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USA: Meryl Streep. Lo que no dices y lo que yo veo


La colonización del lenguaje progresista efectuada por los imperios a través de las “causas justas” es una constante.
No hay más que ver cómo se desarrollan paralelamente las invasiones y las injerencias con mensajes que predican su disposición a ayudar al mundo subdesarrollado que necesita urgentemente su intervención.

Es francamente desolador ver como las fuerzas de la OTAN promovieron con una eficacia asombrosa esa imagen en la que nos hacían ver que estaban protegiendo a las mujeres afganas, mientras sus bombas aniquilaban el país y daban buena cuenta de sus objetivos.

 En este contexto se diseñó una meta humanitaria apelando al sentido misionero occidental, de tal forma que en 2012 Amnistía Internacional colocó carteles en los que se podía leer: “OTAN, que se mantenga el progreso”, en alusión a su denodada lucha por los derechos de la mujer en Afganistán, y el Instituto George W. Bush recaudó fondos para promover dichos derechos.

Curioso verdad…

Una buena prueba de ésta forma de actuar la tenemos también en la concesión del premio Nobel de la Paz a la joven Malala Yousafzai.

De esta forma, mientras otros miles de personas morían en el anonimato más atroz, se mediatizaba un hecho puntual para ocultar los trasfondos desoladores de toda guerra.

 (Lo recuerdo, Malala es la niña pakistaní a la que los talibanes dispararon a la cabeza por defender la escolarización de las mujeres).

Casi todo lo que acontece a través de la propaganda mediática está hilado con una eficaz precisión y, cuenta casi siempre, con una conmovedora historia.

Apelar a las emociones para ocultar sus mentiras y trasladarnos al mundo del engaño sin que nos demos cuenta es una maniobra de libro.

Sus efectos son perversos y son capaces de crear auroras boreales en cielos plomizos manchados de humos de combate.

Y así nos va. Y por si no fuera poco el trabajo realizado por los servicios de inteligencia y sus amigos periodistas, tenemos que escuchar palabras grandilocuentes y sesgadas desde los estrados a los que se llega caminando por las alfombras rojas, generando titulares con discursos maniqueos que mejor estarían guardados bajo llave en sus cajones de seguridad donde guardan sus relojes de oro y sus collares de diamantes.

Ésta vez le ha tocado el turno a Meryl Streep, y se ha hecho viral su portentosa actuación (conmovedora también) al recibir el premio honorífico a su carrera en los últimos Globos de Oro 2017.

Millones de personas siguieron su estela, desangrándose sus corazones al ver y escuchar cómo una “gran dama” era capaz de leer la cartilla al mismísimo futuro presidente de los Estados Unidos.

No sin razón, pero ocultando al mismo tiempo la otra cara de los bombardeos y humillaciones ejercidos en su trayectoria política por Hilary Clinton y Barack Obama, las caras amables de un belicismo sistemáticamente ejecutado por los Estados Unidos.


La actriz Meryl Streep usa su iPhone para obtener una foto de ella y la secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton

Y le siguieron las palabras de Robert de Niro, con una carta de apoyo a su querida compañera de reparto, y luego vino un grupo de actrices y actores (entre los que se encuentran Emma Stone, Natalie Portman o Amy Adams), cantando contra Donald Trump su “sobreviviré” particular, y todos los telediarios y periódicos recogiendo la gesta humana de personas tan respetables.

¿Qué es lo que no encaja en todo esto?

 ¿Por qué cuestiono y soy incapaz de compartir el discurso de Meryl Streep, reconociendo al mismo tiempo las obscenidades y barbaridades de Donald Trump?

Utilizaré las palabras de su propia alocución para desarrollar mi razonamiento:

“Hollywood, los extranjeros y la prensa”, menciona, para hacernos creer que en esos estudios todos los intérpretes que vienen de otros lugares son muy bien recibidos, olvidándose por ejemplo de que los propios artistas negros que le acompañan en sus trabajos protestaron no hace mucho por el mal trato que reciben a la hora de poder conseguir estatuillas, y olvidándose también de que actor o director que se pase de la raya tiene la censura como escolta, o de que la CIA interviene continuamente en sus trabajos para dar el toque final a la propaganda bélica.

