Pablo Gonzalez

Nicaragua: Yader mató a su madre, ¿quién lo mató antes?


En las noticias, en los medios, se vende a manos llenas el reportaje de un joven de 18 años que mató a su madre y padrastro (parricidio y asesinato). 

Su nombre: Yader Isaac Chávez Canales.

 Su historia ha sido brindada en partes dispersas que se podría resumir de la siguiente manera: regalado por su madre a la edad de 4 años en adopción a una pareja de norteamericanos (Los que saben de adopción hablan de un sentimiento de rechazo cuando sus padres biológicos lo dan y está herida carga como responsabilidad de los nuevos padres al ayudar a superarla; tarea que lleva tiempo, paciencia y dedicación), luego se lo llevaron a EE. UU. y antes de cumplir la tarea, ambos mueren en un accidente de tránsito; él los acompañaba quedando con lesiones en el cuerpo y heridas por segunda vez en el alma; es decir, con el antecedente del rechazo de sus padres naturales y con la castración en la vida de sus padres de corazón.

Que en esencia es un resumen de negación del cariño en la sumatoria.

 Le tocó presenciar y vivir la muerte de sus padres adoptivos. 

En ese lapso lo indemnizan por una suma de 50,000 dólares, las que despilfarra un tío que lo tiene bajo su custodia, de manera absolutamente irresponsable, quien había recibido el dinero en su nombre por ser un menor de edad. 

Con dinero, el sobrino vale, sin dinero ya no valía y poco importaba. 

Antes de cumplir los trece años, en 2011, es deportado a Nicaragua. 

Y en Nicaragua los familiares cercanos y lejanos se desentienden y queda a la deriva en absoluta soledad en la etapa de la adolescencia, metiéndose al único amparo y refugio que le queda en la vida como son las drogas. 

En ese momento es un sujeto deportado físicamente de Estados Unidos y espiritualmente deportado de Nicaragua; en una especie de muerte civil. 

Siendo un ser que camina pero que no existe para el resto: un cadáver en vida. Isaac se vuelve un ser sin amor, sin cariño, sin tutela, sin trabajo, sin reconocimiento, sin nombre, sin estudio, sin familia que le ampare, sin dinero ni hogar, sin nada; y obviamente sin valores inculcados a los que respetar ni guardar.

 Se vuelve un drogadicto, y el drogadicto es “un enfermo”. 

Socialmente lo transformamos en un paria, en un desperdicio humano sin valor ni estima.

 A esta altura “Yader Isaac Chávez Canales” estaba “muerto”, un muerto en vida; ya lo habíamos matado. 

Su muerte fue lenta, sin anuncio ni llanto, sin lamentos, prolongada, de pellizcos; y se inició en el momento que su madre biológica lo regaló. 

Él cometió uno de los delitos más terribles que un ser humano puede cometer en vida y en la historia: matar a la propia madre. 

En ese momento se levanta la sociedad, nos levantamos, por sentirnos ofendidos y nos desgarramos las vestimentas todos, desde los familiares, señalando y culpando al malhechor y delincuente para que la justicia y guillotina extirpe a este sujeto y le aplique “todo el peso de la ley”. 

Entonces, solo entonces, la sociedad logró notarlo para darle algo: culpa y castigo. 

Sintiendo con ello que al señalar al hechor y pedir su cabeza, nos curamos en salud haciendo lo justo y sintiendo en nosotros las buenas conciencias. 

Y la pena ya está dada de antemano por nosotros y por la vida, porque está escrita en el alma cada vez que retome conciencia en sus pensamientos y cordura en sus razonamientos: mató a la madre. 

Tiempo tendrá de sobra para pensarlo.

 Lo que ha hecho no está bien. Y ha de recibir una sanción pública.

 Pero uno se pregunta ¿Merece este joven asumir entre todas sus culpas las nuestras?

 ¿Le llevarán ahora con responsabilidad a un centro donde se le reeduque y se le den los valores que la sociedad y familia no le dimos desde la niñez?

 ¿Tendremos ahora como sociedad y fuerza pública organizada como Estado, algo de misericordia con él? 

 No hablo de un santo, ni de un demonio; hablo de un joven de vida en extremo sufrimiento que es muestra y huella de lo que estamos haciendo con la juventud en la sociedad.

 La verdad es que un delincuente joven “no es responsable solo”. 

Como un dato aparte, su padrastro era otro joven de 28 años.

 Algo nos dice que el asunto tampoco estaba bien por esos lados. 

Cuando un niño es criado con amor, se siente tomado en cuenta y tiene valores.

 En palabras del papa Francisco podríamos parafrasear diciendo que “le abandonamos” y al abandonarlo “lo matamos”.

Jorge Isaac Bautista Lara

http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/420326-yader-mato-su-madre-quien-mato-antes/

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