Lo que sigue es un nuevo capítulo del imprescindible libro de William Blum, Killing Hope (Asesinando la Esperanza), a partir de la edición y traducción al castellano que hizo la editorial Oriente de Cuba, solo disponible en edición impresa.
Se trata esta vez del capítulo 25, dedicado a la intervención de la CIA en Ecuador a principios de los años 60.
Aunque el texto hace alusión a hechos transcurridos hace más de medio siglo, merece la pena extraer del mismo un principio que se repite constantemente en las democracias burguesas, y que de hecho estamos viviendo en España en estos momentos: la creación, impulso, promoción, patrocinio, defensa, etc., de ciertas alternativas políticas a modo de vacuna contra la izquierda real (la "vacuna" es una metáfora perfecta para entenderlo).
En el caso mencionado por Blum, fue la CIA la que estuvo detrás, pero a menudo son otras instancias del poder.
El caso más clásico es por ejemplo la patronal que impulsa un sindicato afín para neutralizar a los sindicatos de clase.
Otro ejemplo español: en la Transición se impulsó al PSOE para neutralizar la amenaza del PCE.
¿Podríamos aplicar tal principio a Podemos?
En otras palabras, la lectura de un caso concreto detallado (Ecuador 1960-63), nos permite extrapolar la "esencia" a otros tiempos y países.
Otra enseñanza que nos brinda esta lectura, es la de recordarnos que con frecuencia las organizaciones de izquierdas están muy infiltradas, muy a menudo en los niveles altos, en las instancias donde tienen lugar la toma de decisiones.
Por eso es un texto muy recomendable y de actualidad.
Y es que, como sucede tantas veces, el pasado nos permite hablar del presente.
La transcripción del texto es nuestra (no existe o no conocemos en castellano una versión digital en Internet, aunque sí en inglés).
Hemos respetado la traducción realizada por la editorial cubana; de forma puntual y singular, retocamos la construcción sintáctica en algún párrafo o cambiado alguna palabra del español caribeño al español peninsular, pero esto de forma muy excepcional.
Las imágenes, pies de foto y negrita son añadidos nuestros para hacer el texto más ameno.
Los enlaces del texto lógicamente también son nuestros.
Os recordamos que al final encontraréis el índice del libro y los enlaces a los capítulos ya publicados en este blog.
Referencia documental:
Blum, William: "Ecuador, 1960-1963", capitulo 25 del libro Asesinando la Esperanza. Intervenciones de la CIA y del Ejército de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial pp. 186-190. Editorial Oriente, Santiago de Cuba (Cuba), 2005. Original en inglés: Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions Since World War II, Common Courage Press, 2004.
Fuente de digitalización y correcciones (cítese y manténgase el hipervínculo en caso de reproducción): blog del viejo topo
José María Velasco Ibarra (1873-1979), presidente de Ecuador, se reúne con Fidel Castro. Velasco era un conservador con tintes liberales y sobre todo muy populista.
Pero se negó a aceptar la petición de EE.UU. para que Ecuador rompiese relaciones con Cuba, Esto motivó la puesta en marcha de un operativo de la CIA para derrocarlo.
25. ECUADOR 1960-1963
Un manual de trucos sucios
William Blum
Si el Libro Guinness de récords mundiales tuviera el cinismo como categoría, se podría sugerir incluir en él la creación por la CIA de organizaciones “de izquierda” que condenan la pobreza, analfabetismo, enfermedades, capitalismo, y al propio EE.UU., con el fin de atraer militantes y aislarlos a ellos y a su dinero de las verdaderas organizaciones de izquierda.
Ecuador era a principios de los 60, y todavía en buena medida lo es hoy [Nota editor del blog: se refiere a 2004, fecha de publicación del libro], una clásica república bananera subdesarrollada, prácticamente al final de la lista de las economías latinoamericanas; una sociedad en la que el 1% de la población recibía ingresos comparables a los de las clases altas en EE.UU., mientras dos tercios de las familias sobrevivían con alrededor de 10 dólares al mes —gente que vivía al margen de la economía monetaria; con muy poca integración social o participación en la vida nacional, una historia conocida en América Latina.
