Hoy se cumple un año del histórico acuerdo alcanzado entre Irán y el grupo del 5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania) sobre el programa nuclear.
Un éxito diplomático sin precedentes que demostró que los países pueden llegar a compromisos sin la necesidad de usar las bombas como argumentos.
Fue una negociación dura y larga (más de diez años), que en muchas ocasiones pareció condenada al fracaso y al conflicto armado.
Sin embargo, el compromiso y tesón del ministro de exteriores Mohammad Javad Zarif y del Secretario de Estado de los EE.UU., John Kerry, y la Alta Representante de la UE, Federica Mogherini, fructificó en un acuerdo que puede cambiar los equilibrios de poder en todo Oriente Medio y que puede ser la clave para la estabilización de la región.
Para analizar qué cambios se han producido en los últimos meses como consecuencia de el nuevo estatus de Irán en la comunidad internacional, entrevistamos a Ramin Jahanbegloo, uno de los intelectuales más importantes del país conocido por su posición a favor de la democracia, la no violencia y la apertura de su país hacia Occidente. Jahanbegloo, que ahora reside en la India, fue encarcelado en 2006 por criticar la posición negacionista del Holocausto del presidente Mahmud Ahmadinejad durante una entrevista al diario El País. Aunque él ahora está libre, varios de sus amigos han sido encarcelados por el régimen bajo el gobierno de Hassan Rohaní.
El intelectual, pasó unas semanas en Barcelona para impartir un curso de verano organizado por el IBEI.
-¿Cuál es el balance un año después del acuerdo nuclear? ¿Qué ha cambiado?
-El acuerdo fue un hito en muchos aspectos: para la política iraní desde 1979, para los americanos desde la ocupación de la Embajada norteamericana y para la diplomacia internacional.
En los últimos tiempos, con Siria, Iraq… mucha gente era pesimista respecto al poder de la diplomacia, pero el acuerdo demostró que se puede llegar a un compromiso sin necesidad de una guerra. Fue algo muy complicado, Kerry y Zarif hicieron un gran trabajo pese a que la línea dura tanto en Washington como en Teherán estaba en contra y todavía lo están.
El acuerdo nuclear ha abierto algunas puertas, como el comercio, los negocios… Todos los países europeos se han apresurado a volar a Teherán para firmar contratos, porque se trata de un país con un enorme mercado joven. Más de 15 millones de menores de 30 años. Esto significa que necesitan pantalones vaqueros, Coca-Cola, tecnología…
Y están dispuestos a comprar. Estos jóvenes tienen una mentalidad occidentalizada, a pesar de lo que se pueda pensar. A diferencia de Turquía, Egipto, Arabia Saudí… Irán no ha producido ni un solo terrorista desde el 11S, porque los jóvenes iraníes no están dispuestos a morir por su religión.
No obstante, es verdad que algunas puertas han permanecido cerradas tras el acuerdo. Las libertades civiles y los derechos humanos son todavía un gran problema. Esto sucede porque el sistema judicial iraní es independiente del gobierno, así que Rohaní no tiene influencia sobre ellos.
Cuando arrestan a alguien como yo, el gobierno iraní aunque esté en contra, no me puede sacar de la cárcel. Así que permanecemos en un sistema de soberanía dual: una soberanía popular que elige al presidente y a los parlamentarios, y un gobierno de Dios, que es el Líder Supremo y a un sistema judicial, que en el nombre de Dios y del chiísmo puede arrestar a cualquiera. Es verdaderamente desigual.
-Usted afirma que Irán es una sociedad formada por Trumps y James Deans. ¿Esta polarización tiene visos de mejorar?
-Cada vez hay más James Deans y menos Trumps, pero estos son poderosos. Irán, debido a haberse convertido en un país muy joven después de la revolución, se ha llenado de ‘rebeldes sin causa’. Son jóvenes intelectuales, les interesa el arte, muchos hablan inglés, ven televisión por satélite… Son rebeldes, dicen que no a todo, pero no participan de la política iraní, ya sea porque les asquea o porque no quieren. Pero lo interesante es que los hijos y nietos de los Trumps iraníes, también son rebeldes. Quieren formar parte de la globalización y del nuevo siglo.
Así que tenemos una sociedad de dos velocidades: una es la joven, que desde la clandestinidad ha cambiado en términos de relaciones sexuales, situación de la mujer, moralidad, educación… todo lo que tenga que ver con el individuo. La otra velocidad es la del Estado, que no ha cambiado mucho. Sin embargo, la sociedad civil iraní es una de las más vibrantes y fuertes de Oriente Medio. Es una sociedad que cambia de opinión todo el tiempo y produce artistas, intelectuales y jóvenes individualistas.
-¿No cree que este rechazo de los jóvenes hacia la política podría interpretarse como un triunfo del régimen?
-No lo veo como una derrota. Han intentado durante mucho tiempo islamizar el arte, el cine, la universidad, la prensa… Y ninguna de estas instituciones se ha islamizado verdaderamente. Así que es muy difícil para el gobierno mantener el ímpetu revolucionario entre los jóvenes, que lo han perdido completamente. Y esto no viene de hoy, si no de los últimos 20 años. Por eso hay tanta presión sobre las universidades, para asegurarse que los estudiantes y los profesores no están demasiado occidentalizados. Tratan de controlar las instituciones, pero no pueden hacerlo con la vida privada.
