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EE.UU. admite que Israel marcha hacia un régimen de apartheid permanente, después de darle 38.000 millones de dólares


En 2010 Ehud Barak, entonces ministro de Defensa israelí, advirtió que Israel devendría un régimen de “apartheid” si no se llegaba a un acuerdo de paz con los palestinos, y que estos tuvieran su propia nación soberana y plenos derechos políticos. “Si en este territorio al oeste del río Jordán hubiera una sola nación, no podría ser judía si quisiera ser democrática". Dijo Barak: “Si el bloque de millones de palestinos no pudiera votar, entonces habría un régimen de apartheid”.

Observadores honestos, situados en ambos lados del conflicto, han reconocido desde hace mucho tiempo que la solución de los dos Estados es prácticamente inviable. 

Otra manera de decir que el estatus de Israel como régimen de apartheid permanente es inevitable.

 En efecto, las agencias de Inteligencia de EE.UU. ya hace 45 años advirtieron que la ocupación israelí sería permanente si no terminaba de inmediato.

Hay pruebas rotundas de que eso es justamente lo que ha sucedido.

 Durante muchos años no hubo ningún progreso en la solución de dos Estados.

 La composición de la población judía de Israel -más beligerante y de derecha que las generaciones anteriores- ha alejado cada vez más al país de ese objetivo. 

Hay ministros clave en el gobierno de Israel, como es el caso del extremista ministro de Justicia, que están abierta y explícitamente opuestos a la solución de los dos Estados.

 El primer ministro Benjamin Netanyahu ha dejado en claro que se opone a este acuerdo. En suma, el objetivo de Israel es continuar gobernando una Palestina ocupada, negándoles indefinidamente a los palestinos su derecho a la autonomía, las libertades políticas y el derecho al voto.

A pesar de esta agresión y opresión, o quizás a causa de ellas, el gobierno de Obama ha protegido continuamente a Israel con una lealtad inquebrantable y le ha obsequiado generosamente armas y dinero. 

Este premio a la conducta israelí tuvo su punto más alto con el anuncio, hace tres semanas [13 de septiembre de 2016], de la firma del “tratado de entendimiento”, que incrementó significativamente la cantidad de dinero que EE.UU. le da a Israel por año, a pesar de que Israel ya era de lejos el país que más dinero recibe de EE.UU.

 Según este acuerdo, EE.UU. le dará a Israel 38.000 millones de dólares a lo largo de 10 años, un nuevo récord en la ayuda internacional de EE.UU., aunque los ciudadanos israelíes gocen de todo tipo de beneficios estatales que los estadounidenses (cuyo dinero es entregado a Israel) no tienen porque les dicen que son demasiado costosos -incluyendo acceso sin costo a la salud que mejoraría la expectativa de vida y disminuiría la mortalidad infantil.

Justo después del anuncio del acuerdo que le daría 38.000 millones de dólares, el gobierno de Israel aprobó un nuevo asentamiento en Cisjordania, donde existe una marcada oposición a las políticas de EEUU., al consenso internacional y la continuidad de la ocupación. 

Según The New York Times: “el nuevo asentamiento ha sido diseñado como una cadena de complejos habitacionales que corta a Cisjordania en secciones. 

El objetivo es alojar a colonos de un asentamiento ilegal cercano, Amona, que debe ser demolido por orden de una corte israelí”. 

El nuevo asentamiento se extiende hacia el extremo oeste, más cercano a Jordania que a Israel.

En respuesta a ese anuncio, el Departamento de Estado de EE.UU. dijo, en términos inusualmente duros para con Israel: 

“Condenamos enérgicamente la reciente decisión del gobierno de Israel de avanzar en un plan que crearía un nuevo asentamiento en el interior de Cisjordania”.

 Sugirió que Netanyahu mintió públicamente, haciendo notar que “la aprobación contradice los comunicados públicos previos del gobierno israelí que afirmaban que no tenían la intención de crear nuevos asentamientos”. 

El Departamento de Estado invocó el paquete de ayuda económica de EE.UU.: “Es profundamente preocupante, en la víspera de la firma de un acuerdo de asistencia militar sin precedentes entre EE.UU. e Israel, diseñado para fortalecer la seguridad militar israelí, que Israel tome una decisión tan contraria a su seguridad en el largo plazo y a una resolución pacífica con los palestinos”.