En septiembre de 1960, un nuevo gobierno encabezado por José María Velasco Ibarra llegó al poder. Velasco había obtenido una victoria electoral decisiva sobre la base de una plataforma política vagamente liberal, populista, de “algo para todos”.
No era un Fidel Castro, no era ni siquiera socialista, pero se ganó la ira del Departamento de Estado de EE.UU. y de la CIA por su definida oposición a las dos prioridades esenciales de la política norteamericana en Ecuador: romper relaciones con Cuba y reprimir con fuerza a los activistas del Partido Comunista y a los de extrema izquierda en general.
Durante los tres años siguientes, la CIA dejó muy poco al azar en la consecución de tales objetivos.
Se desarrolló un verdadero manual de técnicas de subversión encubierta; en sus páginas puede encontrarse lo que relacionamos a continuación, sobre la base de las experiencias de Philip Agee, un oficial de la CIA que permaneció en Ecuador en este periodo. (1)
Casi todas las organizaciones políticas significativas, desde la extrema derecha a la extrema izquierda, fueron infiltradas, con frecuencia al más alto nivel.
Entre otras razones, la izquierda fue infiltrada para desviar a los jóvenes radicales del apoyo a Cuba y otras formas de antinorteamericanismo; la derecha para instigar y coordinar actividades en la linea de las prioridades mencionadas.
Si en un momento dado no había una organización que pareciera apropiada para un fin en particular, entonces se crearía una.
O aparecería un nuevo grupo de “ciudadanos preocupados”, con destacadas personalidades al frente, que daría a conocer en los periódicos una serie de notas que denunciarían la penetración de elementos de extrema izquierda en el Gobierno y exigirían la ruptura de relaciones con Cuba.
O una de esas destacadas personalidades pronunciaría un discurso preparado por la CIA y el editor de un periódico, o un columnista conocido, lo elogiarían, ya que todos se encontraban en la nómina de pago de la Agencia.
Algunos de estos “frentes” tenían existencia real; otros eran completamente ficticios.
En una ocasión, el oficial de la CIA, inventor del Frente Ecuatoriano Anticomunista, se sorprendió al leer en el periódico matutino que se había fundado una organización real con ese mismo nombre; de inmediato cambió el nombre de su organización a Acción Ecuatoriana Anticomunista.
Se puso especial énfasis en seducir a la clase obrera.
Una sopa alfabética deorganizaciones sindicales, algunas veces puros nombres sin contenido real, fueron creadas, modificadas, combinadas, liquidadas y vueltas a crear, en un intento casi frenético de hallar la combinación ideal para competir con los sindicatos de izquierda ya existentes y arrebatarles el liderazgo de los trabajadores.
Los lideres sindicales eran invitados a asistir a diferentes cursos impartidos por la CIA en Ecuador o en EE.UU., con todos los gastos cubiertos, a fin de instruirlos sobre los peligros del Comunismo para el movimiento sindical y seleccionar entre ellos agentes potenciales.
El esfuerzo no careció de toques irónicos.
Los agentes de la CIA se enfrentaban a veces entre sí en el celo por conseguir las mejores posiciones para las organizaciones que cada uno había creado, y en algunas ocasiones se organizaron “conferencias internacionales” con frentes sindicales de otros países —igualmente bajo el control de la ClA- en las que casi el total de los participantes desconocía quién era quién y qué era qué.
En Ecuador, como en el resto de América Latina, la CIA hizo aparecer en algunos periódicosnoticias falsas relacionadas con el anticomunismo.
Estas noticias eran entonces retomadas por otras estaciones de la Agencia en el continente y diseminadas a través de agencias de noticias o por una emisora de radio —todas pertenecientes a la misma CIA—, o a través de incontables periodistas que recibían pagos por articulo, sin contar los medios confundidos que contribuían a la difusión sin saberlo, incluso en el territorio de EE.UU.
La propaganda anticomunista y las noticias distorsionadas (con frecuencia de forma extrema) preparadas por la CIA también aparecían en los periódicos latinoamericanos como editoriales sin firma, por tanto asumidos por la publicación misma.
En cada departamento del Gobierno ecuatoriano podían encontrarse individuos, en posiciones altas y bajas, que colaboraban con la CIA por dinero o por motivaciones propias.
