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La “Máscara de Izquierdas” de la Extrema Derecha Europea – obreros que votan a la derecha


En Europa, los partidos anti-inmigración se presentan como los únicos y verdaderos defensores de la clase trabajadora.

Logrando avances en las zonas obreras en declive económico e incluso han superado a los socialdemócratas. 

Para conseguirlo utilizan las reivindicaciones tradicionales de la izquierda

A principios de los años ochenta, Jean-Marie Le Pen se enorgullecía de ser llamado “el francés Ronald Reagan” [1].

 Al igual que las autoridades fiscales de la Inquisición española, el entonces líder del partido de extrema derecha Frente Nacional hizo una llamada a la reducción radical del Estado franceses [2] a sus funciones básicas de “vigilante” (ejército, policía, justicia, diplomacia) [de acuerdo con la “Doctrina Rumsfeld”, 3].

 Los impuestos y los gastos debían reducirse. El gobierno, dijo, debe quedar “fuera de nuestras espaldas y fuera nuestros bolsillos”.

Treinta años más tarde, su hija Marine, que le sucedió como líder en 2011, está pidiendo que los ricos sean gravados, critica los impactos del “ultraliberalismo” global y sostiene que un “Estado estratega” fuerte es la única forma de Luchar contra el aumento de la desigualdad [¿?].

En toda Europa, los partidos anti-inmigración como el Frente Nacional en Francia, el Partido por la Libertad (PVV) de Geert Wilders en los Países Bajos y UKIP en el Reino Unido se presentan como los únicos y verdaderos defensores de la clase trabajadora.

 Al igual que Donald Trump, han logrado avances significativos en las zonas obreras que sufren un declive económico, e incluso han superado a los partidos socialdemócratas en los votos de la clase trabajadora.

Para lograr esto, muchos de ellos se han vestido con la ropa de la izquierda: oponerse a las privatizaciones, defender los derechos del estado de bienestar, y abogar por el reinado de las finanzas. 

Para la mayoría de estos partidos, este es un cambio radical en la agenda liberal que persiguieron en el pasado. 

Sin embargo, su aparente giro a la izquierda en lo economico es en gran medida un mero escaparate: cuando los votantes no miran a menudo se les encuentra alineados con los intereses empresariales y atacan los derechos de los trabajadores.

De Estado Vigilante a Estado Fuerte

La orientación hacia el libre mercado de la derecha radical europea en sus comienzos puede remontarse a los orígenes de sus líderes. 

Sus políticos tendían a ascender a puestos prominentes dentro de partidos conservadores o liberales defendiendo los intereses de los negocios y de la pequeña burguesía. Jean-Marie Le Pen fue elegido por primera vez al parlamento en 1956 por el partido de Pierre Poujade [Partido Popular Francés PPF], que defendió una insurgencia fiscal en nombre de pequeños comerciantes contra el llamado “Gestapo fiscal”.

Wilders, por su parte, fue un protegido del político liberal Frits Bolkestein, un defensor de Reaganomics que como comisionado de la unión europea continuó reclamando una desregulación radical del mercado laboral europeo. 

Es ampliamente recordado por una directiva que propone que las empresas puedan emplear trabajadores en un país (por ejemplo Luxemburgo) y pagarles los salarios de su país de origen (por ejemplo, Polonia).

El UKIP en el Reino Unido es otro ejemplo que surge de los movimientos liberales. 

Su fundador, Alan Sked, fue miembro del Partido Liberal y representó al partido en el Parlamento en 1970. 

También fue miembro inicial del “Bruges Group” de Margaret Thatcher, fundado sobre la base de un discurso que ésta pronunció en 1988 sosteniendo que los Tories [Conservadores] “No habían logrado retirar las fronteras del Estado en Gran Bretaña, sólo para verlas reimpuestas a nivel europeo”.

 De adecuado con sus raíces, el UKIP fue inicialmente liberal, oponiéndose al desarrollo de la Unión Europea en lo que consideraba un “superestado”.

