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"Brexit": los protagonistas, los argumentos


Los protagonistas, la derecha

El referéndum británico de la próxima semana, comienza a asustar a la Unión Europea y ha dejado de ser mirado de forma condescendiente como un simple juego de Cameron para ser considerado un peligro real. 

Y como los sondeos vaticinan una victoria del Brexit (pero, cuidado, sin saber qué pasará con la gran cantidad de indecisos y con el miedo de los últimos días), se nota que las instituciones europeas no están preparadas, no saben qué hacer y lo peor, nunca tomaron en serio la posibilidad de que aquí se diera un paso hacia la desagregación de la Unión Europea.

De hecho, parece que ni las autoridades británicas parecen saber qué están haciendo. 

Para analizar esta paradoja , voy a tratar en esta primera nota uno de los aspectos de la cuestión, que es el retrato de alguno de los principales protagonistas de un enfrentamiento que nació de un ajuste de cuentas dentro de la derecha británica.

El primer referéndum no fue así. En 1975, Harold Wilson, primer ministro laborista, convocó un referéndum sobre la participación en el Mercado Común que ganó con un 67 % contra el 33 % (la adhesión había sido decidida tres años antes por un gobierno conservador sin referéndum). 

Wilson intentaba así resolver la división en su propio partido entre los partidarios del “sí” y del “no” y tomar la iniciativa política. Ganó en todos los terrenos.

Treinta años después, Blair lanzó en 2004, la propuesta de un nuevo referéndum a propósito de la Constitución europea pero reculó después de la derrota de las consultas sobre el proyecto en Francia y en Holanda.

David Cameron, el primer protagonista de este referéndum, no está mirando a su distante predecesor ni en seguir la sugerencia de Blair, sino que está desarrollando un juego político nuevo y arriesgado. Sobre todo, porque la cultura de la derecha ha cambiado mucho desde entonces. 

Se ha reforzado la política neoliberal, de la que uno de los principales promotores fue el laborista Blair, poco tiempo después de Thatcher, radicalizada ahora en el partido conservador, se ha reforzado el discurso nacionalista de derechas estimulado tanto por el impasse europeo como por la hegemonía alemana.

 De esta forma, el partido de Cameron, que gobierna con mayoría absoluta, se mueve en respuesta al temor del efecto de su división y de los desafíos que le surgen desde la derecha. 

Y Cameron lanzó los dados para responder tanto al UKIP como a los euroescépticos de su propio partido. Todo es un juego y no hay nada más desmovilizador para el electorado.

¿Puede perder? Puede. 

Lo peor de esta campaña de Cameron es que está auto-derrotada: para justificar el voto “sí”, el primer ministro hace referencia a medidas contra los emigrantes europeos, es decir, desacredita la integración con la complacencia, por su parte, de la Comisión Europea que permitió medidas discriminatorias que afectan a los trabajadores y trabajadoras de otros países europeos. 

El extraordinario argumento de Cameron es: voten para permanecer en la Unión, con la seguridad de que nos quedamos aplicando reglas especiales que serán una barrera contra las y los emigrantes.

El segundo protagonista es Niger Farage , que dirige el UKIP y ganó las últimas elecciones europeas y demostró de ese modo la fragilidad de los conservadores (pero después, incluso con tres millones de votos, quedó reducido a la insignificancia de un único diputado gracias a un sistema electoral que falsifica el resultado del voto popular). 

La campaña del UKIP está centrada en el rechazo a la emigración con razones racistas (un ejemplo muy discutido fue un viñeta con rasgos antisemitas entre otras particularidades). Es un Cameron un poco más consecuente y esa es la fuerza de su campaña.

El tercer protagonista es Boris Johnson, ex alcalde de Londres, que dirige una bancada de 150 diputados conservadores que defienden la salida. Hay en todo esto una lucha interna para sustituir a Cameron, y Johnson es el Trump británico, representa esta nueva generación de gente del partido conservador, sin ningún escrúpulo, dispuesta a la xenofobia y que solo aplaude a Cameron cuando negocia ventajas nacionales a cambio de fingir un discurso europeísta, como la UE ha demostrado y practicado.

Así pues, los protagonistas del referéndum están a la derecha y son una derecha radical para que no haya dudas. Ninguno de estos protagonistas quiere la “integración europea” o convergencia o “políticas comunes”. 

Lo que discuten entres sí es cómo y qué limitan, si más o menos, los derechos de los otros. 

