Pablo Gonzalez

Un material educativo para la lectura de El Capital

I. ENTRAR EN LA LECTURA DE EL CAPITAL



Para comprender el capitalismo en el siglo XXI, El Capital sigue siendo sumamente revelador. Marx analiza el modo de producción capitalista en «su término medio ideal» (Tomo III, Vol. 8: 1057). 

Su estudio es tan abstracto que su validez puede plantearse sin importar el país o el momento en el que predomina el respectivo modo de producción capitalista; y en esta lectura se basan los autores y autoras de este material educativo. 

Y es precisamente porque Marx no examina un determinado capitalismo histórico (como el capitalismo de la Inglaterra del siglo XIX), sino que se concentra en sus leyes generales de movimiento, lo que hace su análisis tan actual. 

A pesar de ello hay quienes leen El Capital como la historia del desarrollo del capitalismo, o como la descripción del capitalismo en el siglo XIX; no obstante, leerlo de esa manera si acaso le da un valor histórico a El Capital (como si fuera un libro de historia). 

Esto sucede porque tanto en los textos del propio Marx como en los de Engels, sobre todo, hay pasajes que sugieren esa interpretación. Así que, para formarse una opinión propia, no hay más remedio que ahondar en El Capital.


A finales de los años cincuenta del siglo XIX, los estudios a los que Marx se ha dedicado devienen en la elaboración de una teoría propia. 

Entre 1857 y 1858 redactó el primer esbozo de El Capital (Elementos fundamentales para la crítica de la economía política), en 1859 publicó el primer fascículo de Contribución a la crítica de la economía política, únicamente con el capítulo sobre «Mercancía y dinero». 

No fue sino hasta 1867 cuando por fin se pudo editar el primer tomo de El Capital. Para su segunda edición (1872) Marx revisó el primer capítulo y reestructuró su exposición, por lo que dividió el libro en secciones y capítulos. 

Para su traducción al francés (1875) volvió a redactar la sección sobre el proceso de acumulación; un texto que iba a ser la base para la tercera edición alemana.

 Pese a todo su empeño para continuar con el primer tomo, Marx dejó su obra inconclusa; de ahí que Engels haya tenido que enfrentarse a una tarea casi imposible de resolver: en el legado de Marx encuentra todos los manuscritos con los que reconstruye los tomos dos y tres de El Capital. Debido a que Marx los redactó en diferentes momentos y expresan los diferentes conocimientos que había adquirido, Engels tuvo que enfrentarse a la dificultad de ordenar los textos, unificar la terminología y reestructurar varias partes.


Marx invirtió casi 40 años de su vida para elaborar su obra magna.

 Desde su primer periodo de emigración en París estudió la literatura clásica y contemporánea, sobre todo en torno a la economía política (Cuadernos de París 1844). 

Más tarde retomará esos estudios en el exilio londinense (Cuadernos de Londres 1850-1853). 

Como los economistas británicos Adam Smith y David Ricardo ya habían escrito sobre los principios de la economía política y la tributación, Marx se apoya en ellos, los valora, pero también critica su pensamiento y, sobre todo, se distancia de la economía política tal como la conciben los profesores consagrados en Alemania. 

La recepción de la obra marxiana varía según el contexto histórico y político. 

Poco después de haberse constituido el Partido Obrero Socialdemócrata en Alemania (1869), Bismarck* prohibió este movimiento político mediante la «Ley Socialista» (1878-1890), también conocida como «leyes antisocialistas». 

Con la fundación de la Segunda Internacional (1889) súbitamente aumentó la difusión y el estudio de la teoría marxiana, así como la disponibilidad de sus escritos. 

De este modo, el «marxismo», como se comenzó a llamar, empezó a difundirse ampliamente en Europa a finales del siglo XIX.

*Otto von Bismarck (1815-1898), político prusiano. Después de la guerra franco-prusiana de 1870 a 1871 consiguió la proclamación del Imperio Alemán y fue su canciller de 1871 a 1890. 

