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La Iglesia Católica iniciará su periodo de cuaresma con un plantón por el escándalo de abuso sexual a menores. El caso del sacerdote William de Jesús Mazo pasó de ser una estadística más a ser el que reveló el deseo de evasión de responsabilidades de la Iglesia Católica en los dolorosos casos de abuso sexual de sus clérigos.

Mazo es un sacerdote que se encuentra cumpliendo una pena de prisión por el abuso sexual de menores de edad que fueron puestos a su cuidado para servir como monaguillos. Dos de sus víctimas tenían nueve y doce años cuando fueron abusadas por el representante de la iglesia en un sector pobre de Cali. El caso de la responsabilidad personal ya se decidió, pero el proceso de reparación de la Iglesia Católica a las víctimas se abrió con una escandalosa tesis por parte de la Arquidiócesis de Cali.

Para la Iglesia caleña, bajo el visto bueno de Monseñor Darío de Jesús Monsalve, ellos no deben indemnizar a las víctimas más allá de una misa sin costo en la parroquia donde ocurrieron los abusos. El abogado de la Iglesia adujo que “[L]a causa del daño es atribuible de manera exclusiva a las víctimas indirectas, quienes faltaron en su deber del cuidado, vigilancia, comunicación, protección” y que “los padres serán siempre responsables del daño causado por las culpas o los delitos cometidos por sus hijos menores, y que conocidamente provengan de mala educación o hábitos viciosos que les han dejado adquirir”.

En las siguientes líneas deseo explicar porque los encubrimientos a sacerdotes abusadores ha sido lo habitual, porque hay una doble moral en los discursos de la Iglesia, qué dictaminó la Corte Suprema en un caso reciente y porque rechazar estos actos no es “cristianofobia” como nos han acusado algunos religiosos.

Encubrir es lo habitual

El poder social de la Iglesia Católica es innegable, pero esto ha empezado a ceder a medida que se afianza el carácter laico del Estado desde la Constitución de 1991. Debido a este poder no son muy conocidos casos de abuso en los medios antes del 2000. Uno de los primeros casos conocidos por la prensa fue el de José Otoniel Giraldo de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen. 

Lo curioso del caso es que para demostrar sus abusos fue necesario poner una cámara oculta. Una vez destapado el hecho el obispo de Sincelejo, Nel Beltrán, regañó a quienes pusieron la cámara e igualó esta estrategia con las acciones del prelado. “Lamentamos el procedimiento de poner trampas incitadoras del mal… Un error no se enmienda con otro error”, dijo el obispo de la Costa.

Tal era el poder que ejercía la Iglesia sobre las autoridades civiles que las víctimas no se enteraron hasta un año después de la condena de 32 meses al sacerdote abusador en una nota publicada por El Tiempo en junio de 2002.


Según la iglesia colombiana la culpa es de los menores

También en el 2002 se conoció el aberrante caso del sacerdote Enrique Díaz Jiménez quien abusó de más de 60 menores durante 60 años. Empezó sus andadas con 18 menores en la Diócesis de Vargas en Venezuela. Una vez conocido el caso, la iglesia lo trasladó a Estados Unidos en 1983 en donde abusó de dos monaguillos e hizo toques indebidos a cerca de 60 más. 

Fue enviado de nuevo por la iglesia a Venezuela donde obligó a menores de edad a tener sexo oral y luego fue enviado por la Iglesia a Colombia en 1996. 

Ya aquí exigió a dos menores tener sexo oral. Esto ocurrió en Ciudad Montes, Bogotá. Este caso pasó a la historia porque el sacerdote Díaz fingió su defunción a fin de evitar la captura, pero al final enfrentó a la justicia.

El proceder de la Iglesia Católica en sólo estos dos casos, el de Giraldo y el de Díaz Jiménez, muestran que siempre ante un escándalo en lugar de denunciar al sacerdote a las autoridades civiles, corrían a cambiarlo de parroquia o incluso de país. Este actuar no solo generó impunidad sino que sumó más víctimas.

En el caso del sacerdote Luis Enrique Duque Valencia, por quien la iglesia fue condenada por primera vez a pagar indemnización, también hubo encubrimiento. Tan pronto se supo de sus actos fue trasladado del Líbano a la Parroquia del Divino Niño en Ibagué. Y en el caso actual, el de William de Jesús Mazo, la iglesia le permitió seguir en funciones por un año más aún ya recibiendo las quejas.

Doble moral



La Iglesia Católica está manejando los casos de abuso sexual de sus clérigos con una doble moral espantosa. Es increíble que la Arquidiócesis de Cali afirme que a la Iglesia no le corresponde responsabilidad civil frente a las víctimas de sus sacerdotes, que ha encubierto.