-Usted preveía que la situación de los derechos humanos en Irán podría mejorar tras los acuerdos, pero multitud de activistas están denunciando que la situación incluso está empeorando.
-No quería decir que cambiaría inmediatamente, a lo que me refería era a que tener una economía y una diplomacia de puertas abiertas sería bueno para poner presión en las instituciones iraníes. Pero es verdad que las violaciones de los derechos humanos continúan, varios de mis amigos han sido detenidos y todavía siguen en prisión.
Esta presión que viene del sistema judicial iraní es una reacción contra el acuerdo nuclear. Quieren demostrar que todavía tienen el poder. Quieren hacer ruido para ensordecer los éxitos de la buena diplomacia del gobierno. Irán es el país más estable de la región y esto es en parte debido a su diplomacia.
-Durante este año hemos visto a Estados Unidos e Irán colaborar abiertamente en la lucha contra el Estado Islámico en Iraq. Esta situación está poniendo nerviosos a los aliados tradicionales de los norteamericanos. ¿Cómo afectará esto a la región?
-Los aliados tradicionales de los Estados Unidos -Arabia Saudí e Israel- no pueden resolver en solitario el problema del Estado Islámico. Estados Unidos y la UE están acercándose a Irán porque tienen muchos problemas. El Estado Islámico, Siria, Iraq, Afganistán…
Deben de asegurarse de que el yihadismo no se extienda por Asia Central. Por eso les interesa que Irán esté presente. Primero, porque es un país mayoritariamente chiíta, así que no hay peligro de que se extienda el radicalismo sunnita. Segundo, Irán está en contra de los talibanes, porque han declarado la guerra contra el país. Al mismo tiempo, Irán quiere unos Iraq, Siria y Afganistán estables, porque no le interesa el caos en los países vecinos. Se trata de un país que prioriza la estabilidad, y no creo que Arabia Saudí le de la misma importancia. Sinceramente, los saudíes sólo tienen dinero.
No son buenos diplomáticos, ni políticos, no tienen a buenas élites. Así que, incluso si a los saudíes les asusta Irán pese a los intentos de acercamiento de Rohaní, los americanos han aprendido la lección de que es necesario y que tiene que tener un lugar en la mesa de decisiones. Sin Irán no se puede resolver el problema del Estado Islámico.
-¿Y qué ocurre con la estrategia de Irán en Siria?
-Irán tiene los mismos intereses en Siria que Putin. Es una cuestión de equilibrio de poder. Teherán se ha involucrado en el conflicto sirio porque han compartido intereses con el régimen durante un largo periodo de tiempo. De alguna manera está atrapado en el conflicto.
El problema de Siria no es sólo Asad, también es el Estado Islámico. Los iraníes incluso han dicho que pueden garantizar la seguridad sin Asad, pero hay que asegurarse de que habrá estabilidad. Nadie asegura que si Asad se va, el Estado Islámico no vaya a acabar controlando todo el país. La prioridad para todos debería de ser luchar contra los yihadistas. Este es el enemigo común de todos.
-Visto desde ese punto de vista, ¿No cree que a Asad le interesa que el Estado Islámico siga en el país para permanecer en el poder?
-Creo que el régimen de Asad, a largo plazo, tiene que pensar en destruir al Estado Islámico antes que a la oposición, porque son más fuertes. El régimen de Asad piensa en dos términos: sus propias posibilidades de mantenerse en el poder, y la estabilidad del país. Porque saben que si no controlan el territorio, tendrán que marcharse.
En países democráticos, si no resuelves los problemas económicos y sociales, nadie te vota y te marchas. En los países no democráticos, si no puedes proporcionar seguridad o mantener el país estable, caes. Ya sea por un golpe de estado, por una revolución o una guerra civil...
-El pasado mayo Ahmad Jannati fue elegido presidente de la Asamblea de Expertos. ¿Qué pistas nos puede dar este nombramiento sobre la evolución del régimen?
-Las elecciones parlamentarias y de la Asamblea de Expertos fueron muy importantes, especialmente para los reformistas. No ganaron en todas partes, pero ganaron en Teherán y eso es muy importante, porque los ultraconservadores perdieron contra todo pronóstico. El sentimiento que hay es el de que llegamos al fin de una era. Una vez muera el Líder Supremo Ali Jamenei, tiene que haber un cambio. Hay fuerzas importantes entre los grandes ayatolás y el clero que no quieren que los ultraconservadores sigan a la cabeza del sistema iraní. Líderes como Rafsanjani, Jatami e incluso Rohaní creen que ya no necesitamos a un líder supremo, abogan por un consejo de ayatolás para asegurar que una sola persona no pueda dictar su punto de vista.
Así que los comicios demostraron el sentimiento electoral del país: la gente, sobre todo los jóvenes, ya no quieren revolución: quieren reformas, algunos cambios.
Y entre los ayatolás más jóvenes, como el nieto de Jomeini (al que se le prohibió presentarse a las elecciones), también lo quieren. Creo que la diplomacia iraní, de alguna manera, es un reflejo de esta mentalidad de cambio, por eso Irán tiene un ministro de Exteriores como Zarif, que vivió muchos años en Nueva York, y cuando se sienta en la mesa con alguien como John Kerry, sabe cómo hablar con él. No sé qué es lo que pasará en el futuro, pero estoy seguro de que Irán es una sociedad que está cambiando. La manzana está madura, sólo hace falta sacudir el árbol para que caiga. Y caerá.