Estableció un régimen autoritario, amparado por una constitución que aparentemente garantizaba ciertos derechos y una legislación social que en el papel se consideraba la más avanzada del momento, pero al mismo tiempo reprimió duramente el movimiento obrero (N. de la T.)


Marx pone muy en alto el listón cuando se propone someter todo un campo teórico, incluyendo sus premisas, a una extensa crítica.

 Aunque para Marx la economía política había aportado muchos conocimientos acertados (lo mismo que las bases útiles para su propio análisis), rara vez formuló las preguntas adecuadas para el objeto de su investigación; se quedó apegada a las formas burguesas del pensamiento. 

En este sentido la crítica marxiana de la economía política no es únicamente la crítica de una determinada concepción teórica y científica, sino también una reflexión crítica sobre la sociedad a la que se refiere esta ciencia de modo afirmativo.


El análisis marxiano es completamente diferente al de la economía política clásica y neoclásica.

 En vez de basar el análisis de la sociedad en los motivos, intereses y acciones que suelen atribuírsele a los individuos (como el célebre homo economicus donde el individuo racional, completamente informado busca siempre la máxima utilidad), en El Capital las personas aparecen como la «personificación de categorías económicas»; esto es, los intereses, las estructuras y las relaciones de clase están inscritos en las personas y actúan a través de ellas: de ahí que el ser humano sea el «conjunto de las relaciones sociales» (Tesis sobre Feuerbach [VI]). 

En otras palabras: lo que explica el sistema económico no son los cálculos del individuo, sino es a la inversa; es decir, es partiendo de las estructuras del sistema cómo puede analizarse —aunque no determinar ni predecir— la actuación de los individuos. He aquí un ejemplo: no es la codicia de los ejecutivos la que ocasiona la crisis financiera, sino que la lógica del movimiento del capital (financiero) explica la codicia de los ejecutivos.

 El que Marx remita explícitamente a su método analítico en el prólogo del primer tomo de El Capital subraya la importancia que tiene para la comprensión de su teoría.


El dinero (D) compra fuerza de trabajo (FT) y medios de producción (MP). P es el proceso de producción en el que se gesta un producto que vale más (M’) que la suma de FT y MP. 

Este producto se transforma en más dinero (D’) que el dinero originalmente adelantado (D). D’ se vuelve a invertir (como D nuevo), el mismo proceso comienza otra vez. 

Los guiones [—] representan actos de intercambio, los puntos […] simbolizan el proceso de producción en el que no se lleva a cabo ningún intercambio. — Marx presenta esta fórmula ilustrativa de modo explícito en el segundo tomo. 

Si bien los conceptos y contextos aquí expuestos no se explican por sí mismos, lo cierto es que ofrecen una noción general.


Este es un diagrama simplificado que muestra cómo se interrelacionan los diferentes niveles de la presentación del primer tomo. 

Además, la diapositiva sirve de orientación en cuanto a los cuadros «Nivel de presentación» que aparecen en cada una de las siguientes diapositivas. —*Explicación: «inmediato» significa que prescinde de cualquier mediación. 

Aunque la producción y reproducción del capital están mediadas por la circulación, a este nivel de la presentación todavía no está incluida ya que es tema del segundo tomo de El Capital. 

Del mismo modo, hasta el capítulo 22 inclusive, en general no se toman en cuenta las demás formas del capital. 

Aquí se trata de un capital individual que aún no está del todo determinado.

 Por lo general, Marx siguió determinando las categorías durante toda su exposición; es decir, los aspectos adicionales se analizan más adelante en otro nivel de abstracción. 

Por ejemplo, la mercancía está determinada con mayor detalle al final del primer tomo que en el primer capítulo ya que Marx no pudo exponer todo al mismo tiempo.

II. LOS DOS FACTORES DE LA MERCANCÍA


Suele suceder que al leer El Capital se pasa por alto la primera oración. 

Aquí le dedicamos su propia diapositiva ya que contiene información importante sobre el objeto y la exposición del análisis marxiano: Marx hace referencia a las sociedades que pretende examinar; o sea, remite a lo que es su objeto de estudio. 