Mucho de esto, aunque ahora con una retórica más clara, ha sido la norma: EE.UU. -según la modalidad Obama- lanza comunicados hermosos, diciendo lo que la gente quiere oír, proclamando un enojo con los asentamientos israelíes mientras continuamente concreta acciones que protegen y hacen posible las mismas políticas que Obama aparentemente critica. 

Pero esta denuncia del Departamento de Estado fue notable por su reconocimiento explícito y severo -largamente postergado- de que Israel está clara e irreversiblemente comprometido a dominar a los palestinos a perpetuidad, ejerciendo un régimen de apartheid sobre el cual había advertido Ehud Barak:

“Los israelíes deben decidir entre expandir los asentamientos y preservar la posibilidad de una solución pacífica de los dos Estados.

 Desde el último informe trimestral se hizo un llamado a ambas partes para avanzar hacia esa solución, pero desafortunadamente estamos viendo lo contrario.

 Este nuevo asentamiento es otro paso hacia la consolidación del modelo de un solo Estado, que es la ocupación perpetua. 

Esto es fundamentalmente incoherente con el futuro de Israel como nación democrática. 

Las recientes decisiones no solo generarán la condena de la comunidad internacional, el alejamiento de muchos de los socios de Israel, sino que además ponen en tela de juicio el verdadero compromiso de Israel para negociar un acuerdo de paz.”

Entonces Israel, según su más leal benefactor, se está moviendo inexorablemente hacia ”la consolidación del modelo de un solo Estado, que es la ocupación perpetua”. 

Es antidemocrático, es el equivalente del apartheid. 

Y el principal protector y promotor de este régimen de apartheid es Estados Unidos, al igual que con el régimen de apartheid de Sudáfrica en los ochenta.

Peor aún, Hillary Clinton, quien probablemente será la próxima presidente de EE.UU., ha prometido no solo continuar sino incrementar la ayuda a Israel, y a Netanyahu en particular. En efecto, la única crítica de Hillary Clinton fue que la política de EE.UU. no haya sido lo suficientemente incondicional hacia Israel. 

Su oponente, Donald Trump, al principio hizo algunas críticas, pero poco después adoptó la línea oficialista. La ausencia absoluta de disidencia política sobre este tema en el círculo político de EE.UU. se ve reflejada en el hecho que la única oposición al paquete de 38.000 millones de dólares vino desde un grupo de senadores -que haciéndose eco del reclamo de Netanyahu- estaban enojados de que no hubiera una mayor generosidad con Israel, a costa de los ciudadanos estadounidenses. 

En resumen, el apoyo incondicional al apartheid de Israel es prácticamente el consenso inquebrantable entre las élites políticas de EE.UU.

Lo peor de todo es que la ortodoxia política de Estados Unidos no solo ha financiado, alimentado y protegido el régimen de apartheid, sino que además intenta ilegitimar toda forma de resistencia a este. Como lo hizo antes con el Congreso Nacional Africano y Nelson Mandela, hoy EE.UU. denuncia como “terroristas” a todos los grupos e individuos que usan la fuerza contra el ejército de ocupación israelí. 

También ha denigrado los programas pacíficos contra la ocupación, como el movimiento por el boicot, las sanciones y el retiro de inversiones, catalogándolos como intolerantes y anti-semitas (una postura defendida por Clinton con especial vehemencia). 

Y el movimiento por el boicot ha sido blanco de ataque en todo Occidente, donde se lo censura e incluso se lo tilda de ilegal. Según la ortodoxia política de EE.UU., el único curso de acción aceptable para los palestinos y los que respaldan su derecho a la independencia es la sumisión total.

A pesar de que el consenso occidental continúa venerando a los más incondicionales adalides del régimen sudafricano del apartheid -Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Simón Peres- al menos ahora considera al apartheid en aquel país como una desgracia histórica. 

La historia debería considerar exactamente de la misma manera a los que promueven la marcha de Israel hacia un apartheid permanente. Y los más agresivos y constantes promotores de este apartheid se hallan en el estrato más alto de la clase política de Estados Unidos.

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

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