Como exactamente hace cien años, en marzo de 2017, Donetsk tomó el control de las minas y fábricas más importantes propiedad de oligarcas ucranianos. Lo han llamado “control externo”. ¿Cuál es el resultado?
El corresponsal de KP se desplazó a las Repúblicas de Novorrusia para analizarlo.
Un carácter especial
Solo los camiones tienen algún problema para cruzar la frontera entre Rusia y la RPL: una cola de más de un kilómetro y medio encerrados en el vehículo. Al final de la cola recojo a un autoestopista de 30 años y de nombre Zhenia. Después de una pequeña discusión insiste en dejar un billete en el posavasos del coche. El chico vuelve a casa después de dos semanas de trabajo montando muebles en Rostov. Zhenia guarda con cuidado su maleta con las herramientas, de la que no se separa. Sus manos son grandes, rasgadas, como si ya nunca fueran a blanquearse. “Antes de la guerra trabajaba de mecánico en la DMZ (la Planta Metalúrgica de Donetsk), pero cerró en 2014. Mi madre está enferma de cáncer, mi padre es pensionista y tengo mujer e hija. Fui a la milicia, pero allí me dijeron: si te necesitamos, te llamaremos. Nunca llamaron, el ejército necesita expertos y gente muy joven”.
“¿Querías luchar?”
“Estaba enfadado, por supuesto, una bomba destrozó mi casa. Metí todo lo que tenía y el dinero y…Vivía en Amvrosievka, pasaremos por ahí ahora”.
“¿Qué daños sufrió la casa?”
“El tejado y el techo cayeron al suelo. Mi mujer y mi hija están ahora en Ilovaisk con familiares. Iré a verlas a la vuelta y arreglaré la casa. Y sabré algo sobre el trabajo. Antes teníamos cinco fábricas. Todas llevaban ahí desde hace mucho tiempo. Y me dijeron que ha llegado un pedido de Crimea de casi mil millones de rublos a la fábrica de teja. Además, es de teja especial, una “antigüedad”, fina y pequeña. Puede que no tenga que acabar en Rostov. Y así podré arreglar un poco de la casa todos los días”.
Zhenia hace una pausa. Sonríe al ver la carretera a Ilovaisk. Cuando nos despedimos intento devolverle los cincuenta rublos, pero él se niega. Una muestra del “carácter especial de Donbass”.
Reglas de la huida
En Donetsk pasamos un par de días con colegas de la llamada “milla de oro” de la ciudad: el bulevar de Pushkin, que una vez le diera color a la industria de Donbass. En algunos patios se pueden ver patéticos toldos cubriendo las plazas de aparcamiento.
Todo tiene polvo, está venido a menos. De nuestro apartamento, hace mucho tiempo que huyó un empleado de un banco de Kiev. De hecho, esas fueron las primeras víctimas del bloqueo financiero de Donbass.
A finales de mayo de 2014, los cajeros dejaron de tener dinero y cerraron las sucursales bancarias. Desde entonces, Donbass vive en efectivo.
El bulevar Pushkin, en el centro de Donetsk
Con lo que queda del interior del apartamento, se puede ver claramente que la familia del banquero viajó mucho y bien y que trajeron de vuelta souvenirs de países exóticos. En el frigorífico hay una colección de imanes, desde swastikas hasta cruces de la división Galicia. El lujoso apartamento ha perdido su lustre. Hace tres años que la entrada está vacía y las tuberías se han secado, dejando un olor a humedad.
Pero bajo las ventanas continúa el baile y la habitual locura de la buena vida. Por la tarde pasean tranquilamente madres que pasean a sus hijos en McLaren, que cuestan lo mismo que un coche Taviria, y por la noche están abiertos prácticamente todos los cafés y restaurantes. También aparece un vagón hípster con comida rápida de moda. Fue alquilado en Rostov.
Según me cuentan, a la compañía no le importó que la RPD se encontrara bajo un bloqueo o que el resto del mundo no lo reconozca.
Lo mismo ocurre con el DonMak. Inicialmente quisieron llamarlo McDon, pero daba lugar a juegos de palabras. El DonMak es absolutamente idéntico a los restaurantes de la cadena de comida rápida estadounidense, hasta en los aros de cebolla. Recibe sus productos de las cadenas de Rostov y ahí imprime sus etiquetas. Hace un año, el DonMak olvidaba poner queso en las hamburguesas con queso y los precios eran desproporcionados, pero eso parece haberse ajustado.
Esperamos pacientemente a que el tatuado y barbudo camarero nos traiga el arroz Vermicelli ý el salmón mientras escuchamos la tranquila conversación de los chicos detrás de nosotros: “Hay una ley sobre doble nacionalidad, pero no una sobre triple nacionalidad. ¿Cómo es eso?”.
Los pasaportes
Desde hace varios meses, Rusia acepta los pasaportes de Donbass. Antes, todas mis visitas a Donbass comenzaban con terapéuticas conversaciones con amigos locales.
