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La guerra sucia de Argentina es antecedente directo de los escuadrones de la muerte de El Salvador. 

Después de los resultados que dio en su país, el ejército argentino decidió exportar las tácticas de contrainsurgencia que produjeron millares de desaparecidos. 

Los militares salvadoreños fueron alumnos aventajados, a la hora de aplicar lo aprendido. 

Ariel Armony

Hacia finales de la década de 1970 y durante la década de 1980, el régimen militar argentino internacionalizó su aparato represivo en América Latina. 

Los militares argentinos transfirieron su experiencia contrainsurgente a otros países de la región como parte de una cruzada hemisférica contra el comunismo.

 La fase final de esta campaña extraterritorial fue la participación del país en los conflictos de Centroamérica. 

La intervención argentina en la región comenzó durante la guerra civil de Nicaragua (1977-1979) e inmediatamente después proporcionó entrenamiento en contrainsurgencia y ayuda militar a El Salvador, Guatemala y Honduras. 

El programa militar argentino, llevado a cabo por veteranos de la guerra sucia, alcanzó su punto culminante con la organización de la Contra nicaragüense.

A mediados de 1979, a petición del régimen encabezado por el general Carlos Humberto Romero (1976-1979), el ejército argentino envió asesores a El Salvador. 

Los salvadoreños habían solicitado expertos en inteligencia especializados en técnicas de interrogatorio y análisis de información. 

Argentina amplió su presencia militar en este país después de que la junta de civiles y militares que había sustituido a Romero en octubre de 1979 cayó en manos de un grupo de línea dura y se intensificó la guerra civil. 

A pesar de que los aspectos más fundamentales de la intervención militar en El Salvador tuvieron lugar durante el gobierno de Reagan, ya existían asesores argentinos en El Salvador a finales de la década de 1970.

De 1979 en adelante, Argentina suministró equipo militar a las fuerzas armadas de El Salvador. 

De acuerdo con los documentos secretos de las Fuerzas Armadas argentinas, dichas operaciones fortalecerían las relaciones entre Argentina y El Salvador y “también contribuirían a endurecer su posición en la lucha cada vez mayor contra la subversión, junto a otros países de la región”. 

Un ejemplo de estas transferencias de armas se puede encontrar en un documento fechado en febrero de 1982. Por medio de dicho documento, el Banco Central de Argentina, siguiendo instrucciones del comandante en jefe del ejército, autorizó a la dirección general de industrias militares a exportar armas ligeras y pesadas, municiones y piezas de repuesto para equipo militar a El Salvador, por la cantidad de 20 millones de dólares.

En el otoño de 1981, el gobierno de Reagan solicitó que el alto mando militar argentino aumentara su asistencia a las fuerzas armadas salvadoreñas.

 Los generales argentinos ratificaron un convenio por el cual recibirían inteligencia y apoyo logístico de Estados Unidos para una operación secreta paramilitar para impedir el supuesto apoyo de armas nicaragüenses y cubanas a los insurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El Salvador (FMLN). 

Unos meses más tarde, el general Antonio Vaquero de Argentina anunció en un comunicado oficial que: “El fortalecimiento y la consolidación de las relaciones que ahora unen a nuestros ejércitos tiene gran importancia. 

El ejército argentino —que junto con la Armada y la Fuerza Aérea, con el apoyo de la nación argentina, derrotaron al terrorismo— entiende y valora la lucha de las Fuerzas Armadas y el pueblo de El Salvador, y proporcionará su asistencia, en la medida de lo posible, a una nación amiga en difícil situación”. 

En El Salvador, dijo Vaquero, “están en juego dos conceptos de forma de vida... por un lado, el respeto de la dignidad de la humanidad —creación de Dios— y por el otro, el terrorismo, los hombres al servicio de un estado ateo, omnipotente”.

En colaboración con la Agencia Nacional de Servicios Especiales de El Salvador (ANSESAL), los argentinos entrenaron a oficiales salvadoreños en el uso de técnicas de contrainsurgencia. 

Los asesores suramericanos trataron de reproducir las estrategias antisubversivas empleadas en Argentina durante la guerra sucia, es decir, la destrucción de las organizaciones de oposición utilizando operativos y métodos paramilitares que operaban desde de el personal no combatiente hasta el liderazgo a la cabeza de la organización.

El proceso siguió el modelo argentino: secuestro, tortura, y ejecución sumaria de prisioneros después de su interrogatorio, incluso cuando su afiliación política era mínima o incidental. 

Según algunas fuentes, los argentinos también dieron asesoría a escuadrones de la muerte sancionados por el gobierno y vinculados a las fuerzas de seguridad salvadoreñas. 

Los asesores argentinos desempeñaron un papel crucial en El Salvador mediante el intercambio de sus experiencias en la lucha contra la guerrilla. 

“Los argentinos son los únicos en el mundo que lucharon una guerra de guerrillas urbana y ganaron”, dijo un miembro de un escuadrón de la muerte, “por lo que naturalmente son reconocidos como los mejores”.

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*Ariel Armony es Senior Director of International Programs y Director del University Center for International Studies en la University de Pittsburgh. Esta entrega de El Faro Académico es un extracto de su capítulo “Transnationalizing the Dirty War, Argentina in Central America”, en In from the Cold: Latin America’s New Encounter with the Cold War, Gilbert M. Joseph y Daniela Spenser compiladores (Duke University Press, 2008).

http://www.elfaro.net/es/206005/academico/18679/Guerra-sucia-transnacional-los-hombres-del-Plan-C%C3%B3ndor-en-El-Salvador.htm#sthash.sCrgCb0H.dpuf

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