Para los partidos anti-establishment [sin cargos relevantes en las instituciones], especialmente en la Europa socialdemócrata, la economía de libre mercado una vez ofreció una cualidad de insurgente. 

La reducción de impuestos, la reducción del gobierno y la privatización de los servicios públicos avanzaron como una forma de eliminar el poder de aquellos que controlaban el estado.

 En la década de 1980, Le Pen vio las Reaganomics como una oportunidad para desafiar a la élite política francesa, que supervisaba un gran estado de bienestar y las industrias de propiedad del gobierno.

Geert Wilders, fundador del Partido Holandés por la Libertad, vio un atractivo similar en el conservadurismo fiscal de estilo estadounidense. 

En 2005, después de que desertase del VVD, hizo un viaje de estudios a Estados Unidos donde se reunió con Grover Norquist [4], la Fundación por la Herencia “Heritage Foundation”, el Instituto Americano de la Empresa “American Enterprise Institute”, y el Partido liberal “Libertarian Party”.

Él mismo reconoció los límites de la importación de este programa a Europa, pero estableció una conexión entre su programa antiinmigrante y los recortes de impuestos: ya que la inmigración aumenta las demandas de seguridad social, razonó, reduciendola sepodrían bajar los impuestos. 

Debido a que no había ningún partido holandés que abogara por radicales reducciones de impuestos, hubo una oportunidad para él de combinar un programa anti-inmigración y anti-impuestos, y para que su partido apareciera algo más que un grupo anti-islamista marginal .

Pero para el año 2011, con la crisis económica en pleno apogeo, una misión de investigación similar para Marine Le Pen tuvo un impacto más limitado.

 Aunque encontró un terreno común con el congresista liberal Ron Paul en el aislacionismo de la política exterior, estubo mucho menos influida por sus ideas económicas. 

El programa económico del Frente Nacional era, en ese momento, muy diferente al de las posiciones liberales.

Hoy en día, sostiene medidas para aumentar los subsidios de pensión para los ancianos, reducir los impuestos para los tres deciles más pobres, aumentar el crédito para los ingresos bajos, introducir controles de precios de gas y electricidad, mantener la semana laboral máxima a treinta y cinco horas – establecida por el Partido Socialista en la década de 1990 – y las sanciones para los CEOs de las grandes compañías que participen en prácticas similares a los cárteles.


El Frente Nacional ha hecho los movimientos más llamativos a la izquierda de todos los partidos de derecha radical, pero otros también divergen de sus raíces de libre mercado. 

El UKIP es un sorprendente ejemplo reciente. Su nuevo líder, Paul Nuttall antes abogaba por la privatización del Servicio Nacional de Salud “NHS”, escribiendo que “como todos los monopolios estatales, es costoso, ineficiente y lleno de burócratas”, y que su existencia ahogaba a la competencia.

 Después de suceder a Nigel Farage como líder, se desdijo su posición anterior, comprometiéndose a mantener al NHS público e incluso haciéndolo uno de sus temas centrales en la elección parcial de Stoke [su demarcación electoral].

Cuando antes el UKIP abogaba por un impuesto uniforme (regresivo) y propuso el desmantelamiento del sistema estatal de pensiones [5], hoy apoya la imposición progresiva y campañas para “proteger los subsidios” [6]. Esta reversión encaja bien con su nuevo electorado. 

La encuesta [7] muestra que el 79 por ciento de sus votantes apoyan la nacionalización de las compañías de energía y el 73 por ciento respaldan la nacionalización de los ferrocarriles.

Cómo llegaron los trabajadores a elegir la extrema derecha


Esta cambio de imagen de la derecha radical ha ocurrido en un momento en que está atrayendo cada vez más votos de la clase obrera.

 Los obreros son el grupo social donde Marine Le Pen goza del nivel más alto de apoyo (con un 44%) [8] para las próximas elecciones presidenciales francesas.

 Constituyen el grupo más importante del electorado del Frente Nacional. Esto está ligado a cambios fundamentales en los patrones de votación de clase en Europa.

