Pablo Gonzalez

Lo que Obama nunca dirá sobre su legado

El presidente saliente de EEUU, Barack Obama, aceptó la nominación presidencial del Partido Demócrata en 2008 con promesas de esperanza y cambio, pero fracasó en cumplirlas todas, escribe la columnista de MarketWatch, Caroline Baum.


Mientras el presidente electo, Donald Trump, no esperó hasta el Día de la toma de posesión para "insertarse en la política exterior", Obama parece incapaz de "irse en silencio hacia la noche". Durante los últimos meses de su mandato el mandatario firmó una serie de órdenes ejecutivas y leyes de última hora. 


 "Cuando no está creando desorden para su sucesor, Obama está ocupado redactando su legado, el cual culminará en una repetición de los momentos históricos de su presidencia como parte de un discurso de despedida", apunta la periodista. 

No obstante, añade, existen numerosas cosas que preferiría que caigan en el olvido. Fracasos económicos

No obstante, añade, existen numerosas cosas que preferiría que caigan en el olvido.

Fracasos económicos

La expansión económica que comenzó en junio de 2009 ha sido la más débil desde la Segunda Guerra Mundial, destaca Baum. 

El crecimiento promedio del producto interno no ha superado un 2.1%, mientras que la tasa de crecimiento acumulado del 16.5% no puede compararse con el aumento del 38.4% registrado entre 1982 y 1990 y el del 42.6% en 1991-2001, según WSJ.

De esta manera, un menor número de impedimentos regulatorios habría alentado la creación de nuevos negocios y la inversión de capital, dando el impulso necesario a la productividad.

 "Un crecimiento económico más fuerte habría devuelto a las deserciones de mano de obra al mundo laboral", expresa. 

No obstante, con la elección de Trump surgieron nuevos signos de optimismo, y las encuestas indican que las empresas tienen planeado aumentar el gasto de capital.

 "Aunque este optimismo tendrá que ser ratificado por los resultados, el mensaje a Obama es inconfundible: no dejes que la puerta te golpee en la salida", sentencia la columnista. 

Caída de los demócratas

Durante los 8 años de la presidencia de Obama los demócratas han perdido más de 1.000 escaños a nivel tanto estatal como nacional. 

Los republicanos, por su parte, ahora controlan 4.170 asientos legislativos estatales en comparación con los 3.129 de los demócratas —un mínimo histórico—, prosigue Baum.

Además, los republicanos ahora tienen 33 gubernaturas y pronto ejercerán pleno control —gubernatura y ambas cámaras de la legislatura estatal— en 25 estados, en comparación con cinco de los demócratas. 

Así, los demócratas han perdido 12 gubernaturas, 13 escaños en el Senado y 69 escaños en la Cámara de Representantes durante los dos mandatos de Obama, lo cual implica "una devastación total del partido en todo el país".

 "Generalmente un legado se considera un regalo que se transmite de una generación a otra.

 Para el Partido Demócrata, el legado de Obama es todo menos esto", enfatiza.

 Mantén a tus amigos cerca Baum recuerda que durante su conferencia de prensa de fin de año Obama habló de su respuesta sobre los supuestos hackeos por parte de Rusia de los correos del Comité Nacional Democrático durante las elecciones presidenciales de 2016. 


En aquella ocasión el presidente saliente indicó haberle dicho al presidente de Rusia, Vladímir Putin, que "lo cortara".

 "Lo siento, Sr. Presidente, pero el mundo no tiene miedo de usted y de sus amenazas vacías. 

Los 8 años de su liderazgo han dejado a EEUU disminuido, con la autoridad moral comprometida y la política exterior hecha añicos", afirma Baum.

Además, las guerras que Obama heredó no terminaron. 

El Talibán ha hecho su reaparición en Afganistán, Siria está en ruinas, mientras que el secretario de Estado, John Kerry, "ha sido tan ineficaz que ni siquiera nadie le invitó a participar en las negociaciones sirias entre Rusia, Turquía e Irán".

Obama también rompió la alianza de 36 años con Israel y permitió la aprobación de la Resolución 2234 del Consejo de Seguridad de la ONU, "un acto vengativo que desalienta las negociaciones bilaterales". 

Nación dividida

Baum continúa que Obama "podría haber roto las barreras raciales cuando se convirtió en el primer presidente de procedencia afroamericana en EEUU". No obstante, su elección no logró mejorar este aspecto en el país: la mayoría de los estadounidenses —un 54%— dice que las relaciones raciales se deterioraron bajo Obama.

Según la autora, Barack Obama ha promovido la idea de que las fuerzas policiales están inclinadas en contra de los ciudadanos de raza negra.

 Asimismo, rechazó que la oleada de crímenes violentos era consecuencia del "efecto de Ferguson" —la muerte fatídica de Michael Brown a manos de un policía en la ciudad de Ferguson en 2014—. 

El que no debe ser nombrado

Terrorismo radical islámico. Obama ha pasado 8 años evitando usar esas tres palabras, escribe Baum. Además, ha intentado intelectualizar su posición al afirmar que esta frase "equipara a todo el Islam con el terrorismo", lo cual es contraproducente para los esfuerzos de EEUU en la lucha antiterrorista.

Asimismo, un atentado "brinda una oportunidad para el presidente de sermonear a la nación sobre la necesidad de leyes de control de armas más estrictas", apunta. 

De esta manera, llamar a algo por su propio nombre no resolverá el problema, pero "evitarlo hace que Obama parezca tonto". 

Todo el mundo recuerda el escenario dorado con columnas griegas en que Obama pronunció su discurso de aceptación en la Convención Demócrata de 2008. 

Sin embargo, no se puede esperar el mismo esplendor de la despedida del presidente.

 "A diferencia de 2008, cuando Obama se centró en la esperanza y el cambio, la audiencia de 2016 tendrá los resultados en la mano para determinar si la esperanza estaba equivocada y el cambio no valía la pena", concluye Baum.

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