A finales de año la prensa de todo el mundo volvió a lanzar las campanas al vuelo cuando las cifras de paro en Estados Unidos se pusieron en índices por debajo del cinco por ciento.
Pero la sociología burguesa es engañosa también en este punto: disminuye el porcentaje de trabajadores en paro que buscan trabajo, pero es que cada vez menos obreros buscan ya trabajo. Están fuera del mercado del trabajo.
En Estados Unidos 7,5 millones de antiguos trabajadores han tirado la toalla en los últimos seis años.
El truco es parecido al de las elecciones y la abstención. Normalmente las cifras oficiales calculan el porcentaje de los que quieren trabajar respecto a los que trabajan, pero nadie habla de los que quieren trabajar y los que no.
Las bajas de paro coexisten, pues, con altas cifras de trabajadores que ni siquiera están apuntados al paro y una de las explicaciones del fenómeno son las pésimas condiciones de trabajo, la prolongación de la jornada de trabajo y los salarios de miseria que sólo son aceptados por emigrantes y población procedente de regiones deprimidas del mundo.
En sus cuentas los sociólogos suman los que trabajan con los que quieren trabajar y no tienen empleo, pero si lo hacemos al revés, si sumamos los que quieren trabajar con los que han arrojado la toalla, obtenemos cifras fabulosas, por encima de los 100 millones de personas que se desglosan de la siguiente forma: 95 no buscan trabajo y 7,5 lo buscan y no lo tienen.
Para quienes sostenemos que las sociedades se basan en el trabajo, no deja de ser otra forma de derroche de la capacidad creativa de un país.
Lenin calificó esta situación como “capitalismo parasitario”, que es uno de los rasgos característicos en la etapa actual imperialista.
Estados Unidos es un país que se convirtió en una potencia mundial gracias al crecimiento del volumen de la fuerza de trabajo, que procedió de la emigración. Sin ese crecimiento está abocado al hundimiento.
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