300.000 toneladas de neumáticos (tres Seseñas) están fuera de control en España
Los cementerios ilegales se encuentran repartidos por todo el país.
Veinte días después del comienzo del incendio en el mayor vertedero de neumáticos de Europa aparecen nuevos riegos para la salud de la población.
Un grupo de expertos de la Universidad de Tarragona analizará el área centrándose en las sustancias tóxicas más duraderas.
En un principio parece que todo es normal. Gente comprando en el supermercado, ciclistas que recorren la zona, un joven haciendo footing, una pareja de ancianos sacando al perro… Sin embargo, en este lugar hay algo que no debería estar pasando pero que está muy presente. Y aparece en toda su realidad nada más abrir la puerta del coche.
Lo primero es el olor, como a plástico quemado, un aroma que embriaga todosin que si se pueda huir de él, que se pega a la garganta. Luego lo ves. Columnas de humo cruzan la avenida, familias enteras con máscaras por la calle, pancartas en las ventanas –”Page vente al Quiñón tóxico”, “SOS Benzeno = veneno”,
“Es más barato quemar que retirar”–, informes de toxicidad del aire pegados con celo en los telefonillos de los portales.
O una asamblea de vecinos –la mayoría con máscaras antihumo– donde en torno a un centenar de personas intercambia información, algo que no ha llegado la transparencia y rapidez deseada, y plantea posibles acciones de protesta.
Y eso que han pasado ya veinte días del comienzo del incendio del mayor vertedero de neumáticos de Europa –ilegal y en el que se han dado dieciséis años de negligencias empresariales e institucionales– , sito a unos 300 metros del límite de El Quiñón, la macrourbanización construida por Francisco Hernando –Paco el Pocero– junto a Seseña (Toledo), símbolo por antonomasia de la burbuja inmobiliaria española.
Vecinos de El Quñón junto al parque María Audena. / IRENE OLIVA BATANERO
Los trabajos de extinción prosiguen y los bomberos de Castilla-La Mancha remueven las ruedas para tratar de acabar con el fuego, pero las columnas de humo no paran de ascender. “Y eso que esto ya no es lo que era” comenta un bombero sobre un puente de la R-4, la malograda autopista de peaje sobre la que apenas pasa un coche, “si lo hubieseis visto cuando empezó…”.
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Es el humo y su toxicidad lo que preocupa a los vecinos, lo que hace que, aún hoy, la mayoría de los que se fueron no haya vuelto a su hogar. Pero el humo no es la única amenaza.
“El problema aquí no es sólo el momento crítico del incendio sino la situación que se ha generado con todos los contaminantes que ese incendio ha depositado en el entorno del vertedero”, apunta Miguel Ángel Hernández, portavoz deEcologistas en Acción en Castilla-La Mancha.
Algunas de las sustancias más tóxicas que ha generado (y genera) el incendio se degradan con el paso del tiempo, la acción del sol y las altas temperaturas.
Es el caso de los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), entre los que está el peligroso benzo(a)pireno (BaP). Pero otras pueden durar años en el terreno, hasta doce en el caso de las dioxinas, y se incorporan al entorno.
Pancarta en el límite de la macrourbanización, con el incendio al fondo. / IRENE OLIVA BATANERO
Entre estas últimas están algunas de las más dañinas para la salud, especialmente las dioxinas y furanos, químicos complejos que contienen clorina.
“Son compuestos con un alto poder cancerígeno para los que no vale establecer condiciones límite, porque la posibilidad de que produzcan enfermedades en las personas no tienen nada que ver con la concentración, sino con la receptividad del individuo y el grado de exposición”, explica Hernández.
Y el grado de exposición en El Quiñón es muy alto: “Esta gente va a convivir con esas cenizas y esos polvos durante mucho tiempo”.
Estas partículas se movilizan con el tránsito de personas y coches, y acaban llegando a las personas. “Hay un elemento de riego que hay que valorar y medir”, remarca el portavoz ecologista.
Por ello un equipo de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, encabezado pro el catedrático José Luis Domingo y en coordinación con Ecologistas en Acción, va a empezar a trabajar en la zona para evaluar los problemas para la salud a largo plazo.
Veinte días después del incendio, el humo sigue llegando a El Quiñón. / IRENE OLIVA BATANERO
“La idea es tomar muestras, lo más seguro ya la semana que viene. Nos interesa el riesgo para la población, en particular a los niños”, indica Marta Schuhmacher, catedrática de Tecnología del Medio Ambiente de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.