 Durante gran parte del siglo XX, existía una clara división política entre la base y la punta superior de la jerarquía social. 

En general, la clase obrera votó por partidos socialdemócratas y comunistas; y la clase dirigente y la pequeña burguesía apoyaron a partidos liberales y conservadores.

Sin embargo, desde finales de la década de 1980, estos alineamientos de partidos de clase han cambiado considerablemente. 

La clase obrera ha abandonado masivamente a los partidos socialdemócratas y optó por la abstención o la derecha radical en base a sus preocupaciones sobre la inmigración y la globalización [por su relación directa con la disponibilidad de trabajo y salario]. 

En todo el mundo industrializado, las diferencias de participación entre ricos y pobres han aumentado, haciendo que los grupos de bajos ingresos sean menos atractivos para los estrategas de los partidos y, a su vez, más difíciles de movilizar.

Los partidos socialdemócratas en Europa han atraído cada vez menos a la clase obrera. 

En sus encarnaciones más exitosas han podido confiar en el voto de la creciente base de las clases medias empleadas en el sector público y en las industrias creativas. 

Más comúnmente se han convertido en fracasados “Partidos atrapalotodo” atrayendo un nivel medio de apoyo entre varias clases pero sin la capacidad de movilizar ninguna de ellas de manera efectiva. 

Mientras tanto, con los partidos de centro-izquierda alejándose de ellos, muchos votantes de la clase obrera han recurrido a partidos que proponen la seguridad económica y cultural a través del nacionalismo en lugar de la socialdemocracia.

Hay muchos ejemplos de este cambio en el vínculo entre clase y partido. Henin-Beaumont, una antigua ciudad minera del norte de Francia, había sido controlada por el Partido Socialista durante setenta años. 

Se convirtió en el municipio insignia del Frente Nacional cuando eligió a un alcalde de extrema derecha en 2014.

 En las antiguas “banlieues rojos” [barrios rojos] de París, históricamente controladas por el Partido Comunista, la FN ha hecho avances significativos, aunque aún esté lejos de igualar los niveles de su bastión histórico de la Cote d’Azur y el desindustrializado norte.

En nuestra investigación [9], analizamos la proporción de votantes de la clase trabajadora en el electorado de partidos de derecha radical en siete países, mirando no sólo a los trabajadores de la industria y comercio, sino también a los trabajadores de servicios. 

Los empleos de baja cualificación en servicios, a empleos ocupados por mujeres, constituyen ahora una proporción aún mayor de empleo que industria en la mayoría de los países.

 Las condiciones de empleo en estos sectores suelen ser peores que en la industria manufacturera, donde los trabajadores pueden confiar en una tradición más larga de movilización sindical.

En casi todos los países que observamos, la proporción de votantes de la clase trabajadora dentro del electorado de partidos de derecha radical aumentó con el tiempo.

 Los votantes de la clase trabajadora ahora representan entre el 60 y el 75 por ciento del electorado de la derecha radical en Austria, Francia, los Países Bajos y el Reino Unido, mientras que representan sólo entre 44 y 54 por ciento de todos los votantes de estos países.

 También encontramos una clara representación excesiva de los trabajadores entre el electorado de los partidos de derecha radical en Dinamarca y Suiza. La Lega Nord en Italia es una excepción, ya que es el único partido donde los trabajadores no están sobre-representados.

Por otro lado, la proporción de votantes de la clase trabajadora que votan por partidos de izquierda ha disminuido. 

En varios países los trabajadores continúan siendo sobre-representados entre el electorado de la izquierda pero hoy en día hay más votantes de la clase obrera dentro del electorado de la derecha radical que de la izquierda.


Participación de los votos de la clase trabajadora. Ver foto más grande aquí.

Si se considera en una perspectiva diferente pero complementaria el comportamiento electoral de la clase obrera (y no sólo la composición de clase de los partidos), también surgen nuevos patrones de votación de clase.

 Los trabajadores de la producción y de servicios [9] dan un claro apoyo por encima de la media a la derecha radical, mientras que esto no sucede con la izquierda.

