Hace una semana, un grupo de periodistas holandeses viajó a Honduras después de leer el libro Cabbages and Kings (Repollos y Reyes) de 1904 en el que por primera vez se menciona el término Banana Republic para referirse a un país controlado por la compañía bananera.
En uno de sus cuento, el escritor O. Henry, hablaba de un país llamado Anchuria y estaba en Centroamérica. En ese tiempo el escritor vivía en Honduras. No hay casualidad.
Los holandeses aman el banano, lo comen todos los días, me dijo uno de ellos.
Y por eso viajaron al otro lado del mundo para saber si Honduras sigue siendo esa república bananera, no solo por la producción de banano, sino por el poder de las trasnacionales por encima del Estado.
Querían saber si Honduras era ese país que parece ficticio, donde una empresa trasnacional puede quitar y poner presidentes, cambiar leyes, explotar impunemente a la gente y quedarse con los mejores recursos naturales del país gracias a líderes políticos locales que se convierten en sus socios o sus lacayos.
Y llegaron a Honduras justo en el momento en que de manera “innovadora” Honduras promueve la evolución de la economía de enclave con las Zonas Especiales de Desarrollo (ZEDE).
La máxima expresión de entrega de soberanía a quienes puedan invertir, pensada para el capital trasnacional. Una de esas primeras ZEDE, está pensada para construirse en Trujillo, una de las tantas ciudades costeras que se quedó en la nostalgia de la bananera, la ciudad de la historia de O. Henry.
La BBC de Londres le consultó a un historiador chileno llamado Luis Ortega, sobre cómo aun países de Latinoamérica tienen las características de repúblicas bananeras. “En un país bananero, ante el primer atisbo de inestabilidad, ya mataban al presidente o había un golpe de estado”, cuenta Ortega quien cree que las cosas no son tan radicales ahora.
Sin embargo, los periodistas holandeses llegaron a Honduras, no solo por la historia del banano, sino porque para ellos, lo ocurrido en 2009 y lo que vive Honduras a partir de un golpe de estado moderno, es parte de ser un país controlado por fuerzas extranjeras. Sigue quedándole el término.
La política más antigua de Honduras
El historiador hondureño, Marvin Barahona, asegura que la política más antigua de Honduras es la política concesionaria. Incluso la de limitación de los departamentos, la forma de vida, los movimientos de la población hondureña se realizaron alrededor de las grandes trasnacionales que establecían su propia soberanía.
“Esto parte del reconocimiento de una carencia: la ausencia de capitales en el país. En el siglo XIX durante la reforma liberal (1976-1948) se piensa que Honduras debe entrar en la civilización y el progreso, en el capitalismo. Para eso era necesario llamar a los capitales extranjeros, porque Honduras no tenía para impulsar la explotación del territorio. Una de esas formas fue hacer concesiones amplias a extranjeros y comprendían la creación de un estado dentro de otro estado. Así llega en 1880 la Rosario Mining Company de New York, ubicándose en San Juancito en las afueras de Tegucigalpa para explotar las minas. El presidente de ese tiempo, Marco Aurelio Soto tenía acciones en esa empresa”, explica Barahona.
El Estado se declara incapaz de invertir en la administración de recursos para generar riqueza en el país, y así con las concesiones se abre la puerta al negocio. Inicialmente a capital estadounidense. Dispensar impuestos, pedir poco dinero por los metales de exportación, control total de la zona, amplia discrecionalidad para contratación de trabajadores y establecimiento de salarios bajos, entre otras eran las características de las concesiones.
“Además estas concesiones implicaban promesas. Por ejemplo, llevar todo el viaducto, conducto de agua desde las fuentes cercanas a Tegucigalpa en el caso de la Rosario Minning Company. Paralelamente a las concesiones, Tegucigalpa comienza a ser capital de Honduras, así la minera se compromete a llevar el agua ya que había las condiciones en esta ciudad para que la población creciera. Pero la empresa nunca cumplió.
Las empresas no cumplían lo establecido en los contratos, eran solo promesas, y eso se repite en todas las concesiones a lo largo del siglo XX, entre 1880-1980 un siglo entero, y seguirá después con la industria maquiladora y a lo que vamos ahora las ZEDES”, agrega Barahona.
Se habla de una política concesionaria del Estado para que el país entre en el progreso y la civilización, pero Honduras nunca avanzó, sigue siendo uno de los países más pobres de la región.
En 1899 se inicia la multiplicación de esta política concesionaria, cuando el Estado comienza a hacer las concesiones de grandes extensiones de tierra en el norte de Honduras con las bananeras con capital totalmente norteamericano.
“1899 cuando las primeras concesiones se establecen en La Ceiba con la familia Vaccaro de Nueva Orleans que en los años 20 se convirtieron en la Standard Fruit Company que aún existe y que antes del 2015 recibió aproximadamente 3 mil millones de lempiras en exoneraciones fiscales. Y esto le hace daño al país porque no solo se concede territorios, agua y fuerza laboral sino que tampoco cobra impuestos con los que podría construir escuelas, hospitales, etc. Aún sigue concediendo estos beneficios”, cuenta el historiador.
