«La transformación de la estructura económica en los países subdesarrollados a fin de preparar la transición al socialismo, requiere la solución de algunos problemas específicos propios de estos países. Estos son, por ejemplo, la liquidación de la dependencia económica respecto al capital extranjero y al imperialismo; la eliminación de las relaciones precapitalistas; la transformación de las relaciones agrarias en interés del campesinado trabajador; la liquidación del carácter unilateral de la economía nacional, garantizar el empleo para la población que crece rápidamente, etc.
La historia ha demostrado que para eliminar la dependencia económica respecto al capital extranjero y al imperialismo, para conseguir la verdadera independencia política es necesario nacionalizar tanto la propiedad de los monopolios extranjeros como la de la burguesía compradora.
Debe ser creado el sector estatal de la economía con los medios nacionalizados.
Desde el punto de vista de las relaciones socioeconómicas, de la organización y dirección del trabajo y la producción, las características del socialismo deben prevalecer en este sector que debe representar el embrión de la base económica socialista y dar un poderoso apoyo para preparar la transición en todo el país de las viejas relaciones económicas al establecimiento de las relaciones socialistas.
Por supuesto, esta cuestión no puede ser solucionada mecánicamente a través de la realización de cualquier tipo de nacionalización, ni a través de la creación de cualquier tipo de sector estatal, como afirman los revisionistas modernos.
Todo depende del carácter de clase del poder político y de a quien sirve el sector estatal: a la limitación del capital privado o a su extensión; a la transformación de las viejas relaciones o a su preservación; al enriquecimiento de las clases explotadoras o a los intereses de las masas trabajadoras, al logro de su bienestar.
En estas alternativas depende el destino de la evolución de este sector: ¿será un sector socialista o un sector estatal-capitalista convencional?
La lucha entre estas dos tendencias en este sector es una lucha de clases entre el camino capitalista del desarrollo y el camino socialista, entre las masas trabajadoras y las clases explotadoras.
La proporción de fuerzas de clase en el propio poder político y el fortalecimiento de la posición de la clase obrera en él definen el resultado de esta lucha, su marcha en beneficio del socialismo y en perjuicio del capitalismo en este y en todos los sectores de la economía nacional.
No cabe duda de que el sector estatal efectivamente creado en los países subdesarrollados es un fenómeno progresivo, en comparación con las otras formas económicas primitivas (naturales o semi-feudales).
Pero es dañino, verdaderamente dañino, y es una ilusión igualar cualquier tipo de sector estatal y el socialismo, independientemente del carácter de clase del poder político.
Tal posición lleva el agua al molino de la burguesía y del imperialismo, del capitalismo y la contrarrevolución.
El problema agrario es de vital importancia para el destino del socialismo en los países subdesarrollados.
Aquí el campesinado constituye la mayoría de la población, y las viejas relaciones precapitalistas y la explotación colonial se encuentran más profundamente arraigadas y aparecen en formas más brutales en el campo.
El éxito, tiempo y ritmo de la transición en el camino de desarrollo socialista del campo y de todo el país, depende enormemente del camino y los métodos utilizados para solucionar este problema.
Tanto la teoría como la práctica revolucionaria enseñan que la solución del problema agrario es una compleja, que debe transformar todos los aspectos de la vida en el campo – los aspectos ideológico-políticos, económicos, sociales, culturales, técnicos, organizativos, y otros.
En otras palabras, en el campo es necesario realizar una verdadera revolución en las relaciones socioeconómicas que cambiará radicalmente toda la fisonomía del mismo.
Esta se debe llevar a cabo paso a paso, de acuerdo con la maduración de las condiciones subjetivas y objetivas dentro del campo y a escala nacional.
La realización inicial de la reforma agraria revolucionaria en interés del campesinado trabajador, según el principio de «la tierra para quien la trabaja» sirve a este objetivo.
