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Nacer y vivir bajo bloqueo en Gaza


Cuando tres milicias de Gaza capturaron hace una década al cabo israelí Guilad Shalit en una incursión transfronteriza, 1.500 niños nacían en la Franja, hoy tienen diez años y solo conocen la miseria como consecuencia de las restricciones y el bloqueo.

El pequeño Saleh al-Kheisi nacía en el barrio de al-Shuyaía, en el este de la Franja, en 2006, un año que supuso un punto de inflexión en la historia del conflicto palestino-israelí por la captura del soldado, liberado cinco años después en un canje de prisioneros entre Hamás e Israel, que excarceló a un millar de palestinos.

Hace una década Israel y la comunidad internacional iniciaron una serie de restricciones al enclave palestino después de la victoria electoral de los islamistas, que rechazaron reconocer los requerimientos internacionales, situación que se agudizó tras la captura del uniformado israelí.

Un año después, en 2007, el grupo islamista Hamás se hizo con el control de facto de Gaza tras expulsar a las fuerzas leales al presidente, Mahmud Abás, e Israel consideró el enclave "entidad hostil", cerró los pasos fronterizos e impuso un férreo bloqueo que ha sumido el enclave en la pobreza.

Al-Kheisi ha vivido tres guerras que le han dejado trastornos psicológicos como pesadillas e incontinencia urinaria.

"(Los israelíes) han destruido mi casa y mi habitación, quiero recuperar mis juguetes porque me gusta jugar" dice el menor.

A finales de 2008 Israel lanzó la operación militar "Plomo fundido", en la que murieron alrededor de 1.500 palestinos y 13 israelíes; en 2012 "Pilar Defensivo" acabó con 180 palestinos y 6 israelíes, y en 2014 "Margen protector" fue la más devastadora y se cobró las vidas de 2.200 palestinos y 73 israelíes.

Todas las incursiones tuvieron como objetivo frenar el disparo de cohetes por parte de milicias palestinas hacia suelo israelí, y la más reciente acabar además con una infraestructura de túneles empleados con carácter ofensivo.

"En cada guerra he escapado de mi casa con mi esposa e hijos, nos quedábamos en casas de familiares y amigos cuando terminaba, volvíamos. 

En cada guerra nuestro hogar resultó dañado, pero en la última la casa fue completamente destruida", relata el padre de Saleh, Amjad al-Kheisi.

El progenitor trabajaba hasta 2003 en el sector de la construcción en Israel, momento en el que las autoridades israelíes le dijeron que no trabajaría más con ellos por razones de seguridad.

"Seguí trabajando en Gaza hasta el secuestro de Guilad Shalit, después las fronteras y los cruces se cerraron y no se permitió la entrada de materiales de construcción" añade Amjad.

En los últimos años Israel ha aliviado ligeramente las restricciones tras presiones internacionales, aunque controla con especial cautela la entrada de materiales de doble uso, es decir, que puedan servir para la construcción de túneles o armas.

Ami Shaked, director del cruce de Kerem Shalom, en el extremo sur de Gaza con Israel, explica que la razón del aumento de mercancías que entran a la Franja -800 camiones diarios- se debe al cierre de la frontera por parte de Egipto desde 2013.

"Ahora Israel controla el 100 % de todo lo que entra a Gaza, nos guste o no", explicó recientemente a un grupo de periodistas internacionales.

El bloqueo que mantiene Israel, el cierre casi continuo de la terminal de Rafah, única frontera con Egipto, y las divisiones internas palestinas agravan aún más la situación.

El portavoz para medios de la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA) en Gaza, Adnan Abu Hasna, considera que en los últimos diez años la situación humana en Gaza ha ido de mal en peor.

"Las tasas de desempleo debido al bloqueo israelí han aumentado gradualmente desde un 25 % antes de 2006 hasta el 45 % actual y la pobreza ha llegado a más del 50 %", explica a Efe.

Desde la última ofensiva israelí en 2014, "alrededor del 80 % de la población recibe ayuda humanitaria", refiere.

En casa de al-Kheisi hay que alimentar a diez hijos así que la familia se apoya en la ayuda de organizaciones internacionales, de las que reciben 50 kilogramos de harina cada mes y 1.800 shékels (413 euros o 470 dólares) cada trimestre.

"No queremos solo comida y dinero, lo que queremos es poder reconstruir nuestra casa y ser capaces de proporcionar a nuestros hijos una vida mejor", lamenta la madre de familia, Somaya al-Kheisi.

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Publicado por Odio de Clase

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