El plan de gobierno para los próximos años ya es público, está en las calles para consulta y debate popular.
Nunca sabremos si la idea inicial era esta o si fue producto de la inquietud que provocó el último congreso.
Lo importante es que tenemos en nuestras manos una hoja de ruta concreta.
Muchos de los puntos expresados en el documento provocan nostalgia, expresan anhelos de construcciones inalcanzadas lejos de la realidad actual, pero es un horizonte posible.
En ese sentido, la Conceptualización descrita es una aspiración tan cercana como el propio socialismo.
En su contenido vemos reproducidos principios que son innegociables pero también algunos errores que amenazan perdurar.
Como muchos de los tópicos expuestos en él son los que promovemos en este blog y nos preocupa el uso futuro de este documento, hace unos días hicimos llegar nuestra opinión al Consejo de Estado.
Reconforta tener esta Conceptualización, que llega con tardanza pero a tiempo de convertirse en herramienta.
Su utilidad dependerá de nuestra capacidad para apoyar los sectores más revolucionarios en la estructura partidista y de gobierno.
La supuesta homogeneidad de las fuerzas revolucionarias en Cuba fue necesaria para afrontar amenazas externas, pero también cortina de humo perfecta para enmascarar corruptos y demagogos. O lo que es peor, invisibilizar buenos dirigentes y gestiones exitosas.
Después de varios años impulsando un cambio de mentalidad en Cuba, en el 2016 ya sabemos quién cambió, quién nunca lo necesitó y quién nunca podrá hacerlo.
Ya vamos discerniendo los revolucionarios de acción de los propagandistas de dogmas, con sumo cuidado, para no confundirnos con la contrarrevolución que gusta disfrazarse de izquierda.
En manos de dirigentes que generen nuevos consensos y cuenten con respaldo popular, el documento ayuda a construir un socialismo superior.
Algunos amigos no reconocen sus potencialidades.
Quizás porque las necesidades de la vida cotidiana no dan mucho espacio al pensamiento social o los matices.
Quizás por la injusticia histórica que no ha premiado todavía a quienes se sacrificaron por el socialismo y sí a muchos que ya claudicaron dentro y fuera de Cuba.
Quizás porque hemos tenido tantos planes en el pasado, perdidos en el tiempo sin saber a ciencia cierta el resultado, que algunos ya no creen, como una fábula de Esopo.
Entre las debilidades para la concreción de los puntos propuestos, está el inmovilismo de varias estructuras encargadas de ejecutarlo junto a la fragilidad de las instituciones para operar efectivamente.
Generalmente por razones de escasez económica y la existencia de esa mentalidad obsoleta.
El problema de esta línea de pensamiento arcaica, es que no se reconoce a sí misma sino que intenta convertirse en abanderada del cambio, secuestrando el discurso político como paladines de la transformación.
En realidad los cubanos todavía aspiramos a un mecanismo de participación política que implique una decisión más directa y tenga menos carácter consultivo.
Esa búsqueda por encontrar formas cada vez más democráticas para construir consensos en el país, debe ser una constante. Violar este principio, incluso con las mejores intenciones, es un camino del que no se regresa.
Recuerdo cómo hace 5 años debatimos la propuesta de Lineamientos que definiría el futuro del país.
Cuando me llegó el turno de opinar, expresé preocupación porque esos cambios necesarios venían sin un plan que mitigara su inevitable efecto de diferencia social, una brecha que hoy sigue ampliándose.
Hace unos días un amigo me decía que el país no cuenta con recursos suficiente para dicha planificación, pero ni siquiera tenemos constancia de una voluntad política al respecto, algo que no pongo en duda pero solo podemos suponerlo al no recibir señales concretas al respecto.
Una vez más, la credibilidad y el consenso se resienten ante la falta de comunicación política.
Esta Conceptualización se agradece porque constituye un plan de gobierno general, no limitado al accionar partidista.
A propósito, aprovecho para remarcar que veo una idea entre líneas en este y otros documentos: el Partido como garante único de los principios que sustentan la Revolución. Si así fuera, un revolucionario sin carnet no podría ser tal.
A ratos veo cómo el ansia por reforzar el liderazgo del Partido, nos hace olvidar que este es solo una herramienta para construir un proyecto mayor, quizás la más importante, pero no la única.
Se puede ser revolucionario al margen del Partido, aunque no sea lo ideal.
Yo siempre prefiero la militancia.
Hubiera sido bueno conocer los nombres de las personas implicadas en la redacción. Todo plan de gobierno debe nacer y transitar en un clima de la mayor transparencia posible.
Las condiciones de agresión constante durante mucho tiempo han condicionado el comportamiento del Estado cubano, provocando una aureola de secretismo que en la actualidad hace más daño que bien.
Provoca incertidumbre en la población y logra poca compartimentación real de la información. Seguramente la CIA conoce más detalles de su redacción que la totalidad del pueblo cubano.
La Conceptualización era una deuda desde hace mucho, pero es más una declaración política que una realidad.
Necesitamos leyes reales que la implementen sin medias tintas ni funcionarios que jueguen al seguro.
Necesitamos ser ágiles al respecto, el tiempo de los hombres es corto y tenemos varias generaciones que necesitan ver nuevas conquistas sociales.
La Revolución puede sobrevivir muchos años sin revolucionarse, pero el tiempo de salvar el proyecto socialista cubano, es corto.
Y quien crea que no estamos ya en ese punto, está ciego o no quiere ver.
http://segundacita.blogspot.com/2016/08/conceptualizando-el-modelo-cubano.html