Donald Trump superó los 1.237 delegados necesarios para asegurarse la nominación como candidato presidencial del partido Republicano.
El jueves 26, Trump recibió el respaldo de algunos delegados sin mandato hacia la próxima convención en Cleveland entre el 18 y el 21 de julio.
Aunque restan elecciones de estados importantes como California y Nueva Jersey, Trump ha derrotado a todos sus contrincantes.
¿Esto desarticula instantáneamente los esfuerzos dentro del partido Republicano para bloquear la nominación de Trump? No necesariamente, pero sí plantea costos mucho mayores si el establishment del partido finalmente decidiera contrariar la voluntad de la mayoría de los votantes de las primarias republicanas.
¿Un camino pacífico hacia la convención en Cleveland?
Nada asegura hoy que la nominación de Donald Trump, que se transformó en el vocero del enojo de la base de derecha del partido Republicano, tenga un final feliz. La resistencia no proviene solo de sus propias filas. Las marchas contra los mítines de la campaña de Trump realizadas esta semana terminaron con represión y enfrentamientos.
Pequeños pero persistentes, los actos contra Trump se han mantenido como una constante a lo largo de las elecciones primarias.
Esta semana, tanto en Anaheim (California) como en Albuquerque (Nuevo México) las protesta fueron reprimidas por las policías locales, con personas detenidas y heridas como saldo. Aunque esta tendencia hoy es minoritaria nadie podría garantizar que se apaguen prontamente.
Por su lado, el presidente Barack Obama que se mantuvo hasta ahora al margen de la controversia, el jueves durante la conferencia del G7 en Japón se hizo eco de las preocupaciones que despierta la nominación del millonario entre los expertos de política exterior. A esas dudas se refirió al decir que “muchas de las propuestas que (Trump) ha hecho demuestran ignorancia de los asuntos internacionales o una actitud displicente; o un interés en obtener tweets y titulares, en lugar de analizar cuidadosamente, que es lo que se necesita para mantener a Estados Unidos a salvo, seguro y próspero, y al mundo equilibrado”.
Para Hillary Clinton lo único que crece es el escándalo
Como si no necesitara sumar problemas a los que atraviesa su campaña en las elecciones primarias, Hillary Clinton enfrenta el “mailgate”, un escándalo relacionado con el periodo en el que ocupó el cargo de secretaria de Estado durante el primer gobierno de Obama.
El miércoles 25 se filtró en algunos medios el informe de auditoría del Departamento de Estado que amplifica la crisis abierta por la utilización indebida de correos personales para asuntos de seguridad nacional.
En paralelo, se desarrolla una investigación del FBI que podría estallar en cualquier momento y generar mayores consecuencias en la carrera por la nominación presidencial.
Los informes apuntan contra Clinton por haber utilizado una cuenta de correo electrónico personal mientras era secretaria de Estado (debía utilizar solo su cuenta oficial), cuyos mensajes se encuentran en un servidor privado propiedad de la exsecretaria alojado en su vivienda personal. Según la auditoría, “no es un método apropiado de preservar los correos que pueden constituir documentos federales”.
La campaña de Clinton se defendió una vez más, alegando que todos los secretarios de Estado utilizan cuentas personales, que siempre había velado por la seguridad de la información y que había puesto a disposición los mensajes (aunque se conoció que había eliminado cerca de 30 mil mensajes –personales según Clinton).
Este escándalo no podía llegar en peor momento. Aunque encabeza en cantidad de delegados y superdelegados, Hillary Clinton no se impone todavía como la candidata.
Por un lado, no alcanzó aún la cantidad que habilita la nominación (aunque la diferencia con su competidor Bernie Sanders es grande).
Por el otro, no se ha ganado ni la simpatía de la base demócrata y ni la confianza de los votantes en general.
De hecho, una de sus características negativas que más sufre la candidata es que la gente no la ve como una figura confiable.
En este contexto, el partido Demócrata se prepara para la última fecha decisiva: 7 de junio. Ese día, se votará en California y Nueva Jersey, con una gran cantidad de delegados en juego. Como si se tratara de una pesadilla, donde el perseguido nunca logra despistar a su perseguidor, Bernie Sanders la sigue más de cerca que lo esperado.
Irreversible
Lejos quedó el sueño de una pelea de almohadas entre los Bush y los Clinton, herederos de los dos clanes que gobernaron el país durante 30 años.
La popularidad de los outsiders, Trump a derecha y Sanders a izquierda, se hicieron eco de la agenda de los olvidados del establishment que se transformaron en los protagonistas inesperados de las primarias.
Más allá de cómo termine la cuenta final de los Demócratas, por el momento todo indica que Hillary Clinton será la nominada.
De confirmarse, en las elecciones generales de noviembre se enfrentarán dos candidatos altamente impopulares que ostentan (además de grandes fortunas) altos índices de rechazo.
La crisis del sistema bipartidista volverá a mostrarse en toda su magnitud.