De forma monótona, como si fuera un experimentado hipnotizador, explicaba sin intentar parecer demasiado obvio: “no, no os van a abandonar. Hay una frontera común, se reconocen los diplomas, se ha invertido mucho dinero. Se ha introducido el rublo” …
Ahora, con el reconocimiento de Rusia de los pasaportes expedidos por la RPD y la RPL se han puesto las cosas en su sitio. Y han aparecido fantásticos y contradictorios rumores: todavía no existe ninguna región de Rusia en la que los pasaportes comiencen con el número 93. Y lo más importante, el pasaporte no tiene espacio para la segunda foto, que se coloca al cumplir 45 años. En Donbass se susurra con esperanza: ¿cambiaremos a los pasaportes rusos?
Una conocida en la oficina que expide pasaportes en Donetsk afirma que los rumores no se han confirmado. Pero la población sigue hablando de ello.
“Los militares tienen prioridad para los pasaportes. Y antes de todo este bombo, vino un chico de la milicia a pedir el pasaporte. Estaba en alguna parte del sur, en la guerra, cerca del mar. Y nos hicimos amigos. Y dijo: ¿quieres que te escriba una oración?
Hace dos años que la llevo y siempre me ha salvado. Siempre lo recuerdo, pensé que era demasiado joven para estar en su segundo año de guerra”. Tatiana busca en el bolso y saca una pequeña estampa, un trozo de papel en el que hay un salmo escrito a mano. Me lo enseña y lo vuelve a meter en el bolso. “Llegó el pasaporte, pero murió hace dos semanas. Y ahora no tengo fuerzas para tirarlo. Pienso que eso será todo, que entonces habrá muerto del todo”.
Mayorsk
Pese a las alegaciones de que Kiev ha bloqueado completamente las repúblicas separatistas, los puestos de control de la línea del frente siguen funcionando. Son bombardeados desde el lado ucraniano una media de dos veces al día, pero la población sigue cruzando. Nos acercamos por carreteras secundarias porque la ruta a Gorlovka está cortada por Yasinovataya.
Hace unos días, fue bombardeada con “munición no convencional”, bombas con fósforo. Pasamos junto a la parada Planta de Acero de Yenakievo, antes propiedad de Metinvest y que se espera que vuelva a trabajar en los próximos meses.
Con la introducción del bloqueo explotó otra pieza de la cadena de producción, pero los trabajadores perseveraron.
El acero de Yenakievo suministrará a Severstal y el consejo de dirección de los ferrocarriles rusos ha confirmado que hará un descuento especial del 25% al transporte de acero para que los productos sigan siendo rentables.
El paso de Mayorsk es una triste cola de cientos de coches y minibuses. Otra vez, toda la comida rápida es rusa. Un chico con la cara hinchada pregunta si tenemos un cigarrillo. Cuenta que se ha llevado un golpe en la cara, “un ukrop”.
“Mi pasaporte tiene manchas de sangre. Me intentaron robar en Járkov y me resistí. Eso no les gustó nada. Me detuvieron hasta el día siguiente, me interrogaron, me acusaron de estar con los “separ”. Llamaron a todos los contactos del teléfono hasta que se dieron cuenta de que ahí no había nada”.
Allí, a cuatro kilómetros de donde nos encontramos, un pasaporte de la RPD en el coche supone la detención inmediata. Incluso marcan los pasaportes ucranianos. Cambiar un pasaporte dañado es prácticamente imposible para quienes viven en la RPD. Esto ocurre de forma tan frecuente que no parece una iniciativa de “banderistas” aislados sino una orden no escrita.
El motorista Sergey, con bigote y asombroso parecido a Lukashenko, cuenta que la población va a “conseguir sus pensiones o comprar productos algo más baratos”. Cuando dice “algo más baratos”, lo hace con sufrimiento.
No somos quién para juzgar. Las pensiones medias de Donetsk son de 2600 rublos, probablemente pagadas por Rusia.
La principal fuente de ingresos de la RPD es el comercio. En la República aún hay problemas con los billetes pequeños y monedas y en la furgoneta nos identifican rápidamente como no locales. Le damos cambio para un billete de 500 y nos despide contando un “cuento navideño”, que después pudimos confirmar.
“Una vecina, contable en la misma empresa, durante un año llevó informes de la parte ucraniana, en Volnovaja.
Y murió ahí. Los guardias de frontera ucranianos descansaron: entraron y dejaron que pasara. Perros.
Durante dos días estuvo sentada en el coche con las ventanas abiertas. Hacía mucho frío. Estaba al lado de la fogata y murió por el fuego. Llegaron las autoridades de la República y ordenaron negociar, se llegó a algo con mediación la OSCE, Cruz Roja”…
Ahí están los jeeps de la OSCE, junto a la cola de coches que va a la línea del frente. Algunos de los campesinos y trabajadores que esperan para cruzar nos cuentan: “desde ahora mismo, al menos durante una hora, no dispararán”.
Entre la multitud, una mujer grita: “al infierno”. Un hombre se da media vuelta y escupe junto a una amenazante señal en blanco y rojo: “no salgan a las cunetas-minas”.
https://slavyangrad.es/2017/05/01/donbass-ante-el-bloqueo/