Conceptos como «riqueza», «presentarse» y «forma elemental» pueden interpretarse de diferentes maneras: por ejemplo, la palabra «presentarse» en el sentido de «aparece como» o «parece como si fuera». 

Eso suscita preguntas que no pueden contestarse en ese momento. No obstante, esa primera oración muestra lo minucioso que debe ser la lectura de Marx: muchos de sus conceptos tienen un significado diferente al del uso cotidiano.

Asimismo, Marx precisa aquí la razón por la que comienza su análisis con la mercancía. 

Acerca de la pregunta de si no se supone que ya había mercancías antes del capitalismo, cabe apuntar que las relaciones ecuacionales entre mercancías son válidas porque se presuponen determinadas relaciones sociales. 

Pese a que no todo lo que se produce es mercancía, en el capitalismo la mayor parte de los productos adquiere la forma de mercancía. Es decir, es la forma socialmente dominante en la que las personas se relacionan entre sí.


En torno a la categoría del valor de uso surgen muchas preguntas, por ejemplo: ¿qué significa realmente «útil»?, ¿es un atributo individual o social?, ¿qué es «material»?, ¿aquí se trata sólo de «cosas» (algo objetivo) o también de servicios?, ¿cuándo y dónde es útil un producto (por ejemplo, un refrigerador en el Polo Norte o agua en el desierto)?, ¿de qué depende la utilidad de una cosa?, ¿y cómo es que cosas, en apariencia inútiles como la basura, pueden comercializarse y con ello evidentemente convertirse en mercancías?


Esta diapositiva explica la distinción entre forma y contenido. Marx sitúa el concepto de la forma en diferentes niveles y se refiere a varias dimensiones: (1) 

Los sacos de trigo ilustran la distinción entre forma (mercancía–diezmo) y contenido (saco de trigo) en lo que se refiere a los productos fabricados: al saborear, ver o tocar el producto del trabajo (por ejemplo, el trigo) no pueden determinarse las condiciones sociales en las que se cultivó. 

En el aspecto sensorial-material dos sacos de trigo en apariencia son iguales: no obstante, las condiciones sociales en las que se produjeron pueden variar. 

El saco de trigo podría ser un tributo que el siervo de la gleba entrega al terrateniente (en el feudalismo), una mercancía para venderla en el mercado (en el capitalismo) o una aportación para satisfacer las necesidades humanas (en la «asociación de hombres libres»). (2) 

La cita de Marx aborda otras dimensiones de los conceptos forma y contenido: por una parte, (como categoría) pretende distinguir entre valor de cambio (la forma específica de los productos en el capitalismo en cuanto mercancías) y valor de uso (contenido material o portador de esta forma); por otra parte, se trata de las diferentes formaciones sociales (feudalismo, capitalismo, «asociación de hombres libres», etcétera) que remiten al contexto general del análisis.


El concepto «valor de cambio» ya supone dos mercancías que se encuentran en una relación de intercambio. 

Aquí surge a menudo la pregunta sobre el dinero: ¿acaso no es en el capitalismo donde las mercancías se cambien por dinero y no por mercancías? 

No obstante, el dinero aún no se ha introducido como categoría en el análisis. 

En primer lugar se analiza el valor de cambio por medio de la relación entre dos mercancías, dado que Marx aún no considera aquí el dinero; es decir, todavía hace abstracción de él aunque esté presente en su reflexión, con todo y que todavía no se le haya introducido. 

Una explicación metafórica en torno al proceso de abstracción se encuentra, por ejemplo, en el prólogo a la primera edición del primer tomo (Tomo I, Vol. 1: 6), al que puede hacerse referencia.


A menudo en los grupos de lectura surge la pregunta acerca de que si la categoría de la mercancía se refiere exclusivamente a cosas «materiales». 

De ahí que la diapositiva incluya el viaje en taxi para ejemplificar los diferentes servicios que suelen llamarse «inmateriales»; con todo y que también tengan propiedades materiales. 

No obstante, la pregunta se refiere por lo general a aclarar si las mercancías tienen que ser bienes materiales («cosas»), por lo que cabe remitir al concepto marxiano de forma; o sea que en el capitalismo el producto del trabajo adquiere la forma de mercancía. 