 En una muestra de nueve países europeos, el 31 por ciento de los trabajadores de la producción y el 25 por ciento de los trabajadores de servicios votaron por la derecha radical en el período 2002-2014, mientras que sólo obtuvo 18,8 por ciento de los votos dentro de la población en su conjunto.

La dificultad del centro-izquierda para movilizar a su electorado central no es sorprendente. 

El giro de los partidos socialdemócratas hacia las políticas de la Tercera Vía defendidas por Tony Blair y Gerhard Schröder [socialdemócratas] en los años noventa ha llevado a una desilusión generalizada. 

Pero el creciente interés por las cuestiones de identidad también ha sido un factor, y más sorprendente si se lo compara con el reciente giro de la derecha radical hacia las cuestiones de seguridad económica, una reorientación que coincidió con sus recientes éxitos.

Falso Socialismo

Sin embargo, este cambio hacia una imagen de izquierdas de los partidos de extrema derecha no debe tomarse como real. 

Hay un abismo entre lo que dicen y lo que votan. Incluso cuando en su programa y su retórica afirman defender a los trabajadores, la derecha radical a menudo toma partido con el capital cuando se trata de legislación.

Francia

La última reforma laboral aprobada por el gobierno francés en 2015 es un buen ejemplo. Su objetivo era facilitar aún más los despidos por razón de negocios y dar más flexibilidad a las empresas para la fijación de salarios.

 Oficialmente, el Frente Nacional pidió su retirada, denunciándola como un ataque a la seguridad laboral de los trabajadores franceses. 

Le Pen lo llamó otro “diktat ultra-liberal de Bruselas”. Al mismo tiempo, sus senadores presentaron enmiendas:

– para eliminar los derechos de representación de los trabajadores en las pequeñas empresas,
– eliminar la obligación de impartir capacitación,
– reducir la capacidad de los trabajadores de trabajos extenuantes para reclamar la jubilación anticipada y
– reducir los impuestos sobre las horas extras.

– A continuación, atacaron a los derechos sindicales: pidiendo que se eliminara el monopolio de los sindicatos en las negociaciones salariales, lo que permitiría a las empresas negociar salarios con grupos no sindicalizados.

Al final, las enmiendas fueron retiradas y los parlamentarios fueron culpados cor ello. Cuando los sindicatos organizaron manifestaciones masivas contra de la ley, Marine Le Pen pidió que fueran prohibidas (Francia estaba oficialmente en estado de emergencia después del ataque de Bataclán), reconociendo más tarde finalmente su “legítimo derecho a protestar”.

 Por entonces, ella ya sabía que la mayoría de sus propios votantes apoyaban las protestas [10].

Holanda

Este doble discurso está muy extendido dentro de la derecha radical, que pretende representar tanto a los trabajadores como a la pequeña burguesía – circunscripciones con intereses opuestos. 

En el período previo a las elecciones de 2010, Geert Wilders proclamó que el aumento de la edad de jubilación obligatoria era una cuestión sobre la que nunca se comprometería.

 Al día siguiente de la elección, dijo que esto ya no era un obstáculo para las negociaciones de la coalición.

 Más tarde, fue denunciado [11] por haber dicho en privado que este gambito sólo tenía por propósito de atraer el apoyo de los votantes de la clase trabajadora del Partido Socialista.

Incluso cuando Wilders reivindica representar a la gente común, su partido a menudo vota por políticas que benefician a los ricos.

 Por ejemplo, el PVV ha sido un fuerte defensor de los descuentos fiscales para los propietarios de viviendas.

 Además de contribuir a hacer los hogares holandeses los más endeudados del mundo industrializado, se ha demostrado que este descuento beneficia solo al 20% más rico de los hogares [12], que se benefician de la mitad de la reducción total de impuestos.

Su partido también se opone a la negociación colectiva y a los derechos sindicales.

 La mayoría de los trabajadores holandeses están cubiertos por la negociación colectiva sectorial en la que el gobierno extiende los términos de las negociaciones entre empleadores y sindicatos para que sean obligatorios para todos los trabajadores de un sector económico. 

