«El neofreudismo ejerce una gran influencia sobre los movimientos de «izquierda» de un carácter liberal-anarquista. Uno de esos movimientos extendidos en el degenerado mundo capitalista es el de los hippies, a los que los ideólogos burgueses llaman «niños de las flores».
Estos son grupos de jóvenes desempleados, que vagan por las calles de cuidad en cuidad y de pueblo en pueblo, descalzos, con pelos y barbas largas, con unas ropas extrañas y una vida parasitaria y disoluta.
Los hippies son representados por las tendencias neofreudianas como un «modelo de la futura sociedad».
Está claro que para ellos, la futura sociedad significa hacer tiempo o divagar, lo que se traduce en una perpetuación de la propiedad privada.
En este sentido la cuestión de los hippies es una cuestión política.
En orden de desorientar a la juventud, de prevenirse de que busquen el verdadero camino, la ideología burguesa y revisionista avoca por la resistencia pasiva de la juventud ante las injusticias.
El pelo, las patillas y las barbas largas, etc. son un símbolo de esta oposición no revolucionaria, la cual crea ilusiones de que los objetivos pueden ser conseguidos por medios pacíficos.
También hay personas que quienes llevan pelos y barbas largas para lucir bien, en orden de parecer «modernos», pero en realidad estas apariencias «modernas» son manifestaciones de primitismo, pesimismo social y apatismo político.
Tales tendencias irracionales actuales justifican el extremo individualismo.
Según ellos la sociedad es un bosque donde los árboles crecen cerca los unos de los otros pero sin conexión alguna.
Dicen que en una sociedad un hombre vida su vida, tiene su individualidad, sus ambiciones, vive por si mismo y muere por sí mismo en soledad.
La sociedad, según ellos, es una noción vacía.
Que no hay nada en común entre los hombres.
Se les debe permitir vivir según sus gustos, y que no hay necesidad de llenar sus cabezas de todo tipo de ideas ya que su naturaleza no puede ser cambiada.
Ellos argumentan que el hombre en sociedad se siente abandonado y efímero, que la sociedad le brinda sufrimiento porque le priva de su satisfacción e instintos, y suprime sus sentimientos.
Sobre este camino, los ideólogos de la burguesía consideran el individualismo como la esencia de la naturaleza humana y el objetivo principal de las relaciones entre los hombres.
Ellos justifican el individualismo con el pretexto de que están protegiendo el individuo del colectivo, porque según ellos, cuando el individuo entra en el colectivo pierde su esencia.
El «ego» está por encima de todo y se convierte en nada cuando entra en la totalidad.
Este es un llamado a encerrarse en uno mismo, para que todo el mundo viva por el bien de su «ego» solo.
La falta de fundamento de estas opiniones irracionales puede ser fácilmente entendidas con claridad.
El marxismo nos enseña que el hombre no puede considerarse en forma aislada de la sociedad. Vive todo el tiempo como una parte de la sociedad, de lo colectivo, y para entender el individuo primero hay que entender la sociedad.
Los hombres que actúan sobre la naturaleza y la sociedad no permanecen aislados, sino que entran, en relaciones de carácter económico, ideológico y moral.
La personalidad del hombre, también se desarrolla precisamente en este proceso natural de la cooperación.
Las teorías de los neofreudianos buscan justificar el liberalismo burgués con el eslogan de «absoluta libertad» del individuo.
Ellos conciben la libertad de una manera metafísica y unilateral.
Acorde a lo que dicen ellos el hombre es libre de la sociedad y tiene el derecho para hacer, cualquier cosa que quiera.
Ellos claman que solo el capitalismo crea la posibilidad para el hombre de desarrollar su personalidad, y que solamente el capitalismo crea las condiciones para la completa libertad de todos.
En realidad, esta «libertad» que es proclamada por los ideólogos de la burguesía es un engaño y un limitación real de la personalidad del hombre.
El marxismo-leninismo nos enseña que la democracia pura no existe.
Que siempre hay un carácter de clase y que en cada orden social se define por el carácter de clase de las relaciones de producción y por el régimen político.
En los países capitalistas la «libertad para todo» solo es de palabra, pero no está garantizada en la práctica.
Hay profundas contradicciones entre la proclamación de derechos y su implementación en la práctica.
Por otro lado, hay que decir que libertad no significa degeneración, liberalismo desenfrenado y completa independencia de las leyes social de desarrollo; por el contrario, significa el alzamiento de estas leyes al nivel de cognición, y actuando sobre sus bases.
La burguesía propaga la «absoluta libertad» en orden de desorganizar a las masas y, en particular a la juventud, para prevenir que ellas se unan para luchar contra ella, contra el orden explotador, con el fin de crear la falsa impresión de que todas las personas son iguales y que no hay razón para que el orden capitalista sea derrocado».