Para ello es fundamental conocer las condiciones sociales y el fin con el que se producen las mercancías. 

 En cambio la pregunta si la mercancía individual es una cosa o un servicio no es determinante.


Una observación acerca de la cita de Marx: la conjunción «o» aquí no significa «o una cosa o la otra», sino «en el sentido de» (dado que se trata del intercambio de equivalentes).

 Esta oración no tiene que ser válida para un intercambio aislado y contingente. 

Sin embargo, cuando el intercambio es la forma dominante de las transacciones económicas, rige lo que dice la cita.


La cita 1 nos lleva a la huella del valor, esa categoría inconcebible que parece imposible de comprender.

La cita 2 aporta otra determinación del valor de cambio: en primer lugar fue lo que se recibe a cambio de una mercancía (véase la diapositiva 4). 

Pero además es la «expresión» o «forma de manifestarse» de algo diferente. No obstante, Marx evita aquí, a diferencia de como solía hacerlo en manuscritos anteriores, el término «esencia» como concepto filosófico contrario a «manifestación». 

También este ejemplo puede utilizarse para aclarar que los conceptos en El Capital (mercancía, trabajo, dinero, capital, y otros) continúan determinándose a lo largo de la exposición.


El que la abstracción suceda en el momento del intercambio significa, por ejemplo, que al hacer las compras en el supermercado no abstraemos de manera consciente que el tomate es rojo, jugoso y redondo; no obstante, en efecto lo hacemos (sin ni siquiera pensarlo).

 Cuando intercambiamos los distintos valores de uso en una determinada relación cuantitativa, reducimos los distintos valores de uso, que en realidad no pueden compararse, a algo sí comparativo. 

— Para no desgastar la imaginación, también en este caso la diapositiva presenta exclusivamente ejemplos del mundo cosificado de mercancías: al utilizar servicios es más difícil comprender la relación de valor; pero se podría decir de igual manera: 1 viaje en taxi se cambia por 2 pantalones.


Para lo que busca, Marx excluye las propiedades naturales de las mercancías (geométricas, físicas o químicas) dado que únicamente se consideran para los valores de uso; de los que no se trata en ese momento. 

Con frecuencia surge la pregunta acerca de por qué es precisamente el trabajo el tercer aspecto en común, ya que también se intercambian mercancías que no son productos del trabajo gastado: como agua, tierra no cultivada o madera suelta. 

Igualmente se dice que Marx no corrobora su teoría del valor del trabajo, sino que sólo la establece. 

En un pasaje importante de sus trabajos previos a El Capital (Contribución a la crítica de la economía política, México, Siglo XXI, 1980, pp. 9) Marx precisa que en primer lugar le interesan las mercancías que son productos de trabajo, por lo que no pretende «corroborar» la teoría del valor del trabajo debido a que cada sociedad tiene que distribuir el trabajo. 

La diferencia consiste en cómo lo hace. Las sociedades en las que rige el intercambio regulan esa distribución por medio del valor. 

En lo que Marx difiere de manera decisiva de la economía política clásica es en su distinción analítica de la forma específica que adopta el trabajo en condiciones capitalistas (y únicamente ahí). — Los diferentes significados de «común» (tener algo en común) y «social» (compartir en relación con otros) señalan dos determinaciones fundamentales del valor.


Marx designa el valor como una «objetividad espectral» (Tomo I, Vol. 1: 47) y con esa imagen se aproxima a su naturaleza contradictoria: por un lado, la mercancía no puede captarse (o sea, de alguna manera es sobrenatural e invisible igual que un fantasma); por otro, es valor (o sea, no es algo que exista solamente en la imaginación, sino que tiene un efecto real). 

Este valor que no puede captarse, pero que sí es real requiere de una expresión objetiva, de una forma cómo presentarlo, y ese es el valor de cambio. 

Para quedarnos con el ejemplo que hemos utilizado hasta ahora: si dos pantalones se cambian por una silla, el valor de cambio de los pantalones es una silla. Dicho de otro modo: en el intercambio la silla le da al «fantasma» (valor) un cuerpo.