En un momento dado la Agencia llegó a controlar al segundo y tercer hombres del país.
Estos agentes gubernamentales recibían los beneficios de la información obtenida mediante espionaje electrónico u otros medios, lo que les permitía ganar prestigio y promoción, o consolidar sus posiciones en la inestable corriente política ecuatoriana.
Por otro lado, un ministro importante, de tendencia izquierdista sería el “blanco de un” flujo constante de ataques- propaganda negativa por parte de todas las fuentes del arsenal de la CIA; se organizaban demostraciones populares en su contra para presionar al presidente a sustituirlo.
El director general de Correos, junto con otros empleados, todos con una posición ventajosa en la nómina de la CIA, se encargaban de enviar con regularidad la correspondencia llegada de Cuba o de la URSS para su revisión, mientras que los funcionarios de Aduana mantenían informada a la Agencia de quién iba o venía de Cuba.
Si. se trataba de alguien que constituía un blanco apropiado, era registrado cuidadosamente en el aeropuerto y “aparecían” en su equipaje documentos preparados que, publicitados en forma escandalosa, demostrarían que la persona recibía instrucciones acerca de cómo “fomentar el odio de clases”, o tendrían cualquier otra fórmula de lenguaje provocativa destinada a crear disensión en las filas del Partido Comunista.
Generalmente los documentos ratificaban los peores temores del público acerca de los planes comunistas para apoderarse de Ecuador, organizados desde Cuba o la URSS; al mismo tiempo se lograba implicar en esta “conspiración” a importantes figuras de la izquierda ecuatoriana que estaban en la mira de la Agencia.
Revelaciones similares ocurridas en otros países eran dadas a conocer en Ecuador como una advertencia de lo que podía suceder al país.
El financiar grupos conservadores en una campaña casi fanática contra Cuba y su "comunismo ateo" ayudó a debilitar seriamente el apoyo al gobierno del presidente Velasco entre los pobres; sobre todo los indígenas, que le habían dado su voto casi unánime, y que eran religiosos devotos Si la CIA deseaba conocer cuál era la reacción del presidente ante esta campaña, sólo tenía que recurrir a su médico personal, el doctor Felipe Ovalle, quien les informaría que su paciente estaba sufriendo un estrés considerable.
Los agentes dela CIA colocaban explosivos en iglesias u oficinas de organizaciones de derecha para culpar a la izquierda.
Organizaban marchas “de izquierda” con pancartas y lemas de naturaleza ofensiva para el ejército a fin de crear antagonismo con los militares y propiciar un golpe.
No siempre estos trucos sucios pasaron inadvertidos.
Durante la campaña electoral dos coroneles, que servían como enlaces principales de la CIA con la Policía Nacional, participaron en los disturbios dirigidos a frustrar una demostración por Velasco el 19 de marzo de 1960.
El oficial CIA Bob Weatherwax se hallaba al frente de la acción policial que tuvo como resultado la muerte de cinco partidarios de Velasco.
Cuando este llego a la presidencia, hizo arrestar a los dos coroneles y expulsó a Weatherwax del país.
Tales actividades de la CIA se llevaban a cabo sin conocimiento del embajador norteamericano. Cuando la Embajada cubana acusó públicamente a la Agencia de estar envuelta en diversas acciones anticubanas, el embajador de EE.UU. emitió una declaración que “hizo sonreír a todos en la estación [ClA]”.
Decía: “Los únicos agentes en Ecuador pagados por Estados Unidos son los técnicos invitados por el gobierno ecuatoriano para contribuir a elevar el nivel de vida del pueblo ecuatoriano”.
Finalmente, en noviembre de 1961, los militares entraron en acción: Velasco fue forzado a renunciar y lo reemplazó el vicepresidente Carlos Julio Arosemena.
Hubo entonces dos candidatos a la vicepresidencia.
Uno era el vicepresidente del Senado, agente de la CIA, y el otro era el rector de la Universidad Central, un político moderado.
El día que el Congreso se reunió para efectuar la elección, apareció una nota en el periódico que apoyaba al rector de la Universidad firmada por el Partido Comunista y una organización juvenil de izquierda;
La misma había sido colocada por un columnista que era el principal agente de propaganda de la Agencia en Quito.