El PVV ha propuesto desmantelar este sistema [13], dejando a los individuos negociar solo con su empleador.

Suiza

Esta tendencia se repite en toda Europa: en Suiza, el Partido Popular suizo proclama que protege a los trabajadores suizos de la inmigración, pero se opone firmemente a las sanciones para los empleadores que explotan a los inmigrantes. 

Sus diputados han empleado ilegalmente a solicitantes de asilo sin pagar impuestos por ellos [14].

Austria

En Austria, el Partido de la Libertad (FPÖ) apoyó una serie de leyes para debilitar a los sindicatos y desregular el mercado de trabajo mientras estuvieron en el gobierno entre 2000 y 2007.

Esto no debería sorprender de una tradición política que defiende un programa hostil a la solidaridad colectiva que encarnan los derechos sindicales y la negociación colectiva. El tipo de solidaridad que defienden los partidos de derecha radical está subordinado a los valores nacionalistas y conservadores.

Mientras que la Izquierda hace campaña para expandir el estado de bienestar, la derecha radical habla más frecuentemente de reducirlo: limitando los beneficios sociales a los nacionales, o como proponía el PVV de Wilders, oponiéndose a los subsidios para las familias de más de dos hijos porque se cree que las familias musulmanas tienen más niños. 

Cuando se trata de derechos sociales, han sido partidarios de siempre de un enfoque punitivo al bienestar.

 Las sucursales locales del PVV en Rotterdam y La Haya quieren obligar a los desempleados a trabajar en invernaderos para reemplazar a los trabajadores inmigrantes [15].

La división entre “nosotros” y “ellos” que usa la derecha radical cuando habla de inmigración se transpone en sus políticas de bienestar: “nosotros” somos contribuyentes trabajadores y “ellos” inmigrantes, pero también desempleados y defraudadores de la Seguridad Social.

Los límites del engaño

Está claro que el voto de la clase obrera a la derecha radical ha aumentado junto con un desplazamiento de la defensa del libre mercado a las plataformas económicas izquierdistas.

 Pero gran parte de este cambio ha sido retórico.

 En la práctica, los partidos de derecha radical en Europa funcionan principalmente para convertir los votos de la clase trabajadora en políticas de derecha. 

Su verdadera naturaleza pro-capitalista sólo sale a la luz en las reuniones del gabinete o en los comités legislativos, cuando los votantes no están prestando la misma atención.

Este juego sin embargo tiene límites. 

Los votantes no pueden ser engañados indefinidamente. Después de su primer período en el gobierno, el FPÖ austriaco perdió dos tercios de sus escaños.

 El PVV perdió un tercio después de que apoyara a un gabinete conservador comprometido a implementar una amplia austeridad. 

Su apoyo electoral es volátil, y esto explica de algún modo su cambio hacia la izquierda en la economía. 

La mayoría de los votantes de la derecha radical se preocupan principalmente por la inmigración – y muchos ni siquiera conocen la posición de sus partidos sobre economía. 

Pero si alguna vez fueran a ir más allá de un solo tema demográfico, necesitarán un mensaje social más amplio.

Este ejercicio de lavado de imagen puede y debe ser evitado. 

La migración de los votantes de la clase obrera a la derecha radical es una preocupación inmediata para la izquierda, que debe ser contrarrestada por el reenganche con los trabajadores, la base histórica de la política progresista. 

En este sentido debemos buscar ejemplos en España y Portugal [16], donde la extrema derecha sigue siendo marginal, y donde los partidos de izquierda han sido capaces de movilizar un fuerte voto contra el establecimiento [¿? primera noticia].

Alexandre Afonso es profesor asistente en la Universidad de Leiden, Países Bajos.

Line Rennwald es investigador postdoctoral del Instituto Universitario Europeo de Florencia.
NDT: el término ‘libertarian’ es el equivalente de liberal, no de libertario, un término que en inglés crea mucha confusión.

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