 ¿Si la Iglesia no tiene responsabilidad moral, entonces por qué el Papa Francisco pidió disculpas a nombre de la Iglesia el 7 de julio de 2014? “La Iglesia debe llorar y reparar”, afirmó en ese momento Francisco. 

Pero al parecer la declaración fue tan sólo un gesto políticamente correcto ante los medios, porque posteriormente trasladaría hasta al Vaticano a Josef Wesolowsky, quien fuera el Nuncio Apostólico en República Dominicana.

El Nuncio estaba acusado de abuso sexual a menores. La Iglesia dijo que lo juzgaría, pero no lo hizo. Murió en medio de los lujos propios del Estado Vaticano sin haber sido llamado a una sola sesión de juicio.

El periodista italiano Emiliano Fittipaldi ha estudiado de cerca el estado actual y ha llegado a la conclusión que “[…] he comprobado si las palabras del Papa contra los abusos sexuales se materializaban en hechos. Y hechos la verdad es que hay pocos”.

El periodista italiano señala que sólo entre el 2013 y el 2015 llegaron 1.200 denuncias. Toma por ejemplo el caso del expárroco chileno Fernando Karadima. “Francisco no sólo ha nombrado al cardenal Errázuriz uno de sus más estrechos colaboradores. Además ha hecho obispo a Juan Barros Madrid, alumno de Karadima y acusado también de encubrirle”, señala Fittipaldi.

El resultado de la investigación de Fittipaldi se ha materializado en su libro “Lujuria”.

El caso caleño de Mazo sin duda es de conocimiento de Francisco. ¿Qué ha dicho sobre la reparación?, ¿por qué no ha condenado a Monseñor Darío de Jesús Monsalve? ¿Le parece ética la conducta de la Iglesia en Cali de contratar a una psicóloga para intentar disuadir a los familiares de la víctima de demandar? ¿Por qué no dice nada del intento de soborno de Monseñor Darío de Jesús Monsalve al abogado de las víctimas?¿A dónde fue la moral y la “defensa de la familia” de la que el arzobispado se decía defensor el pasado agosto de 2016 cuando ocurrió lo de la llamada “ideología de género”?

¿Qué ha dictaminado la Justicia colombiana?


Volantes entregados en Bogotá el 1 de marzo de 2017

En el ya mencionado caso de del sacerdote Luis Enrique Duque Valencia la Corte declaró que cabe responsabilidad a la Iglesia cuando los delitos sexuales cometidos por sus sacerdotes se hayan hecho en ejercicio de su labor como sacerdotes y amparándose de su investidura y la confianza ganada como sacerdotes. Este par de condiciones se cumplen en el caso actual de William de Jesús Mazo.

Un aspecto importante a señalar es que la Iglesia Colombiana, por muy influyente y antigua que sea es una institución privada, como cualquier otra y por lo tanto la Iglesia como institución y sus sacerdotes como individuos están sujetos a la ley colombiana y deben obedecerla. Las normas de responsabilidad civil no le son ajenas.

No es cristianofobia

Algunos personajes, como el cristiano Oswaldo Ortiz han salido a redes sociales a defender a la Iglesia Católica en este caso, acusando a los ciudadanos indignados de estos hechos de “cristianofobia”.

No es cristianofobia exigir que todas las iglesias sean tratadas como entidades privadas sin privilegio alguno. Quizá puede que le moleste que de confirmarse la condena de responsabilidad civil se pueda afectar en el futuro a iglesias cristianas, que no han sido ajenas a estos delitos. Cabe resaltar el caso de la Iglesia Cristiana Hossana al norte de Cali y de la Iglesia Cristiana Salem en Pasto, cuyos pastores Alexander Alzate y Álvaro Gámez se han visto involucrados en hechos de conducta sexual abusiva usando su rango de pastor. Cabe señalar también la carta de 1992 enviada por la Watch Tower, directriz de la los Testigos de Jehová en la que pedía a sus ancianos encubrir cualquier caso de abuso sexual en su denominación. “No desenterrar los recuerdos de víctimas de abusos que lleven una vida tranquila” pero si por el contrario “lanzan quejidos de angustia (Salmos 55:17) los ancianos pueden ayudar a enterrar las malas experiencias”.

Por estos hechos la Asociación de Ateos de Pereira, la Asociación de Ateos de Bogotá y Bogotá Atea convocaron a un plantón el 1 de marzo en las plazas de Bolívar de Bogotá y Pereira.

Esperemos que la justicia pueda imponerse por encima del poder eclesial y que el encubrimiento cese en toda iglesia o parroquia.

http://blog-sin-dioses.blogspot.com/2017/03/pederastia-en-la-iglesia-colombiana.html

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