El rector se vio comprometido y los desmentidos llegaron tarde, de modo que se impuso el hombre de la CIA. Su pago aumentó de 700 dólares mensuales a 1.000.
Arosemena probó muy pronto no ser más aceptable que Velasco, así que todas las operaciones continuaron, en particular la campaña para romper relaciones con Cuba, a lo que el nuevo presidente se negaba.
El ultimátum llegó en marzo de 1962 cuando una guarnición militar bajo el mando del coronel Aurelio Naranjo dio a Arosemena setenta y dos horas para expulsar a los cubanos y despedir al ministro de Trabajo (de tendencia izquierdista).
El presidente cedió a la presión y expulsó también a los diplomáticos checos y polacos, a solicitud del nuevo gabinete que le fue impuesto.
En la estación CIA en Quito se celebró con champán.
En varias partes de Ecuador, la población irritada por el dominio de los militares y desesperada por su calidad de vida, tomó las arnas.
Pero en esta ocasión, como en las otras, no se llegó a nada... un pequeño grupo, mal armado y sin entrenamiento, infiltrado por agentes que avisaban de cada movimiento, enfrentado a un batallón de paracaidistas, armados hasta los dientes y entrenados por EE.UU.
Esto fue en el terreno.
En las noticias de prensa, los rebeldes fueron llevados por centenares y se dijo que estaban no solo bien armados, sino que sus armas “eran extranjeras” (léase cubanas), y que toda la operación había sido cuidadosamente planeada en el congreso del Partido Comunista el mes anterior.
El 11 de julio de 1963, el Palacio Presidencial en Quito se vio rodeado de tanques y tropas. Arosemena había sido expulsado y una junta había tomado posesión.
Su primer acto fue¡legalizar el comunismo: “comunistas” y otros de “extrema" izquierda fueron encarcelados, y los arrestos se facilitaron por contar con la Lista de Vigilancia y Control de la Subversión de la CIA (esta lista, utilizada en muchas estaciones, solía incluir no sólo el nombre del sujeto sino también el de sus familiares y amigos y sus direcciones, así como los lugares frecuentados por el individuo; en fin, todo lo que ayudase a localizarlo en el momento oportuno).
Las libertades civiles fueron suspendidas, canceladas las elecciones previstas para 1964. Otra historia repetida en América Latina.
Y durante estos tres años, ¿qué se le dijo al pueblo norteamericano acerca de esta oleada de acciones encubiertas?
Muy poco si se toma como índice el New York Times. Ni una sola vez se dio indicación alguna en un artículo o editorial sobre Ecuador de que la CIA u otra entidad del Gobierno norteamericano tenían algo que ver en alguno de los eventos referidos.
Incluso si uno lee ahora estos textos con el conocimiento real de lo ocurrido, no logra encontrar ninguna pista entre líneas que pueda conducir a la verdad.
Con una solitaria excepción: inmediatamente después del golpe podemos encontrar una diminuta nota al final de la página 20, que indica que Radio La Habana había acusado al Gobierno estadounidense de instigar el golpe (2).
El Gobierno cubano había formulado cargos públicamente sobre las actividades norteamericanas en Ecuador en numerosas ocasiones, pero esta fue la primera vez que el New York Times lo reflejó.
Notas
(1) Philip Agee: Inside the Company: CIA Diary. New York, 1975, pp. 106-316, passim. El libro de Agee lo convirtió en el enemigo Nº 1 de la CIA. Sin embargo, al reseñar el libro, el ex funcionario de la Agencia Miles Copeland, aunque sin ocultar su disgusto por la “traición” de Agee, señaló: “El libro es interesante como un recuento auténtico de cómo opera un ‘oficial de caso’ ordinario norteamericano o británico [...] Al estar a cargo de espías en Quito, Montevideo y Ciudad México, tenía información, de primera mano [...] Todo ello está presentado ‘con terrible exactitud’, tal como lo proclama el editor” (The Spectator, Londres, 11 de enero de 1975, p. 40.)
(2) New York Times, 14 de julio de 1963, p. 20. Para un análisis tan interesante como conciso de las inclinaciones políticas de Velasco y Arosemena, ver John Gerassi: The Great Fear in Latin America. New York, 1965, pp. , 141-148.