Pero es a partir de 1912 que se enlazan las concesiones de orden económica a través del capital extranjero con la política hondureña. En ese tiempo comienzan a intervenir políticamente en el Estado. Esto desde “la revolución bonillista”, que no fue más que la invasión de Estados Unidos en Honduras a través de Manuel Bonilla (fundador del Partido Nacional) para apoderarse del territorio hondureño usando a este político sediento de poder. Esa invasión se planificó en Estados Unidos entre el empresario Samuel Zamurray y Bonilla. Zamurray después creó el imperio bananero Cuyamel Fruit Company que adueñaba campos bananeros e ingenios azucareros.
El enclave se diversificó económicamente. Por ejemplo, ellos crearon la primera cerveza (Salvavida), la primera fábrica de gaseosas, zapateras, y aceiteras provienen de los mismos enclaves bananeros. Hoy se pueden ver en tierras de la Tela Railroad Company (antes la Cuyamel) grandes extensiones de tierra sembradas de palma africana.
Y son esas empresas las primeras y fundamentales financiadoras de las celebraciones de independencia y soberanía de Honduras.
“Así comienza la corrupción, en esa relación directa de los políticos con el capital extranjero en la que son subordinados de quienes tienen todo el poder económico.
De los enclaves a las golondrinas y de nuevo a los enclaves
La soberanía de las empresas es una especie de poder que solo le correspondía al Estado, en sus territorios hacían lo que querían, tenían sus propias policías, le llamaban la guardia blanca. Los comandantes de arma y directores de aduana estaban al servicio de las compañías, los diputados también recibían privilegios: atención médica en sus hospitales, les invitaban para el 4 de julio para ir a estos bungalós que tenían las compañías para que sus funcionarios descansaran y allí entre tragos se hacían las concesiones.
“Así el Estado perdió control de los territorios y se desnacionalizaba por poco, esa zona norte comenzó a ser un apéndice de EEUU. Venían hasta embarcaciones de guerra, barcos como el Marmol Head, el Milwaukee, el Tacoma, servía para intimidar al Estado para dar el mensaje que quienes mandaban eran ellos”, explica.
Cuando el imperio del banano se ve deprimido por la huelga de obreros en 1954 y posteriores huracanes y eventos naturales, los gobiernos se inventan otra forma de concesiones siguiendo la moda global. Así llega a Honduras la industria maquiladora, que es conocida también como empresas golondrinas, porque migran en cualquier momento adonde sea más rentable el negocio, no instalan capacidades para quedarse.
La base de las concesiones de hoy son muy similares a las anteriores, las empresas maquiladoras no intervienen directamente en asuntos políticos, pero lo hacen indirectamente financiando campañas políticas o con los dueños de parques industriales involucrados en partidos políticos.
Y de la maquila, instalada siempre en el norte del país, se vuelve al enclave, en su manera más entreguista con la creación de las ZEDES sin olvidar que el país tiene concesionado el 35% de su territorio a empresas mineras y cuenta con 111 concesiones de ríos para hidroeléctricas, la mayoría de capital trasnacional.
Barahona reflexiona que el Estado parece renunciar por completo a la soberanía establecida en la constitución de la república con estos proyectos, el hecho que estas ZEDE tendrán sus propios gobiernos y Fuerzas Armadas implica no una renuncia parcial como antes con las bananeras, sino una renuncia total, autorizando algo que la constitución prohíbe: crear soberanías ajenas al país dentro de su territorio.
“Honduras está retrocediendo a finales de siglo XIX para reestablecer una política concesionaria que fue un gran fracaso. Es cierto que las compañías crearon la infraestructura de puertos y carreteras, pero para beneficio propio y fue hasta los años 70 que se nacionalizaron las tierras y otros bienes. Pero vemos que los puertos no se desarrollaron y el resto del país es más pobre.
Las políticas concesionarias no se tradujeron en beneficios para la población tampoco impulsaron desarrollo en otros territorios porque por eso se llama economía de enclave porque está enclavada en un solo territorio sin generar impacto en otras áreas.
Por ejemplo, porqué es pobre el sur, es pobre porque el norte es rico, porque Honduras tuvo que trasladarse a tener relaciones con los puertos de EEUU y abandonó los puertos del sur. Y ahora trata de ser compensada con la nueva política de las ZEDE”, concluyó.
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Antes de irse, los periodistas holandeses en busca del país del enclave narrado en ficción por O. Henry, pidieron entrevistar al presidente derrocado en 2009, Manuel Zelaya Rosales.
Le preguntaron ¿quién lo quitó del poder? ¿el golpe de Estado fue un reflejo de la banana republic? Zelaya les contestó: “en aquel tiempo eran las bananeras, hoy son las petroleras, el capital trasnacional que se apodera de los recursos del país y de su ubicación y ese capital tiene muchos rubros”.
Imagen: Mural del mexicano Diego Rivera que ilustra el derrocamiento de Jacobo Arbenz, presidente de Guatemala en 1954 por parte de Estados Unidos a través de las bananeras que pretendían parar una revolución campesina en la región.
PUBLICADO POR NO NOS OLVIDAMOS