Pablo Gonzalez

Venezuela: ¿Qué hacer?...


¿Qué hacer?, cuando un régimen, como el venezolano, se proclama socialista y coexiste de manera demasiado prolongada con las reglas de la democracia burguesa…

Como reflexionara Lenin… Pues mantener el gobierno el respeto y respaldo a lo dispuesto por el máximo tribunal, porque si se cede y se van a las improductivas mesas de diálogo de siempre, nada se resolverá y quedará reducido el poder de Maduro, a poder de opereta, imposible ya después de generar seguridad, confianza y certeza. 

Es crucial este momento, ojalá sepan los dirigentes de la Revolución Bolivariana tomar no las medidas más temerarias, pero sí las más valientes porque lo hecho, hecho está. Así como sería el momento de la afirmación de la Revolución, puede ser la antesala de sus últimos días. Ojalá no sea así.

Por Luciano Castro Barillas

Partamos de un axioma irrefutable: las clases populares han sido ampliamente favorecidas a lo largo de casi dos décadas por la Revolución Bolivariana, donde la educación pública a todos sus niveles es gratuita, el sistema de salud inmejorable gracias a la presencia de brigadistas médicos cubanos y a una generosa disposición del producto interno bruto para lograr ese cometido en salud preventiva, curativa, infraestructura hospitalaria y equipamiento moderno; pero esa máquina compuesta de una faja central que hace girar los diferentes engranajes algo ha fallado no por la muerte del comandante Hugo Chávez, sino en los años finales de su mandato, por una imposibilidad ideológica sustentada en su visión de la construcción del Socialismo del Siglo XXI: la abocación y fuerte creencia en el diálogo y una política de paz. 

Algo encomiable como valor aunque ingenuo como práctica política en la relación con los enemigos de clase, los cuales a lo largo de casi 20 años no han querido dialogar, no buscan la paz sino la guerra, no buscan la amistad sino la enemistad, no buscan construir una democracia social, sino derrotar a una Revolución creyente en las noblezas del corazón, que es en todo caso el leit motiv de una Revolución Socialista. 

El hombre como tal por encima de todo, el hombre igualmente como medida de todas las cosas y como razón y sentido de toda elaboración intelectual humana.

La razón de la excesiva tolerancia contra enemigos contumaces y ruines que no dudarán un momento en hacer volar las cabezas de sus enemigos políticos a la mínima oportunidad, porque esa ideología, la de la ultraderecha, no busca la conciliación, la paz o el arreglo; busca la destrucción del enemigo de clase. 

Y eso es lo que nunca quiso hacer este tipo de modalidad revolucionaria socialista por los escrúpulos del juego electoral burgués: no aplastar a sus enemigos de clase. 

Ahora, vistas las cosas, y coludidos con las clases reaccionarias internacionales, intentan dar el golpe fatal.

En Venezuela NO HAY GOLPE DE ESTADO, independiente de las interpretaciones legales de la Fiscal General Luisa Ortega Díaz, que baldón por aquí y por allá, no ve el bosque porque le tapa un árbol, pues cuando afirma que (…) se evidencian varias violaciones del orden constitucional y desconocimiento del modelo de Estado consagrado en nuestra Constitución.  

Pareciera ser uno de los alacranes dentro de la camisa del régimen de Maduro. Todo lo actuado por ese congreso de oposición a nivel de decretos legislativos es ilegal ipso jure porque tiene incorporados a personas electas sin legitimidad alguna, lo cual engendra ilegalidad y al mismo tiempo falta de materia, falta de seguridad que deviene en falta de confianza y certeza. 

Si uno se considera socialista, pienso yo, debe avanzar en esa línea, profundizarla; eliminar por la vía de la legalidad socialista las aberraciones burguesas que se pretenden sustituir. 

Hubo tiempo para hacerlo, para maniatar por la vía política-legal a los enemigos históricos de los sectores populares.

 Pero no, se tuvo quizá temor que la expropiación segura y decidida de los medios de producción crearía la hecatombe económica que ahora se vive y que ya es imposible negar.

 No creó la crisis económica las acciones políticas de la revolución sino las triquiñuelas de los sectores empresariales y a lo que se tuvo temor, entrarle sin mayores aprensiones a la radicalización de las medidas revolucionarias nos llevan a este punto. 

 Desaparecer del escenario político a una oposición criminal que cuenta con suerte, que son muy afortunados; porque con otra concepción revolucionaria sobre el ejercicio del poder, estos criminales estarían presos o ejecutados sumariamente por sus actos criminales contra la patria bolivariana y la sociedad.

¿Qué hacer?, como reflexionara Lenin… 

Pues mantener el gobierno el respeto y respaldo a lo dispuesto por el máximo tribunal, porque si se cede y se van a las improductivas mesas de diálogo de siempre, nada se resolverá y quedará reducido el poder de Maduro, a poder de opereta, imposible ya después de generar seguridad, confianza y certeza. 

Es crucial este momento, ojalá sepan los dirigentes de la Revolución Bolivariana tomar no las medidas más temerarias, pero sí las más valientes porque lo hecho, hecho está. 

Así como sería el momento de la afirmación de la Revolución, puede ser la antesala de sus últimos días. 

Ojalá no sea así.

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