De esta forma, cualquiera que sea el resultado del referéndum, la UE pierde: anunciando la subordinación de los Estados y limitando alegremente la soberanía y la democracia, creó un monstruo locuaz y un poder que asusta y ahora ve a un primer ministro de la derecha lanzando una jugada destructiva por puras razones de juego político interno.

Conclusión: no merece la pena pensar en la opción del “sí o del “no” para alinearse con cualquiera de estas dos estrategias.



Los argumentos, a la izquierda

En la nota anterior, dije que los protagonistas, a la derecha, dominan la agenda del referéndum británico. No había leído el discurso tremendista del ministro de Finanzas Osborne, que demostró la forma más brillante para hacer campaña a favor de la Unión Europea: amenazando al país con un aumento de impuestos y nuevos recortes en los servicios sociales. No le faltaba mas que esta amenaza para el panel protagonistas elegante mostró todo su valor. No creo que sea sorprendente que, con tanta diligencia de Cameron y su ministro Osborne, la salida está subiendo en las encuestas.

Ahora voy a fijarme en la izquierda británica que, ante el referéndum condicionado por la lucha interna de la derecha, se ve atrapado en un proceso que no desea, no controla y en el que influye escasamente. También dividida, la izquierda -dejando a un lado a los partidos y concentrámdome en los analistas e ideólogos- presenta tanto razones para el "sí" como para la salida con el "no".

A favor de la salida, Richard Tuck, profesor en Harvard, politólogo, sostiene la irreversibilidad de los daños causados ​​por la UE contra la democracia. En la traducción en el blog Los ladrones de bicicletas, escribe:

"La izquierda británica corre el riesgo de prescindir de la única institución que históricamente ha sido capaz de utilizar con eficacia: el Estado democrático, a favor de un orden constitucional hecho a la medida de los intereses del capitalismo global y de la política empresarial. 

El desarrollo de la jurisprudencia de la UE socavado sistemáticamente las opciones políticas asociadas a la izquierda, como la política industrial y las nacionalizaciones. 

Estructuras constitucionales que, en gran medida, están fuera del alcance de los ciudadanos tenderán a bloquear el tipo de políticas radicales que la izquierda impulsaba tradicionalmente. (...) Incluso si los partidos de izquierda europeos tuvieron éxito en el desarrollo de un programa común, la UE no es el tipo de entidad política que puede ser cambiada mediante una política popular.

 La UE se construyó para bloquear la política popular ".

Pero la sorpresa viene de la mano de los que argumentan que el Reino Unido no debe salir. Dos de los casos más relevantes y respetable, dado el impacto de sus opiniones, son el Monbiot y Mason.

George Monbiot, académico y una de las figuras de referencia del pensamiento medioambiental en el Reino Unido, denuncia el argumento soberanista porque, escribe, su país se convirtió en un refugio para la mafia financiera que ahora plantea cambiar la abdicación de la soberanía a la Unión Europea por abdicación a los Estados Unidos. 

El ejemplo que menciona es el tratado de la Asociación Transatlántica, que está siendo negociado entre la Comisión Europea y Washington, y llega a la conclusión de que la opción de salir se encamina a una solución peor, ya que su país sería rehén de este neoliberalismo radical. 

El problema con este argumento es que este tratado lo está negociando, precisamente, la UE, lo que hace que sea difícil de Monbiot reivindique la permanencia como una condición para rechazar el acuerdo con los Estados Unidos, sobre todo porque el acuerdo tiene sus mejores aliados en Bruselas.

Paul Mason, periodista y editor de Channel Four, defiende la salida, pero no ahora, con el argumento de que la UE es un proyecto fallido y peligroso: no es una democracia y restringe la democracia, prohíbe la política industrial y socava la creación de empleo, degrada las relaciones sociales, promueve un vergonzoso acuerdo con Turquía... pero el Reino Unido deben permanecer, por una razón, para no ceder a Boris Johnson. 

Es decir, por un cálculo de la relación de fuerzas política, lo que sin duda siempre tiene que ser tenido en cuenta. Pero ¿es la razón que determina al electorado?

Entonces, querido lector o lectora, te pregunto: ¿crees que es movilizador el argumento que dice que deberían irse o el que deben quedarse porque los que presentan la salida son unos impresentables?

Así pues, la derecho ha conducido al Reino Unido a una aventura incierta y la izquierda es derrotada de antemano, ya que parece saber que quiere un mundo mejor, pero no puede porque el mundo es peor.


Traducción VIENTO SUR

http://vientosur.info/spip.php?article11394

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