Ciudadanos yemeníes junto a un avión saudí derribado
El 25 de marzo de 2015 una coalición internacional –en la práctica Arabia Saudí armada y ayudada por EEUU– iniciaba sus bombardeos en Yemen. Una guerra que deja miles de víctimas ante la indiferencia de Occidente.
No habían pasado horas desde que el parlamento yemení ratificara la creación de un nuevo Consejo Supremo Político que los saudíes, apoyados por Estados Unidos, reiniciaban sus bombardeos contra la población del Yemen.
Era la primera vez que el parlamento se reunía desde que en marzo del 2015 Arabia Saudí empezara a bombardear el país.
El acuerdo sellado entre los huzíes y el ex-presidente Saleh profundizaba su alianza al acordar mantener por turnos la presidencia de la república, excluyendo al presidente Abdu Rabu Mansur Hadi, exilado en Ryad. La guerra había empezado para instaurar a este último.
El acuerdo era una bofetada en la cara de los saudíes y un reconocimiento de que las negociaciones de Kuwait para dar fin a la guerra no iban a ninguna parte. Meses de bombas no habían servido políticamente para nada. Los únicos que seguían frotándose las manos eran los capitalistas que fabrican armas y las empresas mercenarias indiferentes a la muerte de más de 6.500 personas, entre ellos 1.100 niños según UNICEF.
El mismo sábado que el parlamento ratificaba el acuerdo una escuela en el pueblo de Haydan en la provincia norteña de Saada fue bombardeada. Al menos diez niños fueron asesinados y otros 28 heridos por las bombas.
El ataque fue denunciado por Médicos sin Fronteras. No sé si fue coincidencia, pero al día siguiente un hospital de esta misma organización fue atacado en el distrito de Abs en la provincia de Hajja.
Era el cuarto ataque que sufría MSF desde que empezó la guerra. 15 personas fueron asesinadas, entre ellos varios trabajadores de MSF. Dos día después, el martes de esta semana, en el distrito de Nehem al noreste de Sanaa, aviones saudíes bombardearon una casa familiar. Personal del ministerio de salud que acudieron dijeron que habían encontrado los cadáveres o partes de cuerpos de 17 civiles, la mayoría mujeres y niños.
Parece que el Principe saudí Mohammed bin Salman, el ambicioso ministro de defensa, hijo del rey Salman, no pudo controlar su ira ante las malas noticias que llegaban de Sanaa. Estados Unidos acababa de firmar –la semana anterior– un nuevo acuerdo por 1.150 millones de dólares para venderle armas, principalmente tanques, y ordenó el despegue de sus aviones militares. Parece que los saudíes no han aprendido la lección del último año y siguen haciendo política –poner presión a los huzíes y a Saleh– segando la vida de los más vulnerables.
Un método criminal y despreciable solo criticado por occidente si son sus enemigos quien lo hacen. En realidad los Estados Unidos son cómplices de las carnicerías de estos últimos días.
Sólo hace unas semanas parecía que había una esperanza para encontrar un acuerdo para finalizar la guerra en un país que lo necesita urgentemente. Los bombardeos saudíes y la guerra civil durante más de un año lo habían dejado a un centímetro del desastre humanitario. A consecuencia de la guerra, según las Naciones Unidas 21 millones de personas, el 80% de la población, necesita algún tipo de ayuda. Las negociaciones empezaron y los bombardeos se hicieron insignificantes. En los últimos cuatro meses había habido una calma relativa. Los muertos en el conflicto –272 desde abril– habían descendido drásticamente. Pero en los últimos días la pesadilla parece empezar de nuevo. ¿Qué ha ocurrido?
Estados Unidos, desde que Obama es Presidente ha vendido a los saudíes 110 mil millones de dólares, incluidas bombas de racimo. Cuando empezó la guerra autorizó a un equipo de militares estadounidense a desplazarse a Ryad para asesorar dónde debían caer las bombas. Eso significaba abastecer a los saudíes con información militar, dar combustible a los aviones militares saudíes en vuelo y ayudar a marcar los objetivos de las bombas guiadas. La semana pasada Obama volvió a echar más madera al conflicto al vender tanques a los saudíes. Parecía olvidar que los tanques pueden ser utilizados en la guerra de Siria, en donde Rusia es un aliado, junto a Irán, del Presidente Assad. Cosa que no ocurría cuando empezó la guerra.
El hospital de MSF bombardeado el 16 de agosto
En esta nueva situación la política de Obama de favorecer los intereses del complejo económico-militar está sacando la guerra del Yemen fuera de contexto. La está convirtiendo en una pieza del tablero de ajedrez militar que es hoy la región. Una situación caracterizada por la expansión de la influencia rusa, cimentada en la convergencia de intereses entre Siria, Irán y Rusia, y la nueva entente entre Rusia y Turquía.
El Presidente Saleh –un viejo zorro de la política que está de regreso al poder cuando todos sus enemigos lo veían como un cadáver– está aprovechando la ocasión para pedir abiertamente ayuda a Irán. “No somos aliados de Irán, pero deseamos que Teherán nos proporcione ayuda económica y política”, dijo al mismo tiempo que los huzíes y el ejército atacaban dos provincias fronterizas saudíes al principio de esta semana.
Hace unos días los yemeníes dispararon misiles Tochka, de fabricación rusa, sobre bases militares saudíes en la provincia saudí de Jizan. Las autoridades saudíes reportaron siete civiles muertos en Najran. Los rusos han advertido que el conflicto se puede extender al sur de Arabia Saudí. Un escenario que sería favorable para sus intereses militares en el frente sirio, pero una tragedia para la población civil del Yemen. Obama debe dejar de echar petróleo a la hoguera y parar la venta de armas a Arabia Saudí, como deben hacerlo los capitalistas españoles que hacen negocios con la vida de los más vulnerables.
Por Mark Aguirre, El Viejo Topo
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Publicado por Odio de Clase