Su equipo está especializado en la evaluación del riesgo para la población de actividades industriales que generan residuos tales como incineradoras y vertederos industriales o cementeras.
“Vamos a mirar cuál es la calidad del aire cerca de los colegios, tanto dentro de las aulas como fuera, también el nivel de contaminación del suelo, la contaminación de por cenizas y puede que la de los alimentos que se cultiven aquí”.
Escenario postincendio
El plan es que estos científicos “vayan preparando el escenario postincendio“, tal como explica Hernández. “Este equipo se va a encargar de las sustancias más persisistentes, que no son las que se miden habitualmente ni en las estaciones de medición fijas ni móviles”.
Sus investigaciones, que ya cuentan con el apoyo del alcalde tras la reunión que mantuvieron con él este martes, serán paralelas a las oficiales realizadas por las comunidades autónomas y el Instituto de Salud Carlos III, entidades con las que podrán unir los datos con el fin de evaluar mejor los riesgos.
“Es como cuando vas al médico y contrastas resultados”, explica Schuhmacher, quien prefiere no comentar la actuación de las administraciones.
Dos vecinos en el parque María Audena. / IRENE OLIVA BATANERO
Con el fin de ser más efectivo en sus investigaciones, el equipo catalán ha esperado a que el grueso del fuego finalizase, aunque aún queda tiempo para que el humo deje de surgir del vertedero.
“Hay dos tipos de contaminantes, unos que afectan al aparato respiratorio que generalmente vienen con la fase vapor, con los gases, lo que no quiere decir que no haya también otros en el aire que fueran cancerígenos como el benzeno, y después están los que se dan cuando ya se apaga el fuego, que son las partículas en sí”, señala Schuhmacher.
Estas partículas, más que producir efectos en el aparato respiratorio, se acumulan en el organismo y pueden producir daños, incluido cáncer. “El problema no acaba en el momento que apagamos el fuego, sino que empieza”, remarca la científica.
Marta Schuhmacher: “El problema no acaba en el momento que apagamos el fuego, sino que empieza”
Ahora habrá que esperar a ver los resultados de las investigaciones. “Nos encantaría que del estudio saliera que no hay esas partículas y esos productos cancerígenos, pero la experiencia nos dice lo contrario.
En este tipo de incineraciones sin control lo normal es que haya ese tipo de sustancias y que, por lo tanto, haya que tomar medidas muy concretas, sobre todo para reducir las posibilidades de exposición y de adquisición de esas sustancias peligrosas”, destaca por su parte el portavoz ecologista.
Humo saliendo del vertedero de neumáticos, el miércoles por la tarde. / IRENE OLIVA BATANERO
Mientras tanto, nuevos datos salen a la luz, y no son muy positivos. La Junta de Castilla-La Mancha publicaba el miércoles –una semana después de lo que había prometido– los informes sobre mediciones de HAP que ha realizado el Instituto de Salud Carlos III con captadores ubicados en el colegio público El Quiñón, enclavado a menos de 800 metros del foco incendio.
Valores límite
“Se observan en algunas mediciones niveles altos de benzo(a)pireno (aunque hay que indicar que el valor límite establecido en la legislación es de 1ng/m3 en media anual)”, se puede leer en el mismo.
El benzo(a)pireno está clasificado como cancerígeno de tipo 1 (el más alto) para humanos según la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, dependiente de la Organización Mundial de la Salud.
Los ecologistas destacan que los niveles de benzo(a)pireno alcanzados en algunos momentos, como el pasado 18 de mayo, multiplican por 20 este valor límite. Aquel día se reabrió el colegio de El Quiñón “de forma muy imprudente”.
Esa misma tarde el centro fue evacuado ante la llegada de la humareda. Hoy sigue cerrado, aunque el resto de centros escolares del municipio reabrió el miércoles su actividad.
Pancarta en uno de los bloques de la urbanización. / IRENE OLIVA BATANTERO
Además, remarcan que en los informes “no se destaca su trascendencia para la salud pública, mientras que la noticia principal es que se anuncia la creación de una Comisión de Expertos en Calidad del Aire, veinte días después de iniciarse el fuego”.
Así, Ecologistas en Acción defiende que El Quiñón debería haber sido desalojado mientras se mantiene el incendio, junto a otras zonas residenciales algo más alejadas si fuese necesario: “No se puede tener a la población al albur del viento: cuando sopla desde el vertedero hacia las casas, nadie puede evitar que la gente respire aire malsano.
Los datos que ahora se han conocido lo corroboran”.
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