Pero eso quizás lo desconoce, como les pasa a muchos que llenan sus bolsillos y olvidan su memoria en las mesillas de noche.

 Desconocen que están en la Meca del Cine Sionista, dueña de la industria recolectora de la basura.

“Así que Hollywood está plagado de marginales y extranjeros”, continúa. Sí, de marginales ricos de la sociedad, que se lustran con sus lágrimas y olvidan las causas que provocan millones de marginados de verdad.

Pero lo más importante llega cuando hace alusión a Donald Trump (pero es incapaz de ver más allá), con unas expresiones acertadas sino fuera porque son parciales, interesadas, incoherentes, y profundamente irresponsables.

Dice así: “Pero hubo una actuación este año que me dejó atónita, y me clavó sus garfios en el corazón.

Y no porque fue buena, no hay nada de bueno en esa actuación, pero fue efectiva y logró su objetivo.

 Hizo que su público riera, y que mostrara los dientes.

Y fue en ese momento, en que la persona que pedía ocupar el lugar más respetado de este país (la presidencia de Estados Unidos, una de las fábricas de aniquilamiento más perfectas que existe) imitó a un periodista discapacitado.

A una persona que superaba en privilegio, poder y su capacidad de responder al ataque.

Y me rompió el corazón. Cuando lo vi, todavía no puedo sacármelo de la cabeza, porque no pasó en una película, pasó de verdad.

 Y ese instinto que busca humillar, cuando lo hace alguien público, alguien poderoso, penetra en la vida de todos…, porque les da permiso a otros para hacer lo mismo”.

Así es Meryl. Cuánta razón llevan tus palabras. No debemos permitir que las malas artes y las humillaciones puedan ser ejemplo de nada y para nadie, y menos si vienen de un presidente.

Porque ese comportamiento da permiso para que otros tengan carta blanca para hacer lo mismo.

Así es. Te enojas con Donald Trump pero nada dices de Obama, cuyas matanzas con drones son un ejemplo de comportamiento, y callas ante el “Señor de la guerra” que ha llevado la masacre a Irak y Siria y ha auspiciado un golpe de estado en Ucrania (pero también te concedió una hermosa medalla).

Y sonríes cuando te haces un selfie con Hilary Clinton, la dama que lleva penetrando en la vida de miles de habitantes de la tierra con balas y con cazas que sobrevuelan sus cabezas.

Tu “indisposición” con cierta injusticia es partidista, y me gustaría poder vislumbrar esa mirada que tienes de una sociedad que busca la paz y la integración de los extranjeros y los seres marginados.

Estaría muy bien que te detuvieras y pensaras por qué eres permisiva con las guerras de tus amigos demócratas y en cambio te mueve la ira cuando escuchas las sonrojantes palabras de Donald Trump.

Tus palabras las trasladaría yo hacia todas las personas que promueven, mantienen y fomentan la guerra, las injusticias y el saqueo sostenido.

Y entonces, sí tendría sentido atenderte cuando dices: “La falta de respeto invita a la falta de respeto, y la violencia incita a la violencia.

Cuando los poderosos usan su posición para hostigar a otros, perdemos todos”.

Pero creo que ya tomaste partido en tu vida, y las dos imágenes que acompañan este artículo son prueba de ello.

Ojalá hubieran podido escuchar tus palabras todas las personas que habitaban en paz en Siria hace siete años, o en Yemen, o en tantos otros sitios.

Mas no pudieron hacerlo porque las políticas de tus queridos amigos les mataron y destruyeron sus vidas, y les dejaron sin tan siquiera poder escuchar tu voz tan emotiva y sentida…

Me es imposible callar y permanecer impasible ante una voz tendenciosa que solo se alza con ímpetu ante una parte de las injusticias, y permanece en silencio ante otras.

Sería deseable un análisis más honesto y coherente de la realidad, para poder dirigirnos hacia otros mundos más solidarios y humanos.

Por: JoséLuis Vázquez Doménech
Sociólogo
No a las guerras, no a la OTAN

http://lospuebloshablan.org/meryl-streep-lo-que-no-dices-y-lo-que-yo-veo/

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