Con frecuencia surge la pregunta acerca de la diferencia entre valor y valor de cambio: dónde exactamente se encuentra el valor, o dónde nace o se manifiesta: en el proceso de producción o en el intercambio. 

En torno a eso hay varias lecturas y cada una responde a una distinta interpretación del valor, lo que indica que se trata de una pregunta que no es nada fácil de responder. 

En la obra de Marx pueden encontrarse citas que aluden a las diferentes interpretaciones: la «nueva lectura de Marx» subraya lo social del valor, donde entra «ni un solo átomo de sustancia natural» y que «sólo puede ponerse de manifiesto en la relación social entre diversas mercancías» (Tomo I, Vol. 1: 58). 

Otras interpretaciones ubican el origen del valor en la producción: cada producto que se fabrica posee valor, sin importar si se cambia o no; el valor le es inherente a la mercancía como la mermelada al pastel. Con Marx podría decirse que, en consecuencia, la «magnitud del valor de la mercancía [es] la que rige sus relaciones de intercambio» (Tomo I, Vol. 1: 78). 

— La pregunta aquí planteada (dónde exactamente se encuentra el valor, o bien, donde nace o se manifiesta) nos acompañará conforme avanzamos en la lectura, sin que por el momento pueda responderse de manera satisfactoria.


Sin embargo, con ello la cuestión de la magnitud del valor aún no queda del todo aclarada. 

Más adelante nos encontraremos con determinaciones más detalladas (véase el juego de diapositivas «Dualidad del trabajo representado en las mercancías», diapositivas 4 y 6). 

Muchas veces surge la pregunta: ¿«medio» en qué sentido?, ¿cómo se determina este término medio? En este caso «medio» no ha de entenderse en el sentido aritmético, sino en el sentido de «más difundido». 

La magnitud media no se determina sino hasta el momento en que se produce el cambio: sólo en el mercado se revela a los productores de las mercancías lo que se ha impuesto como el nivel normal de la técnica, destreza y calificación. 

Por eso se recomienda recordar durante la presentación este aspecto social de la creación de valor. Ese tema se tratará de manera más exhaustiva en la segunda subsección del primer capítulo (véase el juego de diapositivas sobre la «Dualidad del trabajo representado en las mercancías»).


Esta es la primera vez que Marx habla de la fuerza productiva del trabajo. 

Aumentar la fuerza productiva significa que en el mismo tiempo o con el mismo trabajo gastado pueden fabricarse más productos (por ejemplo con la introducción de una máquina): ése es un tema central en muchos pasajes de los siguientes capítulos, sobre todo en lo que se refiere a la competencia entre los capitalistas. 

La transformación de la fuerza productiva en la fabricación de una determinada mercancía repercute en la cantidad de trabajo socialmente necesaria y, por lo tanto, en la magnitud del valor. La cita aquí escogida ilustra el contexto.


La presentación en esta diapositiva, igual que en algunas otras, encierra el peligro de que el valor aparezca ahora como algo inherente a la mercancía individual. 

Pero lo que determina el valor no es el trabajo gastado de forma individual en la producción, sino el que se cristaliza como tiempo de trabajo medio socialmente necesario (sobre el tema del tiempo medio de trabajo socialmente necesario, véase la diapositiva 12 que trata de la magnitud del valor).


Sobre todo en lo que concierne a las mercancías que no son producto de trabajo y aun así pueden intercambiarse, suelen surgir preguntas que en ese momento (todavía) no pueden contestarse con Marx, quien primero estudia las mercancías que son productos de trabajo; es decir, el supuesto «caso normal» (véase el comentario a la diapositiva 9).

 La determinación del valor de cambio de las mercancías que no son producto del trabajo humano es tema del tercer tomo de El Capital (por ejemplo, en la sección sobre la renta de la tierra) a lo que Marx alude brevemente en este pasaje.

https://kmarx.wordpress.com/2017/04/04/polyluxmarx-un-material-educativo-para-la-lectura-de-el-capital/

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