellas actores problemáticos.
Igualmente, las cifras anunciadas oficialmente de una ayuda civil y humanitaria saudita a Yemen que habría superado los 8 000 millones de dólares desde el comienzo de la guerra resulta poco creíble.
Y las impresionantes estadísticas de beneficiarios proporcionadas por el King Salman Humanitarian Center harían incluso dudar de la existencia de una crisis humanitaria.
Pese a estas enormes grietas, sigue siendo probable que esta acción, añadida también a la implicación preciosa de la ONU y de ONGs internacionales como Médicos sin Fronteras y Oxfam, hasta ahora haya contribuido a impedir que la sociedad cayera en el abismo.
Previsible agravación de la situación
Nada indica sin embargo que estas frágiles redes de seguridad puedan mantenerse mucho más tiempo. La capacidad de absorción del campo es limitada. Las salidas exteriores son reducidas y ningún país vecino o lejano parece dispuesto a acoger a muchas personas refugiadas yemeníes.
El Banco Central, instalado en Aden y enfeudado a un presidente Hadi, debilitado incluso en su bastión sudista, sigue en crisis, y los funcionarios esperan sus pagas.
Las ONG tienen dificultades para acceder a determinadas poblaciones o abandonan el terreno frente a la presión de los beligerantes de ambos campos.
En fin, la amenaza de la ofensiva de la coalición contra Hodeida sigue estando al orden del día y rompería la principal línea de aprovisionamiento de las tierras altas.
Sin reorientación de la estrategia de las partes en conflicto, es previsible un deterioro de la situación humanitaria -a muy corto plazo con una aceleración de la epidemia de cólera y a medio plazo en el plano del hambre.
En este contexto, las señales enviadas por Donald Trump en su visita del 21 de mayo de 2017 a Riad son desmoralizadoras.
Una presión americana sobre los saudíes para que éstos abandonaran su estrategia militar fracasada constituiría una rara palanca para esperar una mejora y la apertura de un proceso político.
Pero la administración americana apoya sin reserva alguna la lectura defendida por los saudíes.
La firma de contratos de armamento entre los gobiernos, entre ellos 6 000 millones de dólares para fragatas de vigilancia y 28 000 millones para misiles, sistemas de radar y helicópteros de combate, no augura nada bueno para la población civil yemení.
Ver a los Estados Unidos apoyar a Arabia Saudita, pero también a Israel en su visión obsesiva de la amenaza iraní, es un punto muerto suplementario que, desgraciadamente, la región no ha dejado de pagar, y con ella el mundo entero.
29/05/2017
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
Notas:
1/ ”Instruments of Pain (I) : Conflict and Famine in Yemen”, International Crisis Group, briefing n °52, 13 avril 2017.
2/ Helen Lackner, “Starving Yemen” , openDemocracy, 4/10/ 2016.
3/ April Longley Alley, “The Counter-productive Isolation of Proud and Hungry Sanaa”, International Crisis Group, 15/05/2017.
4/ Mansour Rageh, Amal Nasser, Farea Al-Muslimi, “Yemen Without a Functioning Central Bank : The loss of basic economic stabilization and accelerating famine”, Sana’a Center for Strategic Studies, 3/11/2016.
5/ Amal Nasser, Alex J. Harper, « Rapid currency depreciation and the decimation of Yemeni purchasing power », Sana’a Center for Strategic Studies, 31 mars 2017.
http://vientosur.info/spip.php?article12667#sthash.p2MJRxlh.dpuf