La cooperación de los campesinos trabajadores es absolutamente esencial a fin de poner al campo en el camino del socialismo y desarrollar rápidamente las fuerzas productivas en la agricultura.
Tanto la aceleración artificial de la revolución agraria como la vacilación para realizarla, desacreditan igualmente la idea del socialismo a los ojos del campesinado.
Toda solución incompleta del problema agrario da más probabilidad a que el campo se desarrolle en el camino capitalista, en vez del camino socialista.
Pero también cualquier esfuerzo para una solución radical prematura del problema agrario, saltando arbitrariamente las etapas, conduce al aventurerismo y puede dañar irreparablemente la causa del socialismo.
En oposición diametral al marxismo-leninismo, los revisionistas modernos declaran que en la edificación del socialismo en los países subdesarrollados no se debe dirigir el esfuerzo principal a la transformación de las relaciones socioeconómicas, sino al desarrollo de las fuerzas productivas porque este desarrollo conducirá, según se afirma, de un modo natural hacia la construcción socialista.
Esta es la misma tesis del oportunista Kautsky quien dijo que el desarrollo de las fuerzas productivas «automáticamente» transforma las viejas relaciones de producción en su contrario.
Tal análisis de la cuestión conduce a la actitud contrarrevolucionaria que sostiene que la causa del socialismo se debe posponer indefinidamente en los países subdesarrollados, hasta que las condiciones materiales estén maduras.
No puede haber ninguna duda de que el rápido desarrollo de las fuerzas productivas es una cuestión vital para el destino del socialismo en los países subdesarrollados.
Las preguntas que surgen claramente en estos países son:
¿De qué modo se solucionará este problema?
¿Con el viejo modo tradicional de desarrollo, especializando la economía en la producción de materias primas dependiendo así del mercado imperialista? Brevemente, con una economía unilateral, no pueden ser garantizadas las altas tasas de desarrollo de las fuerzas productivas.
Este modelo no contiene en sí mismo un mecanismo efectivo necesario para la reproducción ampliada.
El impulso para el desarrollo de este modelo proviene del extranjero, causado por el aumento de la demanda de materias primas en el mercado mundial.
Por ello es esencial crear otro nuevo modelo que debe su impulso al desarrollo interno, a la extensión del mercado doméstico.
En este sentido, la construcción del socialismo en los países subdesarrollados exige el reemplazo de la economía unilateral con una economía diversificada que debe pararse en dos pies –la agricultura y la industria–.
Sólo una economía con semejantes características puede asegurar un desarrollo rápido y complejo de las fuerzas productivas, consolidar la independencia económica y poner la riqueza de todo el país al servicio de la edificación del socialismo.
La industrialización del país a través de auténticos métodos socialistas es un factor decisivo para solucionar este problema en el más breve período histórico posible.
Una rasgo fundamental de esta industrialización debe ser el desarrollo de las industrias de extracción y transformación y también de la industria ligera y pesada, dando prioridad a la industria pesada.
Bajo el pretexto de la carencia de medios financieros, cuadros y experiencia, y de evitar los sacrificios innecesarios, con el pretexto de la división internacional del trabajo y la cooperación con los países «socialistas», etc., los revisionistas modernos persiguen una política que tiene por objeto desviar a los países subdesarrollados de la industrialización, mantenerlos como un apéndice de materias primas o material agrario de la metrópoli.
El objetivo es el mismo que tienen el viejo y el nuevo colonialismo: el pillaje y la explotación, el establecimiento de la esclavitud económica y política de los países subdesarrollados.
Las victorias históricas alcanzadas en la edificación del socialismo en los países que fueron una vez subdesarrollados han demostrado que para solucionar los numerosos problemas de la edificación socialista se debe adherir al principio revolucionario de la independencia.
Tanto en la revolución como en la edificación socialista es decisivo el factor interno y el pueblo, en cada actividad, debe confiar en sus propias fuerzas».